POR ALBERTO MALDONADO COPELLO /
El capítulo 6, La teoría monetaria del valor, se divide en cinco secciones: 1) la crítica a la teoría del valor trabajo de Marx; 2) la teoría del valor entre naturalismo y teoría de la sociedad; 3) Análisis de la forma del valor, proceso de cambio y dinero; 4) El problema de la mercancía dinero; 5) Dinero y circulación simple- la no neutralidad del dinero.
La traducción y notas de este capítulo se divide en dos partes. En esta segunda abordamos las secciones 3, 4 y 5. En la primera parte abordamos las secciones 1 y 2.
Sección 3. Análisis de la forma del valor, proceso de cambio y dinero
Señala Heinrich que el análisis de la forma valor ha sido ignorada durante mucho tiempo, tanto por los críticos de la teoría del valor de Marx como por parte de autores marxistas. Plantea que se debe a los trabajos de Backhaus que dicha teoría ha conquistado una posición central en el debate sobre la teoría del valor, por lo menos en Alemania occidental. Backhaus señala que la teoría marxista del valor (que considera distinta de la teoría marxiana del valor) y la teoría subjetiva del valor, tienen puntos en común, dado que las dos separan la teoría del valor de la teoría del dinero; las dos están orientadas hacia una economía sin dinero, en la cual el dinero aparece solamente como algo adicional al trueque, un elemento que no tiene influencia sobre la concepción verdadera y apropiada del valor. En este sentido, estas dos serían teorías premonetarias del valor. Marx tiene un enfoque diferente y concibe su teoría como una crítica de las teorías premonetarias. La teoría del valor sería esencialmente una teoría del dinero (p. 322).
Marx dejó cuatro exposiciones diferentes sobre el análisis de la forma del valor: en la Contribución a la crítica de 1859, en el primer capítulo de la primera edición en 1867, en el apéndice del primer capítulo en la primera edición, y en el primer capítulo de la segunda edición en 1872. En las páginas 322 y 323, Heinrich menciona los diversos cambios introducidos por Marx, y algunas razones para hacer énfasis en ciertos aspectos de la exposición, como por ejemplo, la respuesta a Bailey de su crítica a Ricardo.
Marx reivindica que la forma de valor, o la expresión de valor de la mercancía, surge de la naturaleza del valor de la mercancía y no al contrario; el valor y la magnitud de valor no surgen del modo de expresarse la mercancía como valor de cambio. Desde el apéndice de la primera edición Marx muestra que el valor de la mercancía tiene necesidad de una forma de valor propia; en el cuerpo propio de la mercancía solo se observa el valor de uso, el valor es una propiedad social que solo puede manifestarse en la relación de cambio con otra mercancía.
La afirmación según la cual el valor hace necesaria la forma valor, dado que no podría manifestarse en la mercancía en sí misma, es a menudo interpretada en el sentido de que en las dos primeras secciones del primer capítulo, Marx ya habría expuesto, con la sustancia del valor, la esencia del valor, y en la tercera sección se trataría solamente de añadir la forma fenoménica de esta esencia (p. 324).
Heinrich considera que en tales interpretaciones no se considera el hecho de que la objetividad de valor de las mercancías no puede existir independientemente de su forma fenoménica o fuera de ella. Otro autor ha señalado que al final de la segunda sección no se puede todavía dar por establecido un concepto de valor completamente determinado, el cual solo necesitaría todavía la forma fenoménica correspondiente, que sería accidental. En nota a pie señala Heinrich que le parece que aquí se encuentra el riesgo de utilizar la pareja conceptual esencia y fenómeno, considerando que la esencia es aquello que cuenta verdaderamente y el fenómeno es algo adicional que no es de verdad el punto en cuestión. (p. 325).
Pero el hecho es que la objetividad de valor de la mercancía solo puede existir en la relación de valor, y no por fuera de ella. Esto lo plantea Marx con mayor claridad en el Manuscrito de adiciones y comentarios; allí señala que la objetividad de valor es una objetividad compartida de las mercancías y por tanto las mercancías poseen esta objetividad social solo como relación social. La objetividad de valor no puede en modo alguno adherirse a un producto del trabajo tomado aisladamente; por tanto, el valor de una mercancía solo puede manifestarse en una relación en la cual dicha mercancía se relaciona con otra como valor.
Si se entiende la objetividad de valor de las mercancías como objetividad compartida, no hay fundamento objetivo para interpretar el análisis de la forma de valor como una fractura en la exposición o como un segundo inicio. Esta interpretación del análisis de la forma valor aparece convincente solo a condición de entender la sustancia de valor como un sustrato inmanente y la objetividad de valor como una propiedad que pertenece individualmente a las mercancías, un punto de vista que encuentra sustento en algunas ambivalencias de Marx. (p. 325).
Hay una diferencia significativa entre el análisis de la relación de cambio en la primera sección y el análisis que se realiza en la tercera sección; en el primer capítulo Marx entiende la relación de cambio como una relación de igualdad (existente solo en el cambio) de los trabajos privados contenidos en ambas mercancías. En la parte dedicada a la forma del valor la relación de cambio es definida como una polaridad, en cuyo análisis se presupone el resultado del examen de la relación de igualdad. Sobre esto ha habido interpretaciones diversas: se trataría de una exposición inconexa, de la integración de dos vías lógicas, de la existencia de contradicciones e incluso de un irracionalismo metodológico (en vez de concluir a partir de las contradicciones que la teoría está equivocada, afirmar que las contradicciones se deben a la realidad). El punto para algunos es que en la relación de igualdad, se toma el trabajo abstracto como medida de los valores mientras que en la relación de polaridad, una mercancía, la equivalente, es tomada al mismo tiempo como medida del valor, lo cual sería inadmisible. Heinrich responde que lo que critican autores como Becker es el procedimiento ordinario en el cual ocurre cualquier medición (p. 326).
