El carnaval del amor. Perspectivas del nuevo gobierno

Ricardo Sánchez Ángel

POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL*

El país democrático le dio el triunfo al Pacto Histórico y eligió como presidente a Gustavo Petro y como vicepresidenta, a Francia Márquez. Los resultados de la votación produjeron una inmensa movilización popular en selvas, ríos, pueblos olvidados, regiones marginadas, campos y centros urbanos intermedios y populosos. La televisión, a regañadientes, lo mostró y las redes sociales fueron eficaces en el registro del acontecimiento. Fue una fiesta, un carnaval del amor, protagonizado por mujeres, negros, indígenas y jóvenes.

En simultáneo, el resto del país político, con excepción de recalcitrantes y de poetas amarillos, plebiscitó la propuesta de acuerdo nacional del nuevo Presidente de la República. En el tinglado de la política oficial, se van decantando las posturas y se esperan acuerdos parlamentarios con el objetivo de lograr mejor gobernabilidad y aprobar las reformas propuestas en la campaña. Ellas serán sometidas a la discusión y a la mecánica política de unas corporaciones –Senado y Cámara–, cuya dinámica dista mucho de las expectativas populares. Es el escenario donde afloran los intereses diversos y antagónicos y donde el diálogo mostrará sus virtudes para el acuerdo necesario y útil o será un juego de máscaras en el que los contenidos reales de las reformas serán cambiados.

Hay que evitar el gatopardismo: que todo cambie para que todo siga igual. Esta alternativa debe resolverla la opinión pública y la movilización de las gentes, en sintonía con el gobierno de Petro y Francia. La búsqueda de la paz es el gran propósito nacional aplazado que debe comenzar reviviendo el Acuerdo de La Habana, como lo anunció el presidente Petro, y, en simultáneo, dialogar con el ELN y los disidentes de las FARC. Para que esto avance, se requiere el desmantelamiento del paramilitarismo y la parapolítica, que tiene una indudable matriz en los políticos y las Fuerzas Armadas, con su doctrina y sus redes de poder corporativo.

El no haber establecido esto en los acuerdos con las FARC, de manera obligatoria, es la más grande equivocación de lo acordado. Hay que aprender de la historia, y Petro como Francia apelan a ello correctamente para legitimar sus propósitos. Se trata de redimir a las víctimas de la violencia política y social, con las que se tiene una deuda moral que saldar. Sin esto, no habrá paz en la conciencia de la Colombia y el reinado del cinismo continuará. Nuestros muertos lucharon por la paz y la justicia social.

La fórmula del presidente Petro de que su gobierno es de transición es afortunada, lo que no significa, como lo están orquestando distintas voces, aplazar lo urgente porque ahora no se puede. La casa colombiana está dividida por el hambre, las violencias, la destrucción de la natura y el modelo socioeconómico neoliberal, que nos ha sumido en la profunda crisis estructural. También por la política exclusiva y excluyente.

Son acertadas las medidas de emergencia anunciadas por el nuevo gobierno para conjurar el hambre, lograr la soberanía alimentaria y eliminar la pobreza extrema. Son objetivos que transitan en la dirección correcta de cambiar el modelo socioeconómico. De igual manera, son acertados los anuncios de política internacional –la respice fratelli– al reestablecer la amistad en el vecindario y potenciar la unidad latinoamericana, tal como está en el artículo 9 de la Constitución, junto con la agenda ambiental, que el presidente Petro está dimensionando a nivel internacional, con el lema “Colombia, potencia mundial de la vida”.

El diálogo nacional ayuda a atemperar la polarización política y es el comienzo para superar la casa dividida con una casa común y vivir sabroso. Hay que evitar la trampa del Canapé Republicano con el que se arroparon durante el republicanismo de Carlos E. Restrepo, la concertación de Olaya Herrera y la pausa de Eduardo Santos para lograr la manguala de los de arriba, lo que inspiró al partido del orden burgués del Frente Nacional que condenó a la mitad de colombianos a ser exiliados en su propia patria.

Coincide felizmente el momento con la publicación del Informe de la Comisión de la Verdad, cuyo contenido será valioso para la acción del gobierno, la justicia y la opinión nacional.

*Profesor emérito, Universidad Nacional; profesor titular, Universidad Libre.

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