Historia subversiva del relato oficial: ‘De la Colonia a la República, derechos, multitudes y revolución’, el nuevo libro de Ricardo Sánchez Ángel

LA ROSA ROJA /

¿Por qué en un país como Colombia ninguna fórmula jurídica ha sido lo suficientemente efectiva para parar las espirales de la violencia política? La respuesta parece encontrarse en el hecho de que quienes trajeron la “modernidad” y la “civilización” a América Latina mediantendo un símbolo importante para las personas de color de todo el mundo. Los haitianos, armados de valor y de «voluntad de emancipación», se lanzaron, dirigidos por Dessalines, a una batalla decisiva contra los colonos franceses, que acababan de recibir refuerzos, mandados por el general Rochambeau. Esta batalla parecía estratégicamente imposible, pero tras cuatro heroicos ataques dirigidos por el líder negro Cabuat, los franceses se vieron finalmente obligados a capitular el 18 de noviembre de 1803 en Fort Vertières, aunque los haitianos tuvieron considerables pérdidas de vidas humanas. Las guarniciones francesas se rindieron una a una, lo que permitió a la antigua colonia proclamar su independencia el 1 de enero de 1804. A partir de entonces tomó el nombre de Haití. Esta legendaria batalla ha pasado a los anales de la historia. Más tarde inspiró levantamientos de esclavos en otros lugares, como la rebelión de Aponte en Cuba en 1812 o la conspiración de Denmark Vesey en Carolina del Sur en 1822. Esa victoria también influyó decisivamente en Simón Bolívar y otros líderes de movimientos independentistas en América Latina, aunque habría que esperar hasta 1834 para abolir la esclavitud.

Lo que sucedió el 7 de octubre en Palestina es tan legendario como la batalla de Haití, y en adelante pasará a los anales de la historia, como las batallas de Hittin, El Kadissiya, etc. en tiempos de Saladino.

Imagínense el terremoto que sacudió todo el sistema del Imperio de Occidente ante la repentina derrota de su mano derecha, en la que había invertido miles de millones de dólares durante casi un siglo. La misma potencia a la que el Imperio había confiado la función de ser cabeza de puente imperial para controlar las rutas marítimas estratégicas, los recursos vitales como el petróleo, el gas y el uranio, y de constituir la pieza clave para consolidar su dominación desestabilizando a los enemigos del Imperio, introduciendo relaciones de clase en beneficio de los opresores… Israel estaba en el corazón de este sistema capitalista que debía mantener a los países del Sur dependientes de él; para ello, el pueblo palestino debía convertirse en un escenario precursor, en un modelo de persecución… Para lograrlo, era necesario desposeerlos, deshumanizarlos, mantenerlos bajo bloqueo, masacrar a sus líderes históricos… Esto requería un estatuto específico para sus títeres, y una protección política, institucional, financiera y mediática…

La alarma inmediata que sacudió el 8 de octubre a todos los dirigentes del mundo capitalista, que acudieron en masa a Tel Aviv, es la prueba irrefutable de la inversión del mundo occidental en este Estado constituido al margen de la ley, al margen de todos los derechos y normas humanas. Derechos y normas creados por el propio Occidente.

El 7 de octubre fue una derrota para el Occidente imperialista. Y a partir de ahora, habrá un antes y un después de ese 7 de octubre.

¿Es Hamas una organización terrorista?

Empecemos diciendo que, aparte de Estados Unidos y la Unión Europea (UE), ningún otro país del mundo acusa a Hamas de terrorismo.

Si nos fijamos en la historia, el término «terrorista» no siempre ha sido peyorativo.  Los revolucionarios utilizaron el «terror» contra sus enemigos de clase.  Fue durante la Revolución Francesa cuando el término «terrorista» fue utilizado por primera vez por Gracchus Babeuf al hablar de «los patriotas terroristas del segundo año de la República». Para el marxismo, el terror no era en absoluto un fin político, sino una herramienta, el instrumento de una política, y debe juzgarse en relación con los objetivos de esa política. Esto plantea dos cuestiones diferentes: primera, la cuestión de la legitimidad de los fines políticos, y la segunda, la adecuación de los medios. Condenar el terror como «sistema» metafísico oculta el interés por deslegitimar los objetivos políticos que se fijó.