Marx comienza su análisis de la mercancía examinando la relación de cambio M-M. De este examen surge que la relación “es valor de cambio de” es una relación de equivalencia dentro del conjunto de las cantidades de mercancías y que esta relación de equivalencia encuentra fundamento en la paridad de valores de las mercancías cambiadas. La objetividad de valor de una mercancía adquiere forma social en su valor de cambio (p. 326). Si la mercancía B es el valor de cambio de la mercancía A, las dos mercancías no están solamente equiparadas una a la otra, sino que el valor de la mercancía A es expresado como una determinada cantidad de la mercancía B. Las dos mercancías juegan papeles distintos, son una relación polar.
Esta polaridad es una propiedad de la relación “es valor de cambio de” al nivel del contenido: expresa algo sobre la relación entre dos elementos que entran en esta relación. El hecho de que esta relación sea una relación de equivalencia expresa algo acerca de la extensión de la relación sobre el conjunto subyacente de elementos.
Marx examina la forma simple de valor y explica la polaridad existente, pero ve que esta forma es insuficiente e inadecuada y por tanto debe ser superada, lo cual lleva a la forma desarrollada o total, que también es insuficiente y conduce a la forma general del valor. Solo la forma general del valor expresa en forma adecuada el valor de las mercancías. Solo en este punto el valor de cada mercancía es distinto no solo del valor de uso de aquella mercancía, sino de cualquier valor de uso, y solamente gracias a esto se expresa como algo común que tiene con todas las mercancías. Solo esta forma refiere efectivamente las mercancías, unas a las otras como valores, es decir, las hace manifestarse recíprocamente como valores de cambio. (pp. 327-328). Una mercancía obtiene expresión universal de valor porque, al mismo tiempo, todas las otras mercancías expresan su valor en el mismo equivalente. Así viene a la luz la objetividad de valor de las mercancías, dado que esa es la pura y simple existencia social de estas cosas y puede ser expresada solamente mediante su relación social omnilateral. (p. 328).
Los partidarios de una concepción lógico-histórica de la dialéctica interpretan el desarrollo de la forma de valor como una exposición abstracta del desarrollo histórico de las relaciones de cambio. (p. 328). Heinrich refuta la posición de Backhaus sobre este asunto y considera que se trata más bien de un esfuerzo por popularizar la exposición.
La forma dinero no aparece desarrollada en el análisis de la forma valor en la Contribución ni en el texto del capítulo 1 de la primera edición de El Capital. Esto aparece por primera vez en el apéndice a la primera edición. En la introducción del análisis de la forma del valor en la segunda edición se define directamente como objetivo de la exposición entera la deducción de la forma dinero; comúnmente el análisis de la forma valor se entiende como deducción dialéctica del dinero, a menudo sin distinguir entre forma dinero y dinero. (p. 329). En los dos primeros textos sobre el tema el dinero es desarrollado como resultado del proceso de cambio.
En la segunda edición reemplaza la cuarta forma del valor incluida en la primera edición por la forma dinero, pero esto conduce a una fractura en la exposición dialéctica del valor. Mientras que la transición de la forma simple a la forma total y de la forma total a la forma general del valor es desarrollada en Marx a partir de carencias conceptuales de las formas precedentes, entre la forma general y la forma dinero, no hay ninguna diferencia formal. Se trata de que la forma general, que en principio puede ser cualquier mercancía, se funde ahora por la costumbre social con la forma natural de una mercancía. Aquí no hay un movimiento a otro nivel teórico, se pasa del desarrollo conceptual de la forma a la costumbre social, es decir, a las acciones de los poseedores de mercancías (p. 330).
Para Heinrich, la introducción de la forma dinero tiene un propósito de popularización pero tiene un precio: se interrumpe el riguroso desarrollo dialéctico de la forma valor. Además, Marx con esta inclusión de la forma dinero borra también la diferencia conceptual entre el análisis formal de la mercancía y el examen del proceso de cambio. En la mayor parte de las interpretaciones de El Capital, por tanto, el examen del proceso de cambio es visto como nada más que una repetición de la deducción del dinero. (p. 331). De otra parte, conduce a la tesis de que hay un empobrecimiento de la dialéctica (Gohler). Esta tesis se basa en el hecho de asumir que Marx tiene dos deducciones del dinero: a) en la Contribución el dinero sería resultado del proceso de cambio, sin un análisis precedente de la forma valor; b) en El Capital sería un resultado de la forma valor sin un análisis del proceso de cambio.
En la segunda edición, aunque hay un análisis a profundidad de la forma valor, el dinero continua siendo deducido del proceso de cambio. Heinrich insiste en que en la segunda edición se esfuma la diferencia conceptual entre el análisis de la forma de la mercancía y el examen del proceso de cambio; en la primera edición, por el contrario, Marx hacía referencia explícita.
Repaso de la exposición de Marx
En la primera sección del primer capítulo de la primera edición, se habla de la mercancía en cuanto tal, de la forma mercancía del producto del trabajo. Aquí, el objeto teórico que constituye la materia de indagación no se confunde con la mercancía antes de su entrada en el proceso de cambio: el primero y el segundo capítulo no tematizan una secuencia temporal sino diferentes planos de indagación. Ciertamente, la mercancía en cuanto tal es considerada también en la relación de cambio (la mercancía sin cambio no es mercancía, sino simplemente producto), pero no en el proceso de cambio efectivo.
