POR STEFAN STEINBERG /
En una serie de artículos escritos a lo largo del año pasado y comienzos de 2023, el filósofo ‘pop’ esloveno, financiado por el especulador húngaro-estadounidense George Soros, Slavoj Žižek, se ha revelado como uno de los defensores más virulentos de la guerra por poderes de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia.
En un artículo para Der Spiegel titulado “El lado oscuro de la neutralidad” (17 de febrero de 2023), Žižek denunció la postura de principios adoptada contra la guerra de la OTAN por el músico británico Roger Waters, quien declaró en un discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: “La invasión rusa de Ucrania no fue no provocada, así que yo también condeno a los provocadores en los términos más enérgicos posibles….. No hay que gastar ni una sola vida más, ni ucraniana ni rusa, todas son preciosas a nuestros ojos. Así que ha llegado el momento de decir la verdad al poder”.
Todo esto es demasiado para Žižek que, en un artículo publicado en Die Welt (20 de junio), llegó incluso a pedir armas nucleares para Ucrania. Escribió: “No hay que olvidar que Ucrania entregó todas las armas nucleares a Rusia cuando se desintegró la Unión Soviética, con la promesa de que sus fronteras serían reconocidas por Rusia – ¿no tendría ahora derecho a conseguir armas nucleares (de nuevo)? ¿Por qué esta solución obvia es rechazada con horror incluso por quienes defienden de boquilla a Ucrania?”.
Ahora, hace apenas unos pocos días, en un artículo de la revista británica de derechas New Statesman (14.08.2023) titulado “Ucrania debe ir a la guerra consigo mism”‘, Žižek expresa abiertamente sus temores de que la tan anunciada ofensiva militar de primavera de Ucrania esté fracasando estrepitosamente. Según Žižek, las potencias europeas, incluyendo lo que él describe como la izquierda europea, deben redoblar sus esfuerzos para evitar una estrepitosa derrota de las fuerzas ucranianas.
Como suele ser el caso con su trabajo, el artículo de Žižek es una combinación de distorsiones, disimulaciones, no sequiturs y mentiras.
Žižek se queja de que “los que apoyamos firmemente a Ucrania nos preocupamos por la fatiga de Occidente: a medida que la guerra se prolonga, ¿se cansarán poco a poco los países que apoyan a Ucrania del estado de emergencia permanente y de los sacrificios materiales que se les exigen?”.
El problema, según Žižek, es una alianza impía de la “extrema derecha y la extrema izquierda” (que nunca identifica adecuadamente) que propugnan propaganda a favor de: “pacifismo abstracto (necesitamos la paz, el sufrimiento tiene que parar a cualquier precio); una visión ‘equilibrada’ de la guerra (la expansión de la OTAN hacia el este provocó a Rusia y la obligó a contraatacar); y la necesidad de proteger nuestro propio bienestar nacional (por qué deberíamos dar miles de millones a Ucrania, un país dirigido por oligarcas corruptos, cuando tenemos profundos problemas económicos y propios)”.
Aún más grave que el hastío bélico de Occidente, denuncia Žižek, es la creciente fatiga de la población ucraniana, que ha pagado el precio más alto en la guerra. Tras haber sido bombardeada con la propaganda de la OTAN y de los políticos occidentales de que Ucrania está llevando a cabo la buena lucha contra la corrupción y por la democracia, la clase trabajadora ucraniana observa a diario cómo la corrupción sigue floreciendo mientras la élite adinerada del país y sus familias huyen al extranjero para proteger sus fortunas y evitar el servicio militar.
Para contrarrestar estos problemas y “evitar el colapso en la guerra”, Žižek llama a la construcción de “un verdadero frente unido contra el enemigo común”.
Žižek exige que los ‘izquierdistas’ y también las mujeres reclutas que han sufrido discriminación como miembros del Ejército ucraniano se subordinen totalmente a los elementos nacionalistas y fascistas que dirigen esta fuerza militar. Apelando directamente a la política identitaria, declara que “sólo un amplio frente popular en el que haya sitio para todos -desde las personas LGBT+ hasta los izquierdistas que se oponen a la agresión rusa- puede salvar a Ucrania”.
Sentado en la comodidad de su alojamiento académico en Londres y de su piso en Lujblianja, Žižek se contenta con justificar la matanza de decenas de miles de reclutas ucranianos y rusos en una guerra provocada incontestablemente por Estados Unidos y la OTAN en un país que, antes de la guerra, ocupaba un lugar destacado en la lista mundial de países más corruptos y sigue asolado por la corrupción. Al mismo tiempo, Žižek hace la vista gorda ante los diversos partidos y agrupaciones de Ucrania que se han opuesto valientemente a la guerra y que posteriormente han sido despiadadamente censurados y reprimidos por el gobierno de Zelensky.
Reconociendo en su último artículo que su propia trayectoria política está siendo sometida a un escrutinio cada vez mayor, Žižek miente sobre su pasado en Eslovenia, afirmando que fue víctima de “la derecha nacionalista” que “siempre había fustigado a los opositores de izquierda laicos del régimen comunista, como sospechosos, agentes secretos de los antiguos comunistas”.
Lejos de ser un “opositor de izquierda secular al régimen comunista”, Žižek abandonó el Partido Comunista Esloveno en 1988 y se unió a la Democracia Liberal de Eslovenia (LDS), procapitalista y secesionista, antes del colapso del bloque estalinista. En 1990, Žižek se presentó como candidato de la LDS al cargo de Presidente de Eslovenia, perdiendo por un estrecho margen frente a otro candidato. La LDS dirigió gobiernos de coalición de 1992 a 2004 y contribuyó decisivamente a la aplicación de políticas económicas capitalistas de terapia de choque en Eslovenia tras su secesión de Yugoslavia. Žižek siguió apoyando al partido durante todo este periodo mientras desarrollaba sus relaciones con fuerzas de pseudoizquierda en París.
Žižek termina su artículo con la absurda afirmación de que la guerra de la OTAN en Ucrania puede compararse a la Revolución francesa y a los partisanos europeos que se opusieron al fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Žižek le da la vuelta a la historia. Entre otras cosas porque el comandante en jefe del Ejército ucraniano, el general Valerii Zaluzhnyi, es un acólito del líder fascista ucraniano Stepan Bandera.
Su último artículo para el Statesman confirma el papel de Žižek como oportunista de la OTAN. Ofreciendo sus servicios al gobierno del cómico pro fascista Volodímir Zelensky, Žižek insta a su menguante grupo de seguidores a tomar las armas para una batalla final que sólo puede acabar con la muerte de muchos más miles de personas.
El giro político de Žižek hacia la derecha y su aparición como partidario servil de la guerra de la OTAN contra Rusia es una respuesta directa al desarrollo de las movilizaciones de masas de la clase obrera en todo el mundo. Su respuesta en el pasado a los enfrentamientos entre la juventud trabajadora y las fuerzas represivas siempre ha sido alinearse con éstas.
En un contexto de intensificación de los conflictos en todo el mundo, la experiencia indica que el paso de Žižek a la política de derechas y de extrema derecha sólo se acelerará en el próximo período.
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