POR PEPE MEJÍA
El pasado domingo 25 de junio falleció Hugo Blanco Galdós, uno de los dirigentes históricos y referencia obligada en la historia de los movimientos campesinos e indígenas de América latina.
En Hugo Blanco encontramos tres características esenciales: respeto, cariño y admiración más allá de las siglas e ideologías. Durante su dilatada vida pasó muchas veces por la cárcel, exilios, deportaciones, secuestros y detenciones. No fue un padre ejemplar, como lo reconoció muchas veces, pero dedicó toda su vida a luchar por un mundo sostenible, ecosocialista, contra los explotadores y porque la mejor manera de enfrentar al capitalismo es organizándonos.
Hugo Blanco, que nació en Cusco el 15 de noviembre de 1934, tuvo muy presentes los principios de la cultura indígena.
El buen vivir. La felicidad, decía Hugo, no consiste en la acumulación de dinero o de bienes, ni en la posesión de cosas “modernas”, sino en vivir tranquilos, sin “stress”.
Estaba contra el individualismo que hoy gobierna el mundo. Defendía la solidaridad comunal, el “yo colectivo”. Los temas que atañen a la comunidad no son resueltos por un individuo o un grupo de personas, sino por la comunidad en general. Para Hugo, los acuerdos se toman por consenso nunca por mayoría.
La pachamama siempre estuvo presente en su discurso. La Madre naturaleza es un ser viviente. Como lo son todos sus componentes incluidos los cerros y los ríos. “Nosotros no somos más que una parte de ella. Debemos vivir en su interior en armonía con sus otros componentes. Se la ama y se la respeta profundamente”.
Hizo suyo el “mandar obedeciendo” lanzado por los zapatistas. Él, que fue diputado y senador, tenía el concepto de que la función pública no es para servirse sino para servir.
En su recorrido ecosocialista, el organizador de la toma de tierras en La Convención y Lares, preámbulo de la Reforma Agraria desde abajo, consideraba que la lucha fundamental es en defensa de la selva contra la criminal depredación de empresas transnacionales, fundamentalmente de hidrocarburos.
Para Hugo, y los pueblos originarios, otros agresores son las empresas madereras, la minería, la construcción de hidroeléctricas. Organizaba y apoyaba la organización contra estas empresas.
Para esos pueblos y comunidades indígenas y campesinas los extractores de hidrocarburos envenenan el agua de los ríos que son sagrados y uno de los fundamentales sostenes de la vida amazónica. No sólo proveen de agua sino también de peces, una de las bases de la alimentación de la población selvática.
Contra la institucionalidad que está al servicio del capital
El poder ejecutivo y el parlamento están incondicionalmente al servicio de las empresas multinacionales para legalizar la depredación y el saqueo han emitido diversas leyes. Las fuerzas policiales y la marina de guerra también están al servicio de los depredadores, nos decía Hugo.
Tenía muy claro que el problema del calentamiento debe ser resuelto por la humanidad en su conjunto y no por un puñado de potentados.
“Es la colectividad la que debe acordar si una mina o una fábrica se abren o no”.
“Para hacer esto, naturalmente hay que acabar con el capitalismo, lograr que la producción esté en manos de la sociedad en su conjunto, tampoco queremos que esté en manos de un Estado vertical que fue el caso del corrupto sistema burocrático de la Unión Soviética, cuya putrefacción interna lo derrumbó” [1].
Hace ya más de 15 años abordaba un tema que hoy tiene especial relevancia. “Es la colectividad quien debe resolver de qué comodidades ‘modernas’ debemos prescindir para evitar la extinción de la especie, no las compañías ni ‘el mercado’” [2].
Un seguidor empedernido de las realidades de otros países, especialmente de Europa, nos señaló lo siguiente:
“Últimamente está surgiendo positivamente una corriente ecosocialista en la población urbana. Desgraciadamente, el complejo de superioridad hacia los indígenas, sembrado por la ideología capitalista dominante, hace que los compañeros urbanos se resistan a entender que en realidad están adhiriendo a dos de los principios morales por los cuales hace más de 500 años vienen luchando en el terreno práctico los pueblos indígenas de América y probablemente los de todo el mundo en su lucha de resistencia contra la colonización impositiva, jerarquizada y depredadora. Quien sí se ha dado cuenta de la importancia del movimiento indígena es el enemigo. El año 2000, la CIA de Estados Unidos señaló: “América Latina tiene una nueva amenaza que enfrentar: los movimientos indígenas de resistencia” [3].
