POR HERNÁN OUVIÑA /
Fragmento del prólogo del libro La Revolución es magnífica. Encuentros con Rosa Luxemburgo, coordinado por el sociólogo argentino Hernán Ouviña.
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Un fantasma recorre Nuestra América
En ocasión del centenario del asesinato de Rosa Luxemburgo en enero de 2019, iniciamos una serie de conversatorios, presentaciones, charlas-debates y especialmente talleres de formación política -la mayoría de ellos apoyados por la Fundación Rosa Luxemburgo-, que contaron con la participación activa de una diversidad de organizaciones, colectivos y movimientos populares de Nuestra América. En conjunto, estos encuentros buscaron revitalizar la vida y obra de la revolucionaria polaca-alemana desde una perspectiva integral y no dogmática, atendiendo a sus aportes como marxista heterodoxa y militante de izquierda anticapitalista, pero a la vez dando cuenta de ciertas aristas y contribuciones menos conocidas, que tienen enorme vigencia para estos tiempos, como la defensa de la naturaleza y el buen vivir, el protagonismo de las mujeres, las construcciones antiburocráticas, el antimilitarismo y la lucha antirracista y anticolonial.
Así, durante tres años, el intercambio y los debates fueron dando lugar a una reflexión más profunda que sopesara la actualidad de Rosa para las luchas populares contemporáneas en la región, en estrecha vinculación con la coyuntura de crisis abierta a nivel continental y global, agudizada hasta el paroxismo a partir de la inédita irrupción de la pandemia, que trastocó nuestra cotidianeidad de manera brutal e hizo más palpable aun la “inseguridad de la existencia social”, rasgo que sin embargo, al decir de Luxemburgo, es algo constitutivo de la sociedad capitalista desde su génesis misma.
Un fantasma pareció recorrer América Latina y el Caribe cada vez con mayor fuerza y temeridad: el de Rosa Luxemburgo. Su espectro sobrevoló -y aún hoy circunda- las revueltas y huelgas políticas de masas desplegadas en Ecuador, Chile, Colombia y Haití, al igual que muchas de las resistencias e iniciativas de los sectores más combativos del movimiento obrero y los pueblos indígenas, del campesinado y los feminismos plebeyos, del estudiantado y las comunidades migrantes en diferentes latitudes de Abya Yala.
Más allá de sus matices y posibles diferencias, podemos afirmar que, en conjunto, este crisol de luchas evidencia que vivimos un tiempo histórico acorde con el luxemburguismo. Sin embargo, sería ingenuo leer estas resistencias solamente desde el optimismo de la voluntad. Rosa también resulta actual por sus advertencias acerca de la inminencia de un “colapso” sistémico y por su temor ante una barbarie que amenaza con destruir el planeta y todas las formas de vida que él cobija, tanto humanas como no humanas. Para bien y para mal, las resonancias, influencias y apropiaciones de la obra de Rosa Luxemburgo, que han sido y son realizadas en y desde nuestro continente, forman parte de una historia que aún no es plenamente Historia.
Para bien, porque Rosa dista de ser una marxista anclada meramente en su época y su contexto específico, como algo situado sin más en el pasado. Por el contrario, hoy su obra -entendida como la conjunción de lo pensado, sentido y actuado por ella- se nos presenta tremendamente actual e imperecedera: sus conceptos y reflexiones, la agudeza de sus críticas, advertencias y denuncias, sus apuestas exploratorias en materia de organización y acción política, son premonitorias y de enorme vigencia, no sólo para cepillar a contrapelo lo acontecido durante el siglo XX, sino también y sobre todo para analizar -e incidir en- las luchas emancipatorias y los procesos socio-políticos más radicales que se despliegan en el sur global. Para mal, porque todavía no se ha reconstruido, en toda su riqueza y complejidad, la recepción y recreación de la obra de Rosa Luxemburgo en América Latina y el Caribe.
Esta es una tarea pendiente de suma importancia, que en forma parcial y aproximativa se está intentando subsanar desde hace algunos años, y a la que este libro colectivo pretende también contribuir.
