Diez tesis sobre la extrema derecha actual

POR GILBERTO LOPES /

E4 jugó Anatoli Kárpov, en la movida con que abrió la tercera partida del campeonato mundial de ajedrez de 1984. C5 respondió Garri Kaspárov, con una defensa siciliana, en la que sería su primera derrota en un enfrentamiento de titanes, resuelto después de 48 partidas, con un polémico triunfo de Karpov.

Era otro campeonato. El torneo hoy es otro. Como en una enorme partida de ajedrez, se mueven las piezas en la apertura de un juego en el que se definirá el futuro orden mundial, entre dos contendientes formidables: Estados Unidos y China.

Trump abrió con su primer movimiento en Riad, el pasado 18 de febrero, en la reunión de su secretario de Estado, Marco Rubio, con el canciller ruso, Serguei Lavrov.

E4, mueve Trump

Los objetivos de Estados Unidos en la cita con Moscú fueron enumerados por Rubio al final del encuentro. El primero es normalizar las relaciones diplomáticas entre los dos países, que habían llegado a niveles prácticamente inexistentes, como lo describió hace meses Lavrov. La expulsión y la limitación de la actividad de los diplomáticos rusos, el cierre de consulados, la suspensión de todo contacto relevante entre las cancillerías de ambos países, entre otras medidas, habían reducido la relación a niveles sin precedentes. Para comenzar a normalizar esas relaciones decidieron renovar el nombramiento de embajadores e ir removiendo las limitaciones que se habían impuesto a las actividades diplomáticas y consulares de Rusia en Estados Unidos, respondidas con medidas recíprocas por Moscú.

Lavrov señaló que en la reunión no se discutieron aspectos en que los dos países mantienen posiciones discrepantes.

Lo segundo era discutir las bases para la negociación del fin del conflicto entre Rusia y Ucrania. Algo que, para los rusos, no es solo el fin de la guerra, sino un acuerdo sobre lo que perciben como las causas del conflicto: la expansión de la OTAN hacia el este, la violación de los derechos de las poblaciones rusas en Ucrania, el fin de un régimen al que acusan de neonazi, entre otras medidas.

Finalmente, una proposición de alcances mucho más amplios, de límites difíciles de precisar: explorar las posibilidades de cooperación, tanto en el terreno de los negocios como en materias geopolíticas.

Donald Trump busca la distensión con Moscú para normalizar las relaciones diplomáticas entre Washington y el Kremlin.

«Si este conflicto llega a un final aceptable, existen enormes oportunidades de asociarnos con los rusos geopolíticamente en temas de interés común y, económicamente, en temas que permitan mejorar nuestras relaciones a largo plazo», dijo Rubio.

El presidente del fondo de inversiones ruso, Kirill Dmitriev, estimó en 300 mil millones de dólares las pérdidas de las empresas norteamericanas que abandonaron Rusia a raíz de las sanciones impuestas por Occidente desde 2014 y, principalmente, a partir de febrero del 2022.

Lavrov también expresó un gran interés “en reanudar consultas sobre problemas geopolíticos, incluidos conflictos en diferentes partes del mundo donde tanto Estados Unidos como Rusia tienen intereses y en eliminar los obstáculos artificiales para el desarrollo de una cooperación económica mutuamente beneficiosa».

Es una agenda que podría abarcar las más diversas esferas de las relaciones bilaterales, incluyendo las abandonadas negociaciones de desarme y que sentarían las bases para poner fin a las sanciones económicas impuestas a Rusia por Estados Unidos.

Naturalmente, el desarrollo de esta agenda está condicionado a un acuerdo para poner fin al conflicto entre Rusia y Ucrania, que deberá resolver situaciones delicadas, como la delimitación de nuevas fronteras entre los dos países, las garantías de seguridad exigidas por Ucrania, los costos de la reconstrucción del país y la suspensión de las sanciones económicas a Rusia.

Las afirmaciones de Trump, calificando a Volodímir Zelensky de “incompetente” y expresando su frustración por la posición adoptada por Ucrania frente al encuentro de Riad, indican su poca disposición para considerar las demandas de Kiev. En todo caso, no serán solo las de Kiev, acuerpadas por una Unión Europea (UE) que, en todo caso, aun no sale de su asombro ante los cambios ocurridos en el escenario desde la llegada de Trump al poder.

Un abandonado Zelensky entre Trump y Putin.

Trump no lo tendrá fácil tampoco dentro de su propio país, donde deberá enfrentar oposición inclusive de republicanos que ven con reticenciaedida de lo posible. Cree en el proceso conocido como la “larga marcha a través de las instituciones”, mediante el cual construye pacientemente el poder político y sitúa a sus cuadros en las instituciones permanentes de la democracia liberal, desde donde introducen sus ideas en el pensamiento dominante. Las instituciones educativas también son clave para la extrema derecha actual, ya que determinan los planes de estudio de los estudiantes en sus respectivos países. No es necesario que esta extrema derecha actual deje de lado estas instituciones democráticas mientras proporcionen el camino hacia el poder no sólo sobre el Estado, sino sobre la sociedad.

Segunda tesis. La extrema derecha actual está impulsando el desgaste del Estado y transfiriendo sus funciones al sector privado. En Estados Unidos, por ejemplo, su inclinación a la austeridad está contribuyendo a disminuir la cantidad y calidad de lxs funcionarixs en funciones estatales básicas, como el Departamento de Estado estadounidense. Muchas de las funciones de tales instituciones, ahora privatizadas, se desarrollan bajo los auspicios de organizaciones no gubernamentales dirigidas por capitalistas multimillonarixs de reciente aparición, como Charles Koch, George Soros, Pierre Omidyar y Bill Gates.

