EE.UU.: golpismo sin fin

POR GABRIEL MERINO /

El lanzamiento de DeepSeek, el modelo chino de Inteligencia Artificial (IA), más que el “momento Sputnik” representa el “momento Ford”.

Esto es difícil de entender para quienes piensan, de forma equivocada, la transición de poder actual bajo el modelo de Guerra Fría. Pero resulta sencillo si cambiamos la perspectiva. Se trata de comparar dos momentos históricos clave del desarrollo tecnológico en el mundo: el Sputnik 1 (fue el primer satélite artificial enviado al espacio por la entonces Unión Soviética, el 4 de octubre de 1957), y el otro, el ‘momento Ford’ (Henry Ford creó la Ford Motor Company en 1903), con el lanzamiento de DeepSeek por parte de China.

Nos referimos al momento Ford no como la mera aparición de una empresa, sino como símbolo de la emergencia de un conjunto de agentes económicos que revolucionan los procesos productivos, en tanto expresión avanzada de una formación social en pleno ascenso como centro mundial.

Ford revolucionó la industria automotriz, sector de vanguardia a principios del siglo XX. Lo hizo con la producción en masa (grandes cantidades de productos idénticos de forma estandarizada) y la enorme reducción de los ‘costos’ por la absorción de un conjunto de innovaciones: la cadena de montaje, la organización científica del trabajo e importantes transformaciones en relación con la contratación y consumo de la fuerza de trabajo.

Ford y otras compañías significan el despliegue de un nuevo modelo de producción/acumulación dentro del capitalismo, que se desarrolla en el nuevo gran taller del mundo, EE.UU. Esto forma parte del inicio de una transición de poder mundial marcada por el quiebre de la hegemonía británica, las dos guerras mundiales, la gran crisis del 30 y las revoluciones rusa y china, la independencia de India, etc.

DeepSeek produce cada token (en inglés, ‘ficha’, como por ejemplo las que se utilizan en las máquinas recreativas o los coches de choque) que genera a un costo 27 veces menor, utilizando mucha menos energía y muchísimos menos componentes para obtener resultados similares a OpenIA. Además, es de código abierto, por lo que la comunidad global puede acceder, mejorar y adaptar la tecnología.

Ello significa una profunda democratización tecnológica que choca de frente y pone en crisis el modelo de Wall Street/Silicon Valley/Pentagon System.

Deepsteek nace en un ecosistema. No sólo muestra las capacidades de China en las tecnologías de vanguardia de la revolución en curso.

Al igual que BYD (autos eléctricos), simboliza la competitividad de China, en tanto nuevo gran taller mundial y nuevo centro económico emergente, basada en otro modo de producción/desarrollo, que sintetiza un conjunto de innovaciones y es la clave para entender estos fenómenos.

El “momento Sputnik”, todo un símbolo de la capacidad de desarrollo tecnológico de la URSS se produce en pleno auge de hegemonía estadounidense, con los EE.UU. siendo la gran fábrica del mundo y el gran centro económico mundial, liderandchment_12655″ align=”aligncenter” width=”643″] La agente de Washington en Venezuela, María Corina Machado y el excandidato presidencial de la ultraderecha, Edmundo González Urrutia.[/caption]

El reconocimiento a González Urrutia y a la verdadera dirigente de la derecha golpista (expresión que en Venezuela puede considerarse un pleonasmo), María Corina Machado, no es un mero gesto simbólico, sino elemento central de un plan de saqueo. Debe recordarse que la proclamación de Guaidó incluyó la entrega de la representación y los activos financieros de Venezuela en el exterior a su grupo de traidores.

El robo de las reservas auríferas es un ejemplo esclarecedor de lo que implica la estrategia de Occidente: hace casi exactamente dos años, el 30 de julio de 2022, un tribunal británico ordenó poner a disposición de ese personaje las 31 toneladas de oro depositadas en Reino Unido por el Banco Central de Venezuela con el absurdo argumento de que él ostentaba la legítima personería jurídica de su país.

Aunque Guaidó desapareció del escenario tan pronto como dejó de ser útil a los intereses occidentales, los recursos robados nunca le fueron devueltos al pueblo venezolano. Se trató de la inauguración de una nueva modalidad de piratería de Washington y sus aliados contra los países del sur global, consistente en desconocer a los gobiernos legítimos, respaldar a cualquier aventurero dispuesto a ponerse a sus órdenes y, a través de esta clase de marionetas, desviar los fondos a los que puedan echar mano.

Las naciones latinoamericanas y caribeñas, vejadas a lo largo de toda su historia por este tipo de maniobras, deberían ser las primeras en alzar la voz contra el injerencismo en los asuntos venezolanos. Sin embargo, 15 países de la región acompañaron a Washington y Ottawa en un fallido proyecto de resolución violatorio de la soberanía venezolana en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA). El desfiguro de esta iniciativa queda patente desde el hecho de que se permitió participar en ella al régimen de Dina Boluarte, el cual llegó al poder mediante un golpe de Estado y es rechazado por un abrumador 95 por ciento de los ciudadanos; y hasta por 98 por ciento en las regiones donde su imposición se cobró más víctimas mortales.

En contraste, México puede sentirse orgulloso de contar con el único gobierno que se pronunció de manera firme en contra de la resolución que transgrede los principios de la legalidad internacional y de la propia OEA.

El desarrollo de la situación no deja ningún lugar para las dudas: lo que ocurre en Venezuela es la lucha de un país para preservar su soberanía frente a los embates imperialistas y sus agentes locales. En este contexto, las voces progresistas deben situarse con firmeza del lado de Venezuela, piensen lo que piensen de sus gobernantes.

La Jornada, México.