POR JOSEP CÓNSOLA
En 1895 Federico Engels escribió la introducción a la edición completa de los escritos de Marx entre 1848 y 1850 con el nombre de ‘La guerra civil en Francia’. El texto de dicha introducción se publicó íntegro por primera vez en la URSS en el año 1930, ya que anteriormente la socialdemocracia alemana la había censurado.
“Cuando se aprecian sucesos y series de sucesos de la historia diaria, jamás podemos remontarnos hasta las últimas causas económicas. Ni siquiera hoy, cuando la prensa especializada suministra materiales tan abundantes, se podría, ni aun en Inglaterra, seguir día a día la marcha de la industria y del comercio en el mercado mundial y los cambios operados en los métodos de producción, hasta el punto de poder, en cualquier momento hacer el balance general de estos factores, múltiplemente complejos y constantemente cambiantes; máxime cuando los más importantes de ellos actúan, en la mayoría de los casos, escondidos durante largo tiempo antes de salir repentinamente y de un modo violento a la superficie… Una visión clara de conjunto sobre la historia económica de un período dado no puede conseguirse nunca en el momento mismo, sino sólo con posterioridad, después de haber reunido y tamizado los materiales” (1).
Nuestra historia inmediata, plagada de guerras, asesinatos selectivos, golpes de Estado, genocidios, etc., se nos presenta como una pugna calificada de étnica, religiosa, lingüística, territorial, política, ideológica… dejando en la oscuridad el componente económico que atraviesa absolutamente todos los países del mundo con diversas variantes del modelo capitalista analizado por Marx. Dichas variantes, todas ellas a remolque del principio de mantener o aumentar la acumulación de capital en algunos casos, o frenar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en otros.
Tanto en un caso como en otro, hablan los cañones o el amago de utilizarlos.
El aporte de Engels resulta superlativo porque trazó los elementos para observar el desarrollo de los medios de destrucción en paralelo con el de los medios de producción y los procesos de formación/consolidación del Estado moderno (2).
A más de 130 años de las consideraciones de Engels, a las puertas de la cuarta revolución industrial, o “Industria 4.0” según vocabulario del Foro Económico Mundial, nos encontramos con unas modificaciones muy importantes en el panorama internacional que de modo simplista se pueden caracterizar en dos grandes bloques principales: Uno que aboga por una legislación mundial única y un gobierno único cuyos integrantes son los grandes fondos de inversión euro-norteamericanos, y otro que defiende el derecho a disponer de ciertas competencias como potestad y reconocimiento de una soberanía nacional. Todos ellos partidarios del libre mercado, la propiedad privada de los medios de producción y el papel coercitivo y represivo de su correspondiente Estado.
A su alrededor, una serie de países periféricos que, sin descartar su potencial económico, no osan enfrentarse abiertamente al poderío económico-militar de las grandes corporaciones.
En este rifi-rafe los enfrentamientos reales se producen a través de terceros países, tanto en Europa, como en África, Asia, América Latina u Oceanía.
Pero una característica es común en todos ellos: El abandono total de cualquier atisbo de emancipación del proletariado desde una perspectiva comunista, a pesar del “copyright” enarbolado por los llamados partidos comunistas de algunos países. El elemento crucial, la extracción de plusvalía, permanece inalterable, así como la no participación del proletariado en la distribución de ésta. Economía, al lado de ciencia, salud y gasto militar quedan fuera de cualquier debate democrático.
En el llamado occidente, los multimillonarios se multiplican jugando a la ruleta de las bolsas y a la imposición de nuevos paradigmas por más esperpénticos que éstos sean. Un ejemplo de ello es el llamado capitalismo verde.
En Asia da gozo constatar la extensión de dichos millonarios en una mala copia de la reforma luterana del siglo XVI, la cual cambió la máxima católica de que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos, por otra máxima adecuada al incipiente capitalismo: “Quién se enriquece es debido a su bendición por la Providencia”. Máxima que Deng Xiaoping trastocó por la de: “No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”. Ejemplo puesto en práctica tanto en China como en India o Vietnam.
