POR ALFONSO AVELLANEDA CUSARÍA
La protesta pacífica y por demás legítima de los campesinos de las veredas de Sativa y La Bolsa del municipio boyacense de Paipa contra la actividad minería viola los derechos al territorio, al ambiente sano, al agua limpia, a la tranquilidad y al bienestar de las comunidades, es histórica para esta región, ya que constituye la más prolongada, decidida y organizada acción de una comunidad por la defensa del territorio.
En medio de esta manifestación de democracia participativa, durante 36 días se resistieron las provocaciones de los mineros que con sus volquetas y ruido ensordecedor amenazaron a los manifestantes, así como de la Policía Nacional mandada por la Alcaldía para instigar respuestas violentas de la comunidad y de esta manera tener una disculpa de destruir la protesta pacífica.
Igualmente se resistió a los provocadores e infiltrados que desde dentro tomaban datos, grabaron el quehacer de la comunidad para informar detalladamente al minero mayor e incitar respuestas agresivas. Se toleró también las acciones de desinformación de la prensa local, como la estación radial La Paz que en todo momento quiso ridiculizar la acción campesina. Y qué decir de los políticos oportunistas que quisieron desmotivar la resistencia pacífica. Ninguna de estas provocaciones pudieron desestabilizar la acción democrática de las comunidades campesinas de Sativa y La Bolsa, que salieron fortalecidas, alegres, fuertes en su cuerpo y espíritu, llenas de amor por sí mismas y por su territorio.
El papel de las mujeres en el cuidado de la comunidad fue fundamental por el cariño que irradiaron en cada momento, de los viejos llenos de valor y de una mente abierta al diálogo y la defensa del terruño, de los jóvenes que apoyaron con sus manifestaciones culturales. Todo esto es una herencia viva de la memoria colectiva de los campesinos que proyectó al presente el espíritu de nuestros ancestros muiscas y que llevó a que en las máximas instancias del Estado y gobierno se reconociera su lucha.
El llanto de los mayores por la destrucción de la Silla del Diablo y de parte del histórico camino real Los Callejones por parte de la fuerza irracional del Monstruo de la Montaña, expresa la fortaleza de la identidad territorial y se prolongará en las siguientes generaciones por encima de las pretensiones de las mentes destructoras del territorio. Una gran lección de vida que se ha sembrado para siempre en la memoria colectiva de Paipa.
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