POR MANUEL JIMÉNEZ MORALES /
El pasado 15 de marzo de 2021, bajo un día lluvioso y después de muchas horas de viaje llegaron a Pasto líderes agrarios como Robert Daza Guevara y la señora María Duby Ordoñez para realizar un conversatorio sobre la realidad socioeconómica de la región del norte del departamento de Nariño y la incidencia que vienen teniendo los cultivos de coca. También acudieron a este llamado los líderes sociales, el ingeniero Carlos Santacruz Moreno y Edgar Casanoba, este último miembro de la organización de los pueblos circundantes del volcán Galeras. Esta fue una cita con la Red Socialista Nacional, para conversar sobre la situación social, económica y de violencia que viven las comunidades campesinas del Norte del Nariño, que comprende los municipios de Cumbitara, Sotomayor, Los Andes, Policarpa, el Rosario y Leiva y de las poblaciones circundantes al volcán Galeras (que la conforman los municipios de Nariño, La Florida, Sandoná, Consacá, Yacuanquer y Tangua, y por supuesto, Pasto). Con ellos se hizo una revisión de lo que acontece en las faldas de este mundo rocoso de los Andes.
Robert Daza explica que no puede desconocerse el impacto de la pandemia sobre la vida campesina, a pesar de los problemas estructurales que desde antes de la pandemia ya traía la economía campesina, pero que esta agudizó más, su situación socio-económica. El impactó fue muy duro no solo para las familias cafeteras, sino también para las productoras de otros alimentos como fríjol, maíz, plátano y frutas, ante una caída de sus ingresos y prácticamente, el cierre parcial de las plazas de mercado, donde habitualmente mercadean sus productos. El gobierno respondió a esta crisis con un chorro de babas: con unas políticas de mendicidad, que servían más para distraer a la comunidad que para dar una solución a sus problemas. La generación de ingresos se constriñó sustancialmente, las cosechas, gran parte de ellas se perdieron y la familia campesina quedó a la deriva, reducida a la subsistencia. No hubo los apoyos económicos que se requerían, que impidieran que el campesinado se hundiera más en la pobreza.
No hay tierra para quienes la trabajan
Pero, ¿cuáles eran los problemas más agobiantes que traían antes y durante la pandemia las familias campesinas? El eterno problema, no solo de Nariño, sino de toda Colombia: la tierra. No hay tierra para quienes la trabajan, sus manos requieren tierra para poner a producir la tierra, que no producen nada, sino rentas. Las mujeres y jóvenes no tienen tierra, nos dice Robert Daza. Las familias campesinas escasamente disponen de una hectárea de tierra, donde hay que sostener de cinco a seis miembros de la familia.
No hay acceso a la tierra ni programa de reconocimiento a la economía campesina, al contrario, lo que el campesinado ve son productos importados por las grandes superficies comerciales que afectan gravemente su producción al no poder competir en precios, con productos que provienen de agriculturas subsidiadas por sus gobiernos. La competencia, de este modo, poco a poco, arrasa con la pequeña economía campesina, esto es, la ruina del campesinado.
Las demandas que la organización campesina ha venido solicitando a los gobiernos locales, departamental y nacional en materia de acceso a la tierra, comercialización, apoyo técnico, créditos, etc., no ahora, sino desde hace más de veinticinco años, han sido ignoradas, pero eso sí, en épocas electorales llegan de todos los colores a ofrecer esta vida y la otra, promesas que van y vienen, se limpian la boca llena de espuma de tanta palabrería hueca, y la situación del campesinado sigue igual, o peor, pero la de los politiqueros y dueños de grandes propiedades si mejora, mucho más cada día.
No hay un aseguramiento de la producción ni mucho menos unos precios estables en el mercado –por ejemplo, precios de sustentación- lo que las hace más vulnerables, a eso se suma el cambio climático, como es el caso, ahora con este régimen de lluvias, el mal llamado fenómeno de la niña, donde las lluvias se acumulan, como en Nariño, región de alta montaña, y luego se producen los grades derrumbes, impidiendo la movilidad vehicular, y por tanto, las cosechas se pierden al no haber otras alternativas de movilidad, al gobierno poco le importa esta situación. Para afrontar esta crisis eco-ambiental la economía campesina no tiene los medios para sortear esta situación ni mucho menos los recursos económicos para autofinanciar todo lo que se requiere para estos casos.
Los territorios están permanente asediados por los distintos actores armados, la población vive, desde luego, en la zozobra, temen por sus vidas, en especial por la de los jóvenes, por el temor de que estos sean llevados a la fuerza para alistarlos a sus organizaciones. La ley que prima allá en ese nudo de montañas y de caminos desolados es la del más fuerte. Este es otro factor que agrava la situación de la comunidad campesina, quien tiene que aprender a convivir con todos estos factores adversos, y, sin embargo, a los gobiernos no les pasan por la cabeza el drama tan miserable que ellas deben afrontar para sobrevivir, a pesar de que las organizaciones campesinas del norte y en todo el departamento han planteado sus exigencias como el derecho a permanecer en sus territorios, el respecto de sus vidas, a su organización social y a su autonomía.
