LE MONDE DIPLOMATIQUE /
Bajo el horizonte dado por un verso de Jorge Luis Borges que dice: “Los astros y los hombres vuelven cíclicamente”, el filósofo y profesor colombiano Damián Pachón Soto nos presenta su nuevo libro titulado ‘La disputa del sentido común y la transformación del orden social. Los aportes de Antonio Gramsci’. Es el segundo libro dedicado al filósofo sardo (1891-1937) que nos presenta Pachón, pues ya en el año 2022 publicó con la Universidad Industrial de Santander (UIS) el texto ‘Antonio Gramsci y el trabajo social. Elementos para un diálogo pendiente’.
En esta ocasión, y tras la estela del verso de Borges citado, Damián Pachón presenta a Gramsci como un autor clásico, cuya obra cobra importancia de cara a los procesos políticos del progresismo latinoamericano, pero también bajo la experiencia española del partido Podemos. Por eso, el pensamiento de Gramsci vuelve a estar vigente, pero lo está no solo porque él pensó su época, sino porque la lucha política actual no se entiende sin su arsenal de conceptos, sin las herramientas teóricas que legó a la Ciencia Política, a la filosofía política y a la Ciencia Social. Estas categorías son, entre otras, las de hegemonía, ideología, intelectual orgánico, interregno, crisis orgánica, su teoría del sentido común, entre otras.
De hecho, lo que hace Pachón en los cinco capítulos que integran su nueva obra, es mostrarnos la recepción de Gramsci en Colombia y en América Latina, para luego pasar a mostrar la íntima relación que el dirigente político y pensador italiano establece entre la filosofía como concepción del mundo, la política como la manera de llevar esa concepción del mundo a su materialización histórica por medio de la praxis, y la historia como actualidad, carne viva, de esa filosofía y su realización en la historia. Así, la historia es filosofía actual, concreta, real, gracias a la política.
Pero ese tránsito desde la filosofía a la historia solo es posible si se entiende que la praxis requiere necesariamente de otros elementos, de muchas mediaciones, entre ellas, la importancia de la conquista del sentido común. Esto es así porque el sentido común es el lente con el que comprendemos, miramos y actuamos en el mundo. De él depende nuestra comprensión de la vida cotidiana y por eso mismo tiene una orientación pragmática.
El sentido común es una especie de consenso sobre la realidad, el régimen político, lo dado, tal y como se nos presenta. Por eso, si bien Gramsci insiste en el carácter básicamente conservador del sentido común, también rescató su potencial, su dimensión crítica. Esa parte positiva, crítica del sentido común, la denominó buen sentido. Así, ciertos saberes de las clases populares adquieren valor para el cambio social. De tal manera que la política tiene que ver con varios momentos. En primer lugar, con la crítica del sentido común hegemónico donde, por ejemplo, se asientan las herencias coloniales de larga duración, como el racismo o el clasismo, o donde está legitimada la autoridad; en segundo lugar, con la construcción de un nuevo sentido común que debe volverse hegemónico, esto es, obtener el consenso de la mayor parte de la sociedad. Para lograr el nuevo consenso el lenguaje adquiere gran importancia, pues la política debe crear un nuevo lenguaje, una nueva gramática del mundo que se quiere instaurar consensualmente. Sin lenguaje no hay claridad para la acción, por lo tanto, este es necesario en la praxis política: el lenguaje dibuja conceptualmente el mundo que se quiere construir y crea un campo posible de experiencia.
El tránsito de la filosofía a la historia –mediado por la política y posible gracias a ella– exige el trabajo ideológico. Las ideologías, en sentido positivo, son construcciones discursivas que delinean la sociedad que se quiere y hacen parte de la lucha política, que es lucha ideológica, pero lo que aquí se disputa es, justamente, una visión del mundo, es decir, un sentido común nuevo que se inscriba en la sociedad. En esa lucha lo que se busca es la hegemonía.
La hegemonía es, según consenso general de los teóricos y filósofos de la política, el gran aporte teórico de Antonio Gramsci. Es un concepto que recoge muchas de las construcciones de la obra gramsciana, más precisamente, que articula o subsume otros de sus conceptos. Ella consiste, en términos técnicos, en el paso de un particular a un universal, es decir, implica que una visión particular del mundo, la de un partido político, por ejemplo, se presente como una posición universalmente aceptada por el conjunto de la sociedad, lo cual indica que esa visión del mundo ha triunfado en la lucha política.
La hegemonía es un resultado, pero este no es definitivo, ni totalizante, pues siempre estará sujeta al antagonismo, al disentimiento, pues si, por ejemplo, un gobierno pierde la hegemonía, aparecerán contradictores que intentarán construir contrahegemonías y disputar así el poder a la clase dirigente actual. En este caso, la pérdida de la hegemonía patentizada en una crisis orgánica, por ejemplo, puede dar lugar a un cambio del régimen político con nuevas legitimidades.
En estos procesos de lucha política, el papel del intelectual es clave, pues los intelectuales orgánicos de un sector social determinado son protagonistas en la batalla cultural por la conquista del sentido común y la disputa por la hegemonía, asimismo lo es el partido político como intelectual colectivo o “nuevo príncipe”. Es el intelectual junto con las masas los que dan la batalla cultural e ideológica por la conquista del sentido común y la búsqueda del nuevo consenso. Son masas que, como decía Marx, han carnalizado y corporizado una filosofía.
Finalmente, y de manera propositiva, Pachón Soto propone una mutua contaminación entre Gramsci y Orlando Fals Borda (1925-2008). Esta apuesta implica asumir el concepto de orden social de Fals, compuesto por normas, valores, instituciones y técnicas. De tal manera que el paso de un orden social al otro implica subvertir el orden dado hegemónico y la construcción de uno nuevo.
Esta subversión del orden requiere construir contranormas, contravalores, nuevas instituciones (económicas, jurídicas, culturales, etcétera) y una nueva racionalidad técnico-científica. Ahora, el punto donde Fals y Gramsci se encuentran es justamente en ese pasaje de un orden a otro, pues en ese tránsito, en ese interregno, es donde, justamente se da la lucha hegemónica, cultural y política. Es ahí donde el arsenal conceptual de Gramsci sirve como caja de herramientas para alumbrar la praxis que requiere el cambio de orden social.
Este nuevo libro de Pachón se suma a una obra en continuo crecimiento donde sobresale el interés por el pensamiento colombiano y latinoamericano, la filosofía política, las filosofías de la vida y la divulgación filosófica misma.
Le Monde Diplomatique, edición Colombia.