Debate en torno al decrecimiento: respuesta a la histeria consumista

POR FERNANDO A. CUERVO C. /

Nota del Editor: enhorabuena el presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego y algunos integrantes de su gabinete como las ministras de Minas y Energía, Irene Vélez Torres, y de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad González, están logrando posicionar en la agenda pública temas sensibles como la crisis climática y el decrecimiento, los cuales han suscitado fuertes reacciones en contra en sectores plutocráticos y economistas que defienden el criminal modelo económico neoliberal. De ahí la importancia de contribuir al debate con insumos intelectuales y argumentos de reconocidos especialistas en la materia que posibiliten tomar conciencia en torno de estos tópicos que tienen directa incidencia con la vida en el planeta.

Por tal razón, reproducimos a continuación la sugerente nota periodística del ingeniero químico y docente universitario colombiano Fernando A. Cuervo C. publicada en la plataforma web www.desdeabajo.info y luego suministramos algunos recursos bibliográficos, periodísticos y videos que permiten ilustrar y esclarecer de manera integral tan importante temática.

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Fue muy audaz la doctora Irene Vélez Torres, ministra de Minas y Energía de Colombia, al mencionar públicamente el concepto de Decrecimiento, teniendo en cuenta que, en general ni se conoce ni se entiende tal concepto, y solamente se toma esta como una palabra que responde a una simple semántica. Lógicamente, se desató una especie de histeria por parte de los consumistas y necrocentristas. La siguiente nota es para tranquilizarlos y aclarar el asunto. Iniciaremos tiempo atrás, hace cinco siglos.

Irene Vélez Torres, ministra de Minas y Energía de Colombia.

Es incuestionable que la invasión europea que inició Colón a Abya Yala, nombre con que se conoce al continente que hoy se llama América [1], resultó para los pueblos originarios en un violento sometimiento físico y de destrucción cultural, que se prolongó durante trescientos años. Con la independencia, el sistema cultural impuesto por el régimen español no cambió, y a los criollos les sirvió de soporte discursivo para mantener sojuzgados a los otros: los mestizos pobres, los indígenas, los afros, y todo el que no fuera blanco, o que no se hubiera blanqueado mediante la compra de un certificado. A esto, y a las consecuencias en la formación de pensamiento del conjunto social latinoamericano y su accionar económico-político, es lo que el sociólogo peruano Aníbal Quijano denominó “la colonialidad”, por lo que nos invitaba a “liberar nuestra retina histórica de la prisión eurocentrista” [2]. Primer hecho: los colombianos de todos los sectores sociales (y de todos los estratos), aún padecemos la colonialidad del poder.

Para colmo de males, no libres de la colonialidad hispano-eurocéntrica, a finales del siglo XIX nos llegó la colonialidad yankee, que se hizo efectiva con el discurso del “Destino Manifiesto” y el despojo a Colombia de Panamá en 1903 [3]. Peor aún, a partir de 1949, para satisfacer la urgencia de mercados de los productos estadounidenses, y justificando su acción salvífica en que nuestra configuración económica era completamente diferente a la de EE.UU., ellos, y la ONU, nos clasificaron como país atrasado, bárbaro y salvaje, quedando formalmente como “subdesarrollados” o del “Tercer Mundo”. Desde entonces, mediante diferentes dispositivos culturales, reforzados con variadas formas de coerción, en palabras de Arturo Escobar“… en América Latina, Asia y África se ha predicado un peculiar evangelio con un fervor intenso: el “desarrollo”, el cual ha sido “ansiosamente aceptado y mejorado por las elites y gobernantes del Tercer Mundo a partir de entonces” [4], hasta el punto de aceptarse como una verdad indiscutible. Pero este crecimiento económico, desarrollo económico, o simplemente desarrollo, y el progreso que supuestamente es su paralelo, son un mito, una mentira más, y en el mejor de los casos, un engaño. Con toda esta parafernalia, la metrópolis “creó consumidores en Asia, África y América Latina para solucionar la escasez general de demanda efectiva” [5]. Segundo hecho: tenemos enquistado en la mente el artificio del desarrollo, que nos hace creer que “el incremento en el consumo conduce a la felicidad,… que lo nuevo es siempre mejor; y que el propósito de la vida consiste en acumular cada vez más” (Erich Fromm, citado por Giraldo).

Los dos hechos mostrados en los párrafos anteriores son los que nos dificultan entender y aceptar el Decrecimiento. Este es un concepto de carácter multidimensional que origina una corriente de pensamiento, la cual “aporta un diagnóstico crítico [a la actual] crisis socioecológica de alcance civilizatorio”. Resaltemos lo acotado por la socióloga argentina Maristella Svampa, cuando plantea que el Decrecimiento: “[…] conecta la crítica al paradigma productivista y el perfil metabólico de nuestras sociedades (basado en la demanda cada vez mayor de materias primas y energías) con la crítica al capitalismo. … pone el acento en los límites ecológicos del planeta y enfatiza el carácter insustentable de los modelos de consumo y alimentarios, difundidos a escala global, tanto en el Norte como en el Sur. Por último, [es] el punto de partida para pensar horizontes de cambio y alternativas civilizatorias, basadas en otra racionalidad ambiental, diferente de la puramente economicista, que impulsa el proceso de mercantilización de la vida en sus diferentes aspectos” [6].

