El imperio y el golpe de Pinochet

POR ATILIO A. BORON /

La escasa y parcial evidencia producida por organismos oficiales de EE.UU. demuestra, de modo abrumador, los extraordinarios alcances de la injerencia de Washington en la política chilena y en el trágico desenlace de 1973. De lejos, el material más valioso y completo es el producido por la Comisión Church, llamada así por el nombre del senador demócrata que la presidía [i]. Pero la abierta intervención estadounidense en el proceso político chileno comenzó mucho antes del triunfo de la Unidad Popular (UP).

Las luces de alarma se encendieron en el continente con el triunfo de la Revolución cubana. Ya desde antes, en las elecciones presidenciales de 1958, Washington estaba involucrado en el monitoreo del proceso electoral y el apoyo al candidato de la derecha, Jorge Alessandri. Tal como señala el Informe Church, “de todos los países del hemisferio, Chile fue elegido para convertirse en vitrina de la nueva Alianza para el Progreso. … Entre los años 1962 y 1969, Chile recibió indirectamente más de mil millones de dólares en ayuda directa de EE.UU.” (préstamos y subvenciones equivalentes a más de 8.000 millones de dólares a valor actual). “Chile recibió más ayuda por habitante que cualquier otro país del hemisferio. Desde 1964 a 1970, entre 200 y 300 millones de dólares en crédito de corto plazo, fueron facilitados a Chile desde bancos privados americanos” (unos 2.500 millones de dólares de hoy) (p.p. 8 y 9).

Según el informe –que anticipa lo que hoy llamaríamos “guerras híbridas”– la forma más extendida de acción encubierta en Chile fue la propaganda. Esto era relativamente fácil. Esta propaganda tuvo un bajo perfil durante los periodos “normales”, pero adquiría gran relevancia ante la amenaza de un avance de la izquierda. Según el informe, “la forma más común de proyectos de propaganda era plantar infiltrados en los medios de comunicación” (p. 12).

El objetivo era publicar artículos favorables a los intereses de EE.UU. y denigratorios de la izquierda. “Un proyecto de la CIA en Chile apoyó aportando entre uno a cinco colaboradores en medios de comunicación durante los siete años que operó en el país (1965-1971). La mayoría de ellos trabajaban en el principal diario de Santiago (El Mercurio) el cual era cardinal en los empeños propagandísticos de la CIA” (p. 12).

Estos pseudoperiodistas criticaban a la URSS, eliminaban artículos con noticias negativas sobre EE.UU. -referidos a la guerra de Vietnam- y difamaban a personajes de la izquierda chilena. El mismo informe advierte que estos “perioperadores” propalaban propaganda “negra”: material falso (fake news de hoy). En vísperas de las elecciones de 1970 la CIA usó propaganda “negra” para sembrar discordia entre comunistas y socialistas, y entre la CUT y el Partido Comunista Chileno. Según el informe, el presupuesto aprobado para actividades de infiltración en los medios, propaganda y organización de la derecha y grupos anti-allendistas -más de treinta proyectos entre 1961 y 1974- ascendía en valores de 2023, a casi 9.000 millones de dólares (p. 13).

En relación a la propaganda, el nefasto papel jugado por El Mercurio en la destrucción de la democracia en Chile, es reconocido por el informe. Un párrafo dice que “la Comisión 40 autorizó 700.000 dólares para El Mercurio el 9 de septiembre de 1971 y añadió otros 965.000 el 11 de abril de 1972 [ii]. Un memorándum del renovado proyecto de la CIA concluyó que El Mercurio y otros medios de comunicación apoyados por la CIA habían jugado un papel importante en la puesta en marcha del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 que derrocó a Allende” (p.14).

A 50 años del golpe de Estado, el legado político del genocida Augusto Pinochet, sigue manteniendo plena vigencia en Chile.

Sobre la injerencia en las organizaciones políticas, el informe señala que los objetivos fundamentales eran “arrebatar a los comunistas el control de las organizaciones estudiantiles en la universidad; apoyar a grupos de mujeres activas en la política chilena y la vida intelectual; combatir el predominio comunista en la CUT y apoyar a grupos obreros democráticos; explotar un frente de acción cívica para combatir la influencia comunista dentro de los círculos culturales e intelectuales” (p. 14).

El financiamiento clandestino fue muy importante y comenzaron a cobrar fuerza desde la crucial elección de 1964. Según el informe, “la CIA gastó, en valores actuales, más de 20 millones de dólares para apoyar al candidato Demócrata Cristiano”. Asegura también que “más de la mitad de la campaña de ese candidato fue financiada por EE.UU.”, a pesar de que, aparentemente, Eduardo Frei Montalva y su equipo de campaña ignoraban que estaban recibiendo esta ayuda. (p.15)

El izquierdista FRAP estaba muy afectado por la falta de fondos para enfrentar gastos de campaña. Según el historiador chileno Arturo Olavarría Bravo, la situación era tan desesperada que Salvador Allende se vio obligado a hipotecar su casa. Agrega además que los democristianos utilizaron como estrategas y organizadores de la campaña, a gente de una institución jesuita, el Centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina (DESAL) que recibía fondos de Misereor, una institución de cooperación de los católicos alemanes y el Fondo para el Desarrollo Internacional, una institución de pantalla de la CIA [iii].

