Los medios de prensa corporativos en Colombia en su mala fe crearon la narrativa de que la Corte Constitucional ordenó al Ministro de Salud incrementar la Unidad de Pago por Capitación (UPC) que es el valor anual que se paga a las Empresas Promotoras de Salud (EPS) por cada afiliado al sistema de salud colombiano, porque era insuficiente, cuando lo que se lee en la parte resolutiva del auto 007 es…
3.1. Dentro de los diez días siguientes a la notificación de esta decisión, cree (el Ministerio de Salud) una mesa de trabajo cuyo objetivo será revisar la UPC del 2024 y lograr su suficiencia. (…) Entre los aspectos que deberá abordar estarán como mínimo:
(estudiar) El rezago existente en el valor de la UPC a partir del 2021 para efectuar el reajuste de la prima por cada vigencia desde ese periodo
(proponer) Reajustar el valor de la UPC de 2024 teniendo en cuenta el valor que se haya obtenido para el 2023 y los resultados del análisis de los puntos anteriores.
Y, ojo a este punto:
3.5. Establezca (la mesa) un periodo de transición para que, una vez reajustado el valor de la UPC del 2024, las EPS cuenten con un tiempo determinado para rehacer sus reservas técnicas.
Ya, desde feb 2023, la Corte Constitucional había dejado claro que… “respetuosa de las competencias gubernamentales en el diseño de las políticas públicas en el sector, (de la vida soviética durante las décadas de 1970 y 1980. Todos en la Unión Soviética sabían que había fallas profundas en el sistema, pero se vivía la cotidianidad en dos mundos -el que produjo el accidente de Chernóbil y el de los imponentes desfiles en la Plaza Roja de Moscú y las tiendas bien surtidas-, porque nadie podía imaginar una alternativa al statu quo. Tanto los políticos como los ciudadanos estaban resignados a mantener las apariencias de una sociedad que parecía funcionar, pero estallaría al cabo del tiempo.
Curtis, documentalista de la BBC, demuestra con su película que estos procesos no eran exclusivos del socialismo real, sino que la sociedad en que vivimos padece de ese extraño desencanto donde la gente se va aguando en un mundo sin horizontes, puro páramo, pero la mayoría actúa como si no lo supiera por temor a romper las estructuras, que juzga inalterables.
El término puede aplicarse perfectamente a nuestros días de redes sociales, individualismo y soledad, en los que una buena parte de los ciudadanos parece haber abandonado la vida real -la política en su sentido más amplio- con la ilusión de que el mundo puede ser gestionado y de algún modo controlado desde nuestras pantallas.
Sin embargo, fuera de ese universo se observa un fenómeno opuesto: la tecnología avanza a un ritmo exponencial, impulsando un proceso de automatización que en pocos años eliminará la mayoría de los trabajos actuales. Además, se está produciendo una convergencia económica que reduce significativamente la capacidad de decisión de los políticos, haciéndola prácticamente irrelevante. Yurchak describe este estado de cosas con trazos precisos: Cuando todo se está viniendo abajo, pero la mayoría no encuentra alternativa posible. Cuando ya no queda tiempo para nada salvo para creerse las mentiras y seguir cuesta abajo. Bienvenido a la era de la hipernormalización.
Se normalizan, por ejemplo, acontecimientos que en otro momento habrían parecido cosa de locos fuera de control, como las barbaridades que dice y hace Trump, la autoproclamación presidencial de Guaidó, la motosierra de Milei, los crímenes incalificables de Israel a la vista de todos, la glorificación de Netanyahu en el Congreso de EE.UU., el intento de golpe en Venezuela tras las elecciones del domingo… Mientras esto ocurre, la mayoría observa impasible y acepta este estado de cosas como algo corriente, atrapada en un lugar entre la Matrix y el mundo real.
No es gracias a las redes sociales, sino a la hipernormalización que el poder ha dejado de difundirse desde un centro exclusivamente para brotar, o imponerse, desde todas las periferias. Como en la Matrix, sólo hay dos posibilidades: tomarse la pastilla azul, que convertirá a la gente en esclavos felices de un programa en el que no hay libre albedrío, aunque lo parezca; o decidirse por la pastilla roja, la de los rebeldes, que hace frente a los diseñadores del mundo de la irrealidad y a sabiendas que cada decisión es propia.
Cuando todo se está viniendo abajo, pero la mayoría no encuentra alternativa posible. Cuando ya no queda tiempo para nada salvo para creerse las mentiras y seguir cuesta abajo.
HyperNormalisation (2016), documental de culto del cineasta británico Adam Curtis, sostiene que los gobiernos, los financieros y los utópicos tecnológicos han renunciado al intento de modelar el complejo mundo real y, en su lugar, han establecido un mundo falso simplificado para beneficio de las corporaciones que logran así mantener la estabilidad de los gobiernos neoliberales, hasta un día en que estalla la burbuja, como ocurrió con Lehman Brothers.
Por ese camino se normaliza el crimen y se genera apatía colectiva frente a situaciones de violencia extrema: golpes de Estado, feminicidios, desapariciones forzosas y pérdida de garantías sociales.
