POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL* /
I.
Proceso y destino de la libertad [1] es un libro cuya aparición fue un suceso intelectual, académico y editorial, pero, igualmente, un hecho político. El año de 1955 está cargado de tensiones, dado que la dictadura militar de Rojas Pinilla acentuaba su conducta represiva, al tiempo que fraguaba iniciativas como la Tercera Fuerza, con vocación de continuidad y permanencia.
La juventud, especialmente la universitaria, se radicalizó contra el militarismo. Las ansias de libertades crecían con sus pasiones democráticas. Bogotá, Cali y otras ciudades eran epicentros políticos, pese al régimen de excepción que canceló la vida pública. La inconformidad estudiantil venía desde 1952, con una huelga, seguida de la creación de la Federación Universitaria Colombiana (FUC), de origen oficial, en 1953, ante la cual, en 1954, apareció la Federación de Estudiantes Colombianos (FEC). Luego, el 27 de junio de 1957, se creó la Unión Nacional de Estudiantes Colombianos (UNEC).
En el interregno del 8 y 9 de junio de 1954, se dieron grandes protestas estudiantiles y se asesinaron diez estudiantes: Uriel Gutiérrez, Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Ospina López, Jaime Pacheco Mora, Hugo León Velásquez, Hernando Morales, Elmo Gómez Lucich, Jaime Moore Ramírez, Rafael Chávez Matallana y Carlos J. Grisales. Se llegó al acto grotesco de nombrar como rector al coronel Manuel Agudelo en 1954, cuya duración fue efímera. Gerardo Molina fue detenido, en compañía de Luis Carlos Pérez, por estar apoyando a los estudiantes. Posteriormente, fueron liberados [2].
Los gritos de “¡Libros, sí, armas, no!” no solo eran consignas; expresaban una creciente conciencia sobre la urgencia de la paz en los campos, ya que proseguía la violencia, pese a la desmovilización guerrillera. En Bogotá, la masacre estudiantil del 8 y 9 de junio de 1954 había estremecido al país entero y abierto un proceso de protestas urbanas, de luchas clandestinas, de conspiraciones en los hogares, de resistencia juvenil. Ese parlamento urbano, que son los cafés de las ciudades, al decir de Balzac, elevaba la temperatura política.
Entonces, la aparición de Gerardo después de su exilio en París, como profesor de la Universidad Libre (él se había vinculado por invitación del rector Jorge Eliécer Gaitán en 1935), junto con la publicación de su obra Proceso y destino por la misma institución, crearon una importante expectativa. Gerardo era la gran personalidad renovadora de la universidad colombiana y su desempeño como rector de la Universidad Nacional estaba en los recuerdos de la opinión pública. Además, su trayectoria como profesor dejó huella.
Gravitaba, por supuesto, su actividad en la República Liberal como congresista y promotor de las ideas socialistas, especialmente en los temas de la Reforma de 1936, así como en los asuntos del Derecho Laboral y la educación. Su papel protagónico el 9 de Abril de 1948, en defensa de la movilización del pueblo liberal hablando por las emisoras de radio y convocando a un gobierno democrático que detuviera la violencia y concretara la paz, era recordado con respeto y dignidad. Gerardo demostró, como presidente de la Junta, un activismo insomne, buscando la eficacia de sus propuestas en esas horas aciagas en que supo, como el poeta vietnamita Eo Huu: “¡Cuando brilla el relámpago, atención al rayo!” [3]. En su trayectoria, está el haber pertenecido al Grupo Marxista (1933) y a la Liga de Acción Política (1942-1944).
En 1955, Gerardo no era un aparecido de última hora. Era el demócrata que después de ejercer la solidaridad en el exilio y dedicarse en París a los estudios universitarios en Derecho Público, Ciencia Política y publicar Colombia Libre, hacía presencia en la Universidad Libre con gran reconocimiento de colegas y estudiantes. Al finalizar su primera rectoría, que fue corta, pero con la aureola de haber resistido la agresión reaccionaria de la jerarquía católica, los estudiantes le organizaron un homenaje que se realizó en el restaurante Temel, en Bogotá, el 30 de agosto de 1956. Intervino el estudiante Moscote y Germán Zea Hernández, quien era alto directivo de la Universidad.
