POR EDWIN ANDRÉS MARTÍNEZ CASAS
El debate sobre la reducción del salario de los congresistas, ha puesto en evidencia un rasgo del nuevo Congreso, en especial relacionado con el comportamiento del bloque político que acompañó a Petro-Francia en la campaña electoral, que guarda relación con las dificultades de pasar de ser oposición a ser gobierno, pero también con las consecuencias de lo precario de la organización política del Pacto Histórico y la dependencia que se tiene respecto a la figura de Petro.
He percibido cierto vértigo en la agenda legislativa. De un lado, una gran cantidad de proyectos de ley, que implican hondas reformas en una gran cantidad de temas y, al mismo tiempo, muchos proyectos de ley sobre el mismo tema. Lo anterior expresa la intención de muchos de los nuevos congresistas del Pacto por encontrar su lugar en el nuevo mundo político en el que se encuentran, establecer su sello en el trabajo legislativo y, de paso, tener luz propia. Esta actitud está asociada a la forma, relativamente arbitraria, en que fue confeccionada la lista del Pacto Histórico al Senado, que se caracterizó por incluir en algunos casos a personas que en realidad no tenían un trabajo político o un arraigo con algún movimiento social y que, por definición, resultaron elegidas por la estela de la omnipotente imagen de Petro.
Lo anterior ha conducido a esa saturación de proyectos e iniciativas, desconectadas unas de otras, en ese intento por lucirse, mostrando en muchos casos la falta de sentido estratégico y la ausencia de una articulación programática que permita definir las prioridades en la agenda. Paradójicamente, esa avalancha de proyectos de ley que en apariencia están pensados para favorecer a los sectores populares, expresan más bien la intención de ganarse el aplauso mediático y la disputa por pequeños poderes al interior de la coalición de gobierno, pero puede conducir a una parálisis legislativa por saturación o a un desgaste en debates en asuntos que pueden generar likes en redes sociales, pero que no atacan las causas de los profundos problemas sociales del país, ni guardan relación con la urgencia de afrontar la crisis de hambre, inflación e inseguridad que padecen muchas poblaciones. De allí esas peleas infantiles, ese excesivo deseo de figurar y mostrarse “fresco”, “verdaderamente alternativo”, posicionar hashtags en redes, etc. De paso, ese escenario ha permitido evidenciar la falta de formación política, las incoherencias respecto a sus palabras y acciones cuando eran simples ciudadanos o influencers y la actitud bastante inmadura a la hora de recibir críticas e interpelaciones por parte de la ciudadanía, acusando de “bullying mediático” a quienes cuestionen sus decisiones y actitudes.
Ya es hora que los nuevos congresistas superen la inmadurez y asuman, sin la obsesión por el protagonismo personal, el reto de organizar y priorizar una agenda política viable, coherente con el Plan de Desarrollo que se va a presentar y que vaya en dirección a resolver los problemas más urgentes de la sociedad colombiana.
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