Efectos de la pandemia
La pandemia no significó en el momento más difícil ninguna ayuda humanitaria para el campesinado, solo trajo más pobreza y sufrimientos, nada agradable pasó en sus vidas, que solo fue paliado con su infinita paciencia, y la espera de un mejor atardecer después de muchas lunas de dolor. La vida campesina se tornó amarga, sus cosechas se perdieron, no había movilidad, no había quien sacara sus productos al mercado; ni el gobierno local ni departamental ni mucho menos el nacional fueron capaces de elabora un programa para atender esta situación de movilidad y de comercialización, dejando a los campesinos que se hundieran en la ruina. Ante los problemas que creó la pandemia, este gobernó fue incapaz de solucionarlos.
La minería es otro factor que se añade a esta cadena de problemas de las gentes de campo en Nariño. La empresa AngloGold Ashanti obtuvo hace pocos años, durante uno de los gobiernos de Uribe, unos títulos mineros, llámese concesión, para explorar y explotar la cuenca del Río mayo, que traería indudablemente consecuencias graves para la contaminación del agua y la afectación de la vida del río. Las comunidades del Norte de Nariño se movilizaron y detuvieron este atentado contra la vida de sus territorios, y la empresa tuvo que detener sus trabajos de exploración; sin embargo, las comunidades advierten que esta empresa todavía tiene en su poder el permiso, los contratos que el Estado colombiano le otorgó para seguir explorando esta parte del río Mayo.
A mediados de 2020 los precios del café subieron significativamente, todos pensaban que había llegado una bonanza de este, la euforia no tardó en evanecerse, cuando los insumos principales para el café y de otros productos agrícolas habían subido, anulando las utilidades que se habían obtenido por la subida de los precios del café y demás productos agrícolas. El gobierno con el fin de ayudar al campesinado otorgó un subsidio para la compra de insumos, que se otorgará para aquellos productores tengan más de cinco (5) has, y para lo que críen aves tengan una producción de 5000 aves en adelante. Como se sabe muy bien, el Departamento de Nariño es minifundista, donde la mayoría de la población campesina solo tiene una hectárea de tierra, y los que tienen más de cinco hectáreas y más de 5000 aves, son consideradas como unidades grandes. O sea que, el subsidio va a parar a los bolsillos de los empresarios agrícolas que ya tienen establecida unidades de producción grandes. Por tanto, el subsidio para la compra de insumos no llegó al campesinado, y lo más cínico es que el gobierno lo presenta como una “ayuda” a los campesinos.
La propuesta de las organizaciones campesinas, que habían formulado desde mucho tiempo atrás, antes de la pandemia, era que el gobierno apoyará de forma decida el proceso de transición de la agricultura convencional a una agricultura agroecológica campesina que, entre otras, ya estaban aplicando en sus pequeñas chacras y con sus propios recursos era, justamente, para evitar que los precios de los agrotóxicos esquilmaran los ingresos que se obtenían por cada cosecha, como también detener la destrucción de la micro biodiversidad de los suelos y la contaminación ambiental por las fumigaciones, que destruían otros sistemas vivos. El campesinado defendía y sigue defendiendo una agricultura sana, libre de tóxicos y que sea saludable para el consumo humano y no humano y de respecto a la madre naturaleza.
Las enfermedades que atacan los cultivos como en el caso del café, llamada por ellos el ojo de pollo, y de otros insectos que afectan los cultivos e incluso a los animales, han provocado la pérdida de productividad y, por tanto, la baja de los ingresos, que han sido controladas con las buenas prácticas agroecológicas, sin que afecte los suelos y los sistemas vivos con los cuales cuenta el territorio. El cambio climático, por otra parte, está afectando la agricultura, la producción, los rendimientos y el beneficio. Si no es el invierno o los fuertísimos veranos, o en otro caso, las enfermedades, y si no se tiene el cuidado y conservación de los ecosistemas, la vida agrícola se tornará cada vez más penosa.
Deficiencia en servicios públicos
Los servicios públicos en el norte de Nariño son altamente deficientes, y en algunos municipios, veredas y corregimiento son inexistentes. Con contadas excepciones solo algunos municipios cuentan con alcantarillado. El servicio de agua en la mayoría de los municipios es provista por bocatomas, que son conectadas por medio de mangueras para ser transportada a cada uno de los hogares; las bocatomas no son objeto del cuidado y la protección de los gobiernos locales, de modo que ellas están expuestas a todo tipo de intervención, especialmente para la manutención y cría de animales; el agua que se utiliza en las familias del campo no tiene ningún tipo de tratamiento, no hay acueductos donde esta pueda ser tratada para el consumo humano, a ello se suma el sistema de letrinas, que a través de las corrientillas subterráneas reaparecen en otros lugares, y que pueden ser las bocatomas, donde se surte de agua las poblaciones subsiguientes. Esto, como se puede apreciar, es una cadena de contaminación social.
El gobierno no le mete un peso para la construcción de un acueducto, pero si está presto, como se puede comprobar, privatizar el servicio de agua; Ya ha habido ofertas en ese sentido, pero han fracasado, debido a que la comunidad se ha resistido a que este bien público pase a manos privadas, pues, la comunidad es la que a través de las mingas arregla las bocatomas, cambia las mangueras y ayuda de alguna forma a conservarla.
