Irrumpe nuevo partido de izquierda en Alemania que le disputa votos y temas a la ultraderecha

La diputada Sahra Wagenknecht, líder del nuevo partido de izquierda en Alemania.

POR SEBASTIAN FRIEDRICH E INGAR SOLTY /

El nuevo partido de izquierda creado en Alemania por la diputada Sahra Wagenknecht, carismática figura política y mediática en el ámbito izquierdista y con gran tirón en el este del país, echó a andar en un congreso fundacional el pasado 27 de enero en Berlín, en el que la aludida subrayó puntos clave de un programa que, en algunos aspectos, coincide con postulados de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).

La nueva formación, llamada provisionalmente Alianza Sahra Wagenknecht (BSW, sus siglas en alemán) y subtitulada Razón y Justicia, es una escisión del partido izquierdista Die Linke, que la fundadora y otros nueve diputados abandonaron el pasado octubre. El nuevo partido BSW tiene una postura antiinmigración, prorrusa, eurófoba y de defensa de los combustibles fósiles.

La recién nacida BSW parece llamada a sacudir el sistema de partidos de Alemania si, como sugieren los sondeos, se sitúa en el 10 % de apoyos en el ámbito federal. Su fundación asesta un golpe probablemente mortal a Die Linke, que en sondeos puntúa ahora al 4 %, es decir, por debajo del umbral mínimo del 5 % para obtener representación parlamentaria, lo cual expulsaría al partido del Bundestag en las elecciones generales de otoño del 2025.

Sahra Wagenknecht sostiene que representa la voz de las clases medias y trabajadoras ignoradas, pero su verdadero objetivo es ganarse a los alemanes que se han pasado a la extrema derecha.

El desencanto político alemán

El inicio de 2024 trajo más incertidumbre al panorama político de la izquierda alemana. Por estos días resulta casi imposible predecir cómo será el panorama político del país en los próximos doce meses. El año que comienza será testigo de las elecciones europeas en junio y de varias contiendas decisivas en los estados orientales de Turingia, Sajonia y Brandeburgo en otoño. Buena parte de la incertidumbre se debe a la antigua referente de Die Linke, Sahra Wagenknecht, y a su intento de crear un nuevo partido, que aspira a entrar en los cuatro comicios.

Según las encuestas, su autodenominada Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) podría recibir más del 10 % de los votos, e incluso más del 20 % en el antiguo Este. Las investigaciones sugieren que atrae a votantes de todos los partidos y que probablemente sea capaz también de movilizar a quienes actualmente prefieren no votar. Pero, sobre todo, la novel BSW pretende ser un imán para quienes recientemente optaron por la Alternative für Deutschland (AfD), un partido antinmigración de extrema derecha.

Por supuesto, las encuestas no sustituyen a los resultados electorales reales, y las cifras de los sondeos no son explicaciones en sí mismas. Para entender por qué el nuevo partido de Wagenknecht podría perjudicar a la derecha, es necesario un análisis más profundo de la situación política. El actual momento llamado «populista» en Alemania, que llega más tarde que en otros países europeos, se caracteriza por la superposición de tres acontecimientos principales: una crisis económica, una crisis política y una creciente desconfianza en los partidos tradicionales por parte de importantes sectores de la población. Hace quince años, por ejemplo, hubo precisamente este tipo de turbulencias políticas en algunos países del sur de Europa a raíz de la crisis de la eurozona.

La crisis política de Alemania, y la creciente desconfianza de la población en la última década, se han diagnosticado a menudo con términos como «desencanto» y «posdemocracia». Recientemente, los índices de aprobación del «gobierno de la coalición del semáforo» (llamado así por el rojo del Partido Socialdemócrata de Olaf Scholz, el amarillo de los uber-neoliberales Demócratas Libres y los Verdes) han caído a mínimos históricos. Sin embargo, las encuestas también muestran que hay poca fe en que los demócrata-cristianos —que continúan siendo el mayor partido de la oposición— puedan ofrecer mejores alternativas. La crisis del sistema de partidos se está agravando, mientras aumentan las actitudes contrarias al establishment.

