Europa, la madame despechada

POR MARCOS ROITMAN ROSENMANN

Tras la Segunda Guerra Mundial Europa perdió privilegios. Aquellos acumulados desde el nacimiento de la cultura grecorromana, rebautizada como civilización occidental y cuna de los derechos humanos a partir del siglo XVIII. Una época de expansión del colonialismo, los imperios y la esclavitud moderna. En el siglo XIX, el poder de Europa occidental era incuestionable.

La Primera Guerra Mundial (1914-18) no afectó su control geopolítico del planeta. Francia, Italia, Gran Bretaña, Suecia o Dinamarca, incluso la derrotada Alemania, renacía bajo una esvástica.

Mientras, en el Nuevo Mundo, Estados Unidos buscaba acotar fronteras y expandir su control sobre el resto del continente. El Destino Manifiesto le dio fuerza constituyente y la Doctrina Monroe le permitió marcar territorio. “América para los americanos”, de EE.UU., claro.

En 1803, compró Luisiana a Francia. En 1846 declaró la guerra a México, anexionándose 2 300 000 mil kilómetros cuadrados, 55 por ciento de su territorio. California, Nevada, Utah, Nuevo México, Arizona, Colorado, sin contar Texas en 1824. Y en 1867, pagó, a los zares de Rusia, 7 millones de dólares en oro, por Alaska. Así consolidó sus fronteras, guerra civil mediante (1861-65). A mediados del siglo XX, controlaba la casi totalidad de los gobiernos de América Latina. Guerras espurias, intervenciones militares, golpes de Estado, amenazas, etcétera.

Ayer, como hoy, el control de las materias primas y la sumisión militar son su objetivo. Así nace el imperialismo estadounidense. Hoy lo reconocemos demandando tierras raras en Ucrania, marcando intenciones en Gaza, deseando anexionarse Canadá, comprar Groenlandia o enviar tropas a Panamá para recuperar el canal. Nada nuevo, salvo las formas. El Tratado de Yalta (1945), la Doctrina Truman (1947), el Plan Marshall (1948) y por último la creación de la OTAN (1949), rediseñaron el poder mundial. Así, en medio de una Europa devastada por el conflicto bélico, endeudada militar y económicamente con Estados Unidos, torció el brazo. Nunca más Europa llevará la voz cantante. Estados Unidos se convirtió en el hegemón. Y así, hasta hoy

La Guerra Fría trajo un nuevo enemigo: la URSS. Comunismo versus libertad. La historia se rescribió para avalar el relato de Occidente. La batalla de Stalingrado quedó sepultada y los 8 millones de soldados soviéticos muertos en combate contra el nazifascismo y otros 4 millones de desaparecidos fueron borrados de la victoria aliada, como también lo fueron los partisanos y tantos civiles, hombres y mujeres de los países ocupados que dieron su vida por hacer posible la caída del Tercer Reich. Los únicos héroes, pasaron a ser los soldados estadunidenses desembarcados en las playas de Utah y Omaha, en Normandía. Películas, series, reportajes, se centran en difundir esta versión espuria de la historia.

Europa les debía pleitesía y cayó rendida a sus pies. Oculta tras la victoria, se encontraba la subordinación militar y geopolítica. Las bombas atómicas lanzadas el 6 y 9 de agosto de 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki dejó en claro quién tenía el poder. Europa se llenó de bases estadunidenses. En la actualidad, según la página web: https://www.descifrandolaguerra.es/mapa-de-las-bases-militaresde-estados-unidos-en-europa/, EE.UU. posee en territorio europeo, 275 bases militares y 100 mil soldados. Alemania encabeza ambas listas con 123 bases y 35 mil efectivos. Le siguen Italia (49), Reino Unido (23), Portugal (20) y Turquía (12). A lo anterior deben sumarse las instalaciones de menos de cuatro hectáreas no contabilizadas en dicho estudio. Tampoco, es menor la compra de material pesado a la industria armamentística norteamericana. Noruega acaba de confirmar la compra de nuevos kits de guía M1156A1 para proyectiles de artillería de 155mm a EE.UU.