Ingresar en el siguiente enlace para ver el documental:
Alexei Yurchak, profesor de antropología oriundo de Leningrado y ahora profesor de la Universidad de California, Berkeley, introdujo la palabra hipernormalización en su libro Everything Was Forever, Until It Was No More: The Last Soviet Generation (‘Todo era para siempre, hasta que ya no fue: la última generación soviética’), publicado en 2006, que describe las paradojas em>Revista Cambio revelan en exclusiva las audiencias reservadas completas del exparamilitar ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Incrimina al cuestionado expresidente Álvaro Uribe Vélez en el asesinato del defensor de derechos humanos y en la planeación de la masacre de El Aro. Mencionó a 16 generales, 18 coroneles, a Andrés Pastrana, Horacio Serpa, el exvicepresidente general Óscar Naranjo, al exministro Sabas Pretelt de la Vega y al presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie.
Masacre de El Aro y asesinato del abogado Jesús María Valle
Jesús María Valle, abogado antioqueño asesinado en 1998.
Durante dieciocho años, el excomandante paramilitar Salvatore Mancuso rindió cientos de declaraciones ante la justicia y siempre evitó pronunciar un nombre. Durante todo ese tiempo eludió dar detalles que conducen al político más poderoso de Colombia en las últimas tres décadas: Álvaro Uribe Vélez.
En tres días de sesiones reservadas ante la JEP, Mancuso dio un giro a sus habituales testimonios. Por primera vez vinculó directamente al expresidente en la masacre de El Aro, y en el asesinato del defensor de derechos humanos, Jesús María Valle Jaramillo. Dio detalles desconocidos sobre las campañas políticas que llevaron a Uribe a la presidencia y a la reelección, y reveló los nombres de militares, policías, fiscales y empresarios que estuvieron al servicio de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
El contenido de las tres audiencias únicas que el exjefe paramilitar rindió ante la JEP revela lo que podría dar un giro a las investigaciones que durante décadas han estado sumidas en la impunidad. La novedad de los aportes y las pruebas que los sustentan fueron consideradas por los magistrados de la JEP como suficientes para abrirle la puerta en el tribunal de paz como compareciente. Su aceptación significa un nuevo horizonte en el esclarecimiento judicial del conflicto armado, pues se trata del paramilitar vivo de más alto rango que en sus señalamientos involucra a la élite política, económica y militar de Colombia.
Mancuso advierte que ya han matado a 15 testigos de Uribe
Fue en el tercer día de audiencia reservada cuando Mancuso rompió el protocolo y les hizo saber a los magistrados lo nervioso que se encontraba por lo que les iba a contar y lo mucho que lo angustiaba su seguridad y la de su familia a partir de ese momento.
“Para el día de hoy habíamos programado una respuesta clara, concreta, con aportes novedosos muy interesantes y además bastante peligrosos porque vincula personas que a través de estos años hemos denunciado, y básicamente se han dedicado a eliminar, a quitar de su paso al que se atreva a denunciar este tipo de alianzas como es el caso del expresidente Uribe”, dijo.
Acto seguido mencionó que han asesinado a quince testigos que se han atrevido a hablar del exmandatario. Y advirtió a los magistrados que se sentía preocupado por la situación de seguridad de sus hijos y de su exesposa ya que lo que iba a contar tendría consecuencias.
Involucra a Uribe en el asesinato de Jesús María Valle
Sin preámbulo, Mancuso dijo tener información que involucraba a Uribe en el asesinato del defensor de derechos humanos, Jesús María Valle. “Está vinculado (Uribe) a una reunión donde estuvo Carlos Castaño con el secretario de Gobierno de Uribe, Pedro Juan Moreno (…) Pedro Juan pidió básicamente que se ejecutara esta acción porque el defensor de derechos humanos estaba atacando de manera frontal tanto a Uribe como a él, y al general Carlos Alberto Ospina y a otro general que no me acuerdo en este momento”.
Jesús María Valle fue un humanista y abogado nacido en Ituango que dedicó sus últimos días a denunciar públicamente que miembros del Ejército estuvieron involucrados en la masacre del corregimiento de El Aro, en Ituango, Antioquia, ejecutada entre el 22 y el 26 de octubre de 1997. En la incursión paramilitar fueron asesinados 15 campesinos. Tanto en medios de comunicación, como en los despachos de la Fiscalía, el defensor de derechos humanos dejó constancia de las pruebas de sus afirmaciones.
Además de ser un defensor de derechos humanos, Jesús María Valle era un acucioso abogado que sabía que la muerte acechaba a La Granja, su pueblo, y El Aro, pero el entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, no lo oyó.
Cuatro meses después de la masacre, Valle fue baleado en su oficina del centro de Medellín. Allí fueron a buscarlo tres sicarios que lo redujeron, le amarraron las manos con los cordones de sus zapatos, lo hicieron acostar boca abajo y le dispararon en la cabeza.
