POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL*
La decisión de la Corte Constitucional de reconocer el derecho al aborto para las mujeres que quieran libremente ejercerlo constituye un logro de la civilización, de alcances profundos sobre la condición humana y las costumbres en común.
La decisión es producto de una larga lucha del activismo feminista y de los colectivos de mujeres, quienes, sin desfallecer, han logrado generar el movimiento de opinión popular a favor de su causa justa. Desde hace décadas, han propiciado una conversación filosófica, jurídica, médica, periodística e intelectual. Es un triunfo del pensamiento crítico, anclando en las luchas por el reconocimiento, y, ante todo, es una causa con una profunda ética laica.
Se ha reivindicado el primado de la libertad, del libre desarrollo de la personalidad. Lo que implica el reconocimiento de la autonomía sobre la mente y el cuerpo de las mujeres por ellas mismas, libre de las ataduras patriarcales y los dogmas religiosos. Es la mayoría de edad a la conciencia femenina.
Esta decisión abre la puerta regia para rescatar a las mujeres, las más vulnerables al tener que acudir a esas cámaras de la muerte que son esos lugares donde se practica el aborto clandestino (alrededor de 400.000 por año).
Esta decisión implica la revisión inmediata de todas las procesadas y condenadas (346.000 en trece años) por haberlo practicado. Debe hacerse de manera lo más expedita posible. No es justo ni humano mantener esas mujeres procesadas y encarceladas.
Tienen razón las demandantes de Causa Justa cuando señalan: “En vez de usar el derecho penal, podrían existir más y mejores políticas de salud que contribuyan a prevenir las muertes y complicaciones por abortos inseguros y el embarazo no deseado”. Al igual, se necesitan planes integrales de educación sexual que incluyan los métodos anticonceptivos. Se trata de reconocer que es un asunto de dignidad humana, de la vida, como bien común, y, por ende, de salud pública. Es un avance en el enfoque de género ante los asuntos de la vida y la sociedad e introduce nuevos paradigmas epistemológicos.
La decisión de la Corte en favor del derecho al aborto ha sido aprobada manteniendo las tres causales después de los seis meses de gestación: cuando haya acceso carnal violento, malformación del feto y grave riesgo a la integridad de las mujeres, mientras que la interrupción voluntaria del embarazo va hasta la semana 24; es decir, seis meses, acogiendo el concepto de autonomía de la vida extrauterina.
Sin demeritar lo logrado, es bueno señalar que hubiese sido mejor acoger la tesis de Causa Justa y la ponencia inicial del magistrado Antonio Lizarazo de eliminar por completo el delito de aborto.
La conquista del derecho al aborto sacude de raíz mecanismos culturales de dominación patriarcal, poniendo en evidencia su naturaleza violenta, impositiva y misógina. Muestra el rostro de esa forma de dominación social que oprime los cuerpos de las mujeres imponiendo la maternidad y reproducción social como único destino. Esa dominación acompaña la sociedad capitalista y la sociedad carcelaria, que tiene en la represión su paradigma.
Es un develamiento del papel cumplido por las religiones, en particular, de la jerarquía católica, con el papado a la cabeza, que ideologiza para legitimar ese anacronismo histórico que constituye la sociedad de los hombres basados en la dominación de las mujeres. Producen desprecio y risa las manifestaciones intolerantes de oposición de la jerarquía católica colombiana a la decisión constitucional. El obispado y las sotanas deben respetar este triunfo de la sociedad laica, que es, en primer lugar, de todas las mujeres, que también humaniza a los hombres, encontrándoles una manera más humilde de comportarse, de reconciliación con todo el género humano, del cual las mujeres se están emancipando.
Este acto emancipador, el derecho al aborto, constituye una liberación también para los hombres, con sus prejuicios, vanidades, arcaísmos insolentes, en fin, toda la alienación a cuestas con que lleva su existencia.
Esta decisión a favor del derecho al aborto forma parte de un movimiento civilizatorio, cuyos logros más recientes se han dado en México, Argentina y Uruguay, vale la pena señalar que en Cuba existe desde hace varias décadas, de manera plena. Esto contrasta con Venezuela, Bolivia y Ecuador.
*Profesor emérito, Universidad Nacional y profesor titular, Universidad Libre.
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