Tercera tesis. La extrema derecha actual utiliza el aparato represivo del Estado hasta el límite de lo legalmente permitido para silenciar a sus críticxs y desmovilizar a los movimientos de oposición económica y política. Las constituciones liberales ofrecen una amplia permisividad para este tipo de uso, que las fuerzas políticas liberales han aprovechado a lo largo del tiempo para sofocar cualquier resistencia de la clase trabajadora, el campesinado y la izquierda.

Cuarta tesis. La extrema derecha actual inocula una dosis homeopática de violencia en la sociedad, a través de los elementos más fascistas dentro de su coalición política para crear miedo, pero no lo suficiente como para volver al pueblo en su contra. La mayoría de las personas de clase media en todo el mundo buscan la comodidad y les molestan los problemas derivados por las movilizaciones, disturbios, etc. Sin embargo, en ocasiones, un asesinato a mansalva de un dirigente sindical o una amenaza a mansalva a un periodista no se atribuyen a la extrema derecha actual, que a menudo se apresura a negar cualquier asociación directa con los grupos fascistas marginales (que, no obstante, están vinculados orgánicamente a la extrema derecha).

Quinta tesis. La extrema derecha actual ofrece una respuesta parcial a la soledad que impregna el tejido de la sociedad capitalista avanzada. Esta soledad proviene de la alienación generada por las condiciones laborales precarias y las largas jornadas de trabajo, que corroen la posibilidad de construir una comunidad y una vida social vibrantes. Esta extrema derecha no construye una comunidad real, excepto en su relación parasitaria con las comunidades religiosas. En su lugar, desarrolla la idea de comunidad, a través de Internet, de movilizaciones masivas de individuos o comunidad a través de símbolos y gestos compartidos. El inmenso anhelo de comunidad es aparentemente resuelto por la extrema derecha, mientras que la esencia de la soledad se transforma en ira en lugar de amor.

Sexta tesis. La extrema derecha actual utiliza su proximidad a los conglomerados mediáticos privados para normalizar su discurso, y su cercanía a los propietarios de las redes sociales para aumentar la aceptación social de sus ideas. Este discurso altamente agitador crea un frenesí que moviliza a sectores de la población, ya sea en línea o en las calles, para participar en mítines donde, sin embargo, siguen siendo individuos y no miembros de un colectivo. El sentimiento de soledad generado por la alienación capitalista se mitiga momentáneamente, pero no se supera.

Séptima tesis. La extrema derecha actual es una organización tentacular, con sus raíces diseminadas por diversos sectores de la sociedad. Opera dondequiera que se reúna el pueblo, ya sea en clubes deportivos u organizaciones benéficas. Su objetivo es construir una base de masas en la sociedad arraigada en la identidad mayoritaria de un lugar determinado (ya sea la raza, la religión o el sentido nacionalista), marginando y demonizando a cualquier minoría. En muchos países, esta extrema derecha se apoya en estructuras y redes religiosas para afianzar cada vez más profundamente una visión conservadora de la sociedad y la familia.

Octava tesis. La extrema derecha actual ataca a las instituciones de poder que son el fundamento mismo de su base sociopolítica. Crea la ilusión de ser popular, cuando en realidad está profundamente vinculada con los intereses de la oligarquía. Crea la ilusión de ser plebeya desarrollando una forma muy masculina de hipernacionalismo, cuya decadencia se refleja en su fea retórica. Esta extrema derecha se sustenta en la fuerza testosterónica de este hipernacionalismo, al mismo tiempo que exhibe victimismo frente al poder.

Novena tesis. La extrema derecha actual es una formación internacional, organizada a través de diversas plataformas como El Movimiento de Steve Bannon (con sede en Bruselas), el 

En un artículo publicado el pasado 20 de febrero, Dimitry Trenin, investigador del Institute of World Economy and International Relations y miembro del Russian International Affairs Council (RIAC) llega a la conclusión de que Trump parece haber concluido que sus predecesores –Joe Biden y Barack Obama– hicieron cálculos equivocados, que terminaron por empujar Moscú a la órbita china. Un esfuerzo por revertir esa situación explicaría el acercamiento y la propuesta de acuerdos geopolíticos y económicos.

Pero Trenin dice algo más: Rusia no se hace ilusiones. Un acuerdo de cese al fuego puede estar siendo negociado, pero un acuerdo más amplio parece poco probable. Trump y su equipo parecen creer que Rusia, debilitada por la guerra, está desesperada por un acuerdo. “Eso es un error”, advierte.

El artículo de Trenin ayuda a ordenar algunas ideas. Una es la de China que constituye el verdadero objetivo de las políticas de Trump. Lo que está ocurriendo entonces es la puesta en marcha de una política que busca romper la alianza entre a Rusia y China, de aproximar nuevamente Moscú a Washington, de corregir el resultado de las políticas de Obama y Biden.

Si fuera así, se trataría de uno de los movimientos más atrevidos y ambiciosos en el escenario internacional. Un movimiento que pondrá a Putin frente al desafío político más importante de su vida política: elegir su lugar en la confrontación entre Estados Unidos y China, donde se definirán las reglas que regirán el escenario político mundial en las décadas venideras.

C5, responde China

En esta partida importa no solo oír lo que Beijing tiene para decir, sino también ver cuándo y cómo lo dice.

El movimiento siguiente en este tablero fue el encuentro en los Ministros de Relaciones Exteriores de Rusia y China, el pasado 21 de febrero, en la reunión del G20 en África del Sur (a la que el secretario de Estado, Marco Rubio, prefirió no asistir).

El canciller chino, Wang Yi, había expresado en Sudáfrica la disposición de profundizar los acuerdos a que llegaron los jefes de Estado de los dos países.