El discurso académico del Decrecimiento se ubica en la intersección de las ciencias sociales y las ciencias ambientales aplicadas. Ha evolucionado desde un movimiento activista hasta un paradigma académico multidisciplinario, basado en el análisis termodinámico de la economía de Nicholas Georgescu-Roegen, en el informe “Límites al crecimiento” de Dennis Meadows, en la economía de estado estacionario de Herman Daly, y en las ideas anti-utilitarias de André Gorz e Ivan Illich. Se afirma en la antropología, la sociología y la filosofía, y se entrelaza interdisciplinariamente con la investigación en ecología industrial de Martínez-Alier [7].

Esa confluencia de saberes que conforman el Decrecimiento, se aprecia en sus cuatro Líneas de Acción principales:

  • Disminución del Impacto ambiental antropogénico, tomando como una herramienta de análisis la ecuación de Paul Ralph Ehrlich.
  • Descolonización del imaginario social de la economía, liberándonos de la economía clásica como religión, la cual ha creado el economismo, que según Richard Norgaard, Profesor Emérito de Energía y Recursos de la Universidad de California, Berkeley, es “la reducción de todas las relaciones sociales a la lógica del mercado” [8].
  • Amarse más y reproducirse menos. Lo cual tiene que ver con la disminución drástica de la tasa de natalidad, bajo las premisas de una cultura para la procreación responsable, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y la abolición de la dominación-opresión-explotación de la mujer.
  • Simplificar el metabolismo social, lo cual lleva a la disminución del consumo de materia y energía hasta un nivel que respete los límites de la naturaleza, lo que implica no continuar con la actual sociedad mercantil sino crear y establecer una sociedad convivencial.

El Decrecimiento no puede entonces explicarse por el simple significado de la palabra, pues el concepto encierra muchísimo más que el no crecer económicamente. Como lo dice Serge Latouche, uno de los referentes mundiales de esta corriente, “sería mejor hablar de a-crecimiento en el mismo sentido de ateísmo, para anular de base la religión del progreso y del desarrollo”.

Contrario a lo que podría pensarse, en América Latina es urgente difundir el concepto del Decrecimiento, pues al haber sido clasificados como países “subdesarrollados” y habernos impuesto el oficio de productores primarios en la división internacional del trabajo, aún seguimos soñando con alcanzar el desarrollo, a partir del crecimiento económico, el cual nunca ha llegado a las metas prometidas, pero sí ha servido de parapeto tras el cual se dan todas las prácticas de explotación y deterioro socioambiental, siguiendo la lógica capitalista y colonial. Aunque el concepto de Decrecimiento se originó en Europa y es urgente aplicar en los países con elevada industrialización, comercio, finanzas, etc., Latinoamérica debería apropiarse de él, pues en esta región del planeta es generalizada una mentalidad alienada, con pulsión por las cosas y el consumo, a pesar de una realidad económica que tanto en el plano individual como colectivo, es muy distinta a la de los países “desarrollados”: se quiere ser como ellos, y no se analiza si esto es apropiado, ni si es posible.

Para lograr que el concepto del Decrecimiento permee a América Latina, se debe empezar por descolonizar el intelecto, pues el imaginario del desarrollo, el progreso, la economía basada en la acumulación y demás artificios ideológicos insuflados por la colonialidad global, están muy enquistados en la vida de la población.

Fuentes consultadas

[1] Gabbert, Karin y Lang, Miriam (Editoras). ¿Cómo se sostiene la vida en América Latina? Feminismos y re-existencias en tiempos de oscuridad. 1ª Ed. Fundación Rosa Luxemburg Ediciones Abya Yala. Quito. 2019

[2] Quijano, Aníbal. Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. 1ª Ed. especial. CLACSO. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 2020.

[3] Santos Molano, Enrique. 1903 Adiós Panamá. Colombia ante el Destino Manifiesto. Bogotá: Villegas Editores. 1ª Edición. 2004.

[4] Escobar, Arturo. La invención del desarrollo. 2ª Ed. Universidad del Cauca. Popayán. 2014.

[5] Giraldo, Omar Felipe. Ecología política de la Agricultura. Agroecología y Posdesarrollo. El Colegio de la Frontera Sur. San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. 2018.

[6] Svampa, Maristella. Imágenes del fin. Narrativas de la crisis socioecológica en el Antropoceno. En: Revista Nueva Sociedad. No 278, noviembre-diciembre de 2018, ISSN: 0251-3552, www.nuso.org

[7] Weiss, Martin y Cattaneo, Claudio. Balance y revisión de un paradigma académico emergente. En: Ecological Economics, Volumen 137, julio de 2017, páginas 220-230.

[8] Norgaard, Richard. The Church of Economism and Its Discontents. En: Great Transition Initiative (December 2015), http://www.greattransition.org/publication/the-church-of-economism-and-itsdiscontents

Desde Abajo, Bogotá.

Recursos de apoyo bibliográfico

Serge Latouche: El decrecimiento como salida a la crisis

En defensa del decrecimiento. Sobre capitalismo, crisis y barbarie

Decrecimiento. Vocabulario para una nueva era

“El crecimiento se va a detener, por una razón o por otra”

“El planeta se nos va y es necesario frenar de inmediato la locomotora del crecimiento”: Carlos Taibo

Planeta saturado

El decrecimiento a través de la parábola del pescador

El mito del crecimiento

No se puede equiparar crecimiento económico con desarrollo social: contundente explicación de López Obrador

Detrás del debate entre ambiente y desarrollo está la fe en el crecimiento perpetuo

La economía desenmascarada

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