Tomemos el ejemplo de la Comuna de París, punto culminante de la guerra civil francesa. Tras su derrota se les calificaba, por no citar más que Le Figaro, órgano de la reacción de los de Versalles, de “terroristas del Hôtel de Ville [del Ayuntamiento] o de “terroristas del 18 de marzo” o «la Comuna terrorista».

El terror se defendía o combatía en función de los objetivos que perseguían las diferentes clases sociales y facciones políticas y que cada una de ellas consideraba legítimos.

En una carta a su madre, Friedrich Engels le explicaba: “De los pocos rehenes que fueron fusilados al estilo prusiano, de los pocos palacios que fueron quemados al estilo prusiano, se habla mucho, porque todo lo demás es mentira; pero de los 40 mil hombres, mujeres y niños que los versalleses masacraron con ametralladoras después de que fueran desarmados, nadie habla».

Horror en la Franja de Gaza.

Se diría que esta descripción de Engels se refiriera a los acontecimientos de Gaza. Podría pensarse que está describiendo cómo los medios de comunicación occidentales han valorado desproporcionadamente (y siguen haciéndolo) el impacto del ataque de Hamás el 7 de octubre, y el genocidio que siguió con la sangrienta venganza del ejército de Tsahal – Ejército de Israel–  apoyado por las fuerzas Delta norteamericanas y sus tres portaaviones en el Mediterráneo. Quienes han hablado de la Hiroshima de Gaza no están lejos de la cifra de las 70 mil víctimas que cayeron en Japón en agosto de 1945. En Gaza, la cifra de civiles asesinados sube a 50 mil.

Los Estados imperialistas-coloniales han denunciado habitualmente el terrorismo de las luchas de los pueblos sometidos a su dominación y tratado a sus combatientes de terroristas. Recordemos, una vez más, que varias organizaciones terroristas, puestas en la picota a lo largo de la historia, llegaron a ser interlocutores legítimos; fue el caso del Vietcong, del Ejército Republicano Irlandés (IRA), del Frente de Liberación Nacional argelino, del Congreso Nacional Africano (CNA) y de muchas otras organizaciones que fueron calificadas a su vez de «terroristas», como la OLP y el FPLP en Palestina.

Con este término se pretendía y se pretende despolitizar su lucha, presentarla como un enfrentamiento entre el Bien y el Mal.

Cada vez que los palestinos se rebelan, Occidente –tan rápido para glorificar la resistencia de los ucranianos– invoca el terrorismo. Lo hizo durante la primera Intifada en 1987 y la segunda en 2000, durante las acciones armadas en Cisjordania o las movilizaciones por Jerusalén, durante los enfrentamientos en torno a Gaza, sitiada desde 2007 y que ha sufrido seis guerras en 17 años.

Queda por tratar la cuestión de la legitimidad de «Israel» para defenderse y desarmar a Hamas. Algunos medios de comunicación sionistas llegan a invocar a Thomas Hobbes y su percepción de lo que él llama la posesión por parte de las clases dominantes del «monopolio de la fuerza física legítima». Se ignora así que esta legitimidad no puede aplicarse a un Estado de colonos, una legitimidad impugnada en primer lugar por los palestinos, por los pueblos de los países de su entorno atacados (libaneses, sirios, iraquíes, yemeníes e iraníes…) y por todos aquellos que la conquista y la colonia “quebraron un orden establecido de grandes civilizaciones y pueblos indígenas, que en su colosal derrota perpetuaron formas de resistencia sociocultural de tipo comunitario, al igual que imaginarios y prácticas de distinto sentido”.

Este sugerente tema es analizado en profundidad con sólido respaldo argumental histórico, sociológico y político en el nuevo libro del profesor Ricardo Sánchez Ángel que lleva por título ‘Hacia la Independencia. De la Colonia a la República, Derechos, multitudes y revolución’, publicado por el Grupo Editorial Ibáñez (Bogotá, abril, 2024).

