POR NÉSTOR KOHAN
En tiempos de negacionismo, impostada “nostalgia” por la dictadura militar argentina y apología bochornosa del neonazismo, la lucha histórica de las Madres de Plaza de Mayo continuará marcando el camino. Y Hebe nunca se irá de nuestros corazones.
No fue la única madre de Plaza de Mayo ni tampoco la primera. Pero muy probablemente sea la más conocida. Se ganó ese lugar peleando, en primera fila, en plena dictadura. Vehemente, apasionada, siempre polémica, Hebe se queda en lo mejor de la historia del pueblo argentino. Una de las banderas inconfundibles de la Patria Grande.
Los torturadores, secuestradores y desaparecedores, perros sirvientes del empresariado y las multinacionales, seguirán teniéndole miedo para siempre. A ella, a todas las madres (de ambas líneas), a las abuelas, a los hijos y las hijas.
Quisieron enlodar a Hebe (y su pañuelo blanco) con operaciones de inteligencia, pretendiendo ligarla a dinero sucio. Como eso generó resistencia y muchas discusiones en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, uno de los personajes sombríos, encargado de la tarea sucia, confesó en un libro “Me llevó seis años erradicar a todos los troscos” [sic]. El objetivo era, claramente, dinamitar el mito, destruir su prestigio ético y moral de alcance internacional, deslegitimar su lucha histórica.
No pudieron. Nunca podrán. Aunque vandalicen los pañuelos. Aunque los mafiosos de la lumpen-burguesía, dueños de la TV, los diarios y toda la economía argentina, continúen despotricando contra “el curro de los derechos humanos” [sic], según el lenguaje de cloaca al que nos tienen acostumbrados. (En Argentina “curro” no significa trabajo, sino robo).
Varias generaciones nos formamos en diversas militancias junto a Hebe y las Madres, desde la dictadura militar en adelante. Las bancamos en mil disputas, movilizaciones, iniciativas, marchas y rondas. Sin obsecuencia. Discutiendo cuando había que discutir. De frente, cara a cara e incluso por escrito. Pero sabiendo siempre de qué lado de la barricada y la lucha de clases hay que ubicarse.
Cuando los mercenarios de los grandes monopolios de (des)información intentaron convocarnos para el insulto contra Hebe, les dimos la espalda sin dudar un segundo. Idéntica actitud adoptaron otros compañeros y compañeras. Con el enemigo… “ni un tantito así”, como dijo alguien a quien Hebe admiraba mucho.
Gracias Hebe, muchas gracias. Acá no termina nada. La lucha sigue.
¡Hasta la victoria, siempre!
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