POR ASHLEY SMITH /
Entre este 12 y el 15 de octubre se reúnen en Marrakech, Marruecos, los activistas de la Contra-cumbre por la abolición de la deuda con motivo de la reunión del Banco Mundial y el FMI, a pesar del devastador terremoto que asoló amplias zonas de este país el mes pasado.
Planeada como protesta contra esta reunión de la élite, la contra-cumbre militante reúne a delegaciones de movimientos sociales de todo el mundo, creando una fuerza de oposición a los 10.000 banqueros, directores generales de empresas y burócratas gubernamentales que visitan el país para alojarse en hoteles de cinco estrellas y debatir cómo gestionar el sistema de deuda que están imponiendo a los países del Sur global.
La plataforma estadounidense Truthout habló con uno de los principales organizadores de la contra-cumbre, Éric Toussaint, sobre la naturaleza del sistema de deuda y la lucha para abolirlo.
Toussaint es portavoz del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM) y miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia. Es autor de numerosos libros, entre ellos Sistema deuda. Historia de las deudas soberanas y de su repudio (Icaria Editorial, 2018) y el reciente Banco Mundial, una historia crítica (El Viejo Topo, 2022).
Una deuda ilegítima que sigue aumentando exponencialmente
Los países del Sur están atrapados en una nueva crisis de deuda soberana que no deja de agravarse. ¿Qué llevó a tantos países a endeudarse? ¿Qué desencadenó la actual crisis de la deuda?
Desde la gran recesión, el endeudamiento de los países en desarrollo, en particular de los más pobres, ha aumentado considerablemente. La causa principal de este crecimiento de la deuda es la política adoptada por los Estados imperialistas para reactivar sus economías.
Aplicaron la flexibilización cuantitativa, inyectando miles de millones de dólares, euros y libras esterlinas en sus mercados financieros para relanzar a los grandes bancos y fondos de inversión que estaban al borde de la quiebra. Rebosantes de liquidez, estas instituciones financieras buscaron los sitios de inversión más rentables.
No los encontraron en la deuda pública de los países del Norte, donde los rendimientos eran cercanos a cero. Así que compraron bonos soberanos emitidos por países en desarrollo, incluidos países desesperadamente pobres como Ruanda y Etiopía. El rendimiento de estos bonos oscilaba entre el 4 % y el 6 %.
Los dirigentes de estos países convencieron entonces a los mercados financieros para que les prestaran más dinero. A continuación anunciaron a la población de sus países que la venta de bonos y los nuevos préstamos garantizarían un futuro mejor.
El acceso a estos inversores y prestamistas privados fue una novedad. Antes, los países más pobres sólo podían obtener préstamos del FMI, el Banco Mundial y otros bancos multilaterales, así como de acreedores bilaterales como Francia, el Reino Unido, China y Estados Unidos.
Varias sacudidas del capitalismo mundial precipitaron una nueva crisis de la deuda. En primer lugar, la pandemia paralizó temporalmente la economía mundial. Los países pobres tuvieron que hacer frente de repente a enormes costes de sanidad pública, mientras sus mercados de exportación se cerraban y los viajes turísticos se paralizaban, sumiendo a los Estados en crisis presupuestarias y a sus economías en caída libre.
Además, la guerra de Ucrania ha disparado el precio de los alimentos, que muchos países en desarrollo, si no la mayoría, importan, imponiendo nuevos costes a las poblaciones pobres. Lo mismo ocurre con la subida del precio de los combustibles, que importan muchos países del Sur. En segundo lugar, la Reserva Federal estadounidense y otros bancos centrales han aumentado drásticamente sus tipos de interés para luchar contra la inflación y hacer bajar la demanda y los salarios. Los nuevos tipos aumentaron considerablemente el precio de los nuevos préstamos para mantener a flote los Estados y las economías.
Estas sacudidas desencadenaron la crisis de la deuda soberana que está afectando a franjas enteras del hemisferio sur. Por citar sólo un ejemplo, Ghana, que había sido celebrada como un éxito neoliberal, se vio obligada a suspender los pagos a sus acreedores. También podría citarse a Sri Lanka.
¿Quiénes son los principales tenedores de deuda del Sur en la actualidad?
Los acreedores privados, como los fondos de inversión, los bancos y las clases dirigentes locales del Sur poseen más del 50 % del total de la deuda externa. Alrededor del 25 % está en manos de instituciones multilaterales como el FMI, el Banco Mundial, el Banco Asiático de Desarrollo, el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Interamericano de Desarrollo. El resto está en manos de acreedores bilaterales como Estados Unidos, los países europeos y China.
Los países más pobres están principalmente a merced del FMI y el Banco Mundial. Algunos países emergentes también están bajo su control: Argentina les debe unos 44.000 millones de dólares y Ucrania unos 20.000 millones.