En desarrollo de este estudio bibliográfico, su autor va deshilvanando y explicando de manera detallada y amena el proceso histórico tanto nacional como internacional, demostrando que la mezcla de razas a partir de la conquista de América a más de la multiplicidad de etnias, grupos y niveles sociales dificultó en grado superlativo la conformación sólida de una nación.

“Pese a los sincretismos, las herencias indígenas y africanas se mantuvieron vivas a través de relaciones sociales y culturales de la comunidad… El movimiento de independencia tuvo un alcance unitario continental, aunque no tuvo concertación. Sus momentos anteriores son el cimarronismo y el palenque, la resistencia indígena y las grandes rebeliones de Túpac Amaru y los comuneros”, explica en su texto Sánchez Ángel.

El análisis de este abogado, historiador y filósofo se remonta a la época del poder colonial en el que se contraponen los intereses de la Corona, por un lado y los de los conquistadores, por otro, con las consecuencias para la población nativa en América. Uno de esos efectos es la crueldad de los conquistadores que en su codicia sometieron a indígenas y afros para consolidar su dominio imperial, satisfaciendo sus ambiciones de riqueza a partir del expolio y la barbarie. De ahí nace la resistencia e irrumpen acciones de rebelión por parte de los débiles y “condenados de la tierra”, para parafrasear a Frantz Fanon.

Dentro de ese contexto, el libro del profesor Sánchez Ángel es pródigo al escudriñar diversos episodios de la historia raizal relacionados con la sublevación de los débiles y explotados ante las injusticias y las brutales violaciones a su dignidad y a sus derechos más elementales.

Se detiene en el análisis de la primera república negra del mundo que comenzó con una lucha antiesclavista y evolucionó a una causa antiimperialista dando al traste con tres colonialismos: español, francés e inglés. El ejemplo de Haití constituye un hito histórico no solo por su heroico proceso independentista sino por el significativo aporte en grandes recursos al Libertador Simón Bolívar para que pudiera avanzar en la causa emancipadora suramericana.

La obra avanza con los acontecimientos que dieron lugar a la Independencia; la influencia en América de la Constitución de Cádiz y los aires renovadores de las revoluciones norteamericana, francesa y haitiana. En el ámbito de lo que hoy es Colombia, el autor se detiene en la Constitución del Estado Libre e Independiente del Socorro de agosto de 1810 cuyo espíritu es el de la emancipación de la autoridad colonial, adoptando una visión de democracia radical fundada en principios de libertad y participación ciudadana.

Además de las tensiones políticas, los conflictos de intereses, las desigualdades entre criollos y mestizos, este trabajo bibliográfico examina las controversias que se dieron durante la llamada “Patria Boba” entre federalistas y centralistas, las ideas en boga durante esa época y la estrategia de emancipación colonial formulada por el Libertador en la Carta de Jamaica.

El libro tiene como característica la reivindicación del protagonismo de las multitudes, las mujeres y los oprimidos en el proceso revolucionario independentista para demostrar que efectivamente, es dable la fuerza de la utopía.

En esta investigación su autor logra uno de sus propósitos que es materializar “una historia a contrapelo de la historiografía tradicional y revisionista. Es, por lo tanto, y de manera sencilla, una historia subversiva de la historia constituida”.

El diseño de la portada del libro también contribuye a ese propósito, pues en primer plano aparece ondeando la bandera de la “Guerra a Muerte”, proclamada por Simón Bolívar que evoca la revolución haitiana, cuyo sustento y objetivo tienen plena vigencia en el actual proceso de librar la definitiva emancipación de nuestros pueblos sojuzgados por el nuevo colonialismo que se arropa en un criminal modelo económico denominado neoliberal.

Puntos de venta del libro

El libro del profesor Ricardo Sánchez Ángel, ‘Hacia la Independencia. De la Colonia a la República, Derechos, multitudes y revolución’, se puede adquirir en Bogotá en las librerías del Grupo Editorial Ibáñez:

Librería Centro: Calle 12 B N° 7-12.

Librería en La Soledad (Park Way): Calle 37 N° 19-07.

Correos electrónicos:

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Texto de la contracarátula