En tal sentido, el objeto, en principio, no es más que la mercancía pensada. También en la exposición de las formas de valor Marx no tiene que ver con el cambio efectivo, sino siempre solo con la mercancía en cuanto tal. Marx muestra aquí que el valor de la mercancía no puede manifestarse en ella misma, y necesita, por tanto, para poder manifestarse, de una forma objetiva propia. (p. 332).
La forma general de valor es la forma fenoménica adecuada al valor, es decir, la única forma en la cual el valor de la mercancía existe de verdad como valor, (p. 332). Pero se trata aquí de las determinaciones teóricas de la mercancía en cuanto tal y no de su proceso de cambio efectivo. Cita en nota pie de página a Marx, en la primera edición, quien afirma que la cosa de fundamental importancia era descubrir el nexo interno necesario entre forma de valor, sustancia de valor y magnitud de valor, es decir, expresado en términos ideales, demostrar que la forma del valor se genera del concepto del valor. No es acertada la crítica que afirma que Marx deduce, en el análisis de la forma del valor, el dinero del trueque. La forma simple de valor no es un proceso de cambio efectivo, como el trueque, ni el análisis de la forma del valor (en su contenido conceptual) tiene el objetivo de deducir el dinero. Pero este último asunto es oscurecido por la inserción de la forma dinero por parte de Marx.
Dos planos de análisis distintos. Las determinaciones formales de este objeto teórico, la mercancía solamente pensada, la mercancía en cuanto tal, pueden ser expuestas dialécticamente, es decir, como relación de desarrollo entre diversas determinaciones formales. El examen del proceso de cambio, por el contrario, no se ocupa más de esa mercancía pensada, sino de las relaciones efectivas entre las mercancías; se trata por tanto de un plano de análisis completamente distinto, porque las mercancías no entran efectivamente en relación mediante su forma de valor, sino mediante su intercambio, y esto último solo puede ser realizado por los poseedores de las mercancías.
En nota a pie de página presenta la distinción entre relación pensada y relación efectiva. Cuando aquí nos centramos en la diferencia entre relaciones pensadas y relaciones efectivas, no se debe concluir que en el primer capítulo se hace teoría, mientras que en el segundo se habla de la realidad efectiva, contrapuesta a la teoría. Tanto la mercancía en cuanto tal, como en el proceso de cambio, son objetos teóricos (ubicados, sin embargo, sobre diversos planos teóricos), objetos del pensamiento que no coinciden con el objeto real, la sociedad burguesa. (p. 333).
La naturaleza del capítulo 2. Por tanto, el capítulo sobre el proceso de cambio no es una continuación del análisis formal. Marx examina allí (sobre la base de las determinaciones formales encontradas) la estructura lógica del problema relativo a la acción de los poseedores de mercancías que quieren cambiar sus mercancías. El estudio de la relación efectiva entre las mercancías conduce así a una teoría de la acción: en la medida en que se relacionan con sus productos de trabajo como una mercancía, las personas deben ejecutar, en sus acciones, las leyes del mundo de las mercancías. El dinero efectivo, distinto de la simple forma de dinero, no resulta del análisis de la forma valor, sino del proceso de cambio, de las acciones de los poseedores de mercancías. (p. 333).
Marx comienza el análisis del proceso de cambio constatando que las mercancías no son valores de uso para sus poseedores, ya que intentan justamente cambiarlas, sino solo portadoras de valor de cambio. Cada poseedor de mercancías quiere no simplemente ceder sus mercancías, sino cederlas a cambio de una determinada mercancía que satisfaga una necesidad suya. Esto significa que, para cada poseedor de mercancías, la suya es el equivalente universal. Pero entonces, en último análisis, ninguna mercancía es equivalente universal, en tanto que cada mercancía excluye a las otras. La paradoja de la cuarta forma de valor, que en el primer capítulo de la primera edición concluía con el análisis de la forma valor, se representa aquí como estructura lógica (no histórica) de base del problema de la acción de los poseedores de mercancías.
A partir de aquí Marx continúa diciendo que los poseedores de mercancías actúan antes de haber pensado. En el principio es la acción. Las leyes de la naturaleza de las mercancías actúan por medio del instinto de los poseedores de mercancías. Ellos pueden referir sus mercancías, una a la otra como valores, y por tanto como mercancías, solo en cuanto las refieran como opuestas a una cualquier otra mercancía como equivalente universal. Esto lo ha dado como resultado el análisis de las mercancías. Sin embargo, solo la acción social puede hacer de una mercancía determinada el equivalente universal. Ser equivalente universal deviene, por medio del proceso social, una función específicamente social de la mercancía excluida. De este modo ella deviene dinero (p. 334).
Por tanto, el dinero se origina exclusivamente de la acción de los poseedores de mercancías. Pero no es su racionalidad la que conduce al dinero, dado que ellos actúan antes de haber pensado, siguiendo las leyes de la naturaleza de las mercancías. Aquí también es evidente la ruptura con el discurso de los clásicos: la economía no puede ser explicada a partir de la acción individual, dado que esta acción está determinada por la estructura específica de la economía.
El análisis de esta estructura ya ha revelado que cosa deben hacer las personas como poseedoras de mercancías: deben relacionar sus mercancías a un equivalente universal. Haciéndolo efectivamente hacen de este equivalente general el dinero. Para los fines de este análisis no es necesario que se haya introducido ya la forma dinero: es suficiente la forma de valor general (p. 334).