Durante toda su vida militante nos forjó para que continuemos luchando contra el capitalismo, cuya esencia, como constatamos cada día, es la dictadura del dinero, ante cuyo altar sacrifica a la humanidad, a la naturaleza y a los descendientes de los propios capitalistas. Para esto debemos enfrentar a los gobiernos que usa como instrumentos.
Hugo Blanco ponía a los movimientos indígenas en el eje de la lucha antisistémica. “Para esto deben superar los prejuicios de superioridad creados por los opresores e impulsados a través de la sociedad de consumo”. Cuanto más pronto se comprenda el significado profundamente antisistémico de las luchas indígenas, estas serán más fuertemente apoyadas por los no indígenas.
En cuanto a la democracia parlamentaria y el acceso de la llamada izquierda Hugo siempre fue muy claro. En 1990 me dijo: “es seguro que los ricos no permitirán que gobernemos, ordenarán a los oficiales que tienen a su servicio que hagan un golpe de Estado contra el gobierno legalmente elegido”.
Las elecciones no son el factor principal de la confrontación
Para el incansable luchador, las elecciones no son el factor principal de la confrontación entre enriquecidos y empobrecidos. Lo principal sigue siendo la organización, la lucha y la preparación de la autodefensa de las organizaciones de masas (obreras, campesinas, barriales, etc.). La fuerza de los ricos es su dinero. La fuerza de las y los de abajo es que somos más. Para hacer efectiva nuestra fuerza debemos actuar juntas, organizarnos.
Consideraba que era ilusoria la confianza en la permanencia de gobiernos surgidos del voto popular. La amenaza de golpe de Estado siempre está presente, nos decía.
“Las Fuerzas Armadas son el bastión principal en que se apoyan los opresores para mantener su dominación de clase. No pueden servir de garantía para el sostenimiento de un gobierno de los explotados contra los explotadores. Esta es una ilusión excesivamente ingenua”.
Contra posiciones reformistas
Desde sus inicios en la organización de sindicatos de campesinos mantuvo un enfrentamiento permanente con las posiciones más reformistas. En la lucha campesina en La Convención y Lares había dos líneas. Una reformista dirigida por el Partido Comunista a través de la Federación de Trabajadores de Cusco. Priorizaban los trámites legales por encima de la movilización de masas. No desconocían la movilización pero sí la relegaban a último término.
La otra línea era la revolucionaria con influencia del Partido Obrero Revolucionario y luego el Frente de Izquierda Revolucionario. En esta línea estuvieron, entre otros, Hugo Blanco y Luis Zapata, que después ingresó en la guerrilla del ELN.
Esta línea daba prioridad a la movilización de masas: paros, marchas, mítines, huelgas, preparación de la autodefensa armada, etc. No descartaba el legalismo, pero le concedía poca importancia.
La reforma agraria fue para Hugo sólo una redistribución de la tierra, “puesto que una verdadera reforma agraria debe incluir educación agropecuaria, dotación de semillas y fertilizantes, planificación de la producción al servicio de la población, créditos, comercialización, etc.”. [4].
“Ahora los principales combates que desarrollan el movimiento indígena y campesino en general no son sólo en beneficio propio, sino de toda la humanidad. Las luchas son en defensa del medio ambiente, en una época en que está amenazada la supervivencia de la especie debido al acelerado deterioro del medio ambiente. La gente del campo pelea en defensa del suelo, del agua, de la selva, de la vida. Del éxito de estas batallas y de las que llevan los pueblos oprimidos en todo el mundo, dependerá la derrota del sistema gobernado por las grandes empresas multinacionales que conduce a la extinción de la especie humana. Esas empresas sólo buscan ganar la mayor cantidad de dinero posible en el menor tiempo posible, sin importarles la suerte de la gente ni de la naturaleza, sin importarles el destino de la humanidad. La gran mayoría de los gobiernos son sólo sirvientes de esas empresas, por lo tanto la lucha por la vida es también lucha política contra los gobiernos títeres” [5].
