POR OLGA GAYÓN /
El actual primer ministro António Costa, del Partido Socialista, consigue ganar unas elecciones que, aparentemente, eran poco favorables para él.
Han sido unos comicios llamados anticipadamente por el presidente del Gobierno, António Costa, gracias a que sus socios de gobierno rechazaron los presupuestos generales porque, según sus líderes, dejaban por fuera medidas sociales urgentes: esta decisión hostil de sus asociados hacía imposible seguir gobernando. La división entre el gobierno de izquierdas hacía temer que la derecha y la extrema derecha se tomarán el poder en Portugal, porque allí, como en la mayoría de países de la Unión Europea (UE), la amenaza de que lleguen a gobernar como aliados es cada vez más fuerte.
El pasado domingo 30 de enero, los votantes portugueses se decantaron para que siga gobernando la izquierda en Portugal, pese a la división que había entre el Partido Socialista y sus socios minoritarios, el Bloco de Esquerda y la alianza entre el Partido Comunista y los Verdes. El triunfo del socialista en el país ibérico viene a confirmar que por más ruido que haga la derecha y la extrema derecha en Europa, los electores prefieren que gobiernen quienes ofrecen una administración que favorece a la población a través de sus medidas sociales encaminadas a preservar un Estado social. Igual sucedió hace unos meses en Alemania donde se creó una alianza entre el PSD, Los Verdes y los liberales.
Actualmente, todos los países nórdicos, Noruega, Islandia, Finlandia, Suecia y Dinamarca, así como España, están gobernados por partidos de izquierda. Tras perder el poder en favor de los conservadores durante al menos dos décadas, los ciudadanos en diferentes países europeos le están dando el poder a nuevas coaliciones entre los tradicionales Partidos Socialistas y otras fuerzas de izquierda y de centro y de los representantes de los movimientos ecologistas. Francia, donde la extrema derecha empuja con fuerza, es uno de los grandes temores en Europa. Si los conservadores y la ultraderecha se toman el poder allí, sería un golpe muy fuerte para la esperanza de que en Europa gobiernen los partidos cuyas medidas favorecen, en general, a la mayoría de su población: un victoria de la ultraderecha en el país galo podría devenir en un fuerte impulso a toda la extrema derecha que acecha al continente europeo.
El portugués António Costa ganó con el 41.68% de la votación y consiguió 117 escaños que lo llevaron a obtener la mayoría absoluta. En 2019 había logrado el 36.34% y 108 escaños. La segunda fuerza votada ha sido el partido conservador PSD con el 27.8% que pasó de tener 79 diputados a 71, y la tercera, penosamente, el partido de extrema derecha Chega que consiguió el 7.5%: saltó de un escaño en el Congreso a 12. Y los grandes perdedores han sido los partidos que gobernaban en coalición con Costa, el Bloco de Esquerda que obtuvo el 4.46%, pasando de 12 diputados a 5, y la Alianza entre Verdes y Comunistas que obtuvo el 4.36% y 6 escaños en frente de los 12 que tenía.
El socialista Costa gobernará esta vez con la mayoría absoluta, sin necesidad de tener socios en su gobierno. Se espera que este espaldarazo del electorado no lo conduzca a olvidarse de gobernar especialmente para defender los intereses de la mayoría de habitantes de Portugal, y que por contra, no se decante por cobijar los intereses de los grandes capitales que presionan por una significativa rebaja de impuestos y para que esta nueva legislación favorezca sus intereses que, van en contra, como es de esperar, de la inmensa población trabajadora.
En todos los países de la UE la extrema derecha continúa ganando terreno. Los mensajes de odio calan cada vez más en una población angustiada por esta terrible y odiosa pandemia y por el desespero de la situación económica que cada vez aprieta más a las familias. Todos los ciudadanos europeos deben mantenerse alerta, porque en estas crisis, es cuando la serpiente aprovecha para anidar.
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