El discurso de Germán Zea refrenda los rasgos nacionales de la personalidad de Gerardo, su protagonismo como rector de la Nacional, su brillante carrera profesoral y su defensa de las libertades. Para Germán Zea, la Universidad ganó con las realizaciones de Gerardo como rector y por la forma como defendió la autonomía, la libertad de cátedra. Lo que allí se dice traza una distancia enorme frente a la pretensión de la Iglesia de someter a sus designios la orientación de la única institución que ejercía la autonomía universitaria [4]. La de la Universidad Nacional estaba conculcada.
El discurso de respuesta de Gerardo tiene un aspecto que me importa mucho subrayar, por su connotación de permanencia. Se trata de la defensa de la libertad de cátedra, el libre examen como criterio rector de la formación científica, cultural y ciudadana y de la importancia que tiene la enseñanza del marxismo en la universidad frente al estigma del adoctrinamiento:
Enseñamos el marxismo porque él es un producto genuino del Occidente […] Resulta necesario dar a conocer esta doctrina, porque es su estudio serio el que lleva a la conclusión de que los fundadores del marxismo fueron en lo político hombres entrañablemente liberales, que en ningún instante preconizaron la absorción del individuo por la comunidad o la creación de una sociedad regimentada. La trasformación social era a sus ojos la manera de llegar a un punto en que el libre desenvolvimiento de cada uno fuera la condición del libre desenvolvimiento de todos[5]. [Y agrega]: Exponer una concepción no es imponerla.
En este discurso hay un eco de las virtudes enunciadas por Don Quijote: el honor y la libertad, que son colocados como principios fundantes de la acción universitaria [6].
Traía en su equipaje los avances de su investigación, adelantada durante cinco años, Proceso y destino de la libertad. Era el intelectual, el investigador universitario, el dirigente académico, al igual que el político socialista en busca del tiempo perdido, conculcado por las dictaduras.
No es extraño, entonces, que en 1956 la Consiliatura de la Universidad Libre (UL) lo nombrara como rector de la misma, para renovar la tradición de Benjamín Herrera. ¡Y quién dijo miedo! El todopoderoso cardenal Crisanto Luque vetó el nombre de Gerardo al señalar que haría una rectoría sectaria poniendo en peligro a la juventud colombiana. Al cardenal lo acompañaron voceros de la gran prensa.
Se reeditó exactamente lo sucedido con el nombramiento de Gerardo como rector en la Nacional en 1944, incluyendo que en ambas oportunidades la victoria estuvo de su lado, tanto en la Nacional como en la Libre, y se fortaleció la autonomía universitaria y la libertad de cátedra. Estábamos en los años de la contrarrevolución que, además de militar, era clerical y señorial. Pero, fracasaron con su veto confesional porque la Consiliatura de la Libre defendió el derecho a la autonomía y la libertad en torno a Gerardo.
El debate por lo laico tuvo repercusiones importantes y pronunciamientos a su favor. Gerardo publicó en la revista Mito[7] un artículo sobre la crisis de la Universidad Libre en el que explica lo que estaba en juego: nada menos que la libertad. En el centro de ese debate aparece su obra. Así, el libro se convierte en un militante de la causa de las libertades. En el discurso mencionado, el rector saliente sintetiza, así, la posición de la Universidad:
La UL vivió en estos días su crisis más seria y al mismo tiempo su mejor momento, porque se identificó con la nación. El documento que produjo para rechazar una intervención extraña, dejó por eso de ser una pieza meramente universitaria para convertirse en otra carta de las libertades públicas. Donde la U dijo: Libertad de cátedra, el ciudadano ordinario entendió, libertad en todas sus formas: donde aquella dijo: autonomía de las aulas, el hombre de la calle tradujo: derecho del pueblo a la autodeterminación.
En su trayectoria intelectual, Gerardo privilegió el diálogo, la palabra educadora, el primado de la razón, con su argumento y demostración. Pero sabía apreciar, en medio de lo ineludible, la eficacia de la polémica, así que, utilizando las artes de la ironía y acentuando el significado de las contradicciones y debilidades, resultaba, con elegancia, ser un polemista demoledor.