El servicio de energía eléctrica es un monopolio, que desde hace años es controlado por la politiquería conservadora, en manos de una senadora por todos bien conocida. En épocas electorales los trabajadores de Cedenar llegan hacer “arreglos”, cambian postes, redes, revisan los contadores, fallas de conexión, etc., y después de un mes les llegan los recibos con los nuevos aumentos de precio, los reclamos no se dejan esperar. La oficina encargada de atender estos asuntos, ahí se encuentran apostados los chirimbolos de la senadora, que les dicen, tranquilos: que sí les rebajamos la tarifa, pero a cambio de que ustedes voten por los candidatos que la señora indique. Y esta es la forma como se utiliza una empresa pública con fines netamente personales y politiqueros.
El servicio de internet a las comunidades agrarias les ha tocado comprar este servicio. Los niños y jóvenes de bachillerato acceden a este servicio porque sus padres, con muchos esfuerzos, gastaron dinero para adquirirlo. El gobierno dijo en esta pandemia que las clases tenían que recibirse por internet, pero no había las condiciones, los equipos, ni una señal buena. El internet privado fue la respuesta para cubrir las necesidades de estudio. Hace unos cinco años, cuenta la señora Duby, que había 32 escuelas en San Pablo y cinco kioscos con servicio de internet, y en poco tiempo el gobierno los quitó y las escuelas quedaron como antes: sin este servicio. Hasta ahora no hay ninguna escuela que cuente con internet, y solo se escucha son promesas de que van a poner tres escuelas con este servicio. Los planes de internet se financian del bolsillo de los campesinos, que cuestan entre 40, 50 y 60 mil pesos mensuales, costo que lacera el bienestar del resto de la familia campesina.
Los problemas de la educación a distancia, no solo se reduce a la falta de un servicio de internet acorde a las necesidades de los y las campesinas, sino a la falta de un tutor, que explique, que oriente; las guías que les dejan a los estudiantes, la comprensión de lectura, las consultas, y del conocimiento que se requiere para atender las muchas preguntas y preocupaciones que tienen los estudiantes, no pueden ser absueltas por falta de un personal calificado. A los padres de familia les tocó volverse profesores que, en su mayoría, no tiene primaria, y escasamente han cursado dos o tres años de escuela o secundaria. Ellos, no están capacitados, formados, para atender a sus hijos de noveno, decimo y undécimo grado de bachillerato. Las frustraciones y deserción estudiantil se dispararon ante el abandono y falta de responsabilidad en algo tan vital como es la educación. Las familias campesinas han tenido que recurrir a contratar profesores por hora en sus casas, pero el ingreso de ellos, como se ha explicado más arriba, se ha visto desmejorado a causa de la pandemia y a la falta de apoyo real económico por parte del gobierno. Son contadas las veredas que cuentan con un servicio de internet en las escuelas. Esta situación está llevando a la privatización de la educación, lo que la vuelve más un privilegio, que un derecho obligatorio para todo ser humano.
El gobierno nacional encontró la excusa perfecta: todo se lo achaca a la pandemia, que por la pandemia no hemos podido arreglar la carretera; que no hay conectividad ni profesores por la pandemia, que no podemos subsidiar a las familias campesinas, porque toda la plata se la come la pandemia, que la pandemia por aquí y por allá. La pandemia se lo come todo, pero no se ve donde meten ese todo.
Para el campesinado y sus organizaciones, la salud y la educación son derechos, no son servicios, es el gobierno que los ha caracterizado como servicios, es decir, les dado un carácter de negocio. Con respecto al tema de la salud es bastante grave lo que pasa en el campo. La poca atención que antes se prestaba desapareció y el campesino quedó sin ninguna atención. Ya no volvieron atender a nadie. A ellos les tocaba madrugar a las 2 y 3 de la mañana para pedir una cita médica, el único hospital que había fue cerrado, y solo se atiende casos con covid. La pregunta que surge ante este estado de abandono es, ¿qué hicieron las comunidades del campo para salirle al paso a esta pandemia? Su respuesta fue echar mano de la medicina tradicional, revalorando su medicina, sacaron todos sus conocimientos ancestrales que recibieron de los mayores, de los sabedores; ahí estaban por todas partes del territorio los yerbateros/as, los curanderos/as, y los naturalistas, que a través de sus prácticas y experiencia sanaron a sus comunidades. Gracias a la pandemia la gente volvió su mirada hacia la medicina ancestral y dejó a un lado la dependencia del pastillaje, que solo les había traído nuevas enfermedades, lo que se llama comúnmente, los efectos colaterales. A esto es lo que las organizaciones campesinas llaman revalorar la medicina ancestral, que ellos han utilizado toda su vida. El uso de las plantas como el mataratón, el jengibre, el orégano, la cúrcuma y otras plantas nativas de la región fueron utilizadas para tratar personas con covid, con esta medicina se trató a muchas personas, recuperando su salud, otras murieron, pero en menor número. Esto comentaron nuestros líderes al respecto:
“Todas estas plantas que hacían las veces, como de interferón, y con eso la mayoría de la gente nos curamos, porque yo creo que en el campo a la mayoría ya nos dio ese COVID y, sin embargo, salimos de esos cuadros, pero salimos por esfuerzo propio, no por esfuerzo del sistema nacional de salud ni departamental ni local”.
