Guerra arancelaria mundial decretada por Trump, en curso

Por las complejas circunstancias por las que atraviesa EE.UU., difícilmente Donald Trump puede salirse con las suyas ante una sólida China liderada por Xi Jinping.

POR JOSÉ ARNULFO BAYONA* /

La nueva “Orden Ejecutiva” del convicto Presidente norteamericano, presentada el pasado 25 de marzo en rueda de prensa como “el día de la liberación de EE.UU.”, consistió en la imposición de manera unilateral de un paquetazo tarifario de “aranceles recíprocos” a más de 170 países del mundo.

La nueva tarifa arancelaria a los países que venden sus productos a los Estados Unidos será del 10 %; pero, a ciertos países les impuso aranceles más elevados, como, Vietnam 46 %; Myanmar 44 %; Taiwán 32 %; el pequeño territorio francés de Saint Pierre y Miquelón 50 %; Lesoto, pequeño país africano 50 %; Canadá, México y la Unión Europea (UE) 25 %; Japón 24 %; y a China, con alto grado de ensañamiento progresivo, le elevó los aranceles, primero del 10 % al 34 % , luego al 125 %, después al 145 % y finalmente a 245 %.

José Arnulfo Bayona

Trump justificó la imposición de aranceles como un acto de “liberación económica”, “una victoria patriótica”, para presentarse como el “salvador” de la economía estadounidense y reforzar su discurso de “América first” (primero). Igualmente, usó la expresión “death by China” (muerte por China”), tomada de un documental de su principal asesor comercial Peter Navarro sobre el gigante asiático, para vender la idea de que esta nación está matando la economía norteamericana, mediante prácticas del dumping, robo de propiedad intelectual, manipulación monetaria, exceso de importaciones que destruyen la industria nacional, etc., y, de esta manera, sembrar la alarma de que China destruye la clase trabajadora y se roba la riqueza del país imperial.

Sin duda alguna, China, que superó al hegemón norteamericano y se posicionó como la primera potencia comercial del mundo, es el blanco principal de la guerra arancelaria del Gobierno del presidente supremacista gringo.

La reacción de los países agredidos fue variada, todos anunciaron la imposición de aranceles en represalia a los productos que le compran a los Estados Unidos. La Unión Europea reclamó la negociación, México hizo lo propio, China impuso tarifas arancelarias equivalentes, denunció a EE.UU. ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), acusó al Gobierno de Trump de violar los acuerdos internacionales y se declaró abierto a la negociación bajo el respeto a la soberanía y en igualdad de condiciones.

Trump le ha declarado la guerra comercial al dragón chino: las consecuencias se sentirán en breve lapso.

Pero, además de la crisis generada en el comercio internacional, las consecuencias inmediatas fueron extremadamente graves, The Wall Street Journal, denunció que Trump “por su guerra arancelaria” provocó el pánico del mercado bursátil e hizo que, de la noche a la mañana “borrara del mapa” US$6 billones; las bolsas tanto de EE.UU. como del resto del mundo se desplomaron, Dow Jones perdió más de 4.000 puntos en dos días, S&P500 cayó en 6.5 %, Nasdaq cayó 11 %; la volatilidad del mercado superó los niveles que se vieron durante la pandemia del Covid-19. Lo mismo sucedió en los mercados de Asia y Europa.

La crisis se agravó tras el anuncio de China de un nuevo incremento al 84 % en los aranceles a los productos importados desde las Estados Unidos, como respuesta a la subida al 125 % a los productos chinos.

El proteccionismo extremo del Gobierno de Trump también impuso nuevos aranceles a productos tecnológicos, como baterías y demás componentes fabricados en China, Corea del Sur, Alemania y otros, las cuales afectan a las grandes corporaciones, como Tesla del principal financiador y socio de Trump, que depende de la red global de suministros, cuya cotización cayó en más del 35 % de su valor y, con ello, en un abrir y cerrar de ojos, su fortuna disminuyó en más de US$100.000 millones, situación que lo llevó a declarar que era partidario de llevar los aranceles a cero, en claro distanciamiento del magnate Presidente, ante lo cual ahora es una de sus víctimas. (María Dávila. Diario AS).

Otros perdedores fueron Nvidia con una pérdida de US$5.500 millones y caída del 7 % en el precio de sus acciones. Apple, con caída del 35 % de sus acciones y pérdida de US$446 millones. Microsoft JP Morgan, BlackRock con el 4%. El desconcierto y el descontento entre las filas de sus portentosos aliados ha provocado que analistas económicos que apoyaron Trump, consideren que se trata del “acto de auto daño económico más asombroso en la historia de los Estados Unidos”.

Además, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, declaró que las medidas arancelarias causaron “mayor riesgo de desempleo, una mayor inflación y desaceleración del crecimiento económico de Estados Unidos”. Fuego amigo desde las entrañas del imperio.

El pueblo, principalmente la clase trabajadora, explotó y millones de estadounidenses se tomaron las calles en 1400 ciudades de los 50 estados, para protestar contra las políticas autoritarias y plutocráticas del Presidente yanqui y su aliado, el magnate Elon Musk, protestas que se extendieron a diversas ciudades europeas, convocadas, no por el Partido Demócrata, cuyos dirigentes aún no se reponen, ni se interesan en la protesta popular, sino por una coalición diversa de organizaciones sociales, comunitarias y políticas que expresan y canalizan el descontento popular, agitando consignas como, “Manos fuera”; “Elon, nadie votó por ti”; “Esto es un golpe”; “Los patriotas le hacen frente” “Deporten a Musk, destronen a Trump”; “Queríais huevos baratos y conseguisteis sarampión”;  ´No es mi Presidente”.