Destellos luxemburguistas
Creemos pertinente partir de una escueta periodización o desdoblamiento de los ciclos de la lucha de clases en el sur global durante el último siglo, en tres grandes momentos-procesos, dentro de los cuales el espectro de Rosa se despliega, influye y aporta a la revitalización del marxismo latinoamericano y de las construcciones de base en un sentido más amplio, en clave crítica y revolucionaria, contribuyendo a potenciar las luchas anti-sistémicas en nuestro continente.
El primero de ellos se sitúa en los años posteriores al asesinato de Rosa, ocurrido en enero de 1919 en Berlín. Un contexto de aguda inestabilidad, creciente represión y contraofensiva derechista asola a Europa y a otras latitudes del planeta, en simultáneo a la consolidación del stalinismo al interior de la URSS y en el seno de las izquierdas. La figura de José Carlos Mariátegui (1894-1930), marxista peruano y uno de los más originales intelectuales militantes de América Latina, se destaca por su sugerente apropiación del legado luxemburguista (el Amauta resaltará de ella “su doble capacidad para la acción y para el pensamiento, para la realización y para la teoría” y el hecho de ser al mismo tiempo “un cerebro y un brazo del proletariado alemán”) y por las notables afinidades que ostenta con respecto al derrotero de Rosa como revolucionaria incómoda para la época. En ambos casos, estamos en presencia de figuras “trágicas”, cuya vida se trunca abruptamente, que batallan tanto contra el reformismo y las lecturas positivistas del marxismo, como con aquellas visiones que pretendían hacer de la revolución rusa un “modelo” a replicar en todo tiempo y lugar.
La unidad indisoluble entre teoría y acción, el punto de vista de la totalidad como principio epistemológico del marxismo, la crítica al eurocentrismo que imbuía en aquel entonces a la inmensa mayoría de la izquierda, la denuncia de las lógicas imperiales de despojo en la periferia capitalista, la revalorización de las formas comunitarias de vida social, la defensa enconada del internacionalismo sin descuidar el análisis situado de la realidad, la opción hacia formas organizativas más democráticas y la confianza en la capacidad autoemancipatoria de las masas, son algunos de los puntos en común que les hermana. Sus destinos también son similares: excomulgados por la III Internacional y gran parte de los partidos comunistas, al poco tiempo de fallecer, sus apellidos pasaron a ser sinónimo de error político y debilidad teórica, deviniendo herejías que debían ser combatidas con igual esmero.
Más allá de esta resonancia evidente, serán en su mayor parte mujeres de izquierda, sensibles a la lucha antipatriarcal no disociada de la crítica al capitalismo, quienes batallen contra el olvido del legado luxemburguista en América Latina durante esas décadas. Destacamos dos que debaten su obra y recuperan sus aportes en varios artículos y discusiones públicas, en una época sombría signada por las ortodoxias del más diverso pelaje. Por un lado, Nydia Lamarque, poeta, traductora y activista feminista argentina, que dicta conferencias acerca de la vida de Rosa y publica, tanto en su país como en Perú, un extenso texto en el que reconstruye el itinerario biográfico y político de Luxemburgo.
Por el otro, Rosa Scheiner, militante comunista e impulsora de la liberación de las mujeres, furibunda crítica del reformismo y una de las pocas que podía escribir y firmar sus artículos con nombre propio en aquel entonces, quien en las páginas de la revista Izquierda recupera a Rosa como “símbolo de la rebeldía proletaria”.
Aun cuando en los años 40 y 50 algunas corrientes y marxistas disidentes difunden sus ideas y retoman su original visión del socialismo, para tomar distancia de las matrices hegemónicas de la izquierda y ensayar lecturas heterodoxas -destacándose en Brasil la figura señera de Mario Pedrosa y el periódico Vanguardia Socialista-, lo cierto es que la década del ’60 y ’70 serán un segundo tiempo de resurgimiento y ebullición de las luchas populares, que permiten rescatar la obra de Rosa Luxemburgo, e incluso del espartaquismo como apuesta original, al compás de las rebeliones vividas en buena parte del sur global.
