Futuro incierto en Ecuador: triunfo electoral de la derecha profundiza modelo neoliberal mediante privatización de sectores estratégicos del Estado

CRONICÓN.NET /

El programa de gobierno del cuestionado banquero Guillermo Lasso Mendoza, quien ganó los comicios presidenciales en Ecuador del pasado 11 de abril tras una agresiva campaña sucia difundida de manera sistemática por el sicariato mediático del oligopolio informativo de este país, es muy similar al del catastrófico mandato de Mauricio Macri en Argentina, que dejó a esta nación en las ruinas, tras su paso nefasto por la Casa Rosada.

Privatización del Banco Central del Ecuador, el ente a través del cual se formulan las políticas monetarias, crediticias, cambiarias y financieras, pasará al control del sector bancario especulador del país, lo que viene persiguiendo desde años Lasso Mendoza, accionista mayoritario del Banco de Guayaquil y quien es un convencido de profundizar aún más el modelo neoliberal para sacar de la “crisis” en que deja al país el impresentable Lenín Moreno, quien traicionó desde un principio de su gestión los postulados de la Revolución Ciudadana que lideró el expresidente Rafael Correa y en virtud de los cuales fue elegido en 2017.

Además, el nuevo mandatario del Ecuador, al igual que Macri, tiene proyectado ejecutar una reforma para flexibilizar las condiciones laborales (léase precarizar), así como privatizar la salud, la educación y los sectores estratégicos mediante la venta de las hidroeléctricas y refinerías que dejó potenciando el gobierno de Correa, a  bajo precio para beneficio del capital financiero y las voraces transnacionales. Y para completar el panorama, durante el mandato de Lasso la economía ecuatoriana estará sometida a los parámetros que ordene el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Se trata, en definitiva de barrer la herencia correísta y convertir al Ecuador en otro laboratorio neoliberal con los consecuentes efectos de pauperización social de las grandes mayorías de la población, para lo cual cuenta con el decidido y entusiasta respaldo de la mafiosa derecha de ese país y de una buena parte del sector indígena caracterizado por ser aliado histórico de los gobiernos conservadores.

El resultado de esta segunda vuelta presidencial contradijo lo que indicaban la mayoría de las encuestadoras, algo que no es atípico en los procesos electorales. El candidato de la Revolución Ciudadana, Andrés Arauz, tenía números favorables luego de su victoria en primera vuelta, con casi 13 puntos de diferencia sobre Lasso, una distancia que, eso sí marcaron los sondeos, se redujo a medida que avanzaba la campaña. Las proyecciones mostraban un ascenso de Lasso, un alto porcentaje de votos nulos y blancos, y el lento crecimiento de Arauz manteniéndose primero. Lo que pocas anticiparon fue el resultado final.

Diversas son las razones para explicar por qué ganó Lasso un cuestionado banquero, perteneciente al Opus Dei, quien incrementó su fortuna gracias al feriado bancario de 1999 (una estafa pública generalizada) y que había sido derrotado en el 2017 por Lenín Moreno y en el 2013 por Rafael Correa, motivos que hacen a las estrategias de cada campaña, las características de las fuerzas políticas enfrentadas, así como al escenario en el cual se dio la contienda. Cada parte, independiente, guarda a su vez relación con la otra.

En primer lugar, la candidatura de Arauz fue producto de la situación a la cual estaba enfrentado el correísmo: una persecución política emprendida por el propio gobierno felón de Lenín Moreno, contra el principal líder  del movimiento político residiendo en Bélgica. El sector conducido por Correa llegó a la contienda luego de varios años de enfrentar causas judiciales en un profundo proceso de lawfare (guerra jurídica), con dirigentes fuera del país, otros bajo amenaza de sentencias, en la cárcel, o retirados de la actividad política producto de la descarga política, judicial y mediática en contra de la revolución ciudadana.

De otra parte, el correísmo se enfrentó a una campaña con una estructura organizativa muy débil, habida cuenta que el gobierno de Lenín Moreno lo despojó de su partido Alianza País. De esta manera, la ausencia en la Revolución Ciudadana de un partido político -no únicamente electoral-,  le dificultó consolidar el proceso de nuclear los movimientos sociales y territoriales, lo que fue aprovechado por sus adversarios que lograron cooptar y comprar adherentes, empezando por la traición de Moreno.

Así las cosas, la campaña propiamente dicha presentó dificultades, con un movimiento perseguido, poca estructura política, y la complejidad en la construcción de la figura de Arauz en particular en la relación -en términos de campaña- con Correa. ¿Cómo lograr el voto duro de la revolución ciudadana y a su vez ampliar hasta la mayoría? Esa fue una de las principales preguntas, en un escenario político marcado por el clivaje correismo/anti-correismo y la dificultad para trasladarlo a otro, como neoliberalismo/anti-neoliberalismo, o banca/país.

El clivaje correismo/anti-correismo fue uno de los puntos alrededor de los cuales Lasso logró ampliar su caudal electoral hasta alcanzar la mayoría. El anti-correismo, presente en la sociedad producto de varias razones -entre ellas la campaña sistemática de acusación de corrupción- le permitió a Lasso acercar votos de quienes no votarían por la Revolución Ciudadana. Fue también un elemento determinante para comprender el posicionamiento de las fuerzas políticas, en particular del indígena Yaku Pérez, apoyado por la Embajada de los Estados Unidos y la Socialdemocracia europea, y el empresario conservador Xavier Hervas que se travistió como de ‘izquierda”, y quienes lograron el tercero y el cuarto puesto respectivamente en la primera vuelta.

Arauz realizó un llamado a la conformación de un bloque progresista, plurinacional y socialdemócrata, es decir la Revolución Ciudadana, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), e Izquierda Democrática. Sin embargo, el clivaje del anti-correismo redujo esa posibilidad, y tanto Pérez/Conaie y Hervas optaron por no posicionarse directamente por ninguno de los dos candidatos. En el caso del movimiento indígena, con disputas internas respecto a las alianzas, la decisión fue llamar al “voto nulo ideológico”. Ello tuvo una influencia notable por cuanto que la cifra de ciudadanos que optaron por la opción de anular alcanzó 1.739.870 de votos del total de 10.675.362 electores.

Lasso contó además para su campaña con dos elementos centrales: el apoyo de los principales medios de comunicación del país, y una estrategia comunicacional que acertó en su mensaje, con un fuerte financiamiento, y un despliegue de recursos de campaña sucia. Construyó así un discurso y estética, una ficción de su historia y propuesta político-económica para el país que quedará progresivamente al descubierto a medida que avance su gobierno.

El horizonte que se abre con su victoria es el de la profundización neoliberal, en particular el dominio del capital financiero, del cual es parte. La dinámica de resistencias a esa agenda estará marcada, en parte, por cómo se posicionen los indígenas y su dirigencia de la Conaie en función de sus disputas internas -tendrá elección de autoridades en mayo-, y cómo el correísmo proyecte su estrategia para esta nueva etapa.

La mayoría de los ecuatorianos optó por la opción de ultraderecha que representa Lasso que prácticamente es la continuación del nefasto gobierno de Moreno. El tiempo mostrará los resultados y consecuencias de esta decisión política ciudadana.

El mapa latinoamericano seguirá, por ahora, con el mismo tablero de fuerzas. La victoria de Lasso indica que el continente está en un contexto de disputas entre proyectos sin hegemonías claras. Las próximas elecciones presidenciales en Perú, Chile y Brasil, arrojarán más conclusiones para pensar la compleja coyuntura política y socioeconómica del hemisferio atravesada además por los efectos de la crisis pandémica que acorrala al mundo.

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