Desde 1945 Europa perdió el control del proceso de toma decisiones a escala internacional. Fue desbancada por EE.UU.

Podrán ser consultados como socios aliados, pero no van a condicionar las decisiones previas concebidas desde la Casa Blanca. Aunque se unan, griten y muestren su malestar por el trato displicente.

Y no es cuestión del Gobierno de Trump, que también. Pero hasta ahora, Europa ha sido leal a las poesar de algunas frases de Marx en tal sentido, el trabajo abstracto no puede ser equiparado al trabajo fisiológico, al gasto de fuerza humana de trabajo en general. Rubin muestra además que Marx fue consciente de una posible mala exposición y que intentó aclarar el asunto en la edición francesa. Heinrich considera que no se trata solamente de problemas de exposición, sino principalmente de ambivalencias de Marx. Adicionalmente Rubin reconoce el papel del trabajo fisiológico como condición del trabajo humano abstracto, pero en ningún momento acepta que sea el objeto de la investigación de Marx, con lo cual refuta claramente a Moseley. De otra parte, en este capítulo Rubin es enfático en señalar que el valor y el trabajo abstracto solamente existen en un tipo de sociedad en la cual es dominante el intercambio, en la cual la producción se hace por productores privados formalmente autónomos e independientes. Por tanto, el valor y el trabajo abstracto como su sustancia solo aparecen en este tipo de sociedad, en esta forma específica de producción y reproducción social.

Adicionalmente, si se interpreta el cambio como una fase del proceso de reproducción, para Rubin es claro que los resultados del proceso de trabajo son productos, valores de uso, pero no son todavía mercancía ni valores; son el resultado de un trabajo concreto y útil particular. Solamente en el momento en que se pasa a la fase del cambio adquieren el carácter de mercancías, esto es, adquieren la propiedad objetiva del valor y los trabajos concretos se reducen a trabajo humano abstracto, mediante lo cual el trabajo privado se transforma en trabajo social, en parte del trabajo total de la sociedad. Lo que ocurre es que una vez consolidada la producción mercantil, los productores producen para el cambio, y por tanto antes de vender sus productos, ya en su mente tienen establecido un valor de cambio, y por tanto un valor; es decir, desde el mismo proceso de producción consideran ya el resultado del cambio. Pero esta consideración no significa que sean ya realidad, el valor y el trabajo abstracto existen en el producto solamente en potencia.

En mi opinión, una lectura juiciosa de Rubin, así como una lectura sin prejuicios de Heinrich, le hubiera aclarado muchas cosas a Moseley.

Notas:

[1] Moseley, Fred, “Marx´s Theory of Value in Chapter 1 of Capital. A Critique of Heinrich´s Value-Form Interpretation”, Palgrave Macmillan, 2023.

[2]  https://rebelion.org/la-critica-de-moseley-a-heinrich-sobre-la-interpretacion-de-la-teoria-del-valor/

[3] Rubin, Isaak Illich, Ensayos sobre la teoría marxista del valor, Cuadernos de Pasado y Presente, Ediciones Pasado y Presente, 1974.

[4] Rubin, Isaak Illich, Ensayos sobre la teoría marxista del valor, Cuadernos de Pasado y Presente, Ediciones Pasado y Presente, Buenos Aires, Septiembre de 1974 (traducción de Néstor Miguez); Rubin, Isaak Illich, Essays on Marx´s Theory of Value,  Black and Red, Detroit, 1972 (Translators Miloš Samardžija and Fredy Perlman)

[5]  “El autor ruso Isaac I. Rubin llamó la atención ya en la década de 1920, en una obra sobre la teoría del valor que todavía hoy se lee con provecho, sobre la diferencia entre una determinación “social” y una determinación “fisiológica” del trabajo abstracto. Pero el veía aquí fundamentalmente un problema de exposición (Rubin, 1973, p. 96 y ss. El hecho de que en la crítica marxiana de la economía política no se trata solo de un problema de exposición, sino que también hay ambivalencias fundamentales, lo he mostrado en Heinrich (1999).” (Heinrich, ¿Cómo leer El Capital de Marx?, página 105, Nota a pie de página No 6).