Contra el patriarcado
María Duby Ordoñez es una lideresa destacada de la región norte del departamento de Nariño, quien ha enarbolado la bandera por la defensa de los derechos de la mujer, su organización, la lucha contra las formas del patriarcado que subsisten todavía en nuestras comunidades, gracias a esa labor social y organizativa ya existen varias organizaciones de mujeres. Estas organizaciones son constantemente aduladas y consentidas por los politiqueros, con el fin de granjearse los votos de sus esposos y de sus familias, saben que esta es una vía fácil de acceso para controlar la población, pues, las mujeres en esta parte del departamento de Nariño son las que han alentado la resistencia y la lucha por mejores condiciones de vida para su población, más que los hombres, ellas son las que se destacan al momento de emprender acciones conjuntas por los derechos de sus comunidades.
Nuestra líder dice que a las mujeres les corresponden el cuidado de los niños, la preparación de los alimentos, los arreglos de la casa, en general todo lo que se conoce como la economía del cuidado, en la cual el trabajo doméstico está invisibilizado; pero también las mujeres trabajan en las faenas agrícolas, desde la siembra, hasta la cosecha, toda la familia se integra a estas labores agrícolas, incluso los niños. En algunas poblaciones como San Lorenzo, las Gaviotas, asumen las labores del hogar, asimismo en Arboleda. Las organizaciones de las mujeres son, además, las que llevan la iniciativa en todo lo relacionado a las labores comunitarias, desde la preparación de las reuniones, la conformación de las mingas, la logística, son en realidad la avanzada del movimiento social en esos territorios, en la cual se destaca la lucha por los derechos de la mujer y el respeto en todos los asuntos de la vida social. Su lucha contra el patriarcado continúa.
Los pueblos de coca es otro de los temas importantes en la vida de esta región de Nariño, pues esto ha cambiado completamente el panorama de los pueblos del norte.
Por allá, hace ya mucho tiempo, por el año de 1985 empezó a llegar la coca en el municipio de Cumbitara, y los jóvenes, sobre todo, se engancharon a estos trabajos; pero no pasó mucho tiempo, cuando se enteraron que en el Putumayo la coca florecía como en los jardines más exquisitos del mundo, se abandonó la siembra y cultivo de coca en Cumbitara y la gente emigró para esas tierras prometeicas de las amazonas. Cumbitara quedó desierto. A este factor se suma que las vías de acceso a Cumbitara eran en ese momento unas verdaderas trochas en medio de profundos abismos, lo que hacía más penosa esa labor.
Contagio de la vida fácil
En 1990, cuando empiezan las fumigaciones y la lucha contra el narcotráfico en el Putumayo, la población que había salido hacia esa región, retornan a sus antiguas poblaciones: Cumbitara, Sotomayor, Los andes, Policarpa, el Rosario, Leiva. Antes de invadir con la coca a estos pueblos, ellos eran unos verdaderos agricultores. Había panela, plátano, leche, frijol, maíz, es decir, comida en abundancia y familias campesinas que no necesitaban sino llevar la sal, el aceite a sus viviendas porque el resto todo lo producían. Además, existía una cultura campesina basada en el respeto, la honestidad. La minga, resolvía y resuelve los problemas que se suscitaran entre las comunidades, por ejemplo, arreglo de vías, trochas, siembras, cosechas, etc.; la cultura, labores artísticas, la música, expresiones teatrales y populares, es decir, unas comunidades rurales o campesinas que en medio de su aislamiento tenían una vida feliz. Luego de 1985 empieza a llegar la coca, llega la Farc, y llegan otros grupos armados. Después de eso llegan los programas de las Naciones Unidas y de la Unión Europea. Pero con todo lo que llegó a estos pueblos, no pudo detener el crecimiento de la coca y, por tanto, en medio de la euforia y el contagio de la vida fácil aparecen las discotecas, los centros de prostitución, el derroche, el tráfico de armas, la cultura del macho que se expande, y que es auspiciada por el traqueto. Ahí no sirvió ningún plan, la borrachera del dinero fácil y la vida cómoda llegó a los lugares más empobrecidos de este país.
La coca y, por tanto, los negocios fáciles cambiaron la faz de estos pueblos, hoy podemos encontrar en las veredas y en las cabeceras municipales casas lujosas, edificios de 3 y 4 pisos, ahora ha llegado más gentes a estos pueblos, y que antes había emigrado, pero también llegan gentes de otros partes de Nariño y de Colombia, todos atraídos por los negocios, que la coca jalona y multiplica: el comercio se expande durante estos años, se instalaron ferreterías, almacenes de ropa y calzado de marcas, como también artículos de consumo popular; almacenes de venta de toda clase de agrotóxicos, venta de motocicletas, y el mercado de armas que no puede faltar.
Con toda la parafernalia de cosas que trae consigo el negocio de la coca, nace la institución de la ilegalidad. Aquí no hay jueces, ni fiscalía ni policía que cumplan y hagan cumplir las leyes del Estado y la constitución. El mercadeo de la pasta de coca, o en la forma como los narcotraficantes la quieran es regulado por la ley del revólver, por la ley del más fuerte. La violencia cunde por todos los territorios, el imperio del hampa hace de las suyas, y las “fuerzas vivas” de la sociedad comen callado, las fuerzas del “orden” se hacen los de la vista gorda, los politiqueros de toda laya, se prestan y entran en todos estos halagos de la fiesta del dinero. Hay un contubernio, un pacto “silencioso”, no firmado, entre el Estado, gobiernos locales, fuerzas del orden y narcotraficantes.