Sin embargo, en el dinero como resultado acabado no se ve que eso es simplemente el resultado de la acción de los poseedores de mercancías (determinados por las leyes del mundo de las mercancías). Al contrario, aparece ante los propietarios de mercancías como presupuesto de su acción. Al poseedor individual de mercancías le parece que debe relacionar su mercancía al dinero solamente porque el dinero ya existe. De este modo, el fetiche de la mercancía deviene el fetiche del dinero. (p. 334). No parece que la razón por la cual una mercancía deviene dinero sea simplemente el hecho que las otras mercancías expresan omnilateralmente su valor en ella, por el contrario, parece que la razón por la cual las otras mercancías expresan unilateralmente sus valores en ella sea el hecho de que es dinero. El movimiento de la mediación desaparece en el propio resultado y no deja huellas detrás.
Con respecto al fetichismo ya había dicho Marx en los Grundrisse que aquello que hace particularmente difícil la comprensión del dinero en su plena determinación de dinero, es que aquí hay una relación social, una determinada relación entre los individuos que se presenta como un metal, como una piedra, como una cosa puramente corpórea fuera de ellos. La cosa sorprendente del dinero es que puedo llevar conmigo, en el bolsillo, el poder social universal y la conexión social general, la sustancia de la sociedad.” (p. 335).
La exposición de la deducción del dinero, verdadera y propia, en el proceso de cambio, es notablemente más concisa en El Capital que en la Contribución; la estructura de fondo de la argumentación es la misma, pero hay un punto en El Capital que casi se pierde. Dice que antes del proceso de cambio las mercancías no se encuentran de frente la una a la otra como mercancías sino solo como productos o valores de uso. (p. 335). Los valores de uso, por tanto, se convierten en mercancías solo al interior del cambio y por medio de él.
En la Contribución se refiere a esto con mayor profundidad afirmando que el tiempo de trabajo social existe solo, por así decir, en estado latente en estas mercancías y se manifiesta solamente en el proceso de cambio. No se parte del trabajo de los individuos en cuanto trabajo común, sino, viceversa, de los trabajos particulares de los individuos privados, trabajos que solamente en el proceso de cambio con la abolición de su carácter original, se confirman como trabajo social general. El trabajo social general no es, por tanto, un presupuesto, sino un resultado en devenir (p. 335). Por tanto, también el valor y la magnitud de valor no son un presupuesto sino un resultado.
Pero, lo anterior no quiere decir que las mercancías poseen valor y magnitud de valor solo a causa de su modo de expresarse como valor de cambio, opinión que Marx considera una opinión propia del mercantilismo y de los modernos vendedores ambulantes del librecambio.
Cuando Marx subraya en diversos pasajes que las mercancías no obtienen su valor por vía del cambio, sino que en el cambio realizan su valor, (lo que presupone que ellas posean una valor ya antes del cambio), este argumento tiene legitimidad en cuanto está dirigido contra una teoría meramente circulacionista del valor (una mercancía vale aquello que se obtiene por ella), e insiste en el hecho de que a la base del valor está una determinada relación entre trabajo privado individual y trabajo social completo. Antes del cambio, sin embargo, esta relación no puede ser fijada. La idea que las mercancías entran en el proceso de cambio como magnitudes de valor ya completamente determinadas es debida a una concepción de la sustancia del valor como sustrato en algún modo material, presente en una determinada cantidad en las mercancías individuales; pero es incompatible con una concepción de la sustancia del valor como reflejo objetivo de una relación social. (p. 335-336).
Sección 4. El problema de la mercancía dinero
Marx presupone siempre una mercancía dinero como fundamento del sistema monetario; aquello que le aparece como necesario de una explicación no es el carácter de mercancía del dinero, sino las circunstancias que hacen dinero a una mercancía (p. 336). Heinrich se propone examinar si en el marco de la argumentación de Marx es efectivamente necesario presuponer una tal mercancía dinero.
Tanto en la primera edición como en la segunda, la exposición del desarrollo de la forma de valor se lee como una demostración de la necesidad de una mercancía dinero. En la segunda edición, la forma dinero es aceptada explícitamente en el análisis, en la primera edición se demuestra la necesidad de un equivalente universal, que debe ser una mercancía
Heinrich considera que Marx asume unos presupuestos que no demuestra. Comienza su exposición con la forma simple del valor, en la cual una mercancía expresa su valor en el cuerpo y magnitud de otra mercancía, y luego demuestra que esta forma es defectuosa e incompleta, en la medida en que consiste solo en una mercancía individual accidental. Pero Marx utiliza la expresión de valor de una mercancía en otra mercancía para demostrar que requisitos debe satisfacer una forma valor para expresar el valor en forma adecuada. Pero que el portador de esta forma valor sea en sí misma una mercancía, es algo presupuesto desde el comienzo, pero que no ha sido demostrado (p. 336). En este sentido, el análisis de la forma valor ofrece las determinaciones formales del equivalente universal, pero no proporciona ningún argumento para decidir si el equivalente universal debe ser o no una mercancía. El valor de la mercancía necesita una expresión objetiva, lo que cuestiona Heinrich es si debe ser necesariamente una mercancía.
En el capítulo segundo, Marx demuestra que en el proceso de cambio los poseedores de mercancías deben relacionar efectivamente sus mercancías a un equivalente universal, para poderse relacionar unas a otras como mercancías, e insiste en el hecho de que el proceso de cambio da a la mercancía que dicho proceso transforma en dinero no su valor, sino su forma de valor. Pero el asunto es entender si de verdad es necesario que el portador de esta forma valor sea una mercancía o posea él mismo valor. Lo que muestra el análisis del proceso de cambio es solamente que los poseedores de mercancías deben relacionar sus mercancías a algo que funciona como equivalente universal, pero no que este algo sea él mismo una mercancía. (p. 337).
