‘El Capital’ y el marxismo ante la naturaleza: esbozos para una economía ecosocialista

POR CAMILO CÉSAR RUIZ ALONSO /

Estudiar la obra clásica de Marx, ‘El Capital’, es una tarea imprescindible para quienes asumimos la actitud de comprender la época histórica en la que nos tocó vivir, pero sobre todo asumir el papel de Sujeto Histórico de transformarla para bien de la humanidad. El momento actual hay una gran crisis humana o crisis civilizatoria, que hasta el científico Stephen Hawking propone que:

Buscar un nuevo sistema solar compatible con la vida parece ser la única esperanza de la raza humana. Al menos eso es lo que advierte. En el marco de la cumbre Tencent WE de Pekín, realizada en 2017, el prestigioso astrofísico ha vaticinado que a la Tierra le quedan 600 años de vida antes de convertirse en una enorme bola de fuego. De manera que urge encontrar la forma de viajar mucho más lejos en el espacio de lo que ahora se puede. Concretamente, a Alpha Centauri”, de no resolverse los asuntos del impacto negativo de la superpoblación y de energía fósiles para lo cual es necesario inventar un artefacto que se acerque a la velocidad de la luz para ir a colonizarlo.

El presente escrito no pretende crear una teoría novedosa acerca del tema, sino entregar un esbozo de las lecturas o estudios de textos de varios autores, realizados desde la década de los ochenta, acerca de la interpretación marxista de la temática ecológica en el contexto del capitalismo, y en polémica con el marxismo ortodoxo, mecanicista y dogmático.

La dimensión de la crisis medioambiental es de gran calado, que como dice el investigador Ricardo Sánchez, ahora bien, lo que está en cuestión es la vida del planeta y la vida humana. Hay que reconocer, desde nuestra tradición teórica, que la crisis no es solo social, ni de reproducción del capitalismo, sino que es una crisis de la vida planetaria y de la vida humana. El desarrollo del capitalismo ha conducido, no solo a la barbarie social, sino a la barbarie planetaria.

Después de más de 150 años de publicado el primer libro de la obra El Capital, su vigencia teórica, política y académica es un legado en la actualidad.  Como dice el economista Krätke: Para los economistas y científicos sociales que se enfrentan críticamente a la teoría actualmente dominante, El Capital es una lectura que merece la pena, hoy más que nunca… El Capital se quedó en un imponente borrador teórico, aunque en muchos puntos nunca se acabó. Para los científicos sociales que se toman su trabajo en serio, los problemas marxianos irresueltos son la verdadera herencia de Marx… Así veía el propio Marx las contradicciones irresolubles en que se habían metido sus predecesores, los economistas clásicos: como su herencia más importante.

En el momento actual, el gobierno del Pacto Histórico ha enfatizado en diferentes espacios internacionales, la urgente necesidad de implementar políticas en defensa de la Vida y la Naturaleza; quiero resaltar la apuesta ambientalista y ecológica implementada por la cooperativa CONFIAR, de la cual soy socio,  que por la Asamblea Nacional de Delegados realizada en el año 2017, aprobó la transformación del Centro Recreativo El Paraíso como reserva natural El Edén, ubicada en la orilla del río Caldera, a un lado de la autopista Medellín-Bogotá, cerca del municipio de Cocorná. Son 12 hectáreas, dedicadas al encuentro y cuidado de la naturaleza y el Bienvivir entre asociados, ahorradores, aliados, comunidad académica, colectivos ambientales y comunitarios. En la actualidad se promueven actividades y acciones para recuperación y preservación de las fuentes hídricas, la reforestación y el desarrollo de prácticas sustentables con el medio ambiente, a través de conversaciones, la concertación comunitaria y al mismo tiempo fortaleciendo el tejido social. Es una acción solidaria con el planeta.

Marx y la ecología

Para el avance del estudio del tema desde una perspectiva ecológica o ecosocialista es necesario en la época actual, asumir una actitud investigativa para dar surgimiento a un fundamento teórico y empírico de respuesta a la problemática medioambiental, y por eso rescato el método de Bellamy, que lo ha planteado desde la década de los ochenta:

El problema pasaba a consistir en volver a los fundamentos del materialismo, donde cada vez más parecían residir las respuestas, en reexaminar desde el principio nuestra teoría social y su relación con la ecología, es decir, dialécticamente, ateniéndonos a su surgimiento. Lo que descubrí, para gran sorpresa mía, fue una historia que tenía en cierto modo el carácter de historia literaria de detectives, en la que varias pistas conducían por separado a una misma y sorprendente fuente.