La crisis económica, que acaba de estallar tras años de relativa estabilidad, es otro factor que contribuye a la creciente crisis política. Como consecuencia de la guerra, las sanciones y las contrasanciones, así como debido a las secuelas de la pandemia, amplios sectores de la población están sufriendo un empobrecimiento progresivo. En 2022, los salarios reales ajustados a la inflación cayeron un 4,1%. Incluso entre los trabajadores bien pagos cunde el miedo a la desindustrialización, la pérdida de empleo y el declive social.

¿Contra el establishment?

Hasta ahora, esta desafección ha beneficiado sobre todo a la ultraderechista AfD, cuyo apoyo se ha más que duplicado desde el verano de 2022. Su éxito actual también se debe al hecho de que a menudo ha aparecido como la única oposición o la más coherente en crisis recientes: en la «crisis de los refugiados» aprovechó el miedo al declive social dirigiéndose a los inmigrantes; durante la pandemia reunió el descontento contra el bloqueo y explotó la política, a menudo acalorada, en torno a la vacunación obligatoria; y hoy, ante la guerra en Ucrania, se presenta como un «partido de paz» que se pronuncia contra el suministro de armas a Kiev y a favor de las negociaciones. Aunque sus políticas económicas y fiscales antibelicistas y de recorte presupuestario beneficiarían principalmente al capital, la AfD utiliza una y otra vez su retórica de guerra cultural para hacerse ver como una fuerza antiestablishment.

De este modo, el momento de crisis se ha caracterizado por un claro giro derechista. Y, de hecho, cuanto más se convierte la AfD en el blanco de todas las advertencias de los demás partidos contra el «populismo», más eficazmente explota este papel en su propio beneficio. Si el establishment y, sobre todo, la coalición gobernante del «semáforo» están en contra de la AfD, entonces para muchos ciudadanos que ven la política imperante como dirigida contra ellos, la AfD parece que debe estar de su lado. Muchas personas que se sienten impotentes ante el capitalismo y el sistema político imperante perciben cierto empoderamiento cuando votan a un partido al que los medios de comunicación y el establishment político temen tanto como temían a Die Linke, la izquierda radical, a finales de la década de 2000.

El problema para Die Linke es que, en los dieciséis años transcurridos desde su fundación oficial en 2007, ha sido incapaz de capitalizar eficazmente las diversas crisis económicas y políticas de Alemania. Aunque su programa es con mucho el más crítico con el sistema y su estrategia electoral se basa en la política de clases, a menudo se percibe sólo como una versión ligeramente más izquierdista de los verdes y los socialdemócratas. Muchos votantes ven ahora a Die Linke como parte del establishment, posiblemente porque actuó con demasiada timidez y adoptó una línea excesivamente progubernamental durante el punto álgido de las crisis anteriores.

Una populista antiestablishment

Se piense lo que se piense de Wagenknecht, hay que reconocer que esta timidez no se aplica a su persona, que se ha preocupado por presentarse sistemáticamente como una populista antiestablishment. Sin embargo, paradójicamente, ningún otro político de Die Linke (anterior o actual) forma parte tan firmemente de la élite mediática como ella. No es una contradicción tan fundamental como parece a primera vista. Su agudeza de ingenio y su alto perfil público no son las únicas razones por las que es una buena invitada en la pequeña pantalla. También es que su intensidad y su afición a la exageración hacen que los programas de entrevistas sean más entretenidos y contribuyen a aumentar la audiencia.

Wagenknecht da la impresión de ser auténtica, y es una voz inflexible en los debates sobre política migratoria, la pandemia y la guerra de Ucrania. Esta puede ser también una de las razones por las que, a pesar de su actual compromiso con la «pequeña empresa», cortejando a la economía ordoliberal, sigue siendo muy apreciada por algunos miembros de la izquierda de Die Linke. Los admiradores de Wagenknecht no se limitan a los descontentos con el partido de izquierdas, pues la opinión pública está cansada de los políticos que son meros portavoces de partido y siempre prefiere a los inconformistas que se han hecho un nombre yendo contra la corriente dominante de sus propios partidos: desde Heiner Geißler, el democristiano crítico con el capitalismo, hasta Wolfgang Kubicki, a quien le gusta presentarse como un rebelde dentro de las filas de la Democracia Libre.

Jacobin