Reconoce Heinrich que parece natural concluir que el equivalente universal debe ser una mercancía, dado que debe expresar el valor de las mercancías, y, por tanto, aparentemente debe poseer valor. Pero considera que esta conclusión no es obligatoria: el equivalente universal no vale simplemente como objeto de valor como las mercancías ordinarias, sino como la exclusiva e inmediata figura del valor. Cita a Marx quien afirma que el oro es la existencia material de la riqueza abstracta, es la riqueza universal como individuo. La forma natural del oro es tan poco inmediatamente valor como un billete de banco. Esta determinada forma natural deviene forma fenoménica inmediata del valor solo porque todas las mercancías se relacionan con esta forma natural como su forma de valor inmediata.
Una forma particular de abstracción. El equivalente universal, como expresión de la riqueza abstracta constituye, por tanto, una forma particular de abstracción. Si se dice que dos mercancías son objetos de valor, se abstrae de su particular valor de uso y se afirma solo su objetividad de valor como concepto abstracto de género, que se pone a un nivel más universal desde el punto de vista lógico. Este sería el procedimiento común de una abstracción, pero aquí se trata de algo más: el equivalente general, el dinero, vale como materialización de la propiedad abstracta de género, puesto al mismo nivel que la mercancía individual.
En la primera edición Marx hizo una comparación elocuente para expresar este concepto: Es como si más allá y por fuera de los leones, los tigres, las liebres y todos los otros animales efectivamente existentes, que reagrupados forman los diversos sexos, especies, subespecies, familias, etc., del reino animal, existiese también el animal, la encarnación individual del reino animal entero. (p. 338).
El género aquí no es solo una abstracción nominalista, sino tiene en sí mismo una existencia real. (p. 338). Aquí también se encuentra el universal real. Pero insiste Heinrich que la existencia de este universal real en un individuo no debe ser necesariamente uno de los individuos del género. Las mercancías verdaderas y propias son siempre unidad de valor y de valor de uso, cosas sensiblemente suprasensibles; pero aquello que es suprasensible en la mercancía no es el contenido de la determinación de valor, sino la forma valor, la especifica objetividad del valor. Esta parte suprasensible de la mercancía recibe en el dinero una existencia sensible. Pero lo suprasensible no puede existir sensiblemente, solo puede ser designado en un objeto sensible. La existencia inmediata del valor, el valor en cuanto tal es una abstracción, un objeto real no puede hacer más que representar esta abstracción. (p. 338).
El oro, como dinero, es un signo del valor en cuanto tal; en este sentido, cualquier tipo de dinero es un signo de valor, también cuando posee un valor propio. Pero no es estrictamente necesario que el signo de valor tenga el mismo valor, como no lo es que el signo por “animal” sea el mismo un animal de carne y hueso. (p. 339). Señala que Marx tiene planteamientos diversos sobre el tema. Es evidente que el dinero mercancía fue un punto de partida histórico de la génesis del dinero; pero concebir de inmediato el dinero como dinero-mercancía lleva a Marx a permanecer vinculado a una determinada fase histórica del desarrollo del sistema monetario y le establece a su teoría del dinero una limitación. Marx habla de signo de valor, pero en el sentido de una mercancía dinero que es representada por dicho signo.
La tesis que sostiene Heinrich consiste en que el dinero de cualquier tipo no es más que un representante del valor en cuanto tal y, por tanto, en este sentido, un signo de valor. Solo en este sentido general la categoría dinero resulta del estudio del proceso de cambio.
Afirma Heinrich que su posición no es nominalista. La teoría del dinero está inseparablemente vinculada con la teoría del valor, porque el dinero no es simplemente unidad de cuenta, sino representante del valor en cuanto tal, expresión autónoma e inmediata del valor. El análisis de la forma valor desarrolla la determinación formal decisiva del dinero, es decir, la forma de equivalente universal. En las teorías nominalistas o metalistas no se pregunta de hecho por qué el dinero es necesario. Marx en su análisis muestra la necesidad de una expresión de valor autónoma, que identifica incondicionalmente con una mercancía.
La pregunta sobre la necesidad del dinero se pone en un nivel expositivo diferente respecto a la pregunta sobre la naturaleza del objeto que funciona como dinero. En el curso de la historia se puede arribar a diferentes materializaciones del dinero, dinero mercancía o dinero que no es mercancía. (p. 340). Al nivel de la circulación simple no se pueden tematizar estas distintas materializaciones. Señala que el problema de establecer si una mercancía dinero sea efectivamente necesaria para la teoría marxista del dinero se ha discutido ampliamente en la literatura. (p. 341).
Menciona varios autores y resume sus planteamientos. Uno de ellos consiste en tratar de establecer una transición sistemática del dinero mercancía al dinero no mercancía en el capitalismo. Según esto, Marx habría comenzado su exposición con el dinero-mercancía como una teoría simple del dinero, la cual se iría transformando en una teoría compleja. Pero, según Heinrich, esto implicaría que Marx hace planteamientos que solo servirían de orientación y las tesis correctas estarían solamente al final de la exposición. Recuerda que en capítulo anterior criticó la interpretación de la exposición de Marx como sucesión de modelos más complejos.
La circulación simple no es introducida por Marx como un modelo simple; la define más bien como la superficie de la sociedad burguesa, en la cual las operaciones más profundas de las cuales ella resulta desaparecen. (p. 343). Es una esfera abstracta del proceso de producción burgués total. Entendida en esta forma, la circulación simple debe llevar en sí las determinaciones abstractas de dicho proceso total.
Vinculando su teoría del dinero a la existencia de una mercancía dinero, Marx mezcla las determinaciones más abstractas del dinero y un determinado sistema monetario dado históricamente. Pero al nivel del proceso de cambio puede ser tematizado solo el dinero en cuanto tal, sin su concretización en un determinado sistema monetario (p. 343).