En el mencionado discurso se refiere a la Iglesia diciendo que esta, en su pretensión, acepta que se puede intervenir en las instituciones privadas. Y debe ser así porque esto permite al Estado hacerlo con sentido positivo para garantizar la educación a todos. Y desliza la vieja aspiración ilustrada contra el monopolio confesional eclesiástico: “Inclusive, a nacionalizarla”. No había terminado en Colombia la querella entre el dogma religioso, la fe, el control de las almas y las voluntades y la Ilustración con su laicismo democrático. El libro Proceso y destino de la libertad tuvo la envidiable circunstancia de salir a luz, en su mejor momento, a favor de lo laico, la autonomía y la ciencia.
La razón de la obstinación clerical en contra de Gerardo se explica porque él representaba mejor que nadie en 1944 y, sobre todo en 1956, el pensamiento laico, el escrutinio crítico, la investigación sin dogmas y lo hacía con una gran jerarquía moral e intelectual. Es decir, Molina simbolizaba la ilustración y la modernidad democráticas. Como anillo al dedo, recuerdo de nuevo la anécdota de Germán Arciniegas, que demuestra el alcance internacional que la Iglesia le daba al papel de Gerardo, al punto que el papa Pío XII le interrogó: “¿No le parece peligrosa la presencia de Gerardo Molina en la Universidad?” . El escritor contestó: “Con el doctor Molina he trabajado sin problemas en completo acuerdo” [8].
El libro tuvo gran acogida. En su presentación estuvieron alrededor de doscientas personas, un nutrido auditorio con una presencia significativa de estudiantes, profesores y colegas. Alberto Aguilera Camacho fue el presentador a nombre de la Universidad Libre [9]. Allí, denomina a Gerardo con simpatía “el eterno estudiante”. Cuando se presentó la segunda edición (1989), yo lo califiqué como “el estudiante de la libertad”, para significar una identidad muy suya con la causa estudiantil. Dijo Aguilera Camacho refiriéndose a la aspiración de la hora: “el retorno a la juridicidad” [10]. Por medio de la juridicidad, se produciría la estabilidad, para recordar que el poder económico determina los alcances de la política y el poder militar la tutela. Transcribe esta afirmación de gran calado de Gerardo: “pero el volver a definir la democracia implica un nuevo sistema basado en derechos políticos válidos no solamente contra el poder arbitrario, sino contra el poder económico”, lo cual remite a que la igualdad no es solo formal-política, sino de contenido real, social y económico.
Entonces, para que la libertad tenga su pleno sentido, debe colocarse la igualdad social como armazón que la haga vital, actuante y no mera entelequia, a la manera de la definición irónica de ella: ¡Libertad de morirse de hambre! Alberto Aguilera enfatiza la importancia de este viraje en la obra de Gerardo y afirma la actualidad de la revolución como un nuevo sistema y no como “hoguera o dinamita”. Al día de hoy no avanzamos tanto por un nuevo sistema que reemplace el capitalismo, sino que padecemos “la hoguera y la dinamita”.
Eduardo Zalamea Borda, ‘Ulises’, autor de la importante novela Cuatro años a bordo de mí mismo, escribió en su columna un reconocimiento a la importancia de la obra [11]. En el diario El Heraldo de Barranquilla, al igual que en el Correo Liberal de Medellín, por las mismas calendas, se hicieron comentarios editoriales de buen recibo. En su entrevista por El Cronista Espejo a Luis Eduardo Nieto Caballero, este comenta, salpicado de opiniones sobre la política del momento, sus apreciaciones sobre el libro de Gerardo de manera amplia, dispersa en varias entregas, muy al estilo de época tan a gusto con la digresión periodística.
El economista Jorge Child en su comentario en el Observador (octubre de 1955) saluda la importancia de la obra, con la irreverencia de su estilo: “En síntesis, el libro de Gerardo Molina, más que sus dotes de tratadista, nos revela sus excelentes cualidades de periodista contemporáneo y de hábil conciliador de las antítesis políticas de nuestra época. La agradable lectura de este libro es muy recomendable. Sobre todo, para los universitarios”. En la Revista de la Universidad Libre, se escribe un comentario de gran simpatía con el título “Nuestro primer libro” [12].
