POR RAÚL RAMÍREZ MUÑOZ /
Con su caminar presuroso pero firme, sus afinados pasos con dirección definida, su ritual sereno, impasible, taciturno y difícil de interceptar, con su estilo propio, lo vimos cientos de veces en las calles de Pasto, en las aulas de La Universidad de Nariño, haciendo amigos en los barrios, levantando su voz en las profundas y profusas manifestaciones de la década de los 70, infringiendo herejías en los auditorios apiñados de estudiantes, destruyendo barricadas ideológicas y reclamando con afincada decisión los futuros socialistas que reclamaba la utopía redentora para nuestra América Latina en los albores de las primeras revoluciones de igualdad.
Poco a poco se fue asentando su presencia en las regiones del sur agrario empujando proyectos de reforma para el campesino nariñense, también desde la Universidad y en los últimos 20 años para la más olvidadas regiones del Pacifico a tal punto que decidió tomar la patria-tierra de Tumaco como su residencia permanente desde 1987 hasta el hálito final. Desde allí apoyo, organizó, educó y entregó toda su energía en la consolidación de la federación y posteriormente la confederación de cocoteros, siempre pensado y haciendo honor a su rebeldía militante de construir poder popular a su manera.
Nació en Popayán, estudió bachillerato en Palmira decidiendo desde allí sus inclinaciones en la filosofía marxista y su respaldo a la lucha de los pobres del mundo. Se graduó como ingeniero agrónomo en la Universidad Nacional –sede Palmira-, disciplina y experiencia que le sirvieron para acercarse a las problemáticas eternas de la desigualdad y la indignidad en que ha sometido el sistema capitalista al trabajador de la tierra, al productor de la vida que ha sido paulatinamente desencajado de su territorialidad y que Víctor Manuel Mejía describe y rescata paso a paso, primero en los estudios económicos y sociológicos: la distribución, tenencia y aprovechamiento de la tierra, desarrollo agroindustrial del Valle del Cauca, producción agrícola en Tumaco, marco teórico para la formulación del plan de ordenamiento territorial y ambiental en la Costa Pacífica, pero con mayor audacia literaria, dejando su huella humana y revolucionaria en el libro ‘Camino a ciudad D’oro’, registro histórico-poético de las aberraciones contra la comunidad de Barbacoas, un pueblo que padeció el saqueo inmisericorde del oro y ‘La oscurana’, texto con narraciones directas, descarnadas y denunciantes, propias de su personalidad y su apego a la desobediencia política, social y humana con aspiraciones de vientos frescos de igualdad y sociedades verdaderamente humanas.
Algunos comentarios de su obra que hablan mejor del camarada que ha partido sin despedirse como lo haremos muchos de nosotros:
“La fuerza vertiginosa de la vida en la costa Pacífica es la poesía que atraviesa el lenguaje de Víctor Manuel, escritor comprometido con la realidad que lo circunda:
Cualquier viviente que trajine los esteros, los ríos y las veredas con sus montes y cultivos, como yo, que mire y escuche por los intersticios, siente en el interior del cuerpo la alegría de su compañía y la tristeza de su abandono innatural, pero ese desfilar, a pesar de las promesas, no termina, cargamos también con los malos recuerdos, más aún cuando se acerca la hora de la llorona”.
El contraste entre violencia y poesía, y la memoria que aparece dando cuenta de un país cruel, sin piedad alguna por los sectores más desamparados”.
Abrazo perenne a la historia que nos ha legado nuestro compañero y saludo fraterno y solidario a sus hijos, esposa, familiares y allegados.
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