POR FERNANDO PANESSO JIMÉNEZ Y REINALDO GIRALDO DÍAZ /
Israel, apoyado por Estados Unidos, o más bien, Estados Unidos utilizando a su vasallo y títere Benjamín Netanyahu, primer ministro de la principal base militar que tiene Washington, la OTAN y todo el Occidente hegemónico con el fin de detener el mundo árabe de su propia tierra, ha desatado una crisis humanitaria sin precedentes en la región del Medio Oriente. Este conflicto no solo ha tenido un impacto devastador en la Franja de Gaza, donde la pérdida de vidas asciende a cientos de miles, sino que también ha extendido sus tentáculos mortales a Beirut y al Líbano en general, así como a Yemen y, por supuesto, a Irán.
Este escenario catastrófico se ha convertido en un campo de batalla donde el interés estratégico de Estados Unidos se entrelaza con los objetivos expansionistas de Israel. La narrativa en torno a la “lucha contra el terrorismo” y la “defensa de la democracia” se ha utilizado como justificación para acciones militares que han llevado a la destrucción de infraestructuras, despojo de tierras y, lo más doloroso, a la pérdida de vidas inocentes. En este contexto, la población civil ha sido la más afectada, atrapada entre un conflicto que parece no tener fin y que, en su núcleo, es alimentado por intereses políticos y económicos que trascienden fronteras.
El interés de Estados Unidos por controlar a Irán es especialmente evidente, dado que considera a este país como un baluarte de la resistencia al régimen sionista y a sus políticas agresivas. La retórica antiiraní, que ha permeado las acciones de los gobiernos estadounidenses, ha sido instrumental en justificar el apoyo a las acciones israelíes. En este sentido, el régimen iraní es visto no solo como un adversario geopolítico, sino como un obstáculo que debe ser neutralizado para que Israel pueda consolidar su dominio en la región.
Este enfoque no solo ignora la complejidad del conflicto en Medio Oriente, sino que también perpetúa un ciclo de violencia que parece interminable. La narrativa de «usos y abusos» por parte de las potencias occidentales, encarnadas en Estados Unidos, se refleja en las vidas destruidas de millones de personas en Gaza, Líbano, Yemen e Irán. Lo que se erige como un juego de ajedrez geopolítico se traduce en el sufrimiento humano, en un sufrimiento que es profundamente injusto y que clama por ser escuchado en el ámbito internacional.
Los pueblos de buena voluntad en el mundo sentimos el genocidio de nuestros hermanos en Medio Oriente y no avalamos la postura oficial de organismos multilaterales cómplices con el genocidio, como la ONU, los medios corporativos de comunicación y los países y gobiernos alineados con la verdad oficial promocionada por Occidente hegemónico.
Los pueblos del mundo protegemos, cuidamos y defendemos la vida y rechazamos las políticas de enriquecimiento a través de la guerra por parte del aparato militar industrial norteamericano.