POR LUIS EDUARDO MARTÍNEZ ARROYO
No es por nada, pero la lucha política hace cada vez a las personas que la viven desde distintos ámbitos más cercanas a la perfección. Por ejemplo, quienes después de los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia insisten en equiparar a Gustavo Petro y Rodolfo Hernández en sus programas, han dado el paso previo a ese logro.
Metámosle un poco de filosofía barata al asunto. Dado que los dos contendores representan lo mismo, a los puros no les quedaba opción distinta al voto en blanco o a la abstención. Ya sabemos los colombianos lo que pasó hace cuatro años y las consecuencias que hemos tenido.
Pero también se puede obtener la inmovilidad presidencial. Como no se debería votar ni por Petro ni por Hernández, según recomiendan nuestros filósofos de cabecera, nos quedaba mantener a Juanito Alimaña, alias Duque, en la Presidencia. Pero bien sabemos que la reelección presidencial está vedada en nuestros lares.
De modo que, ¿qué nos recomiendan alquimistas de la política globalcolombiana ante este imposible electoral?
Las soluciones más radicales tienen en ocasiones consecuencias indeseables.
Ni Petro ni Hernández, pero sí Duque. ¡Vaya, vaya!
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