Esta nueva insubordinación global que tiene como años emblemáticos a 1967, 1968 y 1969, torna propicia la exhumación de Rosa como militante anticapitalista e integral. En las multitudinarias manifestaciones contra la guerra en Vietnam, junto a pancartas de Ho Chi Minh y el Che Guevara, sobresalen las de su inconfundible rostro. El mayo francés, el otoño caliente italiano y el movimiento estudiantil y de izquierda extraparlamentaria en Alemania, revitalizan también sus ideas y propuestas. Si ya la revolución cubana había abierto tempranamente un período de recreación del pensamiento crítico en América Latina, movimientos insurgentes y rebeliones populares en diversos territorios de nuestro continente traen al presente sus aportes.
Dentro de la constelación de corrientes de la nueva izquierda que irrumpe con fuerza en aquellos años, cabe resaltar a un grupo político-cultural argentino, conocido como Pasado y Presente que, en franca ruptura con las tradiciones más ortodoxas del marxismo, publica una revista homónima y una serie de Cuadernos en formato de volúmenes mensuales, en el marco de los cuales precisamente dan a conocer varios libros y artículos de Rosa Luxemburgo, inéditos hasta ese entonces en lengua española. En medio de un contexto signado por una cruenta dictadura militar, el grupo Pasado y Presente difunde sus ideas en la ciudad de Córdoba, que se ve estremecida por una huelga política de masas con tintes insurreccionales, conocida como el “Cordobazo”, donde la proliferación de barricadas y el enfrentamiento con las fuerzas policiales desborda incluso a las dirigencias sindicales y partidarias desde una sana y combativa espontaneidad.
En esa coyuntura tan convulsionada en Argentina, esta nueva generación reconoce que “el pensamiento de Rosa Luxemburgo se nos presenta de una actualidad sorprendente. Es quizás esa actualidad lo que atemoriza tanto a los dogmáticos y los impulsa a seguir silenciando a la gran revolucionaria”. El 68 mexicano y su multitudinario movimiento estudiantil también la tendrán como referencia. José Revueltas, uno de los más originales filósofos militantes del Comité General de Huelga de la UNAM (quien impulsará con insistencia reagrupamientos políticos bajo el común denominador del espartaquismo), relatará cómo esa juventud rebelde decidió tomar por aquellos años “otra vez del brazo y la condujo entre millones de manifestantes a la delicada, dulce, enérgica Rosa Luxemburgo”.
En paralelo, la corriente marxista de la teoría de la dependencia, nacida en Brasil y amamantada en Chile, apelará a Rosa y su lectura del imperialismo, para formular una lectura dialéctica e interrelacionada entre centro y periferia mundial, denunciar el subdesarrollo impuesto a nuestra región y abogar por una salida socialista frente a la encerrona de las variantes “modernizadoras” y “desarrollistas” de la época. Ruy Mauro Marini, Vania Bambirra y Theotonio dos Santos, junto a toda una pléyade de intelectuales orgánicos/as forjados/as bajo el influjo de la revolución cubana y la politización vivida en territorio chileno con el triunfo de la Unidad Popular, harán un uso disruptivo del luxemburguismo y de sus críticas contra el reformismo.
Como se puede comprobar revisando las fechas de edición de los libros y materiales que abordan la obra de Rosa en nuestro continente, la bibliografía de su propia autoría o bien centrada en ella tiene su mayor difusión durante los años ’70. Sin duda hay un contexto latinoamericano y global que requiere herramientas teóricoanalíticas y de intervención militante, que vayan a contramano de los dogmatismos predominantes hasta ese entonces, y los escritos de Rosa resultan -ejercicio de traducción y actualización mediante- una brújula potente en aquel conmovedor tiempo histórico de crisis capitalista, donde la politización de las clases populares y el ascenso de las luchas constituye una invariante condición de época.