[6]  En la edición en español dice Kautsky lo siguiente: “Por un lado el trabajo se nos presenta como un desgaste productivo de fuerza humana de trabajo en general; por el otro como una actividad humana determinada que persigue un fin determinado. El primer aspecto del trabajo representa el fundamento común de cualquier actividad productiva de los hombres. El segundo aspecto, en cambio, es distinto en las diversas actividades productivas.” (p. 30), Kautsky, El pensamiento económico de Carlos Marx, Editorial La Oveja Negra, abril de 1972).

[7] “Una abstracción semejante, que no se funda en un proceso de pensamiento consciente, sino en una determinada relación (aquí la relación de intercambio de las mercancías), se designa, a diferencia de la abstracción mental, como “abstracción real”. Sohn-Rethel (1973) fue el primero en hacer fructífera esta diferenciación para la interpretación de la teoría marxiana del valor.” (Heinrich, ¿Cómo leer El Capital de Marx?, p. 73, Nota a pie de página No 4).

[8]  En la nota a final de página No 26 Rubin afirma lo siguiente: “En la primera edición alemana de El Capital, Marx resume la diferencia entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto del siguiente modo: “De lo que se ha dicho, se desprende que una mercancía no posee dos formas diferentes de trabajo, sino que uno y el mismo trabajo es definido de maneras diferentes y hasta opuestas según se relacione con el valor de uso de las mercancías como con su producto, o con el valor mercantil como su expresión material” (Kapital, I, 1867, p.13; las bastardillas son de Marx). El valor no es el producto del trabajo, sino que es una expresión material, fetiche, de la actividad laboral de los hombres. Infortunadamente en la segunda edición, Marx remplazó este resumen que subraya el carácter social del trabajo social por la conocida oración final de la sección 2 del capítulo I, que ha suministrado a muchos comentadores una base para entender el trabajo abstracto en un sentido fisiológico: “todo trabajo es, de una parte, gasto de la fuerza humana de trabajo en el sentido fisiológico” (C., I, p.13). Al parecer, el mismo Marx se percató de la inexactitud de la caracterización preliminar del trabajo abstracto que dio en la segunda edición de El Capital. Una prueba notable de esto es que en la edición francesa del tomo I de El Capital (1875), Marx juzgó necesario completar esta caracterización. Allí, en la página 18, Marx dio simultáneamente ambas definiciones del trabajo abstracto; ante todo repite la definición citada de la primera edición de El Capital, después de la cual sigue la definición de la segunda edición. No debe olvidarse que, por regla general, en la edición francesa de El Capital, Marx simplificó y, en algunos lugares, abrevió su exposición. Sin embargo, en este punto consideró necesario completar y complejizar la caracterización del trabajo abstracto, reconociendo así al parecer, la insuficiencia de la definición dada en la segunda edición.” (pp. 347-348).

[9]  La traducción de Floreal Mazia en la Edición de Cartago, inlíticas estadounidenses diseñadas en la guerra ruso-ucraniana por el Pentágono y la OTAN ¿Acaso no fueron los presidentes demócratas Barack Obama y Joe Biden quienes exigieron a sus socios europeos, aumentar el porcentaje del gasto público en defensa?

Hoy, la administración Trump y sus asesores en la Casa Blanca deciden no hacer diplomacia. Sin tapujos, dejan claro quién manda y quién obedece. Más aún, cuando los gobiernos de Europa occidental son conscientes de su papel de gestionar y administrar los intereses del imperio en su zona de influencia. Pero no son el imperio. Trump no hace distingos.

Resulta un esperpento ver como los principales gobernantes de los países de la Unión Europea, se reúnen en Londres para solidarizarse con Volodímir Zelensky y proclamarlo estandarte de la democracia liberal y líder en la lucha por la paz y la defensa de los derechos humanos de Occidente. Sea Emmanuel Macron, Keir Starmer, Friedrich Merz, futuro canciller de Alemania, la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen o Pedro Sánchez, han perdido el norte. Están confundidos. Trump les ha despertado del sueño y les recuerda cuál es su rol en este teatro de operaciones. Y no es otro que ser madame a su servicio. Y eso duele.

La Jornada, México.