Las conversaciones con Arguedas
Hay una parte de la trayectoria de Hugo que personalmente me llamó y me sigue llamando la atención. En varias conversaciones abordamos la correspondencia que, estando recluido en la cárcel de la isla El Frontón en el Callao, mantuvo con el escritor José María Arguedas.
“Hermano Hugo, querido, corazón de piedra y de paloma”. Inicia así Arguedas una de las cartas que remitió a Hugo Blanco.
Hugo me comentó que José María Arguedas le pidió permiso para visitarle en la cárcel de El Frontón. En una segunda carta, Hugo le dice a Arguedas que una fugaz visita en El Frontón no sería satisfactoria para el gran cariño que le tenía.
El 25 de noviembre de 1969 Hugo Blanco escribió a Arguedas, cuatro días antes del balazo que acabó con su vida. “Comprenderás cuánto me pesa esa respuesta mía”.
En una de las cartas que Hugo escribe a Arguedas le relata cómo de niño conoció a un dirigente campesino mutilado por seis balazos de los matones del hacendado. Hugo le cuenta las conversaciones que tuvo con el dirigente campesino y la promesa de vida que le hizo. Esta promesa ha sido uno de los motores de la vida de Hugo.
Hugo y Arguedas hablaban de amor, hambre, pobreza, sueños, anhelos, muerte, el nosotros, la tristeza…
“¿Hasta cuándo y hasta dónde he de escribirte? Ya no podrás olvidarme, aunque la muerte me agarre, oye, hombre peruano, fuerte como nuestras montañas donde la nieve no se derrite, a quien la cárcel fortalece como a piedra y como a paloma. He aquí que te he escrito, feliz, en medio de la gran sombra de mis mortales dolencias. A nosotros no nos alcanza la tristeza de los mistis, de los egoístas; nos llega la tristeza fuerte del pueblo, del mundo, de quienes conocen y sienten el amanecer. Así la muerte y la tristeza no son ni morir ni sufrir. ¿No es verdad hermano?” [6].
Condenado a muerte por dos organizaciones terroristas contrincantes -el servicio de inteligencia nacional y Sendero Luminoso- dijo que tomó las armas precisamente para ir contra el terrorismo.
“Las autoridades lo acusaron de terrorista. Tenían razón. Él sembraba el terror entre los dueños de la tierra y de la gente” [7].
Hugo nos cuenta cómo se inicia el movimiento de la toma de tierras. Las y los campesinos decidieron dejar de trabajar gratuitamente para los hacendados. Dichos hacendados comenzaron a andar armados y a disparar al aire, amenazando con matarles. Cuando las y los campesinos se quejaron a la policía, ésta les contestó que los patrones tenían el derecho de matarles como a perros. El único camino que le quedaba al campesinado era la autodefensa contra el terrorismo de los hacendados. El gobierno ordenó atacarnos y tuvimos que defendernos.
Un ministro le envío de regalo un ataúd
Hugo Blanco tiene infinidad de anécdotas. Muchas de ellas inverosímiles pero todas ciertas.
En 1980 era diputado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), sección peruana de la IV Internacional. En 1983 un juez de provincia propuso abrir negociaciones con Sendero Luminoso. Ante los ataques a este juez, Blanco defendió la postura de la negociación en una sesión parlamentaria.
“Precisamente es con nuestros enemigos con quienes tenemos que conversar. Por ejemplo, yo no tendría ningún problema en conversar con asesinos como Hitler, Pinochet o el general Noel”, dijo Blanco en referencia al militar impuesto como jefe político de Ayacucho.
¡¡¡Que retire la ofensa!!! Ha dicho que el general Noel es un asesino, bramó un diputado de la derecha.
Sí, es verdad, tiene razón, fue la respuesta de Hugo Blanco. “Retiro lo de asesino, el general Noel no es asesino, es genocida”.
A Hugo lo suspendieron cuatro meses. Al día siguiente se puso a vender café molido cerca del Congreso. Una periodista se acercó y le dijo: “Oiga, ¿no le da vergüenza estar vendiendo café molido en la calle?” Y Hugo contestó: “Mire, a pocas cuadras de acá los otros parlamentarios están vendiendo el país, pregúnteles a ellos si eso no les da vergüenza”.