El autócrata mandatario se vio obligado a recular y, entre ridículo histrionismo y prepotencia mesiánica, en rueda de prensa anunció el aplazamiento de todas las medidas arancelarias por 90 días, a todos los países menos a China, a quien le subió aranceles al 145 % y se refirió en términos retadores: “Así que alguien, lo siento, alguien tiene que hacer esto, (MAGA), soy el elegido (mira al cielo), alguien tiene que hacerlo, entonces, voy a competir con China en comercio, quiero desafiar a China en comercio”; ”¿sabes qué? Ganamos porque somos la hucha (alcancía de los EE.UU.) Somos Estados Unidos a quien todos estos países quieren robar y sacar ventaja”; “lo siento la gente me puso aquí para hacer un gran trabajo y lo estamos haciendo”.

Su auto aclamación como “el elegido” la tomó prestada del sionismo: “Somos el pueblo elegido”. Luego mintió y dijo que “más de 70 países llamaron porque querían venir a besarme el trasero” para pedir clemencia y negociación de las tarifas. Luego la vocera de la Casa Blanca se refirió solo a 20 países.

Es evidente que Trump mantuvo la política bipartidista de promover y preparar una guerra contra China, a la que considera el enemigo principal en la disputa geopolítica por la hegemonía mundial, por algo no incluyó a Rusia en la guerra arancelaria.

En este contexto, la intención de Trump es imponer una nueva agenda comercial global ventajosa para las oligarquías gringas; así quedó claro en palabras de la portavoz de la Casa Blanca, Carolin Levy: “El Presidente está intentando negociar la agenda comercial global, que ha estafado al pueblo estadounidense durante demasiado tiempo”.

La respuesta de China a la provocación con las descabelladas tarifas arancelarias impuesta por Trump, ha sido enérgica, aplomada, seria y contundente; ha dejado al mandatario norteamericano en estado de desesperación, a la espera de que el Gobierno chino acuda a ahincar la rodilla y clamar por una negociación de nuevos aranceles.

Las declaraciones del mandatario chino Xi Jinping fueron concluyentes, calificó los aranceles masivos de “juego peligroso”; dijo que “no hay ganadores en una guerra comercial” y que “no prestaremos atención al juego de las cifras arancelarias” que se incrementaron hasta el 245 %.

Además, reclamó por “mantener abiertas las cadenas globales de suministro y fortalecer la cooperación multilateral” y remató con contundencia: “Si lo que Estados Unidos quiere es una guerra, ya sea una guerra arancelaria, una guerra comercial, o cualquier otro tipo de guerra, estamos listos para luchar hasta el final”. Dejó claro también que además de las contramedidas arancelarias, China está dispuesta a responder en cualquier escalada de conflicto, sea económica, comercial o incluso militar. Y, así ha procedido, impuso controles y restricciones comerciales no arancelarias contra empresas gringas como Dupont y Google, acusándolas de prácticas abusivas y desleales; redujo los cupos para películas de Hollywood, ordenó inspecciones aduaneras a productos agrícolas y electrónicos provenientes de EE.UU. y prohibió las exportaciones de minerales críticos, como tierras raras, esenciales para la fabricación de semiconductores y baterías, que pusieron en jaque las industrias tecnológicas estadounidenses.

China controla entre el 70 % y el 90 % de estas materias primas, sin las cuales, EE.UU. verá paralizarse la construcción de drones, armas, aviones y demás productos de la industria militar yanqui. Con todas estas y otras medidas, como la ampliación del mercado interno, la reducción de las tasas de interés, subsidios a la agricultura, etc., China, silenciosamente y sin las estridencias trumpistas, pasó a la ofensiva y tiene contra las cuerdas al chantajista mandatario norteamericano.

Este mandato oligárquico, al servicio de la plutocracia estadounidense, ha acelerado la crisis y provocado la ruptura del pacto bipartidista que durante décadas definió las políticas económicas, laborales, judiciales, de comercio mundial y de relaciones internacionales, incluidas las relaciones con el gigante asiático.

La cúpula del Partido Demócrata está atravesada por una crisis que le impide responder a la arremetida de la fracción republicana mayoritaria trumpista. La respuesta, que irrumpió multitudinaria y contundente, está liderada por una nueva coalición de fuerzas y organizaciones sociales, de trabajadores, comunitarias, políticas, de movimientos feministas, LGBTIQW+, etc., de las que forman parte los congresistas socialdemócratas del partido demócrata, Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), quienes adelantan una gira nacional, titulada “Combatir la oligarquía” que moviliza decenas de miles de estadounidenses, cuyos mensajes se centran en denunciar la corrupción, combatir el régimen autoritario y la concentración del poder económico en “seis poderosos billonarios” y denunciar los recortes a los programas sociales, como el Medicare y los despidos de decenas de miles de trabajadores públicos; además de protestar por la influencia de multimillonarios como Elon Musk en la administración autoritaria de Trump; la corrupción legislativa y la erosión de los derechos civiles, al tiempo que promueven la movilización por la justicia social y económica.

La crisis política y social que se desarrolla en los Estados Unidos es, sin duda, una crisis de dirección política del capitalismo norteamericano que es también una crisis de dirección del sistema capitalista en el mundo.

Las fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias del mundo deberían ponerse a tono y superar su ya larga crisis de dirección abocándose a la construcción de una alternativa internacional y en cada país, para avanzar en procesos de luchas emancipatorias, democráticas, por un nuevo mundo posible.

@TrinoSocialista

*Miembro de la Red Socialista de Colombia y Fiscal de la Asociación Nacional de Educadores Pensionados (ANEP).