Sección 5. Dinero y circulación simple- la no neutralidad del dinero
En el tercer capítulo Marx indaga aquellas funciones del dinero que resultan inmediatamente del proceso de cambio, por tanto, al nivel expositivo alcanzado en el segundo capítulo. Señala Heinrich que va a analizar estas funciones en la perspectiva de aclarar la no neutralidad del dinero en el cuadro de la teoría monetaria del valor. (p. 344).
Magnitud de valor y precio
La primera función del dinero es aquella de ser medida de los valores. Solo por medio de esta función, el oro, la mercancía equivalente específica, deviene dinero, en primer lugar. El valor de la mercancía expresado en dinero es su precio. El dinero, como medida del valor, es forma fenoménica necesaria de la medida de valor inmanente de las mercancías, del tiempo de trabajo (p. 344).
Esta última frase sugiere que se pueda medir el valor de las mercancías inmediatamente por medio del tiempo de trabajo y que esta medida después pueda ser traducida en una determinada masa de dinero por la vía de la igualdad de las magnitudes de valor de la mercancía y la mercancía dinero. Si fuera posible reducir la función de medida del dinero a la mera traducción de una medición ya realizada (la conversión de unidad de trabajo en unidad de dinero) no se vería donde reside la necesidad del dinero como medida del valor.
Antes del cambio no puede existir todavía alguna magnitud de valor fija. Esto porque la producción de mercancías se caracteriza porque el trabajo gastado privadamente no vale a priori como trabajo social sino que debe ser reconocido, en el cambio, como parte integrante del trabajo social (mediante el reconocimiento del producto del trabajo privado como valor). Si no, de otro modo, los trabajos privados serían reconocidos como trabajo social ya antes del cambio. El hecho de que las mercancías entren en la circulación con un precio determinado no garantiza la transformación de la mercancía en dinero: es solo una anticipación más o menos precisa, que puede estar errada (p. 345).
Dos nociones de trabajo socialmente necesario
Marx describe a profundidad las dificultades de la conversión de la mercancía en dinero, en el párrafo sobre la metamorfosis de la mercancía en el cual se aborda el papel de la demanda social total. Así como para la mercancía individual, también para un género total de mercancías el valor de uso es el presupuesto del valor. Aunque en la producción de cada ejemplar individual de mercancía se haya gastado solo el tiempo de trabajo necesario (tecnológicamente), si en el total se han producido demasiados ejemplares de este género, el efecto es el mismo que si se hubiera gastado demasiado trabajo en la producción de cada mercancía individual. Esto significa que el tiempo de trabajo socialmente necesario es determinado no solo tecnológicamente, sino también (a un nivel muy abstracto, dado que nos encontramos en el ámbito de la circulación simple) por la demanda social, la cual sin embargo entra en acción solo en el proceso de cambio, mediante la relación de las mercancías con el dinero (p. 345).
La concepción que prevalece en los clásicos y en los neoclásicos sobre el dinero es que es un velo que cubre la esfera real y del cual es posible abstraerse; se considera que el dinero es una forma de mediación que permanece externa a aquello que media y que por tanto puede ser excluido. Pero también muchos marxistas conciben el nexo entre el valor y el dinero como si el precio se limitara a expresar a posteriori una magnitud de valor ya existente. De este modo, se pierde de vista el hecho de que el cambio de mercancías se diferencia del trueque precisamente por la relación de la mercancía individual con el mundo de las mercancías en su totalidad, y que esta relación es posible solo mediante el dinero. Visto el dinero como medida meramente posterior se convierte en algo no esencial, se reduce a un medio que oculta la magnitud real. Autores como Sweezy, Meek y Dobb tienen esta concepción y recaen en una teoría premonetaria del valor.
La distinción entre la sucesión temporal del cambio real y la sucesión lógica. Considera Heinrich que en varias interpretaciones se sostiene que Marx define primero la magnitud de valor antes de tratar el proceso de cambio e independientemente de él, pero aquí se confunde la sucesión lógica de la exposición con la sucesión temporal del cambio efectivo. Según Heinrich, Marx no analiza en el primer capítulo la mercancía antes del cambio y luego en el segundo y el tercer capítulo su proceso de cambio; temporalmente, la mercancía (y con ella la magnitud de valor) existe solo en el cambio, antes del cambio solo existen valores de uso. En la sucesión lógica, sin embargo, debe ser expuesta en primer lugar la mercancía en cuanto tal, es decir, sus determinaciones conceptuales de sustancia del valor, magnitud del valor y forma del valor.
Por tanto, Marx no introduce simplemente dos medidas distintas del valor, el tiempo de trabajo en el primer capítulo y el dinero, en el tercero. El dinero, como medida de los valores, no es simplemente la traducción formal de una medida de los valores inmanentes que ya habría medido la magnitud de valor; es más bien la necesaria y sobre todo única forma fenoménica del valor de las mercancías; una forma fenoménica del valor que sea independiente del cambio no puede existir, dado que supondría la supresión de la diferencia entre trabajo gastado privadamente y trabajo reconocido socialmente. (p. 347).
Aunque el dinero es la única medida efectiva de los valores, esto no es la razón por la cual se produce el valor: las mercancías no tienen valor y magnitud de valor porque se cambian por dinero, sino como reflejo objetivo de una determinada relación social entre sus productores. Solo que este reflejo objetivo no puede manifestarse de otra forma que en la relación con el dinero.