Qué tiempos aquellos, casi idílicos, rememoran nuestros líderes entrevistados, donde el mercado era como en la antigua Grecia, el lugar de toda clase de intercambios: de comida, de animales, de ropa; pero también era el lugar para dialogar sobre los asuntos de la familia, de la ciudad y de las cuestiones políticas y económicas, del gobierno y de sus dirigentes, ese lugar, anotan nuestros líderes, desapareció. Los buenos valores que en tiempos pasados fueron las guías de nuestra conducta ya no se ventilan, una forma extraña y perniciosa penetró en las mentes de la gente, especialmente, los jóvenes, en la que no se respeta al anciano, a la mujer, al niño, a los animales. Los mayores cierran sus ojos y en sus rostros arrugados y lacerados por el tiempo solo menean la cabeza de un lado para otro, el dinero de la coca está acabando con todo nuestro patrimonio cultural ancestral. Esto son los pueblos de la coca hoy día.
La compañera Duby dice en medio de esta charla, un momento: quiero hacer unas precisiones sobre la coca. Los pueblos de Coca, dice volvieron esta planta un negocio, un medio de enriquecimiento ilícito, criminal, destruyeron la sabia interna de la hoja milenaria que es la coca. Ellos, los narcotraficantes, cambiaron completamente, el significado simbólico imaginario que los pueblos ancestrales tenían y tiene todavía de la hoja de coca. Fue la industrialización de la coca, dice la señora Duby, lo que agravó esta situación que hoy vivimos, no solo en Nariño, sino en toda Colombia. Tres plagas se juntaron: los pésimos gobiernos desde hace más de 25 años, el ingreso del narcotráfico en todas las esferas de la vida social y la pandemia. Tres plagas que se pasean como pedro por su casa, y la última que ya da visos de extinguirse, por ahora.
La hoja de coca usada con fines de industrialización, mata, destruye, y esto es lo que hemos visto con ese negocio de los narcotraficantes. En cambio, la hoja de coca como la entienden nuestras comunidades ancestrales es una planta medicinal, saludable, curativa, tiene una infinidad de propiedades, es alimento para el espíritu y el cuerpo, y es como lo enseña la sabiduría de nuestros pueblos ancestrales una planta de luz. Cuando la planta es sometida al proceso de descomposición para extraer la cocaína, es cuando el propio espíritu de la planta, mata, deja de ser coca, para ser un mortífero veneno.
El rumbo que tomó el narcotráfico en estos pueblos fue la destrucción del tejido social que había entre sus gentes, sus modos de vida fueron alterados abruptamente, sus tradiciones ancestrales y sus diversas formas culturales se echaron atrás, en una palabra, cambia el rumbo de estos pueblos.
En el negocio de la coca, que aparece como atrayente, pletórico, etc., el que gana es el dueño de capital, el narcotraficante, que, entre otras, esta es una de las formas del capitalismo bárbaro en nuestros días: la producción de drogas, entre ellas, la coca. El campesino solo le queda por cada cosecha, según cálculos en esta región del Norte de Nariño, el 3% de las ventas de este producto y los muertos. Sí, con esto es lo que se queda el campesino: la pérdida del agua, la biodiversidad y la contaminación ambiental.
Pueblos circundantes al volcán Galeras
El líder social Edgar Casanoba desde hace años viene trabajado con las comunidades agrarias campesinas y de artesanos en los pueblos circundantes al volcán Galeras que, comprende los municipios de Nariño, La Florida, Sandoná, Consacá, Yacuanquer y Tangua, y por supuesto, Pasto, la capital del departamento. En esta oportunidad nos ofrece en este conversatorio sus reflexiones acerca de la situación social, económica, política y organizativa de las comunidades rurales.
La situación del campesinado en el área circundante al volcán galeras tiene algunas connotaciones un poco distintas a la de otras subregiones del departamento de Nariño, como es el caso anterior de los pueblos del Norte del departamento. Una de esas diferencias es la contextura socio-económica debido a que estas poblaciones se encuentran muy cerca de la capital, Pasto, y esta cercanía modifica las relaciones en el seno de las comunidades circundantes del volcán Galeras. Una de las causas por las cuales estas poblaciones deciden emigrar a la capital es por la alta tasa de desempleo e informalidad que se registran es sus poblaciones; una parte de esa población que emigra a Pasto, especialmente los jóvenes bachilleres, buscan empleo en diferentes oficios, en vista de que las oportunidades para estudiar en la universidad de Nariño son muy limitadas, y pagar una universidad privada es muy costosa, estos optan por estudios técnicos intermedias o emplearse en trabajos de muy baja remuneración. Otra parte se alista a las fuerzas militares ya sea para policía o para soldado raso, y luego llegar a soldado profesional. Esta sociedad no les ofrece sino estas opciones, pues, las demás están cerradas debida a su situación económica y, por tanto, la necesidad los empuja a realizar ocupaciones que no estaban en sus anhelos, en sus deseos, y tienen que optar por lo que ellos no querían desde muy temprana edad. Frustraciones tras frustraciones y desencanto es lo que se reflejan en sus rostros.