Parafraseando la lectura que hizo Daniel Bensaid de la obra de Walter Benjamin, en un escrito realizado por el sociólogo Michel Lowy acerca de las afirmaciones de Carlos Marx y Federico Engels acerca de la ecología y el medio ambiente, me he permito explorar pasajes frente a la historia que se rebela, construir una lectura crítica desde un principio de inteligibilidad, de orientación en los laberintos de la historia y un ejercicio creador y no adulador. En este sentido, encuentro que en Marx no había un detallado desarrollo de una economía ecológica o un ecosocialismo, algo así como un sólido cuerpo teórico o en un texto coherente y discursivo, pero si hay ideas, fragmentos, frases y afirmaciones en diversos momentos,  por ejemplo en el libro primero de El Capital se encuentra: Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre.  Esta es una afirmación que ya deja entrever en el estudio de Marx acerca del capitalismo naciente, que se está explotando no solo al ser humano como fuente de generación de riqueza y ganancia sino también que en la relación social de producción hegemónica ha de llegar a la explotación del recurso natural o la tierra. Recuérdese que para la época el carbón mineral y vegetal eran fuentes de energía previas a la máquina de vapor, y se presentan los impactos medio ambientales por los avances de la deforestación y la gran agricultura capitalista.  En el libro de Engels La situación de la clase obrera en Inglaterra, denuncia las condiciones de polución e insalubridad para la vida en la ciudad, que son las consecuencias de la industrialización capitalista de la época.

Y en las tesis planteadas acerca de la fractura metabólica hombre- naturaleza por el profesor ambientalista Ramiro Galvis, encuentra que:

Apoyado en las investigaciones del químico alemán Justus Von Liebig, Carlos Marx advirtió ya en su época, acerca de las graves consecuencias que para la sostenibilidad de la producción agrícola habría tenido el proceso de fractura metabólica surgido entre los seres humanos y la tierra. Dicho fenómeno consolidado originariamente en la Inglaterra de inicios del siglo XVI, se habría expresado en la extrema separación ocurrida entre campo y ciudad. La dinámica que derivó en esta separación, fue antecedida por un generalizado proceso de “cercamiento” de tierras comunales, por la expulsión de los séquitos de los señores feudales arruinados por la revolución de los precios, por la decadencia del artesanado urbano y por la exclusión, en suma, de los medianos y pequeños agricultores que aún concentraban en las zonas rurales la mayor parte de la población. Fueron éstos los “fórceps” que permitieron el surgimiento del así llamado “ejército industrial de reserva” al momento del alumbramiento del capitalismo moderno en el siglo XIX.” 

En otra fuente escrita marxista, resalta Michel Lowy en su estudio acerca del ecosocialismo, que la naturaleza, escribe Marx en los Manuscritos de 1844, es el cuerpo no orgánico del hombre. O también: Decir que la vida física e intelectual del hombre está indisolublemente ligada a la naturaleza equivale a decir que la naturaleza está indisolublemente ligada a sí misma, ya que el hombre es una parte de la naturaleza. Acorde con lo anterior, es cierto que apela al humanismo, aunque define al comunismo como un humanismo que es, al mismo tiempo, un “naturalismo consumado”; y sobre todo lo concibe como la verdadera solución al “antagonismo entre el hombre y la naturaleza”. Gracias a la abolición positiva de la propiedad privada, la sociedad humana llegará a ser “la culminación de la unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo realizado del hombre y el humanismo realizado de la naturaleza”.

Y siguiendo en el rastreo bibliográfico marxista, Lowy resalta que:

En un famoso texto de Engels sobre “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” (1876), ese mismo tipo de naturalismo sirve de fundamento para una crítica de la actividad depredadora humana sobre el medio ambiente: no debemos vanagloriarnos de nuestras victorias humanas sobre la naturaleza. Por cada una de estas victorias, la naturaleza se venga de nosotros. Es cierto que cada victoria nos da, en primera instancia, los resultados esperados, pero en segunda y tercera instancia tiene efectos diferentes, inesperados, que muchas veces anulan los primeros. […] Los hechos nos recuerdan a cada paso que no reinamos sobre la naturaleza como lo haría un conquistador sobre un pueblo extranjero, como alguien que está fuera de la naturaleza, sino que le pertenecemos con nuestra carne, nuestra sangre, nuestro cerebro, que estamos en su seno y que toda nuestra dominación sobre ella reside en la ventaja que tenemos sobre el conjunto de las otras criaturas por conocer sus leyes y poder servirnos juiciosamente de ellas.