Al cumplirse el tercer aniversario de la invasión rusa a Ucrania, Vladimir Putin llamó a Xi Jinping, mientras los dirigentes europeos se reunían en Kiev con Zelensky y anunciaban nuevas sanciones a Rusia y renovadas ayudas militares a Ucrania.

Los mandatarios de China, Xi Jinping y de EE.UU., Donald Trump, protagonizan la nueva ‘Guerra Fría’ del siglo XXI.

China ha insistido en la necesidad de que todas las partes involucradas sean incluidas en las negociaciones en algún momento y que el conflicto en Ucrania se resuelva mediante el diálogo, “tomando en consideración la preocupación de todos los países por su seguridad y respetando la soberanía e integridad territorial de todos los países”.

Consultado sobre si a China le preocupaba que una resolución del conflicto en Ucrania permitiría a Estados Unidos concentrar más recursos militares en la región Asia-Pacífico; si le preocupaba que la paz en Europa pudiera facilitar un mayor despliegue militar norteamericano en Asia, el portavoz de la Cancillería china, Guo Jiakun, afirmó que el Gobierno de Pekín ha explicado reiteradamente su postura sobre la crisis ucraniana: “esperamos que todas las partes colaboren para abordar las causas profundas de la crisis, establecer una arquitectura de seguridad equilibrada, eficaz y sostenible, y lograr la paz a largo plazo en Europa”, declaró. Una fórmula compleja, que no será fácil llevar a la práctica.

Al mismo tiempo subrayó que China sieVaw0COoCvqliUmIFvkusiJYFS”>Foro de Madrid del partido Vox (con sede en España) y la Fundación Fellowship anti-LGBTQ+ (con sede en Seattle, Washington). Estos grupos están arraigados en un proyecto político en el mundo atlántico que potencia el papel de la derecha en el Sur Global y les proporciona los fondos para difundir sus ideas derechistas en lugares donde tienen poco arraigo. Crean nuevos “problemas” donde antes no existían a esta escala, como la fanfarria sobre la sexualidad en África oriental. Estos nuevos “problemas” debilitan a los movimientos populares y refuerzan el control de la derecha sobre la sociedad.

Décima tesis. Aunque la extrema derecha actual se presente como un fenómeno global, existen diferencias en cómo se manifiesta en los principales países imperialistas versus el Sur Global. En el Norte Global, tanto los liberales como la extrema derecha defienden enérgicamente los privilegios obtenidos mediante el saqueo durante los últimos 500 años –a través de sus medios militares y de otro tipo–, mientras que en el Sur Global la tendencia general entre todas las fuerzas políticas es establecer la soberanía.

La extrema derecha actual está surgiendo en un periodo definido como hiperimperialismo para enmascarar la realidad de un poder espantoso y fingir que se preocupa por los individuos aislados a los que, en cambio, perjudica. Conoce bien la locura humana y se aprovecha de ella.

@vijayprashad

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Diez tesis sobre la extrema derecha actual

POR VIJAY PRASHAD

Desde 2016 ha habido un desconcierto generalizado sobre cómo entender la aparición de Donald Trump como un candidato serio a la presidencia de Estados Unidos. Lejos de ser un fenómeno aislado, Trump ascendió al poder junto a otros “hombres fuertes” como Viktor Orbán (primer ministro de Hungría desde 2010), Recep Tayyip Erdoğan (presidente de Turquía desde 2014) y Narendra Modi (primer ministro de la India desde 2014). Personas como éstas, que llegaron al poder y cimentaron su dominio a través de las instituciones liberales, parecen imposibles de destituir definitivamente a través de las urnas. Es evidente que se está produciendo un giro a la derecha en los Estados democráticos liberales, cuyas constituciones hacen hincapié en las elecciones multipartidistas, mientras dejan un vacío para que se establezcan gradualmente regímenes unipartidistas.

El concepto de democracia liberal fue y sigue siendo una concepción muy discutida que surgió de las potencias coloniales europeas y estadounidenses en los siglos XVIII y XIX. Sus reivindicaciones de pluralismo interno y tolerancia, Estado de derecho y separación de poderes políticos llegaron al mismo tiempo que sus conquistas coloniales y su utilización del Estado para mantener el poder de clase en sus propias sociedades. El liberalismo actual no puede conciliarse fácilmente con el hecho de que los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) representen el 74,3 % del gasto militar mundial.

Los países con constituciones que enfatizan las elecciones multipartidistas han visto cómo se instaura gradualmente lo que, en la práctica, es un régimen de partido único. Este régimen de partido único puede enmascararse a veces con la existencia de dos o incluso tres partidos, ocultando el hecho que la diferencia entre éstos es cada vez más insignificante.

Se ha puesto de manifiesto que ha surgido un nuevo tipo de derecha no sólo a través de las elecciones, sino ejerciendo su dominio en los ámbitos de la cultura, la sociedad, la ideología y la economía. Este nuevo tipo de derecha no está necesariamente preocupada por derrocar las normas de la democracia liberal. Esto es lo que llamamos “el íntimo abrazo entre el liberalismo y la extrema derecha”, siguiendo los escritos de nuestro difunto colega Aijaz Ahmad.

La formulación de este “íntimo abrazo” nos permite comprender que no existe necesariamente una contradicción entre gncenter size-full wp-image-15393″ src=”http://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2021/06/AL4.jpg” sizes=”(max-width: 450px) 100vw, 450px” srcset=”https://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2021/06/AL4.jpg 450w, https://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2021/06/AL4-100×150.jpg 100w, https://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2021/06/AL4-200×300.jpg 200w” alt=”” width=”450″ height=”675″ />

Los países latinoamericanos desfavorecidos lo son tanto más cuanto que, a pesar de las promesas –como las recogidas, por ejemplo, en la nueva Constitución ecuatoriana de 2008– ninguno ha sabido aprovechar el buen momento para diversificar su economía, planificarla democrática y ecológicamente, reorientarlo principalmente hacia el mercado interno, preferir la industrialización a la extracción, desespecializar los territorios mediante la relocalización de la actividad, favorecer el valor de uso sobre el valor de cambio, etc. Tampoco, en previsión de movimientos a la baja en las fuentes de financiación externas, dotar a los Estados de sistemas tributarios dignos de ese nombre, fuertes y progresistas, destinados a atraer tanto a las viejas oligarquías como a las nuevas élites . Algunos lo han probado y han perdido los dientes. Los impuestos latinoamericanos siguen estando entre los más bajos y regresivos del mundo (Duterme, 2018).