Su obra resurge en este momento tan álgido con una enorme potencialidad, para reinventar el marxismo y ensayar apuestas políticas de un socialismo anti-autoritario y radical, a contramano de toda lógica burocrática o puramente parlamentarista, privilegiando el protagonismo popular desde abajo, a tono con un sentir más acorde a los enormes desafíos de una coyuntura donde se trata ante todo de ser realistas y exigir lo imposible.
No obstante, el reflujo que le sucede a este período de protesta y descontento planetario, signado por una contrarrevolución que supuso un ejercicio generalizado del terrorismo estatal y paramilitar en gran parte del sur global durante los años setenta y ochenta, así como el estatismo autoritario y la ofensiva neoliberal desplegada en Europa en esas décadas, combinadas con el desconcierto y la desazón como consecuencia de la implosión de los regímenes autodenominados socialistas, hacen menguar la vitalidad del marxismo como concepción del mundo y brújula para la acción transformadora.
Finalmente, el nuevo ciclo de luchas populares e impugnación al neoliberalismo en la región que irrumpe durante los años ’90 y a comienzos del siglo XXI, fue la gran oportunidad para que Rosa retorne como una referencia teórico-política cada vez más importante de las resistencias desplegadas, a lo largo y ancho de Abya Yala, por movimientos sociales, colectivos y organizaciones populares de nuevo tipo.
El llamado Caracazo de 1989 en Venezuela, la rebelión indígena del Inti Raymi en territorio ecuatoriano en 1990 y los levantamientos vividos en los años sucesivos, la conmemoración de los cinco siglos de resistencia a la opresión colonial en 1992 y el alzamiento zapatista el 1 de enero de 1994 en Chiapas (México), la guerra del agua y del gas en Bolivia, el 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina, así como un sinfín de procesos de insubordinación de masas, resultaron hitos precursores de esta nueva fase de protesta y descontento, pero también de autoafirmación y construcción de poder popular que, con vaivenes y altibajos, se mantiene en pie más allá de las alternancias gubernamentales de uno u otro pelaje ideológico.
Estas luchas mancomunadas, en los últimos años parecen haber cobrado un nuevo impulso, de la mano de los movimientos feministas, antirracistas, plebeyos, juveniles e indígena-comunitarios en contra del extractivismo, la mercantilización y precariedad de la vida, la represión estatal o paramilitar y las múltiples formas de violencia sobre los cuerpos-territorios. En particular, durante 2019, 2020 y 2021, se han vivido a escala regional huelgas políticas de masas y revueltas callejeras (la mayoría de ellas de carácter espontáneo, aunque con evidentes conexiones con luchas de largo aliento que las preceden y alimentan su radicalidad/masividad), en países como Haití, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, que tornan más vitales aún las elucubraciones de Rosa al respecto.
Traducir a Rosa: diez ideas-fuerza para no naufragar
Aquel carácter parcialmente marginal que tuvo Rosa durante tanto tiempo dentro del crisol de las izquierdas -y en un plano más general, en el seno de iniciativas emancipatorias internacionalistas- hoy ha sido en buena medida dejado atrás. La notable revitalización y “traducción” de su obra, acaso sea consecuencia de este nuevo ciclo de luchas anti-sistémicas que, si bien hunden sus raíces en una memoria histórica de mediana y larga duración, tiene a octubre y noviembre de 2019 como momento constitutivo.
Lo que se desencadenó en esos meses a escala continental e incluso mundial, fue el rechazo frontal al neoliberalismo como expresión contemporánea de la contraofensiva capitalista, heteropatriarcal, racista e imperial, a través de una reactivación del antagonismo, la confrontación abierta y la acción directa en las calles, donde la huelga política de masas y las primeras líneas resultaron instrumentos claves y transversales de anudamiento y orientación política. Por cierto, con Rosa sabemos que es preciso no ver a estos levantamientos como algo puramente espontáneo, sino desde un prisma volcánico o bajo el ropaje de esos viejos topos que cavan de manera paciente durante mucho tiempo, hasta lograr cual magma salir a la superficie e irrumpir imprevistamente ante los ojos atónitos de incrédulos, conservadores y posibilistas.
