POR ERIC CALCAGNO /
Otorgue a las provincias el dominio original del subsuelo. Brinde facilidades fiscales y fije regalías a niveles mínimos para atraer inversionistas. Permita concesiones de explotación a empresas extranjeras. Renuncie a la ley argentina y acepte jurisdicciones extranjeras. Habilite que las riquezas minerales obtenidas sean exportadas sin otro registro que una declaración jurada de los concesionarios. Entonces habrá logrado establecer una economía de enclave.
Por cierto, es un gran negocio. Para los extranjeros y sus socios locales. Es que en un mundo en guerra, las materias primas adquieren renovado interés y mejores precios en el mercado internacional.
Aunque con la experiencia de las dos guerras mundiales, lo importante no es comprarle bienes al país productor, sino ejercer la concentración vertical.
¿Qué significa? Significa controlar la cadena del litio desde el yacimiento hasta la comercialización de la batería, por ejemplo.
En cada etapa de la explotación es precisa la presencia de los poderes públicos locales.
Son ellos los que deben velar por la seguridad jurídica del contrato de concesión, asegurar la propiedad privada aún a costa de anteriores propietarios ancestrales, cerrar los ojos ante la falsedad de las declaraciones juradas, ante los desastres ambientales, ante el uso de recursos naturales.
Es que el enclave precisa de agua. Según el tipo de explotación, también mercurio, o algún otro químico que será descartado en la naturaleza. Como el agua suele ser un recurso escaso por nuestras tierras cordilleranas serán los mismos poderes públicos los que establezcan quién recibe agua primero. Aunque también es posible privatizar la planificación de los usos del agua, mediante algún máster plan de alguna empresa extranjera. Como hizo el Ministerio del Interior, Wado de Pedro, hace poco.
Causas y consecuencias de Jujuy
Así podemos situar el comportamiento de Gerardo Morales. El actual gobernador ultraconservador de Jujuy. La represión es obligada, en tanto y en cuanto los poderes públicos deben demostrar la capacidad para encuadrar la población y, llegado el momento, reprimir al pueblo. Es parte de la seguridad jurídica. No sea cosa que entre tanto kolla surja un líder.
Morales es el Nayib Bukele argentino porque como el presidente de El Salvador concentra en sus manos todos los poderes del Estado provincial: el ejecutivo y todas sus agencias, el judicial en todos sus niveles, la legislatura, los medios de comunicación, bancado por la coalición de ultraderecha que lidera el impresentable exmandatario Mauricio Macri, Juntos por el Cambio, desgraciadamente tolerado por el Gobierno del extinto Frente de Todos ( hoy denominado “Unión por la Patria”) y en la legislatura jujeña por el Partido Justicialista (peronista).
Por lo tanto, Jujuy bajo Morales se convirtió en laboratorio de ensayo y vía libre para la feroz represión que se desató sin pausa desde hace varios días y un anticipo de lo que nos espera si la barbarie fascista llegara a triunfar en las próximas elecciones presidenciales de octubre. ¿Qué espera el Partido Justicialista para repudiar la traición de sus legisladores en Jujuy, o no fue una traición? ¿Qué espera el Gobierno nacional de Alberto Fernández para indultar de una buena vez a Milagro Sala perseguida política del represo Gobernador de Jujuy? ¿Será que Morales se ha convertido en un intocable porque al parecer es el barón del litio y hay muchos interesados en el negocio?
Digamos que el desarrollo de una industria minera nacional en Argentina es posible. Nos sobra inteligencia en las universidades nacionales, sin necesidad de llamar a empresas extranjeras. No queremos un “master plan” sino planificación. Entendemos que para una explotación razonable de los recursos disponibles es necesario considerar los efectos ambientales, la participación activa de los pueblos originarios, la presencia del Estado provincial y nacional, y, de ser necesario, la presencia de empresas extranjeras si aportan tecnología para la industrialización de la materia prima en el lugar.
Pero esa enunciación, más producto del deseo que de las realidades, tiene por objeto demostrar que es posible desarrollar una política peronista. Este breve texto tiene por finalidad demostrar que la represión en Jujuy es la etapa obligada para asegurar el ciclo de acumulación de la economía de enclave. Aún más, la provincia de Jujuy procede a una reforma constitucional que criminaliza las protestas populares, termina con el derecho de huelga, destruye la posibilidad de votar cada dos años. En ese sentido, la reforma jujeña es de avanzada: nos muestra lo que harán de nosotros a nivel nacional, que es lo que hacen ahora al bravo pueblo jujeño.
Significa modelar la sociedad argentina acorde con las necesidades económicas dominantes. Suena un poco determinista, es cierto, pero el golpe de Estado de 1976 logró transformar una Argentina industrial en una Argentina financiera, esclava de la deuda externa.
Treinta mil desparecidos mediante, entre otras cosas. Así que deberíamos echar un vistazo a las condiciones materiales de producción, no vaya a ser cosa que.
Esas necesidades económicas dominantes son mineras y extractivas en el norte, son agroexportadoras con complejo sojero en el centro, son los hidrocarburos en el sur. ¿En serio les parece que esos modelos precisan de la democracia como sistema? Por supuesto que no están mal los recursos mineros, agropecuarios y petroleros. Pero si dejamos librada a grandes empresas extranjeras, es probable que apenas nos queden los ojos para llorar. De allí la necesidad de combinar esos recursos para el financiamiento de un proyecto nacional, tal como hizo Perón con el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI).
Pero eso implica… peronismo.
Es decir, la conducción política por sobre la dimensión económica. Significa representar a la sociedad civil en vez de representar la sociedad de mercado. Si nos indigna la represión en Jujuy, tratemos de atacar las causas y no las consecuencias. Como en todo lo demás.
Tiempo Argentino.
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