El atentado contra Miguel Uribe Turbay y la ruptura del orden institucional

POR ALEJANDRO QUINTERO GALEANO

Lamentable la situación que vive hoy Miguel Uribe Turbay y su familia, independientemente de sus posiciones políticas no compartidas, rechazamos su atentado y el recrudecimiento de la violencia a la política en Colombia, hacemos un llamado vehemente a la justicia para esclarecer los hechos a la mayor brevedad, esperamos su mejor evolución; y, además, solicitamos a sus compañeros de tinglado político, la derecha colombiana, que no aprovechen oportunista y groseramente este momento para sacar réditos políticos y atacar al gobierno.

Si se analiza la coyuntura política actual de nuestro país, con la secuencia de hechos anterior y posterior al atentado contra el precandidato Miguel Uribe Turbay, una de las hipótesis que más sobresale es, independientemente del actor intelectual, el deseo de hacer daño al gobierno y de inclinar la balanza a favor de la derecha en la contienda del siguiente año –que ya había empezado- y en la cual, se ven perdedores.

A tres años del Gobierno del Cambio y a pesar de todos los golpes recibidos desde el poder del Estado cooptado por la extrema derecha  -en los últimos 30 años-, desde: Las Cortes Constitucional y Suprema de Justicia, El Consejo de Estado, El Congreso de la República, los gremios económicos, los medios de comunicación, la Procuraduría y la Fiscalía General de la Nación (en los dos años iniciales), los partidos de oposición, algunas administraciones locales, etc., así como de sus propios errores, ha sabido salir avante de las trampas, los obstáculos, las investigaciones, los montajes interpuestos por ese poder que se ha sentido amenazado, ese poder narco-paramilitar que ha manejado el Estado en los últimos años a su antojo.

A pesar de todo ello y de la campaña negativa en contra del Gobierno Nacional, sí hay logros por mostrar, como: el manejo económico con la disminución de la inflación, el desempleo, la estabilidad de la moneda, el crecimiento económico, sobresaliendo Colombia en los países de la OCDE; la reforma agraria, con la asignación de más de 600 mil hectáreas a campesinos, la recuperación de la agricultura, el aumento del turismo, la recuperación de las vías férreas, el control de las tarifas eléctricas, de gas (servicios públicos) y peajes, la estabilización del fondo de combustibles, el impulso de las energías limpias, la mayor asignación presupuestal a la educación superior pública, el impulso en el Congreso de la Reforma Pensional con su aprobación; y de las reformas, laboral y salud, que han sido negadas reiteradamente.

Sin embargo, el hecho de haber sido negadas estas reformas ha permitido cambiar la cualificación del movimiento social popular colombiano en el sentido de su concientización de quienes son los integrantes del Congreso y a que intereses responden. Hoy el pueblo colombiano tiene absolutamente identificado su contradictor de clase y sus emisarios.

El hecho de que el movimiento social-popular se encuentre in crescendo con su participación política; cuando se ha volcado varias veces a las calles y ha llenado las plazas de diferentes ciudades tanto, en las grandes capitales (el lleno hermoso de la emblemática Plaza de Bolívar) como en las ciudades periféricas; que se haya convocado los cabildos populares con gran entusiasmo y participación en todo el país, el hecho de una política inclusiva de los sectores subalternos, mujeres, hombres, afros, indígenas, LGTBI+, campesinos, etc., el proponer La Consulta Popular al protagonista de la democracia, al Constituyente primario, ha devuelto la esperanza a esos sectores subalternos, el saber que con su unidad, que es la fuerza, Sí es posible el cambio, a pesar de las múltiples dificultades.

En este in-crescendo popular la derecha ha sido perdedora, sus candidatos sin programa solo saben atacar la persona de Petro y bregar a imitar fenómenos políticos externos como Milei contratando a sus asesores y bodegas; los candidatos de cetro derecha se aúnan en la misma tarea, atacar a la persona de Petro, intentando tomar algo de distancia con el uribismo desprestigiado.

En este preciso momento, a un año de nuevas elecciones, aparece el atentado a Miguel Uribe Turbay, un joven precandidato del CD no sobresaliente. Y de inmediato, se desencadena una cadena de hechos que se coordinan extraordinariamente para intentar –por enésima vez-, con nueva y mayor fuerza, una estocada “mortal” al Gobierno. Se plantea desde esos partidos incluso, una ruptura institucional, un golpe a la Constitución Política de 1991, el desconocimiento de la autoridad máxima instituida: La Presidencia de la República, y con ello, el desconocimiento de sus votantes, alrededor de 12 millones de colombiana/os que le dieron el triunfo con las reglas de la democracia representativa liberal establecidas.

Esta conspiración surge en cabeza del presidente del Legislativo Efraín Cepeda en representación del Partido Conservador, con ocho partidos políticos más de oposición: Liberal con César Gaviria, Cambio Radical con Germán Córdoba, Partido de la U con Alexander Vega, Centro Democrático con Gabriel Vallejo, Verde Oxígeno con Ingrid Betancourt, Nuevo Liberalismo con Julia Miranda, AICO con Richard Fuelantala, ASI con Berenice Bedoya y MIRA con Manuel Virguez; cuando al ser citados por el Procurador Gregorio Eljach a participar en la Comisión Nacional, La Coordinación y Seguimiento de los Procesos Electorales con el Gobierno Nacional se reunieron y en comunicado conjunto se negaron a asistir invocando que: “No reconocemos al Presidente ni al Ministro del Interior”; y entre sus cuatro puntos propuestos, se resalta el ataque a La Consulta Popular a la que tiene derecho decretar el presidente, con la firma de todos sus Ministros, por las irregularidades surgidas en el seno del Senado en su votación el pasado 14 de mayo, en cabeza del mismo Efraín Cepeda, dada la razón al gobierno  por el Juzgado Sexto Civil del Circuito de Bogotá a través de sentencia en respuesta a la tutela por la impugnación de esa votación presentada por la Senadora María José Pizarro.

Aprovechando entonces un hecho lamentable y doloroso como fue el atentado contra Miguel Turbay, se adelanta la intención de un golpe de Estado por el legislativo, se alborotan los candidatos de la extrema derecha, misteriosamente se acrecienta la violencia en varias regiones del país (Valle del Cauca) y la campaña negra en contra de candidatos y familiares, queriéndonos retornar a las épocas del miedo, y por esa vía, frenar el crecimiento del movimiento social.

Ese es el escenario político que se vislumbra hoy en Colombia y frente al cual el movimiento social conformado por sindicatos, profesores, estudiantes, campesinos, indígenas, LGTIB+, adultos mayores, independientes, desempleados, informales, trabajadores, amas de casa, hombres, mujeres y jóvenes; es decir, por las mayorías del país, debemos seguir adelante con las propuestas, apoyando las reformas y la consulta popular; pasando de la democracia representativa a la participativa, no podemos dejar que esas minorías a través de la violencia nos roben la esperanza y la fuerza dada por la cualificación y la unidad.

“Si el Congreso desconoce al Presidente, el pueblo desconoce al Congreso”.