En el Órgano Índice Cultural, de la Unión de Escritores y Periodistas de Colombia, se publica una encuesta realizada a cuarenta y cinco críticos sobre la mejor obra publicada en el año. El libro de Gerardo obtuvo catorce votos; La hojarasca, de Gabriel García Márquez, cuatro votos; Escrutinio sociológico de la historia colombiana, de Luis López de Meza, cuatro votos; Cuestiones colombianas, de Alfonso López Michelsen, tres votos; Industria y protección en Colombia, de Luis Ospina Vásquez, dos votos; Notas, de Nicolás Gómez Dávila, dos votos; Sociología de la autenticidad y la simulación y otros ensayos, de Cayetano Betancourt; dos votos; Otras Obras, seis votos. Diez no contestaron.
Todos los libros en competencia, como se puede notar, para la calificación de los críticos, constituyen obras de valor positivo en el acervo bibliográfico del país y los nombres de los autores están ampliamente reconocidos, lo cual le da al libro de Gerardo una mejor valoración en su relación con el debate público de la época. A su vez, la revista Mito, dirigida por Jorge Gaitán Durán, realizó una reseña, probablemente escrita por él, donde se dice lo siguiente: “Estas consideraciones nos permiten calificar dicho libro como un tratado de ciencia política, bien diferente, por cierto, no solo al panfleto agitacional, sino también a las obras usuales en la literatura política…” [énfasis fuera del texto].
Además de los libros señalados en la encuesta, como contexto bibliográfico, hay que agregar la obra de Germán Arciniegas, Entre la libertad y el miedo (1952), que constituye un largo reportaje periodístico que se fue actualizando con los años. Su finalidad era denunciar las dictaduras que entonces imperaban en América Latina. Más allá del valor periodístico o político, el libro de Arciniegas no recaba en el fondo de los procesos y sucesos, sino que cabalga en la espuma de los acontecimientos. El otro libro importante va a ser La democracia en la teoría y en la práctica, de Antonio García, sobre el cual Gerardo Molina escribió un artículo titulado “Problemas de la democracia”. Allí dijo:
Siempre ha existido en América Latina una familia de espíritus para la cual el magisterio democrático ha sido la razón de sus afanes. Podríamos hablar de Arévalo, en Guatemala, de Betancourt, en Venezuela. Antonio García ha sentado plaza entre ellos con la constancia y la rectitud de su obra. García es un testigo apasionado, en el mejor sentido de la palabra, de la vida actual y un combatiente valeroso e íntegro. La acción gana terreno cada día en su espíritu, viajero por mucho tiempo en el reino exclusivo de las ideas [13].
Tendrá que esperarse hasta 1971, cuando Antonio publica Dialéctica de la democracia, para tener una obra más elaborada sobre el tema por parte de su autor, y que resultó ser un referente central en el debate para nuestro continente.
La reflexión de Gerardo se mueve en una línea diferente a la de Antonio y, por supuesto, es lejana a la de Germán Arciniegas, ya que con este solo lo identifica el ánimo antidictatorial.
II
Estamos en mejores condiciones para realizar un breve comentario al contenido de Proceso y destino de la libertad. La primera edición del libro tiene quince capítulos, con los siguientes nombres. 1. La libertad-seguridad. 2. Hacia la libertad-participación. 3. La libertad puede ser creada. 4. La bifurcación de la idea de libertad. 5. Las libertades formales A. El parlamento. 6. Las libertades formales B. El derecho de oposición. 7. Las libertades formales C. La opinión pública. 8. Las libertades formales D. Libertad de prensa y de información. 9. El pluralismo y la libertad. 10. La Primera Guerra Mundial y los derechos humanos. 11. La libertad y su legítima defensa. 12. El control de la libertad en la segunda posguerra. La Guerra Fría y las libertades. 14. Las dos versiones de la democracia. 15. Destino actual de las libertades.
En la segunda edición aparecen siete nuevos capítulos: 16. El conflicto Este-Oeste. 17. La evolución de las dos potencias mundiales. 18. El conflicto Norte-Sur. 19. La deuda externa. 20. Contribución al estudio de la libertad en Colombia. Primera parte. 21. Contribución al estudio de la libertad en Colombia. Segunda parte.