El hecho de que la magnitud de valor y el precio monetario existan solo contemporáneamente en el cambio no significa que se trate de magnitudes inmediatamente idénticas. Hay una diferencia lógica entre ellas. La magnitud de valor de una mercancía y su precio son categorías situadas en niveles de abstracción diferentes (p. 347). Por esta razón no se puede decir que coinciden o divergen inmediatamente. Lo que se puede afirmar es que la magnitud de valor se expresa solo por medio del precio, pero de aquí no se sigue que el precio restituya siempre adecuadamente la magnitud de valor. La magnitud de valor expresa una relación necesaria, inmanente a su proceso de formación, con el tiempo de trabajo social. Con la transformación de la magnitud de valor en precio, esta relación necesaria se manifiesta como relación de cambio entre una mercancía corriente y la mercancía dinero. Pero en esta relación se puede expresar tanto la magnitud de valor de la mercancía, como el más o menos en que es vendida, en determinadas circunstancias. Por tanto, existe la posibilidad de una incongruencia cuantitativa entre la magnitud de valor y el precio.
Crítica de la teoría cuantitativa
La siguiente función del dinero que Marx examina es la de medio de circulación, de mediador de la metamorfosis de la mercancía. La cantidad de dinero que circula, dada una determinada velocidad de circulación y dado el valor de la mercancía dinero, es siempre proporcional a la suma de los precios de las mercancías transformadas. Aquí aparece el problema de entender si la suma de los precios de las mercancías determina la cantidad de dinero, o si la cantidad de dinero determina la suma de los precios. La teoría cuantitativa del dinero dominante en la economía política clásica consideraba la cantidad de dinero como la variable independiente y el nivel de precios como la variable dependiente. En la Miseria de la Filosofía de 1847 Marx todavía aceptaba la teoría cuantitativa, pero entre 1850 y 1853, bajo la influencia de la escuela bancaria, empezó a modificar su posición y a considerar la suma de los precios como la variable independiente.
En El Capital critica muy brevemente la teoría cuantitativa señalando que se basa en hipótesis tontas: que las mercancías entran en la circulación sin precio y el dinero sin valor. (p. 349). Los dos argumentos centrales de Marx son que el dinero es mercancía y que los precios se determinan antes del ingreso de los productos en la circulación. Heinrich considera que ninguno de estos argumentos puede ser sostenido en una teoría monetaria del valor. En la Contribución examina con mayor detalle el tema y señala que el dinero no desempeña solo la función de medio de circulación sino también la de tesoro, y que por tanto no circula la masa de dinero en su totalidad; la variación en la masa del dinero no lleva necesariamente a variaciones en la masa del dinero circulante. Por el contrario el tesoro puede reaccionar a variaciones en los precios de las mercancías. Por tanto, circula siempre como moneda solamente la cantidad de dinero requerida por las necesidades inmediatas de la circulación misma.
De otra parte, Marx observa que en los países desarrollados los tesoros están concentrados en la banca, lo que implica que el asunto de la relación entre la cantidad de dinero y el nivel de precios no puede ser aclarada al nivel de la circulación simple, sino mediante la consideración del crédito. Por tanto, a este nivel de la exposición Marx puede criticar la teoría cuantitativa del dinero pero no puede todavía ofrecer una alternativa.
Para desarrollar la función de medio de circulación el dinero debe estar presente como cuerpo, pero la mercancía dinero puede ser sustituida por un simple signo de ella. (p. 350). Este signo de valor no representa inmediatamente el valor, representa la mercancía dinero y por medio de ella el valor. Si se ingresa una cantidad de signos de valor superior a la cantidad de dinero mercancía que debería circular, se produce una desvalorización de los signos individuales. Mandel señala que Marx acepta la teoría cuantitativa en el caso del dinero como papel moneda. Pero esto solo sería posible si los signos de valor no pudieran abandonar el ámbito de la circulación.
La tercera función o determinación del dinero es como tesoro (ahorro). Un punto para examinar es si la función de tesoro puede ser realizada solo por la mercancía dinero o también por sus signos. Marx tiene una posición en la Contribución y otra en El Capital. Pero finalmente, la posición general es que no se puede establecer en ningún caso una relación entre la cantidad de dinero y el nivel de precios. En ningún lugar de la crítica hay puesto para la teoría cuantitativa, la cual constituye un presupuesto esencial de cualquier idea de una neutralidad del dinero.
La versión moderna y formalizada de la teoría cuantitativa no va cualitativamente más allá de la teoría sostenida por los clásicos: también en este caso la teoría cuantitativa puede ser fundamentada exclusivamente si el dinero es reducido, en un modo u otro, a su función de medio de circulación. Esto se ve en forma clara en Irving Fisher, quien establece la siguiente ecuación:
M*V = P* T
Donde M es la cantidad de dinero, V la velocidad de circulación, P el nivel de los precios y T el volumen de las transacciones. V y T son consideradas por Fisher como casi constantes: el volumen de las transacciones T sería determinado por las condiciones de la economía real y la velocidad de circulación V por las costumbres de pago. Su conclusión, por la cual una variación de la cantidad de dinero lleva a una correspondiente variación del nivel de precios, se apoya esencialmente sobre la constancia de V frente a las variaciones de la cantidad de dinero. Pero esto significa justamente que las variaciones en la cantidad de dinero no llevan a ingresos o salidas de dinero de la circulación, sino que todo el dinero funciona como medio de circulación. (p. 352).
El dinero como fin en sí
Marx introduce la tercera determinación del dinero con el título “el dinero”. Esto suena, a primera vista, extraño, dado que hasta el momento se ha estado hablando del dinero. Marx establece tres funciones del dinero como dinero: tesoro, medio de pago y dinero mundial, funciones que se distinguen del dinero como medida del valor y como medio de circulación. (p. 353). Hay una conexión entre estas funciones.