El FMI y el Banco Mundial se reúnen en Marrakech, Marruecos. ¿Qué agenda tratarán de impulsar en su cumbre? ¿Qué impacto tendrá en los países endeudados?
Su agenda consiste en afirmar algunos puntos clave. En primer lugar, recordarán al mundo que ninguna otra institución (y especialmente el nuevo banco de desarrollo de los BRICS) puede sustituirles. No debemos olvidar que Estados Unidos controla el FMI y el Banco Mundial y los utiliza como herramientas imperialistas, a pesar de la participación de otros países, incluida China, en estas dos instituciones.
Estados Unidos quiere por tanto asegurarse de que el FMI siga siendo el acreedor de último recurso y el Banco Mundial el principal prestamista para el desarrollo nacional en el Sur. De este modo, Washington quiere repeler los intentos de China de rivalizar con su hegemonía económica y política.
En segundo lugar, Estados Unidos quiere reforzar su modelo neoliberal: desregulación, privatización, flexibilización de los mercados laborales y apertura de los países a los capitales multinacionales. Por supuesto, no pueden decirlo públicamente porque estas políticas están totalmente desacreditadas.
En su lugar, dirán que su objetivo es aliviar la deuda, reducir la pobreza y fortalecer las economías de los países en desarrollo para hacer frente al cambio climático y a la crisis ecológica. Pero esto es poco creíble, sobre todo por parte de los actuales dirigentes de ambas instituciones.
No hay más que ver a Ajay Banga, el nuevo director del Banco Mundial. Antes de su nombramiento, era director de Mastercard y no tenía experiencia en el tema del desarrollo, pero se le daba bien timar a la gente para que pagara intereses exorbitantes en las tarjetas de crédito.
Por ejemplo, convenció al gobierno sudafricano del Congreso Nacional Africano para que pusiera fin a su política de distribución de ayuda social en metálico a los pobres y la sustituyera por una tarjeta de crédito. Por supuesto, esta medida iba acompañada de la firma de un contrato por el que los beneficiarios se comprometían a pagar cualquier deuda contraída a un tipo de interés del 5 %. El sistema era tan corrupto que fue clausurado en sólo cinco años.
La directora-gerente del FMI, Kristalina Georgieva, tiene un historial igualmente accidentado. Mientras ocupaba un alto cargo en el Banco Mundial, una investigación independiente reveló que había manipulado datos para que las prácticas comerciales de China parecieran mejores, con el fin de justificar la concesión a esta nación asiática de mayores derechos de voto en el Banco Mundial, en un momento en que Washington y Pekín trabajaban juntos bajo la administración Obama.
En la Comisión Europea, habría ayudado a Haití a recuperarse del terremoto de 2010. Esta ayuda de Europa, Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales ha dejado a Haití en una situación peor que nunca.
Así que no hay que creerse la supuesta preocupación de estas dos instituciones por la ética, la deuda y la pobreza. No es más que retórica. En el mejor de los casos, quieren que los prestamistas privados alivien una parte de la deuda y asuman un recorte sobre el valor de sus préstamos. Lo mismo dicen a los acreedores bilaterales como China.
Pero el FMI y el Banco Mundial nunca reducen verdaderamente el volumen de sus préstamos a los países en desarrollo. Por supuesto, anuncian periódicamente planes de suspensión temporal de pagos y de reducción de la deuda de los países más pobres. Pero nunca la anulación completa de la deuda.
Se contentan con proponer nuevos préstamos, aumentando así el endeudamiento global. Por ejemplo, acaban de anunciar un préstamo adicional de 1.300 millones de dólares a Marruecos, aparentemente para ayudarle a recuperarse del desastroso impacto del terremoto que sufrió recientemente. Pero estos préstamos no harán sino sumarse a la deuda externa existente de 63.000 millones de dólares, que representa más del 70% del PIB del país. Así pues, el FMI y el Banco Mundial no son más que usureros imperialistas disfrazados de ángeles del desarrollo y la caridad.
Usted ha contribuido en la organización de esta contra-cumbre para desafiar a esas dos instituciones. ¿Quién participa en esta contra-cumbre, qué reivindicaciones plantearán las fuerzas reunidas y qué campañas lanzarán ustedes?
Participan grandes delegaciones de todo el mundo. Asisten grupos activos por la abolición de la deuda, la justicia climática, los derechos de la mujer, la justicia social y la igualdad económica.
Tenemos delegaciones muy numerosas de África y Oriente Medio. Por ejemplo, más de 20 grupos de Irak apoyan la contra-cumbre. Organizaciones palestinas también participan así como grupos de Níger, Malí, Burkina Faso y Gabón. También contamos con delegaciones de América Latina, Asia y Europa.