El alistamiento de los jóvenes a las fuerzas militares es un hecho muy marcado en el departamento de Nariño, sus madres lloran, sus familias sienten dolor al ver que sus jóvenes se marchan es hacia la guerra, los padres de familia no quieren que sus hijos vayan a prestar el servicio militar, ellos invocan a los mil santos y vírgenes para que estos no salgan aptos para el servicio militar; tener una invalides es un regalo que la vida le ha dado, pues, lo exime de que se lo lleven. Muchas peripecias llevan a cabo los padres de familia para que sus hijos no presten el servicio militar, incluso, hasta hipotecan algún bien para comprar la libreta, porque también hay esa opción, comprar la libreta bajo cuerda. La corrupción campea por todos lados, y entre más dura sea la violencia, más cuesta la libreta miliar conseguirla en el mercado.
Ahora, otro grupo de jóvenes opta por el mototaxismo, ayudante de construcción, mesero, vendedor de chucherías, y las mujeres se colocan como empleadas del servicio doméstico; en almacenes como vendedoras, ventas ambulantes, y allí, en estas labores, una gran parte de la población, sobreviven a estas circunstancias tan adversas. Estas, entre otras, son las posibilidades que ofrece Pasto, a pesar de que aquí hay 15 o más universidades, pero privadas; solo hay una pública: la de Nariño, pero esta tiene un cupo limitado de ingresos, y si lo amplía, lo hace a condición de que el gobierno nacional incremente el presupuesto, pero no lo hace. La universidad regional se quedó en papeles.
Con respecto a la parte productiva agraria ésta está conformada por pequeños productores minifundistas que solo tienen hasta tres (3) hectáreas de tierra por familia y en otros municipios la tenencia de la tierra es todavía más crítico. En el municipio de Yacuanquer la tenencia de la tierra es más concentrada, no como se conoce el gran latifundio, pero si predios con una gran extensión, que han pertenecido a lo que se ha dado en llamar, la aristocracia pastusa. La característica en esta zona es la medianería, en la que gravitan un número importante de campesinos sin tierra, y que son enganchados por jornales a las siembras y cosechas, por lo regular estos tienen una casa y una pequeña huerta casera. Estos son contractados por los mayores tenedores de tierras; ahora, la medianería tiene varias modalidades, unas veces se va por mitades; otras, en porcentajes de lo que se produce, que puede ser de 60 y 40, 70 y 30, pero en todo caso, nunca es superior el porcentaje entregado a quien labora la tierra, o sea, al mediero. Por el solo hecho de ser el propietario de la tierra este recibe todas las veces un porcentaje siempre mayor. Esta forma de explotación de la mano de obra, llámese medianería, se presenta con mucha fuerza en Yacuanquer y Consacá.
Por el lado del municipio de Sandoná sobresale la producción de panela, donde hay unos pocos propietarios de los trapiches, que se los considera como unos medianos inversionistas, que emplean un sinnúmero de jornaleros. Esto, desde luego, comprende el corte, transporte de caña, molienda y empaquetada. De estos hay trabajadores agrícolas y otros que son pequeños campesinos minifundistas, es decir, tienen esa dualidad: como asalariado agrícola y como pequeño minifundista. Lo que se llama medieros en esta zona panelera se dedican en su mayoría al corte de caña y lo cambian, en este caso, por panela, es decir, el uno pone la materia prima principal, y el otro, o sea, el empresario, la procesa en su trapiche. El transporte de caña a los trapiches se hace en camionetas y también a caballo.
En Sandoná y sus alrededores también se cultiva el café y de buena calidad, donde todavía no hay procesos de transformación desarrollados que les permita optimizar sus cosechas. No obstante, esta es una fuente de ingresos que les permite su manutención y, en general, cubrir todas las necesidades de sus familias.
Otras de las actividades productivas a destacar es la artesanía, en la cual sobresale la producción de sombreros de paja toquilla, muy reconocidas, por cierto, a nivel nacional e internacional. Básicamente este trabajo lo llevan a cabo las mujeres, quienes tienen una organización desde hace muchos años, que les han permitido incidir en los mercados nacionales e internacionales. Las mujeres juegan un papel destacado en todas las actividades productivas, no solo en los pueblos circundantes al Galeras, sino también en los del Norte de Nariño. Las primeras en organizarse son ellas, tienen un sentido de la vida comunitaria más consecuente, son más comprometidas con esta causa, y son las más entusiastas en estas campañas solidarias, llámese mingas, para sortear los distintos problemas que afectan la vida de sus comunidades; los hombres, en cierta forma van a la saga y muchas veces empujados a involucrase a la vida comunitaria, y cuando lo hacen le dan un impulso y fortalecimiento mayor. A pesar del papel tan importante que ahora tiene las mujeres en la vida comunitaria, no hay todavía un empoderamiento pleno de ellas, unas condiciones de igualdad en el reparto de las actividades que demanda la producción agrícola, la economía del cuidado, y de las otras labores en el campo. Las mujeres participan como los hombres, en el caso de la agricultura, desde la siembra hasta la cosecha. El núcleo familiar está integrado a la vida agrícola, más la ayuda que se recibe de la comunidad a través del esfuerzo colectivo, que potencia el trabajo y el rendimiento de las labores agrícolas. Esto es, palabra más, palabras menos, el poder de los asociados, de los comunes, de los iguales, que se expresa en el trabajo minguero.