Y en otro aparte del escrito de Lowy se encuentran nuevos argumentos ecológicos de Marx en polémica con un botánico, y dice que:

En una carta de Marx a Engels del 25 de marzo de 1868 en la que, a propósito de la desertificación, llega incluso a mencionar el cambio climático: “El libro de Fraas, Clima y Flora en el tiempo, una historia de ambos (1847), es muy interesante por su demostración de que el clima y la flora cambian en un tiempo histórico. […] Afirma que con la agricultura –y en correspondencia con su grado de intensidad– la “humedad” tan apreciada por los campesinos desaparece (de ahí la migración de las plantas del sur hacia el norte) y se forman estepas. El primer efecto de la agricultura es útil, pero, en último análisis, es devastador [verödend] por la tala de bosques”. Marx observa que este autor –Karl Nikolaus Fraas, botánico (1810-1875) – no supera el punto de vista burgués, pero que sus análisis manifiestan una “tendencia socialista inconsciente”. Entiéndase bien, Marx no podía prever el recalentamiento global que amenaza a la humanidad en el siglo XXI, pero se pregunta por los efectos de algunas formas de producción sobre la flora y sobre el clima”.

Hasta aquí podemos constatar con algunos rastros de ideas, que ni Marx ni Engels escribieron un texto ecologista, aunque su relación con Darwin y otros científicos naturalistas les posibilitaron, fundamentar el materialismo naturalista. En el libro publicado en la Rusia Soviética, titulado La dialéctica de la naturaleza, se sintetiza un esbozo de los estudios y escritos de Federico Engels, donde se fundamenta el materialismo naturalista a partir de los avances científicos de la época, pero en el no hay una perspectiva ecología anticapitalista, como pudiera sugerir el título del manuscrito, más bien este tenía un propósito filosófico, en debate contra Duhring y otros filósofos de la época.

Por lo tanto, no está demás en insistir que El Capital’ es una obra inacabada (recuérdese que el primer Tomo fue el único libro publicado en vida de Marx y que antes de morir sería revisado para una nueva edición que el no alcanzo a ver. Los demás tomos fueron publicados por su gran amigo Engels a partir de los manuscritos dejados por Marx). En ese primer tomo, el centro de la investigación estaba en desentrañar la lógica explotadora y depredadora del sistema capitalista y develar las leyes sociales que son el fundamento de la producción y la economía hegemónica. Algo así como, un proceso de abstracción intelectiva por la razón basado en las estadísticas, información y polémica con antecesores acerca de la ciencia económica o la economía política (David Ricardo, Adam Smith, Ferdinand Lasalle, entre otros), y desde la cual la clase obrera y proletaria tendría un metarrelato que le posibilitara superar el capitalismo por la vía revolucionaria. (llamó la atención que esta obra es dedicada al noble paladín del proletariado Guillermo Wolf).

La producción teórica de Marx y Engels no era para adular la civilización en su forma sistémica capitalista y de ello dan cuenta textos diversos como el Manifiesto Comunista, los Manuscritos Gundrisse, la Situación de la clase obrera en Inglaterra, la Ideología alemana, entre otros. Es decir, que desde un fundamento filosófico materialista no se trataba solo de interpretar el mundo sino una transformación consciente de los seres humanos, para lo cual, en su contexto capitalista y de la sociedad burguesa universal y mundial, solo la clase obrera proletaria y fabril era la que tendría ese papel de sujeto histórico y dirigido por su organización política internacional (recuérdese que Marx y Engels fueron parte activa y dirigente de la Liga de los Comunistas y de la Primera internacional de los trabajadores). No hay entonces, en Marx y Engels ningún rastro de tendencia economicista, determinismo y culto a la evolución del capitalismo hacia el bienestar universal de los seres humanos, aunque se dejan entrever limitaciones de una teoría ecológica fuerte, esta es más bien intuitiva o con “atisbos político-ecológico” (Sacristán). La utopía política socialista comunista estuvo siempre en el horizonte de la producción teórica, ellos fueron intelectuales orgánicos desde una acepción gramsciana de los oprimidos y explotados, y los militantes políticos de la revolución socialista.

Sin embargo, es necesaria la lectura crítica, la superación de las intuiciones y las limitaciones del ecologismo incipiente del marxismo clásico, porque a Marx y Engels les falta una perspectiva ecológica de conjunto. Sugerimos, como nos incita Daniel Bensaïd, retomando a Lowy, en la necesidad de instalarse en las contradicciones de Marx y de tomarlas en serio. La primera de estas contradicciones es, desde luego, entre el credo productivista de algunos textos y la intuición de que el progreso puede ser fuente de destrucciones irreversibles del entorno natural.