Desde la misma noche en que Allende obtuvo su victoria, un inolvidable 4 de septiembre de 1970, el presidente de EE.UU., Richard Nixon, convocó a una reunión de emergencia en la Casa Blanca y dio la orden de hacer cuanto fuera necesario para impedir que Allende asumiera. “Ni un tornillo ni una tuerca para Chile” fue la escueta orden emitida por ese bribón. El 15 de septiembre, en una reunión ampliada en la Casa Blanca, el director de la CIA, Richard Helms, anotó las instrucciones de Nixon para organizar un golpe de Estado en Chile. Desaforado e irritado en grado extremo, les dio a los presentes en la reunión -que incluía a Henry Kissinger y al fiscal general, John Mitchell- 48 horas para elaborar un plan y autorizó un presupuesto mínimo de 10 millones de dólares para financiarlo -79 millones en valores actuales-, a la vez que exigía que no se informara a nadie de la embajada de EE.UU. en Santiago que había ordenado a la CIA diseñar la conspiración para impedir la asunción de Allende. Este tipo de cuestiones no las manejaba la embajada sino la CIA [iv].

Las notas tomadas por Helms en esa reunión fueron desclasificadas recientemente. En ellas se resumen las directivas de Nixon: “Una chance en 10, quizás, pero salven a Chile. Vale la pena el gasto. Despreocúpense de los riesgos inherentes a esta operación. No involucren a la embajada. 10.000.000 de dólares para empezar, más si fuera necesario. Es un trabajo de tiempo completo con los mejores hombres que tenemos. Hagan que en Chille la economía grite. 48 horas para un plan de acción” [v].

Richard Helms de la CIA tomó nota de las órdenes golpistas de Richard Nixon.

A 50 años de aquella reunión, los materiales desclasificados confirman que en ella se pusieron en marcha “algunos de los actos más infames en los anales de la política exterior de EE.UU.”. Las palabras utilizadas en ese informe nos ahorran de mayores elaboraciones. Allí se asegura que “para instigar un golpe, la CIA pronto se centró en proporcionar armas, fondos e incluso pólizas de seguro de vida a los operativos militares chilenos para destituir al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Chilenas, el general René Schneider, quien se opuso al golpe y fue ultimado cuando se dirigía a su trabajo. Su asesinato apoyado por la CIA se convirtió en uno de los casos más legendarios de participación de EE.UU. en el asesinato de líderes extranjeros.

El esfuerzo encubierto a corto plazo de la CIA para bloquear la toma de posesión de Allende se convirtió en un prolongado proyecto clandestino que duraría los mil días del gobierno de Allende para obstaculizar su capacidad de gobernar, creando la caótica atmósfera de opinión que condujo al golpe militar. La alianza entre las oligarquías locales y el imperio causó la tragedia que acabó con la vida de Allende y provocó muertes y torturas a miles de chilenas y chilenos. Hoy, a medio siglo de aquel horror, la conducta del imperialismo y sus lacayos locales sigue siendo la misma, no sólo en Latinoamérica sino en todo el mundo, como lo prueba el golpe que Obama montara en Ucrania en 2014 con las mortales consecuencias que hoy estamos viendo. Parafraseando a Borges, “el imperio es incorregible”, y sería bueno que se tome nota de ello.

Notas

[i] Covert Action in Chile, 1963-1973 (Washington, D. C., 19975). La versión original del presente documento corresponde al documento: Intelligence Activities. Senate Resolution 21. Hearings before the Select Committee to Study Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities of the United States Senate US. Government Printing Office 67-146 O. Washington : 1976. Stock Number 052-070-03264-2

[ii] Unos 13.000 millones de dólares en valores del 2023. Nótese la notable magnitud del desembolso financiero realizado por Washington para combatir a la Unidad Popular en Chile.

[iii] En Chile entre dos Alessandri. Memorias políticas, Volumen IV, (Santiago: Editorial Nascimento, 1962. Citado en Miles D. Wolpin, La intervención extranjera en las elecciones chilenas (Buenos Aires: Kikiyon, 1970). La obra de este autor estadounidense aporta datos de mucho interés sobre los enormes esfuerzos en todos los campos, que Washington desplegó en Chile a lo largo de la década del 70 y que contribuyeron decisivamente a facilitar el triunfo de Eduardo Frei en la elección de 1964 y a crear una atmósfera hostil al socialismo y al gobierno de la Unidad Popular entre las capas medias, una vez que Salvador Allende asumiera la presidencia el 3 de noviembre de 1970.

[iv] Ver el material del National Security Archive en:

https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/chile/2020-09-15/extreme-option-overthrow-allende

[v] https://nsarchive.gwu.edu/document/23592-cia-notes-meeting-president-chile-15-25-sept-15-70-september-15-1970

@atilioboron

Página/12, Buenos Aires.

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