Los municipios circundantes al volcán Galeras, como se quiera, están muy influidos por las demandas de su capital, Pasto, como también el resto de municipios del departamento, donde confluyen los excedentes de su producción ya sea en alimentos, materias primas, manufacturas, artesanías, contrabando, mano de obra y todo tipo de negocios. Pasto es el epicentro de realización de los diferentes productos que provienen de los municipios, con sus veredas y corregimientos, circundantes al volcán Galeras. Ellos abastecen una parte de la demanda interna de Pasto, especialmente, en alimentos: papa, hortalizas, cereales, leche, y otros productos con algún grado de procesamiento, como son quesos, gelatinas, yogures, dulces, etc. La papa que se trae es en menor escala, lo mismo que la leche, pues el grueso de esa producción proviene de la ex provincia de Obando y de la cuenca lechera de Túquerres, Cumbal, Guachucal, Pupiales Aldana, Carlosama y otros municipios aledaños a esta subregión.
En los municipios circundantes al volcán Galeras, no solo se produce hortalizas, papa en menor escala, sino también un volumen de leche que se produce en la zona rural de Pasto. Por otra parte, hay varias empresas del Valle del Cauca que compran otra parte de esta producción.
Con respecto a los precios, cabe precisar, no son los productores de leche los que fijan los precios sino los comerciantes. La mayor parte de la producción de leche la compran los comerciantes en las fincas, otra se vende a Colácteos de Nariño, donde hay algunos convenios con los productores de leche, y el resto de la producción se vende a Colanta, Alpina, Salomia, empresas todas ellas del Valle del Cauca. Las cuencas lecheras de esta parte del departamento de Nariño provienen del corregimiento Santa Bárbara, que comprende toda la zona del Río Bobo; Catambuco, y la florida con una producción en menor escala, son las principales generadoras de leche de esta parte céntrica del departamento, sin menospreciar la producción de las muy pequeñas parcelas, que cuentan con una o dos reces para la producción.
Las empresas compradoras de leche y el pequeño comercio son los que se llevan el mayor porcentaje de las utilidades de la producción de leche en esta zona de Nariño, al campesino no le queda sino chichiguas, como bien lo dicen ellos, que solo sirven para sortear las necesidades básicas de su familia. Desde el momento que los comerciantes imponen los precios, el campesinado de entrada ya está perdiendo, y si se resiste, este no tiene las condiciones técnicas para preservarlo, debe venderlo al precio que este le fija.
La falta de organizaciones fuertes es una de las causas para que estos sectores del campo sean extorsionados por los grandes procesadores de leche. Las comunidades del campo son las que deberían tener en sus manos las empresas procesadoras de leche, para toda clase de productos derivados de este producto, pero no, éstas están en manos privadas, y los que se parten las espaldas en la producción y asumen todos los riesgos son los campesinos. El Estado y sus gobiernos neoliberales no prestan ningún apoyo, ni tienen interés en solucionar las condiciones de pobreza y atraso de estas comunidades agrarias. Ahora, en cambio de esto, son las empresas comunitarias las que resolverían los problemas de ingresos de sus habitantes; las cuestiones técnicas, la preservación del producto, la sustentación de precios, los mercados, y, ante todo, generaría empleo para toda su población, en cada uno de los eslabones de la cadena de producción. Y eso mismo acontecería con el resto de la producción agropecuaria que se da en el departamento de Nariño. Desde luego, que ya en algunas partes se han dado pasos en esa dirección, como son los caficultores del Norte, quienes han podido defenderse a través de sus asociaciones contra la competencia.
Los problemas a los cuales se enfrenta los productores de leche, ahora sí, en la región de Nariño, no solo es por los bajos precios a los cuales venden la leche, son también por la competencia tan desigual, que llevan a cabo las grandes superficies comerciales, quienes importan cuantiosas cantidades de leche ficticia, como es el lactosuero que se importa desde la Argentina en forma líquida y en polvo. Hoy las grandes superficies comerciales están vendiendo leche fabricada con los desechos que quedan del queso y de la cuajada que, entre otras, en Nariño ha servido para la crianza de animales y de abono agrícola. Por eso, el precio al que venden las cadenas comerciales es mucho más bajo, que al que venden los campesinos el litro. Los consumidores estamos tomando, valga decirlo de esta forma, es leche adulterada, y esto mismo pasa con el queso y la cuajada, que están siendo preparadas con lactosuero. Estos productos obtenidos con este subproducto de la leche han inundado el mercado en Nariño. Imposible competir en estas condiciones, que arrastra al campesinado a una muerte lenta.