Proyecto ecosocialista

Para tener una respuesta ecosocialista ante el capitalismo es imprescindible comprender la lógica del capital y sus contradicciones. En el estudio que ha realizado el investigador David Harvey, ha planteado diecisiete contradicciones del capitalismo. Las dos últimas tienen relación con la naturaleza, mirada desde la lógica interna del capital, cuando llama la atención que: Si hay problemas graves en la relación capital-naturaleza, se trata de una contradicción interna y no externa al capital. Y considera que una apuesta para salir de la lógica del capital, debe ser radical; y añade que el movimiento ecologista, cuando trasciende una política meramente cosmética y paliativa, debe hacerse anticapitalista.

En esta perspectiva crítica y más allá del capitalismo verde, Michel Lowy plantea: Hay que repensar por tanto el marxismo y la alternativa socialista a partir de los nuevos parámetros introducidos por la crisis ecológica y las amenazas que ella representa no para “el planeta”, sino para la supervivencia de numerosas especies vivas, incluida la nuestra.

Razón por la cual es imposible, por lo demás, pensar una ecología crítica a la altura de los desafíos contemporáneos, sin integrar los aportes de Marx y Engels, en especial:

  • La crítica marxiana de la economía política, su cuestionamiento de la lógica destructiva inducida por la acumulación ilimitada del capital, es una ecología que ignora o menosprecia el fetichismo de la mercancía y está condenada a no ser más que un correctivo de los excesos del productivismo capitalista.

 

  • El programa socialista de colectivización de los medios de producción y de gestión democrática de la producción y del consumo por la propia sociedad. 

El gran desafío para una renovación del pensamiento marxista en el siglo XXI exige de los marxistas una ruptura radical con la ideología del progreso lineal y con el paradigma tecnológico y económico de la civilización industrial moderna. No se trata –es evidente– de poner en duda la necesidad del progreso científico y técnico y la elevación de la productividad del trabajo. Son condiciones ineludibles para dos objetivos esenciales del socialismo: la satisfacción de las necesidades sociales y la reducción de la jornada de trabajo. El desafío ecosocialista es reorientar el progreso para hacerlo compatible con la preservación del equilibrio ecológico del planeta y, en particular, poner fin a la deriva suicida que nos conduce, por el proceso de recalentamiento global, a un desastre de proporciones inimaginables.

Esta propuesta programática ecologista también requiere establecer un equilibrio crítico entre antropocentrismo y ecocentrismo, y más bien un coevolucionismo, en la tesis planteada por Bellamy Foster:

Hoy exige no solo la ruptura con el capitalismo sino también con una “civilizaci6n de choque” que vuelve a mostrarnos abiertamente esas tendencias “exterministas” que tan lúcidamente denunciara Edward P. Thompson en los años ochenta del pasado siglo.

El comunismo no era otra cosa para Marx que la abolición positiva de la propiedad privada mediante la asociación. Un comunismo positivo semejante, “como naturalismo plenamente desarrollado, equivale a humanismo, de igual manera que el humanismo plenamente desarrollado equivale a naturalismo; es la solución genuina del conflicto entre hombre y naturaleza, y entre hombre y hombre, la auténtica solución del conflicto entre existencia y ser, entre libertad y necesidad, entre individuo y especie”. Esta esencia humana de la naturaleza y esta esencia natural de la humanidad sólo existe para los seres asociados (totalmente sociales). La sociedad bajo el comunismo, que deja de estar alienada por la institución de la propiedad privada, y por la acumulación de riqueza como fuerza impulsora de la industria, “es por lo tamo, en esencia, la unidad perfeccionada del hombre con la naturaleza, la auténtica resurrección de la naturaleza, del naturalismo realizado del hombre y del humanismo realizado de la naturaleza”. Marx contrapone esta sociedad al mundo de “la prostitución universal del trabajador” y de la “contaminación universal” de las grandes ciudades: un mundo donde “la materia muerta”, en forma de dinero, ha llegado a dominar sobre las necesidades humanas y el propio desarrollo. El conocimiento revolucionario de un mundo más allá del capitalismo, un mundo del “naturalismo realizado del hombre y del humanismo realizado de la naturaleza” -que constituya la esencia del proceso histórico-. – no ha de tenerse directamente, según Marx, sino que encuentra, “tanto su base empírica como su base teórica, en el movimiento [alienado] de la propiedad privada o, para ser más exactos, de la economía”. La visión naturalista y humanista de Marx es, por lo tanto, al mismo tiempo, de una gran trascendencia histórica: la superación de un mundo alienado.