Se trata de un compendio sustancial de análisis sobre el tema propuesto, con un rigor teórico desde la filosofía y la ciencia política, para volver a abordar un tema que ha sido ampliamente discutido, pero siempre inacabado, simplificado, tergiversado: el de la libertad y su relación con la democracia. El método histórico le permite al autor plantear que cada época exige una definición o redefinición de la misma, es decir, que el contenido de las libertades no es solo jurídico-político, sino socioeconómico, donde la definición abstracta, general, de la libertad, es apenas una primera aproximación. Por ello, la historia de la libertad se confunde, en buena parte, con la historia de las luchas políticas y sociales, de la confrontación de ideas, de la elaboración de teorías y doctrinas.
El libro tiene un acervo bibliográfico notable. Goza de una suficiencia de autores, principalmente franceses, y que él frecuentó en París, como Georges Vedel, Maurice Duverger, Georges Bordeau, Jean-Jacques Chevallier, que se completan con otros como Montesquieu, Rousseau, Harold Laski, Jean Jaurès, Paul Sweezy, Carlos Marx, Federico Engels, E. H. Carr, N. Leroy, Karl Mannheim. La gama de autores se amplía en los nuevos capítulos.
El punto de partida de la obra es la lucha por la libertad contra el absolutismo, que abarca una constelación de valores: la libertad de conciencia, expresión, prensa, el debido proceso, la justicia y, principalmente, la libertad de la propiedad privada. Luego vienen los derechos ciudadanos de participación en los asuntos públicos y en la constitución del gobierno, pero con un carácter restringido, en cuanto las exigencias para poder hacerlo solo las cumplían los propietarios y educados. Quedaban por fuera las mujeres, las gentes de color negro o indígenas, la masa proletaria. Es decir, es una libertad sin democracia. De allí que el autor insista en que hay una línea diferencial entre el liberalismo que surge de las libertades individuales y la democracia, que propicia la igualdad de derechos para toda condición humana. Especialmente, el de la participación política, de manera individual y colectiva. Era ir hacia la conquista del sufragio universal, de modo que todos los excluidos puedan participar. En la trasescena está el enfrentamiento entre la soberanía nacional y la soberanía popular.
Gerardo Molina menciona los principios del primer liberalismo: (1) inviolabilidad de la propiedad privada, (2) respeto de las libertades de comercio e industria, (3) el dejar hacer y dejar pasar del movimiento espontáneo de la economía. Esto lo cuestiona así:
“Las consideraciones humanas quedaron excluidas. Enriquecerse era la palabra de orden en el carné de todos los hombres de empresa. Si había que establecer jornadas de dieciséis horas, y era preferible, por más barata, la mano de obra femenina e infantil, y era inevitable la confiscación de hecho de los pequeños propietarios y productos, ¿qué importaba?” [14].
El asunto se complejiza más aún, en cuanto hasta allí estaríamos en los terrenos de la libertad política y formal, pero el horizonte va demandando la necesidad de una democracia social y económica. Esto es, la igualdad como destino de la libertad, donde los derechos de organización, prohibidos durante el liberalismo (recuérdese la Ley Le Chapelier en Francia, durante la revolución), son rebasados por el paradigma de la fraternidad solidaria de las asociaciones de los trabajadores. Son la organización y la movilización, la deliberación pública y colectiva, la protesta, la legalización del derecho de huelga lo que termina dándole sentido y cumplimiento al enunciado de la Revolución francesa, sobre el derecho de rebelión, y de la Revolución norteamericana, de reformar o cambiar los gobiernos.
La discusión sobre la libertad y la democracia adquiere otro momento de esplendor con la formulación de la democracia representativa, cuya máxima expresión es el parlamentarismo, y la democracia directa, con las comunas y los consejos de trabajadores. Gerardo se mueve en la línea de buscar la combinación entre ambos tipos de democracia con el propósito de que tengan contenidos reales y eficacia en su funcionamiento. Quien dice democracia, por ende, dice respeto a las minorías y derecho de las mayorías a ejercer el poder, pero con los controles indispensables de otros poderes, lo cual conforma la organización de la república.