“Durmió bajo las estrellas y en celdas ocupadas por las ratas. Hizo catorce huelgas de hambre. En una de ellas, cuando ya no aguantaba más, el ministro del Interior tuvo un gesto cariñoso y le envió, de regalo, un ataúd” [8].
“Y cuando un taladro le abrió el cráneo, porque una vena estalló, Hugo se despertó con pánico de que los cirujanos le hubieran cambiado las ideas. Pero no. Seguía siendo, con el cráneo cosido, el mismo Hugo de siempre” [9].
Sobre los gobiernos progresistas
Para Hugo, los gobiernos progresistas tienen actitudes de rebeldía contra los intereses el gran capital, pero no rompen con el sistema antidemocrático y capitulan ante las transnacionales, las que utilizan el boicot económico para recuperar el poder total.
Pero también tenía recado para los partidos comunistas: “La unidad es posible sobre la base de una verdadera independencia de clase, sin compromisos y acuerdos con las fuerzas burguesas, es sobre estas bases que se debe ejercer presiones al PC para que rompa con su falsa estrategia de buscar aliados en los partidos burgueses y en los generales supuestamente izquierdistas” [10].
En todas las conversaciones que mantuve con Hugo siempre tocaba el tema zapatista. Destacaba la horizontalidad y el internacionalismo. Pero también la formación permanente, la autoayuda, el acompañamiento.
En opinión de Hugo sería saludable volver a nuestra moral originaria, lo que no significa volver a la vida primitiva: la profunda solidaridad humana, los entrañables lazos con la naturaleza, vivir sin las presiones de la sociedad de consumo, pensar en nuestros descendientes.
Gran defensor de la hoja de coca, “para nosotros es la hoja sagrada”, decía. La hoja de coca está presente en el bautizo indígena, acompaña al indio en su matrimonio y no falta en su entierro, en el estreno de una casa o en una transacción importante. Cuando dos caminantes se cruzan por el camino uno invita al otro coca y se sientan a conversar como viejo amigos.
Para Eduardo Galeano, “Hugo Blanco ha caminado su país al revés y al derecho, desde las sierras nevadas a la costa seca, pasando por la selva húmeda donde los nativos son cazados como fieras. Y por donde pasaba, iba ayudando a que los caídos se levantaran, y los callados dijeran”.
Y nuestro amigo y compañero entrañable, gran amigo de Hugo Blanco, Miguel Romero El Moro dijo:
“Hugo Blanco no tiene madera de héroe, pero la lucha para buscar una alternativa revolucionaria al capitalismo no necesita héroes. Hugo Blanco tiene madera de campesino, de indígena, de sindicalista, de militante revolucionario indomable…Y todo eso sí lo necesitamos, para tener compañeros reconocidos internacionalmente en los que se pueda confiar, que sean como enlaces compartidos entre las rebeliones y revoluciones del siglo XX y las de ahora mismo, en las que por cierto, sean en Tahrir, en las Casbah, en Syntagma o más modestamente en nuestro 15M, Hugo se hubiera sentido como en casa”.
Notas
[1] “Salvemos a la humanidad. Retomemos las raíces indígenas”, Hugo Blanco. Página 18. Ediciones Lucha Indígena. Mayo 2009.
[2] Ídem.
[3] “Salvemos la humanidad. Retomemos las raíces indígenas”, Hugo Blanco. Página 19. Ediciones Lucha Indígena. Mayo 2009.
[4] “La verdadera historia de la reforma agraria”, Hugo Blanco, Página 5. Ediciones Lucha Indígena. Abril 2009.
[5] Ídem.
[6] Carta de José María Arguedas a Hugo Blanco.
[7] Comentario de Eduardo Galeano. “Nosotros los indios. Hugo Blanco”, Página 17. Ediciones La Minga. Herramienta.
[8] Comentario de Eduardo Galeano, “Nosotros los indios. Hugo Blanco”, Página 17. Ediciones La Minga. Herramienta.
[9] Ídem.
[10] Trabajadores al poder. Hugo Blanco. Página 65. Eris Editorial S.A.
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