El gran delincuente

Ricardo Sánchez Ángel

POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL*

Donald Trump, expresidente y candidato a la Presidencia de los Estados Unidos de América, ha sido acusado, detenido y procesado por la comisión de treinta y cuatro delitos.

El fiscal Alvin Bragg, de origen afroamericano, precisó en su imputación que se trata de treinta y cuatro declaraciones falsas para encubrir otros delitos. Algo sumamente grave, como grave y denigrante es la ofensa de Trump al fiscal al llamarlo “criminal”. Estamos ante un delincuente de cuello blanco, un exponente del racismo de elites.

La maquinaria republicana salió a defender al candidato, y él mismo, al concluir las diligencias, acusó a los demócratas de realizar una persecución política orquestada por el presidente Joe Biden y la izquierda radical que estaría dirigiendo las diligencias judiciales. El acusado se vale del viejo truco de convertirse en acusador, a partir de estratagemas, mentiras y maniobras jurídicas.

El listado de delitos recorre varias páginas del Código Penal en que abundan las falsedades documentales y testimoniales, además de ocultamientos, destrucción de pruebas y evasión tributaria, prostitución y corrupción. Viene a la memoria el jefe de la mafia Al Capone, quien nunca pudo ser procesado por sus innumerables asesinatos y otros crímenes, pero sí atrapado por la justicia por el delito de evasión tributaria y condenado de manera ejemplar.

Trump es personaje mediático que transgrede la ley, violenta la ética y propaga la mentira. Para el fiscal, Trump hizo parte de “una conspiración ilegal para socavar la integridad”. Además, propició la alteración de los resultados presidenciales, desconociéndolos y promoviendo un levantamiento violento en el Congreso de los Estados Unidos contra el triunfo de Biden, causando varios muertos, heridos y poniendo en peligro la vida de legisladores destacados de ambos partidos. Un intento de golpe de Estado orientado por Donald Trump y respaldado por fanáticos derechistas que resultó fallido.

El nuevo siglo y el milenio que se ofreció como de bienestar y democracia es una época de mentiras, de inmoralidad extrema al compás de la mercantilización de la vida y sus actividades. La economía y la política son dos caras de una moneda falsa en valores y significado de la civilización, que es más bien de retroceso, barbarie, destrucción ambiental, abandono y violencia.

El juicio al magnate Donald Trump sintetiza la desvalorización de estos tiempos de acorralamiento de la sensatez, la cordura y la vida buena. Apenas se sobrevive en vez de vivir plenamente. Es una época de descomposición del reino del capitalismo en el que la democracia ha sido convertida en simulacro y los grandes intereses se disputan la hegemonía.

Esto no es un asunto de “buenos” o “malos”, que se pueda resolver penalizando al gran criminal. Aunque hay que hacerlo y ojalá con una condena ejemplarizante, y no con perdones presidenciales, como ocurrió con ese otro gran delincuente Richard Nixon. Qué la diosa Temis ilumine al juez Juan Manuel Merchán y al jurado.

Lo que vivimos es una desgracia socio-cultural con sus equivalentes éticos donde las grandes mayorías son gentes buenas sometidas a la corrupción de elites poderosas y potentadas. Los programas alternativos a los dominantes que sostienen los pueblos originarios, las feministas, la juventud, de cambiar lo existente, son un horizonte creativo que nos da coraje, dignidad y esperanza. Especialmente, en Estados Unidos es muy potente la incidencia de estos movimientos por los derechos y contra la corrupción y el autoritarismo.

El presidencialismo imperial de las grandes potencias es un espejo que refleja un sistema que concentra el poder para mantener el orden de la acumulación global. Lo hacen con represión y relatos mediáticos de signo demagógico sobre los derechos humanos y la democracia. Pero, a pesar de este maquillaje, y en lugar privilegiado, aparece el rostro de la corrupción en múltiples formas. Es lo que explica por qué el gran delincuente llegó y puede repetir la Presidencia de los Estados Unidos, si la vigilancia democrática no se moviliza para evitar las trampas con que va a ser rodeado el proceso judicial.

Ojalá el juicio contra Trump inspire acciones semejantes de decisión de recta justicia como la que se espera en los procesos contra el expresidente Jair Bolsonaro, en Brasil, y en Colombia, contra el Burundún-Burundá.

*Profesor emérito Universidad Nacional de Colombia.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.