Además, con la oposición se trata de mantener vivo el control político y el respeto a las minorías, de manera que estas puedan mutar, mediante la regla de la alternación constitucional, en mayorías y plantearse la opción de gobernar y ejercer el poder. Esto último constituye el derecho político supremo. Nadie menos que Abraham Lincoln lo sintetizó en esta fórmula: “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” [15]. La libertad y la democracia tienen los derechos humanos como columna vertebral y sus acepciones de Estado de derecho, Estado social de derecho y constitucional, en su nomenclatura más reciente.
En el trasfondo de estas relaciones, la deliberación pública, que se alimenta del debate parlamentario, exige una prensa y unos medios de comunicación que informen verazmente y presenten polémicas, con criterios que permitan la formación crítica de la llamada opinión pública, que siempre está expuesta a los mecanismos de manipulación de los grandes poderes mediáticos. Esta categoría de la opinión pública, nos recuerda Gerardo, adquiere mayoría de edad en el siglo XIX, en forma tal que le permite a Alexis de Tocqueville afirmar que es el verdadero poder más allá del presidente o del monarca. Un elemento que corrobora el sentir de esa opinión pública o la interfiere va a ser el de las encuestas, donde se miden distintas preferencias.
Ahora bien, con la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa y el debate sobre los derechos humanos, la libertad adquiere la connotación de liberación de los pueblos sometidos a la nueva realidad del imperialismo moderno; es decir, se trata de un momento crucial. Los resultados de la guerra van por partida doble. De un lado, el triunfo de la Revolución de Octubre; del otro, abolición de las monarquías y surgimiento de democracias más que liberales, porque introducían el intervencionismo estatal y lo social, como en la Constitución de Weimar. Al mismo tiempo, se incoan los procesos del fascismo en Italia y Alemania, principalmente, con sus banderas autoritarias, que terminarán triunfando en esos países, pero también en España, Portugal, Japón…
Como se sabe, este proceso conduce a la Segunda Guerra Mundial, de la cual salen triunfadores Estados Unidos y la Unión Soviética. Los otros países capitalistas pagan un precio muy alto en su recuperación. Los fascismos son derrotados, a excepción del de España y Portugal. En América Latina, van a proliferar las dictaduras y las intervenciones militares de Estados Unidos. No escapa a Gerardo que el peligro para las libertades está igualmente en el autoritarismo que se vive en la Unión Soviética, donde el secretario general, es decir, José Stalin, controlaba el partido, y este, a su vez, a la clase trabajadora y a la sociedad, en un ejercicio vertical y hegemónico del poder político en el Partido Comunista.
La denuncia del autoritarismo con sus purgas, en el XX Congreso del Partido Comunista, por Nikita Jrushchov, y el camino a la Glasnost y la Perestroika, en los años de Gorbachov, son asuntos que Gerardo estudia, lo que no alcanzó a vivir es el derrumbe de ese sistema burocrático.
De otro lado, la suerte de las libertades está íntimamente ligada al enorme poder de los monopolios económicos, a escala nacional e internacional, con el fortalecimiento del imperialismo norteamericano, que buscan controlar no solo la economía, sino la cultura y la política, comprometiendo seriamente el presente y futuro de la democracia. Quien dice monopolio, dice estrangulamiento de la iniciativa económica democrática y de las libertades e imposición de regímenes de simulación y apariencia o directamente dictatoriales.
De allí que después de su ajuste de cuentas con el liberalismo, por su economicismo y su separación con la democracia, su exposición subraye la importancia del legado de las libertades que vienen desde la razón y la polis griega, continua con las herejías medievales y sus brujas volando, como la gran metáfora de la libertad en el Fausto. Luego, como lo enfatiza el autor, la Reforma Protestante, la Ilustración y la Enciclopedia hasta la Revolución francesa.