Si bien son numerosos los aportes que Rosa brinda para la actual coyuntura latinoamericana, nos interesa enunciar al menos algunas de sus principales contribuciones, que hemos tenido la oportunidad de relevar, contrastar, aprender de -y poner en diálogo con- movimientos, colectivos y plataformas organizativas de diferentes países de Nuestra América, en el marco de talleres de formación política realizados entre 2018 y 2021, la mayoría de las cuales circundan las páginas de este libro. En apretada síntesis, dichas ideas-fuerzas pueden resumirse en:
I
El punto de vista de la totalidad, la dialéctica revolucionaria y la praxis crítico-transformadora, como principios epistémico-políticos de un marxismo no esquemático ni mecanicista, que involucra no solamente una interpretación global de los procesos y fenómenos sociales -los cuales, lejos de ser vistos como fijos o inmutables, resultan históricos-, sino también una lectura de la intervención en la realidad misma, donde la lucha de clases y la voluntad activa de las masas son fundamentales en la construcción de su porvenir.
II
El análisis del entrelazamiento de capitalismo y colonialismo, para entender de forma más compleja las dinámicas de explotación, endeudamiento, dominio y despojo que implican una relación violenta, asimétrica y desigual entre los centros y las periferias globales, a partir de una óptica que considera al capitalismo como un sistema-mundo constitutivamente conflictivo, imperial y en constante búsqueda de nuevos mercados, que dista de ser homogéneo y armónico en su configuración y despliegue.
III
La vocación por amalgamar la denuncia de la misoginia, la confrontación contra el patriarcado y el fomento del protagonismo de las mujeres, con el impulso y la relevancia de la lucha de clases, de manera tal que estas diferentes y complementarias modalidades de opresión puedan combatirse desde una perspectiva integral. Múltiples colectivos y organizaciones feministas, ancladas en una lucha “interseccional”, hoy levantan la figura de Rosa en movilizaciones y procesos de autoafirmación en todo el sur global, como una referencia clave que, en su época, osó impugnar el monopolio del pensamiento y el quehacer político por parte de los varones, y caracterizar a las mujeres trabajadoras como “las más desposeídas de derechos de todos los desposeídos”, aunque sin dejar de criticar a aquel feminismo burgués que, disociando estas luchas, tendía a subestimar y hasta beber de los frutos de la dominación de clase.
IV
La estrecha relación entre socialismo y democracia, que supone reformular el vínculo entre ambos en función de una perspectiva no instrumental, donde medios y fines se articulan y condicionan mutuamente, a punto tal que el camino es tan importante como la meta, por lo que el ejercicio de una democracia socialista que trascienda las lógicas liberal-burguesas delegativas y pueda hermanar libertad e igualdad, no comienza de acuerdo a Rosa “recién en la tierra prometida”, sino que debe prefigurarse aquí y ahora, en cada resquicio de la vida cotidiana.
V
El activismo en contra de la guerra, la represión estatal y el militarismo, que hoy se actualiza al calor de lo que el zapatismo define como “cuarta guerra mundial”, y que ciertas feministas consideran que tiene al cuerpo de las mujeres y disidencias como principal botín y territorio de disputa. Las huelgas internacionales llamadas con cada vez más fuerza los 8 de marzo, apuntan justamente a denunciar esta violencia sistémica al grito de “¡Vivas nos queremos!”.
VI
La crítica a los formatos ultra-centralistas y burocráticos de organización, que deben ser sustituidos según ella por una organización-proceso, en constante movimiento y dinamismo, democrática y participativa, experimental y abierta al aprendizaje colectivo, en función de los vaivenes de la lucha de clases y de la espontaneidad de las masas. Este tipo de apuesta se advierte en infinidad de movimientos socio-territoriales, colectivos y espacios de auto-organización popular, surgidos en las últimas décadas en América Latina al calor de las resistencias contra el neoliberalismo, que además han sabido generar, tal como pregonaba Rosa, puentes de mutua interacción e instancias de confluencia, durante las sucesivas “oleadas” de lucha callejera, entre activistas que sí se encuentran organizados/as y sectores que, a pesar de no estarlo, demuestran un enorme espíritu de resistencia, creatividad y grandes niveles de autoconciencia.