Gira a la izquierda, luego a la derecha, luego a la izquierda…

Otra tendencia, esta vez política, común o casi a toda América Latina desde principios de este siglo se refiere a los asombrosos «ciclos» u «olas» de poder de izquierda, luego de derecha, luego de izquierda. .que sucesivamente tomó la delantera en la mayoría de los estados del continente. Con, como colofón, fotogramas congelados, tres fechas clave.

2008: de los diez principales países de América del Sur, nueve son gobernados por presidentes “rosados” o “rojos”, que dicen ser de izquierda. Sólo Colombia permaneció en la derecha. Así como, más al norte, México y la mitad de Centroamérica.

2019: cuadro casi invertido. Sólo México, diez años detrás del primer “giro progresista”, tiene a la cabeza un presidente de izquierda elegido democráticamente. Todos los demás países de la región están dominados por regímenes más o menos conservadores (y/o no elegidos democráticamente, en el caso de Nicaragua, Cuba y Venezuela).

2022: nuevo cambio de rumbo generalizado. La gran mayoría de los latinoamericanos vuelven a estar gobernados por poderes progresistas. Sólo Uruguay, Paraguay, Ecuador y la mayoría de los países más pequeños de Centroamérica y el Caribe permanecieron en la derecha.

Dicho esto, la magnitud del primer “giro a la izquierda” –su duración (hasta tres mandatos presidenciales sucesivos en varios países), su fuerza (mayorías absolutas en la primera vuelta, en los Congresos, etc.), su carácter sin precedentes (nunca antes el continente había conocido tantos partidos de izquierda con tanto poder en tantos lugares)- es desproporcionado con las alternancias populistas o más tradicionales de los últimos años. Este cambio histórico, que varía en intensidad según los países, fue en primer lugar resultado de la insatisfacción popular –a menudo llevada por grandes movimientos sociales– frente a los desastrosos resultados del doble proceso de liberalización –política y económica– experimentado por América Latina en finales del siglo XX.

Ciertamente, las izquierdas que lo componían mostraban su diversidad (desde el venezolano Chávez hasta la chilena Bachelet, pasando por el matrimonio argentino Kirchner, el paraguayo Lugo, los uruguayos Vázquez y Mujica, los bolivianos Morales, etc.), pero también compartían la misma familia parecido o, al menos, la misma aspiración “posneoliberal”: políticas más soberanistas, estatistas, keynesianas, redistributivas, interculturales, participativas… y, a escala latinoamericana, integracionistas. Como resultado, se lograron reducciones significativas en las tasas de pobreza. Pero los efectos combinados de la crisis económica de 2015, la erosión del poder, el veredicto de las urnas, o incluso algún que otro golpe de Estado parlamentario o judicial, abrieron la puerta a una ola de marea conservadora, en un “momento reaccionario” que duró poco tiempo, por falta de resultados sociales.

Hoy, la nueva “ola” de Presidentes de izquierda o centroizquierda iniciada a finales de 2018 en México (López Obrador) y en 2019 en Argentina (Fernández), continuó en 2020 en Bolivia (Arce), en 2021 en Perú (Pedro Castillo), Honduras (Castro) y Chile (Boric), y en 2022 en Colombia (Petro) y Brasil (Lula) no pueden ocultar su extrema fragilidad. En primer lugar, porque las victorias electorales a menudo han sido (muy) breves, sin una mayoría en los parlamentos, limitadas por un equilibrio de poder desfavorable o incluso desautorizadas por otras encuestas o votaciones posteriores. Además, porque las investigaciones en curso y las próximas elecciones son particularmente inciertas y revelan de paso la sed de la opinión pública de remedios inmediatos a su inseguridad física, social y de identidad. Y confirmando, en el mismo espíritu, la fuerza de nuevas figuras de extrema derecha en casi todos los escenarios políticos latinoamericanos (Dacil Lanza, 2023).

Inseguridad, inestabilidad, violencia, emigración, militarización…

Más allá de eso, el clima que prevalece hoy en América Latina, en un contexto de una larga y severa crisis socioeconómica, es similar a una fuerte inestabilidad democrática, incluso acompañada por una tendencia hacia una remilitarización multifacética (como lo explica Alejandro Frenkel). Primero debemos recordar los resultados sociales altamente problemáticos de los últimos diez años. Tras la mejora de los años 2000-2014 y sus tasas de crecimiento sostenidas (entre el 4 y el 6%, excepto en 2009), los períodos de recesión y estancamiento -vinculados a los precios de las materias primas, a la pandemia, a las oleadas postinflacionarias, las vicisitudes del mercado global y las inversiones internacionales…- se han sucedido, situando al continente por debajo de los resultados registrados durante las dos últimas décadas del siglo XX, ya calificadas de “décadas perdidas”.