Otro problema a destacar son las nuevas condiciones técnicas exigidas para el manejo y cuidado de un producto que requiere unas condiciones sanitarias altamente eficientes para su preservación y transporte. Los campesinos no la tienen, y esto hace que su producto sea regateado en el mercado. Por ejemplo, no disponen de almacenamiento y transporte en frío, lo que los saca de la esfera de la competencia capitalista, deprecia su producto, y, desde luego, pierde al tener que venderlo al precio que les imponen los grandes comerciantes.
El estado de los servicios públicos que se presta en los municipios circundantes al volcán Galeras, como lo narra nuestro líder Casanoba, es deplorable: no hay servicio de acueducto en algunos municipios de estas comarcas alrededor del Galeras; la mayor parte del agua para el consumo humano se toma de las bocatomas, y es transportada por medio de mangueras, esto ocurre en la mayoría de los corregimientos y veredas de estos municipios. El agua para el consumo humano está en manos de la comunidad, quienes se encargan de las bocatomas, del mantenimiento y del cuidado de estas, como son el cambio y arreglos de mangueras y almacenaje. No hay agua potable y cada cual debe darse los medios para potabilizarla.
En las zonas rurales no hay alcantarillado, solo hay letrinas. En Pasto, como en la mayoría de las ciudades de Colombia, las mayores letrinas la constituyen los ríos que las atraviesan, Pasto no es la excepción. El río Pasto, por su paso por la ciudad recibe todos los desperdicios e inmundicias de toda clase. Los ríos en Colombia -su mayoría- están contaminados, por no decir, todos. No hay una política de saneamiento ambiental para el tratamiento de las aguas residuales. Si esto ocurre en las capitales de los departamentos de Colombia, qué se puede esperar en las zonas rurales, que no reciben la menor atención en materia de saneamiento sanitario y ambiental.
En cuanto a la prestación del servicio de energía eléctrica hay una sola empresa que se ocupa de la comercialización de este bien, y que lo tiene a cargo hace ya varios años, ejerciendo prácticamente un monopolio. La empresa Centrales Eléctricas de Nariño (Cedenar) al no tener competidores en el mercado está impone unilateralmente los precios, así estos pasen por los debates de la asamblea departamental y en los concejos municipales. Como se indicó más arriba, esta empresa es, en realidad, toda una empresa electoral. En la temporada electoral los cuadros puestos en la empresa por la senadora son activados para la consecución de votos en favor de sus candidatos, que van desde los concejos municipales, la asamblea departamental, los alcaldes, senadora, y el representante a la cámara. El paquete completo: todo un cubrimiento a nivel del departamento. La campaña le sale supremamente barata, pues, la empresa Cedenar es el principal dispositivo de la campaña, que queda muy bien disimulado, al ser el personal que trabaja en esta empresa el que lleva a cabo la campaña en todo el departamento. Aquí se puede apreciar desde las formas más serviles y abyectas de gamonalismo, propio en regiones como Nariño.
Esta parte de la región de Nariño tampoco ha escapado a la influencia del narcotráfico, es así que en los municipios de Consacá, Sandoná y Yacuanquer, especialmente, durante los últimos 8 años la presencia del narcotráfico ya es notaria y, desde luego, muy vinculado a las campañas electorales que, incluso, ha habido alcaldes y alcaldesas patrocinados por estos grupos. Los narcos le apuestan a la política y con su poder económico seducen a los candidatos, los llevan de alcaldes, pero quedan sujetos y a disposición de quienes lo patrocinaron. Esta misma fórmula es la que se repite en todo el país, como es caso apabullante de las campañas en el caribe colombiano. La institucionalidad, más narcotráfico y la corrupción van a ser las fuerzas que deciden sobre la vida de estos municipios. Ahora, mediante el sistema de contratación no solo se vincula personal de confianza, sino también empresas que pueden desempeñar el doble papel de prestadoras de algún servicio, y, también, para la cadena de distribución de la droga. El poder político y económico y la institucionalidad quedan de esta forma entrampados y atrapados en este círculo de fuego.
Con respecto a la salud, el panorama tampoco es alentador. Las empresas prestadoras del servicio de salud están cooptadas por el caciquismo, por el poder político electorero y son manipuladas directamente por los alcaldes de turno. Es conocido en estos pueblos que quien aspire a ser el gerente de una empresa de salud, estos deben poner dinero para la campaña de los candidatos a la alcaldía que tengan más opción de ganar. Una vez nombrados como gerentes se dedican a lo suyo: lapidar los recursos de la salud con la complicidad del respectivo alcalde. Al no haber un control sobre el suministro de medicamentos, la contratación de personal, conlleva a que se cometan arbitrariedades y delitos de toda clase. La desarticulación del sistema de salud, las eses, en los corregimientos y en las veredas, es casi total; la mayor parte de los pacientes son remitidos a la cabecera municipal, agravando muchas veces el estado de salud de los pacientes. Durante el período más alto de la pandemia, la de mayor confinamiento, la prestación del servicio de salud fue una completa calamidad.
Finalmente, estas poblaciones circundantes al volcán Galeras durante los últimos años se han visto invadidas por el microtráfico, la cual ha permeado a las comunidades, bajo la mirada indiferente de los organismos de control, como es la policía. Los jóvenes, como era de esperarse, son la población más susceptible de ser inoculada por este virus, cuestión que tiene seriamente preocupada a las comunidades, al no poder contrarrestar los efectos nefastos de estos pequeños negocios.
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