El doctor Alfred Neufeld Friesen de la Universidad Evangélica de Paraguay, en un extenso artículo publicado en el Anuario Académico de 2017, con el título de “Max Weber y la interpretación socioeconómica de la Reforma” escribe:
La Reforma consideró la eficiencia material y económica como aval de divina providencia. La eficiencia y el progreso material evidenciaban que uno pertenecía al grupo de los salvados y redimidos. Weber postuló que el protestante, para asegurarse de ser salvo, necesita demostrar que progresa, que es eficiente, que Dios le bendice en lo material. Es la respuesta digna y la expresión de gratitud, con la cual la humanidad salvada responde al don gratuito de salvación. Es también una expresión de sentirse socio y “partner” de los proyectos divinos.
La ética protestante requiere renuncia al consumismo, fomentando así el ahorro. Weber constata que la renuncia al consumo inmediato tiene un efecto económico insospechado: Aumenta la capitalización, y la capitalización aumenta la inversión, la industrialización y la producción en gran escala, motivando así la economía en general (3).
La Reforma Protestante fue un fenómeno económico con raíces en los beneficios y costos intertemporales para los miembros de la iglesia y los grupos descontentos. El protestantismo hizo que la redención fuera más barata y aumentó los excedentes del consumidor de los creyentes al reducir los precios y eliminar la discriminación de precios de primer grado.
Max Weber planteó que la Iglesia católica supuso un freno al capitalismo comercial, mientras que la Reforma protestante propició la Revolución Industrial y el origen del capitalismo moderno (4).
Pero en la actualidad, la tendencia se ha invertido, el capitalismo se ha afianzado en todas sus variantes (capitalismo de Estado, neocapitalismo, imperialismo, globalismo, etc.) y con ello un incremento descomunal de las producciones, ya sean de bienes de consumo como de bienes de producción. Y el ahorro, la renuncia al consumo inmediato se ha mudado a un consumismo sin freno, transformando la producción para el consumo, en el consumo para la producción, con tal que la calandria no pare de dar vueltas, amparada en la metodología de la obsolescencia programada, en una simbiosis perfecta en contra de lo que eran las tesis enfrentadas en el siglo XVI entre católicos y protestantes.
Ya no existe la venta de bulas papales y los pagos para evitar el Purgatorio que tanto incordiaban a Lutero, ahora las bulas se han transformado en hipotecas y créditos al consumo, y los diversos pagos del siglo XVI se han convertido en IVAs, IRPFs, comisiones bancarias, etc., cuyos recaudadores pertenecen a la misma clase social que antaño, la cual no es otra que la moderna realeza que en lugar de estar asentada en tronos, está asentada en consejos de administración y bolsas de valores. Con lo cual podemos decir al igual que Engels en la introducción a la Lucha de clases en Francia: regis voluntas suprema lex! (¡La voluntad del rey es la ley suprema!). Nos lo están demostrando cada día, teniendo su cénit cuando declararon el cierre productivo mundial en el año 2020 bajo el subterfugio de una falsa pandemia expresamente fabricada para amparar la reestructuración del capital.
Se ha olvidado tanto el llamado del Manifiesto Comunista, “Proletarios del mundo uníos”, que se ha trastocado en una pugna entre los proletarios de los distintos países para ver quién gana la carrera de acumulación y expansión de los mercados y control financiero de éstos para recoger las migajas sobrantes de los ágapes del Imperialismo S.A.
Si bien al lado de la OTAN y la UE se alinean al mismo tiempo países poderosos y países dependientes, al lado de los BRICS+ se alinean asimismo poderosos y débiles, aunque en forma propagandística se hable de intercambio justo y aparentemente más equitativo, la realidad es que los poderosos precisan de los mercados y materias primas de los débiles, y éstos precisan de ciertas financiaciones y aceleradores tecnológicos por parte de los poderosos lo que les obliga a ciertas servidumbres que el tiempo nos dirá su alcance.
Mientras tanto, solamente pequeños destacamentos de militantes comunistas sin servidumbres, esparcidos aquí y allá intentan desesperadamente enfrentarse al monstruo depredador de cosas y personas, sin resultado aparente por el momento.
¿Hasta cuándo va a durar la esclerosis proletaria?
Notas
(1) https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/francia1.htm
(2) https://nuso.org/articulo/engels-guerra-socialismo/
(3) https://ojs.uep.edu.py/index.php/anuarioacademico/article/view/21
(4) https://www.mastertranscom.com/origenes-economicos-reforma-protestante/