VII
La búsqueda por articular de manera dialéctica reforma y revolución, que en palabras de Rosa implica “la unión de la lucha cotidiana con la gran tarea de la transformación del mundo”, de manera tal que la primera potencie la conquista de “reformas no reformistas”, habilitando mecanismos de ruptura y focos de contrapoder, a contramano de todo gradualismo y aportando al fortalecimiento de una visión estratégica global que, al mismo tiempo, reimpulse aquellas exigencias y demandas parciales, desde una perspectiva subversiva, emancipatoria y contra-hegemónica de largo aliento.
VIII
El internacionalismo como principio político indeclinable. El anti-imperialismo y la solidaridad activa entre las clases oprimidas del mundo, para ella no estaba supeditada a conveniencias pragmáticas o coyunturales, sino que constituía una actitud ética y una convicción estratégica, que debía ejercitarse a nivel cotidiano y poniendo el cuerpo, no a través de discursos y documentos que se agotaran en la mera retórica de la denuncia. Hoy esta convicción se actualiza como un certero antídoto ante la exacerbación de los nacionalismos, el racismo y la xenofobia, al grito de consignas como “¡Globalicemos la lucha, globalicemos la esperanza!”, que claman los movimientos campesinos latinoa- mericanos, y de acciones directas transfronterizas coordinadas por organizaciones feministas, disidencias y comunidades migrantes que enhebran huelgas políticas en diversos rincones del planeta.
IX
La exigencia del reconocimiento pleno de la plurinacionalidad, en aquellos territorios y casos concretos en los que la autoadministración territorial, la libertad cultural y el uso/recuperación de la lengua autóctona, ameritan ser asumidas como demandas genuinas de pueblos y naciones subyugados, sin que ello equivalga necesariamente a “secesionismo”. Esta iniciativa, que Rosa concibe para realidades como la del vasto y abigarrado territorio ruso, tiene evidentes puntos de contacto con la reivindicación hecha por varios pueblos y nacionalidades indígenas en América Latina, quienes lejos de exigir una separación completa o la creación de un Estado propio en una clave mono-étnica o monolingüe, abogan por un reordenamiento territorial amplio y de carácter plurinacional, donde se supriman las lógicas jerárquicas y racistas y se abra paso a un proceso real de descolonización integral.
X
La extrema sensibilidad y empatía ante la naturaleza, que permite caracterizarla como una de las primeras marxistas que dota de centralidad a la cuestión ecológica y ambiental, al reivindicar una férrea defensa de la totalidad de los seres vivos, así como de la tierra, frente a la voracidad, contaminación y violencia que el capitalismo impone en su sed de acumulación y constante despojo. Existe en Rosa una “afinidad electiva” con las luchas anti-extractivistas, el Buen Vivir y la cosmovisión de numerosos pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes y organizaciones campesinas latinoamericanas, que postulan que la naturaleza, al igual que los seres humanos, tiene derechos que no pueden ser sacrificados en el altar del mal llamado “progreso”.
Todas estas ideas-fuerzas configuran de conjunto un faro de referencia ineludible para refundar al socialismo como proyecto civilizatorio alternativo, frente a la barbarie que nos pretende imponer el capitalismo, el patriarcado y la colonialidad, ya que a diferencia de muchos referentes del marxismo que hoy dejan de ser leídos, o cuyos escritos y propuestas se nos presentan como añejas y parte de lo viejo que aún no termina de morir, Rosa se destaca por su jovialidad, radicalismo e indisciplina, y por su extrema actualidad para este convulsionado siglo XXI que ansiamos transformar de raíz. De ahí que traerla al presente sea, a la vez, una oportunidad para reinstalar estos debates estratégicos en el corazón mismo de las experiencias y proyectos emancipatorios que afloran en nuestro continente.
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