Por lo tanto, la pobreza, las desigualdades, la informalidad del trabajo y la inseguridad alimentaria han comenzado a aumentar nuevamente, a ritmos irregulares según el país, después de las importantes caídas de la fase anterior. Así, según los últimos cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (citados por Ventura, 2023), el 32 % de la población de la región, o 201 millones de personas, vive hoy en situación de pobreza o pobreza extrema, “la peor situación en veinticinco años”; el trabajo informal afecta actualmente a más del 53% de la población activa; y la inseguridad el liberalismo y la extrema derecha y que, de hecho, el liberalismo no es un escudo contra la extrema derecha, ni mucho menos su antídoto. Cuatro elementos teóricos son clave para entender este “abrazo íntimo” y el surgimiento de esta extrema derecha actual:

  1. Las políticas neoliberales de austeridad en países con instituciones electorales liberales terminaron con los planes de bienestar social que habían permitido la existencia de las sensibilidades liberales. La incapacidad de los Estados para ocuparse de lxs pobres se convirtió en dureza y crueldad hacia ellos.

  2. Sin un compromiso serio con el bienestar social y los programas de redistribución, el propio liberalismo derivó hacia el mundo de las políticas de extrema derecha. Éstas incluyen un mayor gasto en el aparato represivo interno que vigila los barrios de la clase trabajadora y las fronteras internacionales, junto con una distribución cada vez más tacaña de los bienes sociales, que solo se distribuyen si quienes los reciben aceptan condiciones que los despojan de sus derechos humanos básicos (por ejemplo, “aceptando” el uso obligatorio de métodos anticonceptivos).

  3. En este terreno, la extrema derecha actual fue cada vez más aceptada como fuerza política dado el giro de los partidos desde el liberalismo hacia las políticas promovidas por la extrema derecha. En otras palabras, esta tendencia a inspirarse en las políticas de la extrema derecha permitió que ésta se convirtiera en la fuerza política dominante.

  4. Por último, las fuerzas políticas del liberalismo y la extrema derecha se unieron globalmente para reducir el control de la izquierda sobre las instituciones. La extrema derecha y sus homólogos liberales no tienen diferencias económicas fundamentales con respecto a la clase. En los países imperialistas, existe una gran confluencia de puntos de vista sobre el mantenimiento de la hegemonía estadounidense, la hostilidad y el desprecio hacia el Sur Global, y un creciente nacionalismo exacerbado, como lo demuestra el apoyo militar a ultranza al genocidio que Israel está llevando a cabo contra el pueblo palestino.

Tras la derrota del fascismo italiano, alemán y japonés en 1945, lxs analistas occidentales se preocuparon por la incubación de la extrema derecha en sus sociedades. Mientras tanto, la mayoría de lxs marxistas reconocieron que la extrema derecha no había surgido de la nada, sino de las contradicciones del propio capitalismo. El colapso del Tercer Reich fue sólo una fase de la historia de la extrema derecha y del desarrollo del capitalismo: volvería a surgir, quizá con otros ropajes.

En 1964, el marxista polaco Michał Kalecki escribió un interesante artículo titulado “Faszyzm naszych czasów” [El fascismo de nuestro tiempo]. En ese ensayo, Kalecki afirmaba que los nuevos tipos de grupos fascistas que surgían en ese momento apelaban “a los elementos reaccionarios de las amplias masas de la población” y estaban “subvencionados por los grupos más reaccionarios del mundo de las grandes empresas”. Sin embargo, Kalecki observó que “la clase gobernante considerada en su conjunto, aun cuando no acaricia la idea de que los grupos fascistas tomen el poder, no hace esfuerzo alguno por suprimirlos y se limita a reprenderlos por su entusiasmo exagerado”. Esta actitud persiste hoy en día: la clase dominante en su conjunto no teme el ascenso de estos grupos fascistas, sino sólo su comportamiento “excesivo”, mientras que los sectores más reaccionarios del gran capital continúan apoyándolos financieramente.

Una década y media más tarde, cuando Ronald Reagan parecía estar a punto de convertirse en presidente de Estados Unidos, Bertram Gross publicó Friendly Fascism: The New Face of Power in America [Fascismo amigable: la nueva cara del poder en Estados Unidos] (1980). Este libro se inspiraba libremente en The Power Elite [La élite del poder] (1956) de C. Wright Mills y Monopoly Capital: An Essay on the American Economic and Social Order [El capital monopolista: un ensayo sobre el orden económico y social norteamericano] (1966) de Paul A. Baran y Paul M. Sweezy. Gross argumentaba que, dado que las grandes empresas monopolísticas habían estrangulado las instituciones democráticas en Estados Unidos, la extrema derecha no necesitaba botas militares y esvásticas: esta orientación llegaría a través de las propias instituciones de la democracia liberal. ¿Quién necesita tanques cuando tienes a los bancos para hacer el trabajo sucio?

Las advertencias de Kalecki y Gross nos recuerdan que la intimidad entre el liberalismo y la extrema derecha no es un fenómeno nuevo. Surge de las raíces capitalistas del liberalismo: este nunca iba a ser otra cosa que la cara amable de la brutalidad inherente al capitalismo.

Los liberales utilizan la palabra “fascismo” para distanciarse de la extrema derecha. Este uso del término es más moralista que preciso, ya que niega la intimidad entre los liberales y la extrema derecha. Para ello, hemos formulado diez tesis sobre esta extrema derecha actual, que esperamos susciten la discusión y el debate. Se trata de una declaración provisional, una invitación al diálogo.

Primera tesis. La extrema derecha actual utiliza los instrumentos democráticos en la malimentaria grave o moderada afecta al 40 % de los latinoamericanos, una tasa más del 10 % “superior al promedio del resto del mundo”.

La inestabilidad de instituciones y organizaciones políticas ampliamente desacreditadas ante la opinión pública, la generalización de la violencia, la delincuencia y el narcotráfico, así como la explosión de la emigración –en particular centroamericana, caribeña, venezolana y ecuatoriana– ciertamente se han relacionado con esto. La volatilidad y fragmentación de los escenarios electorales sólo tienen comparación con las trayectorias ideológicas oscilatorias de la región y la alta fragilidad de los procedimientos democráticos. Dos marcadores, entre muchos otros: en Guatemala, desde el retorno al gobierno civil, los diez jefes de Estado sucesivos han llegado al poder por otros tantos partidos diferentes; y en Perú, a finales de 2022, el Presidente elegido dieciséis meses antes fue acusado y arrestado por intentar disolver el parlamento.

