Diferencia entre el estallido social de 2021 y la marcha de los sectores de derecha de 2024

POR OCTAVIO QUINTERO /

Comparar el estallido social del 28 de abril de 2021, con la marcha de la derecha del 21 de abril de 2024, es falsa analogía: un estallido social es el súmmum de una sucesión de paros simultáneos y espontáneos en distintos sitios, que convergen, en un momento dado, en un gran paro nacional convocado, casi siempre, por dirigentes sindicales en demanda de reivindicaciones sociales. Una marcha, o manifestación, organizada por partidos y/o líderes políticos, obviamente tiene interés político. Desoír un estallido social, a desoír una marcha política, son cosas distintas, y dos cosas distintas no son la misma cosa, diría Perogrullo.

No quiere decir lo anterior que haya que oír la primera y desoír la segunda. No, hay que oír ambas, pero diferenciar sus tonos, porque una cosa es desoír las reivindicaciones sociales reclamadas por los trabajadores, y otra, muy distinta, es desoír exigencias de políticos que se oponen, precisamente, a los cambios sociales que causaron el estallido social del 2021. Los interesados en sacar adelante esta falsa analogía, no se han preguntado el porqué en el estallido social se vio a las centrales obreras en primera línea, y en la marcha, las mismas estuvieron totalmente ausentes. Eso no quiere decir que las centrales obreras petristas sino que coinciden en el propósito de reivindicación de derechos sociales.

El Presidente le ha dado una lectura más o menos correcta al estallido social: ha presentado ante el legislativo proyectos de ley sobre reformas en salud, laboral, pensional, educativa, entre otras, que soportan una recia oposición en el Congreso; y dentro del alcance del ejecutivo, en la distribución presupuestal, ha incluido regiones y poblaciones tradicionalmente olvidadas de la Colombia profunda. Varias medidas, clave en lo social, han sucumbido ante el examen del poder judicial.

Precisamente contra esas reformas es el quid de la marcha del pasado 21 de abril. La derecha ampliada (uribismo + conservadores + tibios + empresarios, sus gremios y tanques de pensamiento + medios de prensa), admite que las reformas sociales se necesitan, y pide consenso sobre las propuestas presentadas por el Gobierno del Cambio. Raro consenso propone a condición de “construir sobre lo construido”, es decir, sobre lo que nos trajo hasta el estallido social del 2021. Eso no es querer consenso; eso es buscar frenar las reformas.

No son comparables tampoco, por otra razón: el estallido social fue nacional y la marcha fue urbana. Al revisar el proceso del 2021, se registran protestas tanto en ciudades como en municipios medianos y pequeños, centros poblados y hasta en los territorios indígenas; al mirar la marcha del 2024, se proyecta solo en las cuatro grandes capitales: Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, en donde, por demás, asientan sus dominios los medios politizados y sus encuestas pagas.

La falsa analogía es sutil; caer en ella, siempre lleva al error. El error de los progresistas, que ya se ve en algunos, sería creer que se deben oír, en el mismo tono, el estallido social del 2021 y la marcha política del 2024.

Detener los cambios sociales, que cogieron camino, sería como tapar la boca de un volcán en erupción. Por algo los más ricos en la conferencia de Davos 2023, se mezclaron con activistas de izquierda en demanda de sistemas fiscales más justos en todo el mundo.

Lo único constante es el cambio: Heráclito hace 2.500 años.