Según el testimonio de Mancuso, el asesinato de Valle se planeó en la finca Hojaragüai, que en las filas de los paramilitares era conocida como La Siete. Allí se reunieron Carlos Castaño y Pedro Juan Moreno, quien fue secretario de Gobierno del departamento durante el mandato de Uribe (1995-1998). “Pedro Juan llega justamente de parte de Uribe y de los generales que le estoy contando, justamente porque los estaba atacando directamente a ellos, incluso los había denunciado judicial y públicamente”, dijo Mancuso, quien para esa reunión se encargó de recoger a Moreno en la finca Cinco Trece y luego lo condujo a La Siete, cruzando el río en un planchón.
Mancuso relató que él mismo participó de la reunión, que duró entre treinta y cuarenta y cinco minutos. Dijo que en algunos momentos le perdió la pista a la conversación entre Castaño y Pedro Juan porque lo llamaban por radio para resolver asuntos de la tropa.
Pedro Juan Moreno Villa, a quien Mancuso menciona varias veces, era un hombre recio y de temperamento volcánico que estuvo a cargo de la creación de las Convivir durante aquella época en la gobernación de Uribe, esas mismas cooperativas con las que se terminó legalizando el paramilitarismo en algunas zonas del departamento.
Moreno murió en un accidente aéreo cuando viajaba en un helicóptero de Medellín a Mutatá, Antioquia, el 24 de febrero de 2006, mientras hacía campaña para el Senado de la República. En aquel momento, Moreno estaba enemistado con Uribe, después de haber sido durante años su confidente. El exsecretario de Gobierno pasó de ser el depositario de los secretos más íntimos de Uribe a su más acérrimo enemigo.
El mismo Pedro Juan Moreno, según Mancuso, era quien traía las orientaciones del expresidente Uribe a los paramilitares. Lo hizo para pedirles, dijo el exjefe paramilitar, que ejecutaran la masacre de El Aro.
“La Granja (masacre) y El Aro (masacre), eso fue un pedido directamente también desde el gobernador Uribe a través de Pedro Juan Moreno, que es el que trae esta reunión, a esa asistimos Carlos, estuve yo, estuvo Rodrigo Doble Cero, estuvo no sé si Monoleche, en esa estuvieron varias personas, estuvo Nicolás Bergonzoli, varias personas estuvieron”.
Así se planeó El Aro, según Mancuso
A comienzos de 1997, un año antde la vida soviética durante las décadas de 1970 y 1980. Todos en la Unión Soviética sabían que había fallas profundas en el sistema, pero se vivía la cotidianidad en dos mundos -el que produjo el accidente de Chernóbil y el de los imponentes desfiles en la Plaza Roja de Moscú y las tiendas bien surtidas-, porque nadie podía imaginar una alternativa al statu quo. Tanto los políticos como los ciudadanos estaban resignados a mantener las apariencias de una sociedad que parecía funcionar, pero estallaría al cabo del tiempo.
Curtis, documentalista de la BBC, demuestra con su película que estos procesos no eran exclusivos del socialismo real, sino que la sociedad en que vivimos padece de ese extraño desencanto donde la gente se va aguando en un mundo sin horizontes, puro páramo, pero la mayoría actúa como si no lo supiera por temor a romper las estructuras, que juzga inalterables.
El término puede aplicarse perfectamente a nuestros días de redes sociales, individualismo y soledad, en los que una buena parte de los ciudadanos parece haber abandonado la vida real -la política en su sentido más amplio- con la ilusión de que el mundo puede ser gestionado y de algún modo controlado desde nuestras pantallas.
Sin embargo, fuera de ese universo se observa un fenómeno opuesto: la tecnología avanza a un ritmo exponencial, impulsando un proceso de automatización que en pocos años eliminará la mayoría de los trabajos actuales. Además, se está produciendo una convergencia económica que reduce significativamente la capacidad de decisión de los políticos, haciéndola prácticamente irrelevante. Yurchak describe este estado de cosas con trazos precisos: Cuando todo se está viniendo abajo, pero la mayoría no encuentra alternativa posible. Cuando ya no queda tiempo para nada salvo para creerse las mentiras y seguir cuesta abajo. Bienvenido a la era de la hipernormalización.
Se normalizan, por ejemplo, acontecimientos que en otro momento habrían parecido cosa de locos fuera de control, como las barbaridades que dice y hace Trump, la autoproclamación presidencial de Guaidó, la motosierra de Milei, los crímenes incalificables de Israel a la vista de todos, la glorificación de Netanyahu en el Congreso de EE.UU., el intento de golpe en Venezuela tras las elecciones del domingo… Mientras esto ocurre, la mayoría observa impasible y acepta este estado de cosas como algo corriente, atrapada en un lugar entre la Matrix y el mundo real.
No es gracias a las redes sociales, sino a la hipernormalización que el poder ha dejado de difundirse desde un centro exclusivamente para brotar, o imponerse, desde todas las periferias. Como en la Matrix, sólo hay dos posibilidades: tomarse la pastilla azul, que convertirá a la gente en esclavos felices de un programa en el que no hay libre albedrío, aunque lo parezca; o decidirse por la pastilla roja, la de los rebeldes, que hace frente a los diseñadores del mundo de la irrealidad y a sabiendas que cada decisión es propia.