Si la violencia «endémica» de América Latina, al igual que la corrupción, también «endémica», de las elites -y sus connivencias con el crimen organizado- se han vuelto comunes, su actualidad y su vigor no son menos inquietantes. En términos de tasa de homicidios intencionales per cápita, por ejemplo, el “Triángulo Norte” de América Central sigue siendo “la región más peligrosa del mundo”, según la ONUDD. La región de donde sale el mayor número de emigrantes hacia Estados Unidos. Alrededor de 500.000 de media anual desde principios de siglo (CETRI, 2022). Mientras que, según ACNUR, más de 7 millones de venezolanos han huido de su país desde 2015, primero hacia América del Sur -de Colombia a Chile- generando nuevos problemas en cadena, acogida, rechazo y diversos tráficos.

A estos diferentes fenómenos, varios Estados respondieron con la militarización. Y las sociedades, a través del militarismo. Para Gilberto López y Rivas, quien denuncia sus avances en México en particular, la militarización es ante todo “  la asignación a las fuerzas armadas de misiones, tareas, prerrogativas, presupuestos y habilidades no previstas en la Constitución y sus leyes  ” (2023). ). El militarismo se refiere, por su parte, a la propagación de un sistema de representaciones y valores que normaliza el uso de la violencia, naturaliza el orden social, justifica los reflejos de seguridad, etc. Las dos tendencias, que debilitan aún más los marcos democráticos nacionales, han estado operando durante unos diez años en toda la región. Con, como detalla Frenkel en este libro, estallidos de visibilidad entrecortada en Ecuador, Chile, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, El Salvador, Uruguay, Paraguay, Brasil, etc.

Deseos integracionistas y rivalidades hegemónicas

En materia de relaciones exteriores, están en juego al menos tres procesos concomitantes, que nuevamente conciernen a toda América Latina: los intentos de integración regional, el regreso del “continente de Lula” a la escena internacional y, una vez más, sobredeterminando, la El enfrentamiento entre China y Estados Unidos que se viene produciendo desde principios de siglo. El primero ya no tiene la fuerza que tuvo durante el giro a la izquierda de los años 2000; fuerza ya paralizada o revertida por el retorno de la derecha entre 2014 y 2020. A las ambiciosas organizaciones unificadoras, más o menos cargadas ideológicamente, llevadas a la pila bautismal en 2004 (la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), para contrarrestar el proyecto Estados Unidos Estados Unidos de Libre Comercio de las Américas), en 2008 (Unión de Naciones Suramericanas – UNASUR) y en 2010 (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños – CELAC), fue sucedida por una “sopa cacofónica”, hecha de superposiciones y divisiones.

A la integración progresista, los gobiernos conservadores han preferido la integración liberal en el plano comercial (reactivación del Mercosur, lanzamiento de la Alianza del Pacífico, etc.) y reaccionaria en el plano político (PROSUR sobre las cenizas de Unasur, Grupo de Lima, etc.). Hoy, las nuevas potencias de izquierda andan a tientas o divergen. Frente a la proliferación de organizaciones regionales, marcador de fricciones y rivalidades nacionales, de heterogeneidad de orientaciones y peso de sus miembros y de dependencia competitiva de las grandes potencias, tienden a dar prioridad a sus agendas domésticas.Y aquí y allá se muestran reacios a alinearse como un solo hombre (o mujer, pero esto sigue siendo excepcional) detrás del liderazgo asertivo y proactivo del Brasil post-Bolsonaro (Dacil Lanza, 2023; Franco, 2023).

El regreso de Luiz Inácio Lula da Silva (tercer mandato presidencial) a la escena internacional es, de hecho, el segundo proceso en marcha. Con él, tras los años de Bolsonaro, se retoma un “protagonismo” multilateral total, en nombre de su país (1/3 del PIB latinoamericano) y del resto de la región, de la que es portavoz. En el seno del G20, el G77, las COP climáticas, los BRICS+ (CETRI, 2024), etc., las iniciativas y objetivos reafirmados de Lula y sus amigos consisten en influir en los foros internacionales, reformar la gobernabilidad global, negociar la paz entre Rusia y Ucrania, así como relanzar la integración latinoamericana impulsando “la acción colectiva ‘no alineados’ a favor de una reindustrialización de los países de la región y una transición progresiva hacia modelos más diversificados y de mayor valor agregado” (Ventura, 2023) .

Sin embargo, la competencia que Estados Unidos sigue librando en América Latina, incluso en relativo declive, y China sigue en alza -sin olvidar a la Unión Europea, principal inversor en la región (693.000 millones de euros en 2022)–, corre el riesgo de obstaculizar este deseo de integración y autonomía estratégica tan querido por Lula. El apetito de las grandes potencias por los recursos naturales y agrícolas necesarios para la ecologización de sus economías (CETRI, 2023), así como la agresividad de sus políticas comerciales, crediticias y de inversión más o menos condicionadas abren pocas posibilidades para una redefinición de las relaciones políticas e intercambios de mercado sobre bases menos asimétricas y más soberanas para todos los países latinoamericanos pequeños, medianos y grandes.