Nuestra principal exigencia es la cancelación inmediata y total de la deuda soberana. También abordaremos otras cuestiones relacionadas con la deuda, desde el cambio climático hasta la pobreza sistémica.
Algo que llama la atención en todos los preparativos de la contra-cumbre es el radicalismo de una nueva generación de activistas. Casi todas las personas implicadas en las campañas por la justicia climática saben muy bien que este sistema no se puede reformar. Esto es especialmente cierto en el caso de jóvenes activistas como Greta Thunberg.
Este radicalismo es ahora típico, no excepcional. La gente ya no tiene las mismas ilusiones que tenía en los años 80, 90 y 2000. Entonces, las organizaciones de justicia global como ATTAC pensaban que podrían obtener una tasa Tobin sobre las transacciones especulativas como reforma para combatir el endeudamiento y la especulación.
Pero 20 años después, no tenemos tasa Tobin, la especulación se ha desbocado y la crisis de la deuda se ha agravado aún más. Así que las y los activistas se hacen menos ilusiones con esas tan limitadas reformas.
Sin embargo, el movimiento general es más débil. A principios de la década de 2000, era fácil movilizar a decenas de miles o incluso cientos de miles de personas para contra-cumbres en ciudades como Washington, Praga, Bangkok y Génova. Hoy, no tenemos esa capacidad. Hay muchas razones para ello en particular la desilusión, la represión y la dificultad de viajar. También hay quien ha estado tentado por sustituir la acción de masas por acciones de pequeños grupos.
Por supuesto, defendemos y apoyamos la desobediencia civil para perturbar las cumbres. Pero tales acciones, por bienintencionadas que sean, no impedirán que las potencias imperialistas, sus instituciones financieras y prestamistas privados impongan su sistema de endeudamiento.
Necesitamos masas populares en movimiento a escala internacional para obtener la abolición de la deuda. Vemos nuestra contra-cumbre de Marrakech como una etapa hacia la construcción de un nuevo internacionalismo y una renovada capacidad de movilización de masas.
Uno de los países sobre los que está llamando la atención en la contra-cumbre es Ucrania. ¿Cómo encaja en el patrón general de la deuda y el ajuste estructural? ¿Por qué los países del Sur deberían considerar su lucha por la autodeterminación y la de sus movimientos sociales por la anulación de la deuda como formando parte de la suya?
Como todos los países oprimidos, Ucrania debe tener derecho a la autodeterminación. Pero la lucha de Ucrania debe dirigirse no sólo contra Rusia sino también contra las potencias occidentales.
Estados Unidos y sus aliados han impuesto una terapia de choque al pueblo ucraniano desde la década de 1990 y mantienen al país en un estado de dominación mediante la deuda. Occidente quiere reforzar la OTAN e imponer su modelo neoliberal en Ucrania, donde aún no ha sido plenamente adoptado. Por ello, Estados Unidos y sus aliados utilizan la zanahoria de la integración en la Unión Europea (UE) para conseguir que se acepte el palo del neoliberalismo.
Por supuesto, el gobierno de Zelenskyy y los oligarcas ucranianos son cómplices de todo esto. Al igual que las clases dominantes del Sur, salen ganando con el neoliberalismo y la integración en el capitalismo global.
La difícil situación de Ucrania no difiere tanto de la de los países del Sur. Existe por tanto una base de solidaridad con los pueblos de África, Oriente Medio, Asia y América Latina. Debemos unirnos en solidaridad planteando demandas de la autodeterminación y la anulación de la deuda en todas partes, desde Ucrania hasta Ghana, pasando por Sri Lanka y otros países.
No es un argumento fácil, porque muchos ven a Estados Unidos y a las potencias europeas como los principales enemigos, lo que es comprensible dada su larga y brutal experiencia de intervención imperialista, ya sea norteamericana, europea occidental o japonesa.
¿Por qué es tan importante conseguir la condonación de la deuda para los países del Sur?
La anulación de la deuda ilegítima es una condición esencial, pero insuficiente, para realizar reformas estructurales en los países empobrecidos. Estas reformas son imposibles si los países no son emancipados de sus acreedores imperialistas.
Estas potencias utilizan la deuda para imponer su voluntad a los países subdesarrollados. El alivio de la deuda no es una solución, porque mantiene la deuda y con ella la opresión nacional. Por eso exigimos la abolición incondicional.
Al mismo tiempo, la abolición de la deuda no es suficiente si las clases dirigentes nacionales o extranjeras mantienen la propiedad privada de las principales palancas de la economía y de los recursos naturales. Por lo tanto, la abolición de la deuda debe ser un elemento clave en la construcción de un movimiento anticapitalista radical para un cambio de sistema en todos los países y en todo el mundo.
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