En un primer momento una mercancía deviene dinero como unidad de la medida de los valores y de medio de circulación, es decir, la unidad de medida del valor y de medio de circulación es dinero. Pero como tal unidad el oro tiene una existencia independiente y diferenciada de la propia existencia en esas dos funciones. Como medida del valor, es solamente ideal, como medio de circulación es oro simbólico. Pero en su simple corporeidad metálica el oro es dinero, es decir, el dinero es oro real (p. 353).
Solo con esa unidad se llega a la figura autónoma del valor, que está de frente al mundo de las mercancías en su totalidad; el dinero es el material de la riqueza abstracta, en cuanto material sensible de la riqueza abstracta; además, es el representante material de la riqueza física, dado que el dinero hace las veces (ocupa el lugar) de la totalidad de los valores de uso de las mercancías que puede adquirir. En la Contribución Marx pone el énfasis en la mercancía dinero, pero en El Capital se refiere tanto a la mercancía dinero como a su representante (billetes de banco, por ejemplo). De este modo Marx reconoce que incluso los sustitutos de la mercancía dinero son dinero.
La función del dinero como tesoro y la función del dinero como medio de pago pueden ser realizadas como símbolos del dinero. Pero, con relación a la función de dinero mundial, Marx afirma que al salir el dinero de la circulación local se despoja de las formas locales y se presenta bajo la forma de barras metálicas. Señala Heinrich que según esto, Marx no podía concebir que una forma local de dinero, un signo de valor como el dólar de los Estados Unidos pudiera ser aceptado también en el mercado mundial.
Hay una función específica del dinero como dinero. En el proceso de circulación el fin no se refiere al dinero, sino a las mercancías que se cambian mediante él. Pero el dinero como dinero se yergue de frente a todas las mercancías como figura autónoma del valor, que a su vez se convierte en un fin en sí mismo. En la función de tesoro lo que importa es mantener la figura autónoma del valor como una forma siempre lista, absolutamente social de la riqueza. En la función de medio de pago el dinero modifica su carácter: no media más la compra, sino que la concluye en forma autónoma. El comprador, por tanto, debe vender para pagar la compra, necesita del dinero como ser absoluto del valor de cambio o mercancía universal. En estas funciones se vende para obtener dinero, la figura autónoma del valor (p. 355).
La simplificación de la teoría del valor de Marx
La teoría del valor de Marx ha sido reducida a una concepción centrada sobre la cantidad de trabajo y enfocada a explicar los precios relativos. La diferencia con la teoría del valor trabajo de la economía política clásica ha sido vista principalmente en el hecho de que Marx habría estado consciente del carácter histórico de estos valores-trabajo. En una doctrina del valor trabajo entendida de esta forma, el dinero tiene un puesto, en el mejor de los casos, como lubricante de la circulación. El dinero permanece exterior a tal teoría del valor, tanto como lo permanece a la teoría del valor de los clásicos o de los neoclásicos. En todos estos casos se trata de una teoría del valor premonetaria, el sistema de los precios relativos es determinado independientemente del cambio y, consecuentemente del dinero.
Pero Marx tiene una teoría monetaria del valor (bajo múltiples aspectos). Como se ha expuesto antes, los productos del trabajo, aislados, no son mercancías, ni objetos de valor. Su objetividad de valor existe solo como objetividad de valor común en el cambio, y el cambio omnilateral de mercancías (a diferencia del cambio de productos individuales) solo existe como relación de las mercancías con el dinero. Esta relación con el dinero no es solo formal: es solo por medio del dinero que se genera el sistema de precios relativos, y es solo en el cambio que se ve cuál es el tiempo de trabajo necesario (determinado en una doble perspectiva) que va a generar el valor (específicamente la magnitud). Solo en cuanto que las mercancías son relacionadas al dinero se puede producir un nexo social coherente entre los diversos trabajos privados.
Pero es posible hablar de una teoría monetaria del valor todavía bajo un aspecto diferente. Mientras las mercancías tienen objetividad de valor solo al interior del cambio, el dinero en su función de dinero es el representante del valor en cuanto tal también, y sobre todo, fuera del cambio. En el dinero el valor pierde su fugacidad, puede ser conservado y devenir el mismo el fin del proceso, cosa que no ocurre mientras que el dinero es solo medida de los valores o medio de circulación, como en los clásicos y los neoclásicos.
En el cuadro de la teoría monetaria del valor no se puede hablar del dinero como mero velo extendido sobre las relaciones reales o de una neutralidad del dinero respecto a las magnitudes económicas reales. Una consecuencia inmediata de esta no neutralidad del dinero se muestra ya al nivel de la circulación simple. Contrariamente al cambio inmediato de productos, que se acaba en un único acto, la metamorfosis de las mercancías se escinde en dos actos M-D y D-M. Esta separación permite la autonomización de los dos actos: puede ocurrir una venta sin la correspondiente compra, debido a que el dinero puede aparecer no solo como medio, sino también como fin de la transacción. La relación con el dinero, por medio de la cual -y únicamente a través de la cual- se instituye un nexo social coherente, implica, así, al mismo tiempo, el riesgo de que esta coherencia se destruya: la autonomización de los momentos que hacen parte contiene la más general posibilidad de la crisis, en la cual se hace valer violentamente la unidad de los momentos autonomizados uno contra el otro.
Dado que los clásicos y los neoclásicos reducen el papel del dinero a aquel de un simple medio técnico, no esencial para el desarrollo de los procesos económicos, ellos se abstraen de la posibilidad de la crisis. En este enfoque las crisis solo se pueden verificar como resultado de choques externos. Considera Heinrich que esta posición surge de que se han equivocado con respecto al objeto de estudio: en vez del mercado, es decir, de la circulación de mercancías, han tematizado solo el trueque. (p. 357).