Viejos y nuevos conflictos sociales

En el frente del conflicto social y las protestas populares, también en América Latina se está gestando una oleada procesal y multidimensional. Ciertamente, el ritmo y la intensidad de las movilizaciones experimentan picos y valles, reflujos y flujos dependiendo tanto de su dinámica interna como de sus limitaciones contextuales, pero la “calle” latinoamericana continúa enfrentándose, en la medida de lo posible, a los órdenes establecidos. “La calle”, es decir, la mayoría de las vedida de lo posible. Cree en el proceso conocido como la “larga marcha a través de las instituciones”, mediante el cual construye pacientemente el poder político y sitúa a sus cuadros en las instituciones permanentes de la democracia liberal, desde donde introducen sus ideas en el pensamiento dominante. Las instituciones educativas también son clave para la extrema derecha actual, ya que determinan los planes de estudio de los estudiantes en sus respectivos países. No es necesario que esta extrema derecha actual deje de lado estas instituciones democráticas mientras proporcionen el camino hacia el poder no sólo sobre el Estado, sino sobre la sociedad.

Segunda tesis. La extrema derecha actual está impulsando el desgaste del Estado y transfiriendo sus funciones al sector privado. En Estados Unidos, por ejemplo, su inclinación a la austeridad está contribuyendo a disminuir la cantidad y calidad de lxs funcionarixs en funciones estatales básicas, como el Departamento de Estado estadounidense. Muchas de las funciones de tales instituciones, ahora privatizadas, se desarrollan bajo los auspicios de organizaciones no gubernamentales dirigidas por capitalistas multimillonarixs de reciente aparición, como Charles Koch, George Soros, Pierre Omidyar y Bill Gates.

Tercera tesis. La extrema derecha actual utiliza el aparato represivo del Estado hasta el límite de lo legalmente permitido para silenciar a sus críticxs y desmovilizar a los movimientos de oposición económica y política. Las constituciones liberales ofrecen una amplia permisividad para este tipo de uso, que las fuerzas políticas liberales han aprovechado a lo largo del tiempo para sofocar cualquier resistencia de la clase trabajadora, el campesinado y la izquierda.

Cuarta tesis. La extrema derecha actual inocula una dosis homeopática de violencia en la sociedad, a través de los elementos más fascistas dentro de su coalición política para crear miedo, pero no lo suficiente como para volver al pueblo en su contra. La mayoría de las personas de clase media en todo el mundo buscan la comodidad y les molestan los problemas derivados por las movilizaciones, disturbios, etc. Sin embargo, en ocasiones, un asesinato a mansalva de un dirigente sindical o una amenaza a mansalva a un periodista no se atribuyen a la extrema derecha actual, que a menudo se apresura a negar cualquier asociación directa con los grupos fascistas marginales (que, no obstante, están vinculados orgánicamente a la extrema derecha).

Quinta tesis. La extrema derecha actual ofrece una respuesta parcial a la soledad que impregna el tejido de la sociedad capitalista avanzada. Esta soledad proviene de la alienación generada por las condiciones laborales precarias y las largas jornadas de trabajo, que corroen la posibilidad de construir una comunidad y una vida social vibrantes. Esta extrema derecha no construye una comunidad real, excepto en su relación parasitaria con las comunidades religiosas. En su lugar, desarrolla la idea de comunidad, a través de Internet, de movilizaciones masivas de individuos o comunidad a través de símbolos y gestos compartidos. El inmenso anhelo de comunidad es aparentemente resuelto por la extrema derecha, mientras que la esencia de la soledad se transforma en ira en lugar de amor.

Sexta tesis. La extrema derecha actual utiliza su proximidad a los conglomerados mediáticos privados para normalizar su discurso, y su cercanía a los propietarios de las redes sociales para aumentar la aceptación social de sus ideas. Este discurso altamente agitador crea un frenesí que moviliza a sectores de la población, ya sea en línea o en las calles, para participar en mítines donde, sin embargo, siguen siendo individuos y no miembros de un colectivo. El sentimiento de soledad generado por la alienación capitalista se mitiga momentáneamente, pero no se supera.

Séptima tesis. La extrema derecha actual es una organización tentacular, con sus raíces diseminadas por diversos sectores de la sociedad. Opera dondequiera que se reúna el pueblo, ya sea en clubes deportivos u organizaciones benéficas. Su objetivo es construir una base de masas en la sociedad arraigada en la identidad mayoritaria de un lugar determinado (ya sea la raza, la religión o el sentido nacionalista), marginando y demonizando a cualquier minoría. En muchos países, esta extrema derecha se apoya en estructuras y redes religiosas para afianzar cada vez más profundamente una visión conservadora de la sociedad y la familia.

Octava tesis. La extrema derecha actual ataca a las instituciones de poder que son el fundamento mismo de su base sociopolítica. Crea la ilusión de ser popular, cuando en realidad está profundamente vinculada con los intereses de la oligarquía. Crea la ilusión de ser plebeya desarrollando una forma muy masculina de hipernacionalismo, cuya decadencia se refleja en su fea retórica. Esta extrema derecha se sustenta en la fuerza testosterónica de este hipernacionalismo, al mismo tiempo que exhibe victimismo frente al poder.

Novena tesis. La extrema derecha actual es una formación internacional, organizada a través de diversas plataformas como El Movimiento de Steve Bannon (con sede en Bruselas), el 

Dicho esto, aunque no son todas las mujeres de Chile las que se rebelan contra la cultura de la violación, ni la totalidad de los indígenas de Guatemala los que denuncian la extracción minera, en el otoño de 2019 por ejemplo, alrededor de diez países del mundo De hecho, el continente se ha visto sacudido simultánea y profundamente por una nueva y fuerte oleada rebelde. En cuestión y a granel, la reducción de las subvenciones públicas en transporte, educación o pensiones, la privatización del agua, la aplicación de las recomendaciones del FMI, los casos de corrupción, las reformas conservadoras, la flexibilización del trabajo, la violencia de Estado, etc. Y esto, de Ecuador a Honduras, de Panamá a Chile, de Bolivia a Haití, de Puerto Rico a Colombia…

Por supuesto, la represión o la consulta, la criminalización o la institucionalización, luego las crisis, la pandemia y el cierre de espacios de protesta han tenido sus efectos desmovilizadores, pero la efervescencia y la agitación social en América Latina no siguen siendo, sin embargo, realidades significativas hoy. Embarazada y de doble cara. Pueden ser emancipadoras, progresistas, igualitarias, antidiscriminatorias, feministas, ecologistas, anticoloniales o descoloniales, pero también pueden, a la inversa, pedir el restablecimiento del orden, la protección de la seguridad, el cierre de fronteras, la preservación de la identidad. .. Y los primeros no son necesariamente más populares que los segundos.