A partir del estudio critico de las obras clásicas del marxismo hoy con el mayor impacto de la gran industria, las tecnologías, las agroindustrias, el extractivismo, las semillas transgénicas y las energías fósiles proponemos los marxistas un programa ecosocialista que reivindique entre otras, las siguientes medidas:

Se trata de reorganizar la producción según criterios cualitativos, con base a criterios ecológicos y sociales. Algunas actividades deben desarrollarse de forma rápida y significativa (lo que no quiere decir “ilimitada”): la educación, la salud, la cultura, los transportes colectivos, las bicicletas, la agricultura y la pesca biológica, la energía solar, geotérmica y eólica. Otras deben desaparecer lo más rápidamente posible, literalmente “enviadas al desguace”: centrales nucleares y térmicas (de carbón), industria de armamentos, publicidad, pesca industrial, pesticidas, OGM, etc. Otras deberán ser reducidas progresivamente: industria automóvil, explotación petrolera, minas de carbón. Esta reestructuración ecosocialista del aparato productivo –resultado de un debate democrático, en el que se confrontan distintas propuestas, decidiendo en última instancia la propia población– debe imperativamente hacerse con la garantía del pleno empleo de los trabajadores afectados. En resumen, el ecosocialismo no sólo exige un cambio de las formas de propiedad, sino una profunda transformación de las formas existentes de producción y de consumo. Se trata de una radicalización de la ruptura con el “espíritu del capitalismo” y con la civilización material capitalista. En esta perspectiva, el proyecto socialista aspira no sólo a una nueva sociedad y un nuevo modo de producción, sino también a un nuevo paradigma de civilización” (Lowy, 2011).

–           Reducción de la emisión de CO2 por su alto impacto en la biosfera, ya que como lo plantea el socialista belga Daniel Tanuro, “En nuestros días la economía mundial envía cada año a la atmósfera unas 6 gigatoneladas (Gt) de carbono procedente del uso de combustibles fósiles, a las que habría que sumar 2 gigatoneladas (Gt) por concepto de la deforestación, el doble de lo que los sumideros de carbono pueden absorber. “Como las cantidades de carbono fósiles presentes en la litosfera son significativamente superiores a las cantidades de carbono en suspensión en la atmósfera… resulta perfectamente comprensible que seamos capaces de… revolucionar el clima en nuestro planeta. Basta con quemar suficiente carbono fósil y con hacerlo suficientemente rápido, y eso es exactamente lo que estamos haciendo.”  “La extrema gravedad de la situación climática contemporánea ha sido confirmada por la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), entidad gubernamental encargada de medir la concentración de dióxido de carbono CO2 en la atmósfera. En 2013 hizo sonar las señales de máxima alerta, al comprobar, en su última medición, que la concentración de gas carbónico en la atmósfera habría alcanzado un nuevo récord en la historia de las mediciones: 400 partes por millón de moléculas, fenómeno que nos pondría ante un cambio climático de consecuencias impredecibles. Se trataría del nivel más alto desde hace 3 millones de años”. Lo anterior para no superar la temperatura global en más de 2 o 3 grados porque las consecuencias de no ejecutar tales medidas en las tres próximas décadas son de impacto social y en gran escala porque se derriten las capas de los glaciares, elevación del nivel de los océanos y ríos, desapariciones de islas-países (ya un país de las islas de la Micronesia ha perdido su tierra firme), tornados o huracanes cada vez más potentes, avalanchas, etc.

–           Promover el uso de las energías no fósiles como la solar, eólica, geotérmicas, entre otras.

–           Protección del pulmón del planeta la selva del Amazonas ante la creciente deforestación por terratenientes para la ganadería y las plantaciones de palma africana.

–           En el caso colombiano, articular y potenciar el movimiento por la defensa de los páramos, las cuencas hídricas, la creación de nuevas zonas de reservas naturales, la resistencia ante la construcción de centrales hidroeléctricas y los proyectos mineros de las trasnacionales, entre otras acciones de movilización sociales.

Las anteriores propuestas son para el debate y sobre todo para el accionar de un potente movimiento ecosocialista en nuestro país, articulado a las luchas obreras, indígenas, campesinas y populares por un nuevo país y modelo de economía más allá del capitalismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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