CRONICÓN.NET /
El asesinato del candidato de derecha Fernando Villavicencio Valencia, un cuestionado y oscuro personaje de la inefable política ecuatoriana, al finalizar la tarde del pasado miércoles 9 de agosto en Quito, es el corolario del total desgobierno del impresentable banquero Guillermo Lasso Mendoza, quien ganó los comicios presidenciales en 2021 pero que se vio obligado a llamar elecciones (“muerte cruzada” como se le denomina en Ecuador) por un gran escándalo de corrupción y por su gran deslegitimación política que supera el 90 por ciento de desaprobación ciudadana.
Históricamente el escenario político ecuatoriano ha estado caracterizado por la perfidia, la trampa y la traición. Sus escasos líderes que han trascendido tanto en el siglo XX como en el XXI han sido perseguidos y traicionados, como ocurrió con el estadista Eloy Alfaro, quien condujo a esta nación andina a la modernidad, resultó asesinado en enero de 1912 y sus restos calcinados en uno de los principales parques de Quito, en lo que el historiador Alfredo Pareja Diezcanseco denominó la “hoguera bárbara”. Y qué decir, del expresidente Rafael Correa Delgado, quien encausó al Ecuador hacia el siglo XXI, traicionado por su entonces compañero Lenín Moreno Garcés, quien se entregó a Washington para revertir una década de progreso y solidez económica y entregó el país a los especuladores, politiqueros neoliberales y banqueros como Guillermo Lasso. Hoy Correa enfrenta alrededor de medio centenar de causas penales, todas forjadas con falsos testimonios y sin ninguna consistencia probatoria, las cuales han sido aceptadas por un poder judicial corrupto entregado al servicio de los poderes fácticos de la mafiosa derecha ecuatoriana.
Lasso es otro de los figurines de la politiquería ecuatoriana que, como es tradicional en la idiosincrasia de este país andino, utiliza la felonía para sus protervos propósitos. También como varios de sus antecesores, traicionó a sus entonces aliados, los dirigentes del ultraconservador Partido Social Cristiano (PSC) y todos sus anuncios y compromisos sólo fueron palabras falaces que se las llevó el viento.
Un país al garete en materia de seguridad
No obstante que Lasso Mendoza llegó al Palacio de Carondelet con la promesa de enfrentar el problema de la seguridad pública, después de poco de más de dos años en ejercicio del poder político, su desgobierno deja una situación calamitosa por decir lo menos, de crispación general para la sociedad ecuatoriana, que se ha visto sobrepasada.
El Gobierno de Lasso ha sido una improvisación total en materia de seguridad, ha desfinanciado presupuestalmente el sector y las Fuerzas Armadas y de Policía han mostrado que no cuentan con estrategia alguna para hacerle frente a las bandas de narcotráfico que se han tomado el país.
Es un hecho evidente que Lasso no cuenta con herramientas ni con voluntad política para enfrentar el flagelo de la inseguridad que se ha impuesto y el país le ha estallado en sus manos luego de más de dos años de improvisación y escándalos de corrupción, uno de los cuales involucra directa y seriamente a su cuñado Danilo Carrera de haberse lucrado con negociados del Estado en conexión con la mafia albanesa.
Violencia, preámbulo de las elecciones presidenciales
A pocos días de las elecciones presidenciales y de renovación de la Asamblea Nacional (órgano legislativo unicameral) una serie de acontecimientos, en torno a la criminalidad e inseguridad ciudadana han puesto en jaque el orden público del Ecuador.
Además del asesinato del candidato Fernando Villavicencio, cuya responsabilidad se atribuyó la organización delincuencial autodenominada Los Lobos, por ajuste de cuentas, pues uno de sus voceros en video difundido tras la comisión del crimen, aseguró que el citado político no cumplió su palabra, la situación de orden público se le salió hace tiempo de las manos al Gobierno del banquero Lasso. Grupos irregulares asesinaron el pasado mes de julio al alcalde de Manta, Agustín Intriago, así como a la deportista Ariana Chancay y a otras treinta personas, e impulsaron un motín carcelario en distintos penales, llevando a sus cotas más altas la violencia criminal que azota al Ecuador, un país que se encuentra en grave crispación social por la inseguridad.
Su incapacidad para hacer política, generar alianzas, mejorar la economía y resolver el central tema de la seguridad son un nuevo ejemplo de lo que han venido haciendo las derechas cuando llegan al poder político en América Latina, especialmente en el último lustro, en el que los ensayos de los cuestionados expresidentes Mauricio Macri, de Argentina, y Jair Bolsonaro, de Brasil, han agravado las crisis previas existentes y sus respectivos (des)gobiernos se han visto interrumpidos por derrotas electorales.
En definitiva, el tema de la seguridad ha sido lo más característico de la ineptitud del gobierno de Lasso. Durante su desastroso corto período de gestión, las bandas criminales se han apoderado de vastos territorios, las cárceles se han convertido en espacios sin ley y la delincuencia común ha presentado un crecimiento inusitado.
Es evidente que, como lo anticiparon varios analistas durante la campaña electoral de 2021, el objetivo de Lasso de llegar a la Presidencia del Ecuador era acrecentar su fortuna y favorecer mediante negocios con el Estado a algunos sectores privados.
El impresentable Guillermo Lasso Mendoza constituye otro claro ejemplo del fracaso rotundo de la derecha en América Latina, cuyo demagógico discurso de mano dura durante las campañas les permite a sus candidatos ganarse a amplios sectores hastiados, pero al llegar al gobierno terminan resbalando, y en algunos casos, más bien echándole gasolina al fuego, generando situaciones de inequidad social, crispación e inseguridad y sólo utilizando el aparato estatal para saquearlo en beneficio de sus propios intereses y sus cómplices criminales.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.