Allí juegan un papel fundamental los medios masivos de comunicación, así como la consolidación, cada vez más grande, del militarismo. Estos dos complejos, el de la información y el de las armas, constituyen poderosas empresas económicas y de dominio, que imponen los criterios de sus intereses creados. A todo esto, hemos estado asistiendo después de la Segunda Guerra Mundial, donde se desataron múltiples dinámicas contradictorias, porque fue, igualmente, un periodo de luchas laborales, con las conquistas y el fortalecimiento de la clase trabajadora, los sistemas de seguridad social, el auge de políticas públicas, en fin, el llamado periodo de oro del capitalismo y del Estado del bienestar. Esto, hasta su crisis en los años 80, cuando colapsa este sistema de acumulación y se impone el retorno al paradigma liberal de la economía, conocido como el neoliberalismo, que ha sentado sus reales en la sociedad contemporánea y que Gerardo critica duramente.
Proceso y destino de la libertad abarca otros temas de interés contemporáneos, como la Guerra Fría, las relaciones Norte-Sur, el enfrentamiento de las grandes potencias del Este y del Oeste, las dos democracias, la deuda externa, la primacía del capital financiero y, de manera especial, la situación de los derechos humanos y las libertades en América Latina y Colombia, en la contemporaneidad.
Para Gerardo, en su libro la suerte de las libertades está en el socialismo democrático. Asunto que trata en el capítulo “Destino actual de las libertades”, que le permite al lector concluir que la propuesta es más que la de un socialista liberal; Gerardo era un socialista democrático.
Notas
[1] Molina, Gerardo. Proceso y destino de la libertad. Primera edición. Bogotá: Biblioteca de la Universidad Libre, 1955. Segunda edición, corregida y aumentada. Bogotá: Editorial Tercer Mundo, 1989.
[2] Sánchez Ángel, Ricardo. Universidad y Política. de la Reforma de Córdoba a Mayo del 68. Bogotá, Universidad Libre, 2019.
[3] Huu, Eo. “Phu Loi clama venganza”. En Las aguas vivas del Vietnam. Antología, versiones y prólogo de Jorge Zalamea. Bogotá: Editorial Colombia Nueva, 1967.
[4] El discurso está publicado en Voces, año 1, número 2. 1956.
[5] Molina, Gerardo. Discurso en el restaurante Temel, el 30 de agosto de 1956. [Fotocopia facilitada por Juan Patricio Molina del archivo de Gerardo Molina].
[6] Me refiero al comentario a Sancho por Don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. Cervantes, Miguel. Capítulo XVIII. Don Quijote de la Mancha. Edición del cuarto centenario. Bogotá: Real Academia Española, 2004. p. 984.
[7] Molina, Gerardo. “El conflicto en la Universidad Libre”. Revista Mito. Número 10, octubre-noviembre de 1956.
[8] Arciniegas, Germán. “Gerardo Molina, Tranquilo”. En: AA.VV. Universidad, democracia y socialismo. Recuerdo de Gerardo Molina (p. 61). Bogotá: Facultad de Derecho. Universidad Nacional de Colombia, 1992. pp. 60-61.
[9] Los discursos de Alberto Aguilera Camacho y Gerardo Molina el 18 de noviembre de 1955, a propósito de la presentación del libro Proceso y destino de la libertad, fueron publicados por la revista de la Universidad Libre.
[10] Sánchez Ángel, Ricardo. “El estudiante de la libertad”. Revista Hojas Universitarias. Volumen 4, número 33. Bogotá, Universidad Central, 1989.
[11] Zalamea, Eduardo. Ulises. El Espectador. 30 de octubre de 1955.
[12] Rengifo, Oswaldo. “Editorial. Nuestro primer libro” Revista de la Universidad Libre, tercera época. septiembre-octubre, 1955.
[13] Molina, Gerardo. “Problemas de la democracia”. El Tiempo. 10 de febrero de 1952.
[14] Molina, Gerardo. Proceso y destino de la libertad. [Segunda edición]. Bogotá: Editorial Tercer Mundo, 1989. p. 38.
[15] Lincoln, Abraham. El discurso de Gettysburg. 19 de noviembre de 1863. Recuperado de http://www.riosdetinta.com/documentos/temas/file115.pdf
*Profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia. Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Colombia. Profesor investigador adscrito al grupo de investigación Filosofía del Derecho y Teoría Jurídica Contemporánea, de la Facultad de Filosofía de la Universidad Libre – Bogotá, D.C. (Línea de investigación: Política y Derecho).