En primer lugar, del lado de las luchas emancipadoras –frente a las movilizaciones reaccionarias– las más novedosas de este siglo, sin duda las más extendidas en todo el continente, se refieren a este conflicto socioambiental que se ha abierto o, al menos, que ha aumentado considerablemente gracias al impulso (neo)extractivista. Enfrenta a grandes inversores externos, privados o públicos, por un lado, y, por el otro, a comunidades locales, campesinas, a menudo indígenas, flanqueadas por organizaciones ambientalistas. Varios autores hablan de ello, ya que estos conflictos socavan a la mayoría de los países latinoamericanos por docenas.

La cuestión es el territorio. Su soberanía y uso. ¿Es el receptáculo natural de “megaproyectos” –mineros, aeroportuarios, energéticos, viarios, agroindustriales, ferroviarios, turísticos, comerciales, etc.– para la “modernización” o el “desarrollo” de las infraestructuras nacionales o, más bien, ante todo, para vivir? medio ambiente y la producción agrícola de alimentos de las poblaciones locales que lo habitan? ¿Es un recurso que puede ser apropiado y explotado a voluntad por poderosos operadores económicos invitados cortésmente a minimizar los daños colaterales –ambientales y sociales– de sus actividades contaminantes o, sobre todo, objeto de consultas democráticas esenciales con miras a obtener (o no) “el consentimiento libre, previo e informado” de los pueblos indígenas que lo pueblan, sobre su próximo destino?

Mientras tanto, los dos bandos se enfrentan, a menudo en un equilibrio de poder desequilibrado. Entre los cientos de defensores ambientales víctimas de la violencia mortal en 2022 identificados por la organización internacional Global Witness (Le Monde, 13 de septiembre de 2023), el 90 % se encontraban en América Latina. Países más afectados: Colombia a la cabeza, luego vienen Brasil, México, Honduras, Venezuela, Paraguay, Nicaragua, Guatemala.

Movimientos indígenas (mayas, aymaras, quechuas, mapuches, etc.) constituyen una parte significativa de los actores colectivos movilizados en estas luchas socioambientales. Surgieron, a partir de los años 1990, en los espacios creados por la liberalización política y económica del continente y la penetración más profunda del “capitalismo de desposesión”. Hoy, dentro de los regímenes de “autonomía jurídica” que les han concedido o de “autonomía de facto” que les han arrebatado, intentan producir cada día las condiciones para una conciliación de los principios de igualdad y diversidad en una nueva relación “descolonial” y “plurinacional” con la modernidad. El triple desafío democrático, ecológico y multiculturalista está en el centro de su enfoque. Un enfoque plural y frágil ciertamente, pero cuyos diferentes registros de acción apuntan a permanecer unidos frente a los adversarios políticos y económicos que los asaltan y los cárteles criminales que los rodean.

El movimiento feminista o, más bien, los movimientos feministas latinoamericanos también ocupan periódicamente los titulares. Durante una reciente conferencia, Lissell Quiroz (2023), especialista en la corriente, destacó tanto sus antecedentes históricos (del siglo XVI al XX), el actual “notable dinamismo”, “fuente de inspiración para Europa”, y la “pluralidad” de expresiones, “representativas de la multiplicidad de situaciones de las mujeres” en el continente. Así, distingue cuatro tendencias contemporáneas que llama a converger. El “feminismo mayoritario” primero, en cualquier caso el más visible, el más original y publicitado, compuesto por mujeres educadas (a menudo vinculadas a manifestaciones estudiantiles), de cultura occidental, movilizadas por los derechos sexuales y reproductivos y contra la violencia de género (como las campañas “Ni Una Menos”, “Las Tesis”, Vaw0COoCvqliUmIFvkusiJYFS”>Foro de Madrid del partido Vox (con sede en España) y la Fundación Fellowship anti-LGBTQ+ (con sede en Seattle, Washington). Estos grupos están arraigados en un proyecto político en el mundo atlántico que potencia el papel de la derecha en el Sur Global y les proporciona los fondos para difundir sus ideas derechistas en lugares donde tienen poco arraigo. Crean nuevos “problemas” donde antes no existían a esta escala, como la fanfarria sobre la sexualidad en África oriental. Estos nuevos “problemas” debilitan a los movimientos populares y refuerzan el control de la derecha sobre la sociedad.

Décima tesis. Aunque la extrema derecha actual se presente como un fenómeno global, existen diferencias en cómo se manifiesta en los principales países imperialistas versus el Sur Global. En el Norte Global, tanto los liberales como la extrema derecha defienden enérgicamente los privilegios obtenidos mediante el saqueo durante los últimos 500 años –a través de sus medios militares y de otro tipo–, mientras que en el Sur Global la tendencia general entre todas las fuerzas políticas es establecer la soberanía.

La extrema derecha actual está surgiendo en un periodo definido como hiperimperialismo para enmascarar la realidad de un poder espantoso y fingir que se preocupa por los individuos aislados a los que, en cambio, perjudica. Conoce bien la locura humana y se aprovecha de ella.

@vijayprashad

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