Jeff Bezos, distopía fascista

El magnate Jeff Bezos, propietario del periódico ‘The Washington Post’.

LA JORNADA /

El dueño de The Washington Post, Jeff Bezos, dio a conocer el pasado miércoles 26 de febrero que en lo sucesivo prohibirá en los espacios de opinión del rotativo cualquier texto opuesto a las libertades personales y los mercados libres, puntos de vista que considera desatendidos en el actual mercado de ideas y opiniones periodísticas. Para la segunda persona más rica del planeta, hoy no es necesario que los diarios brinden a los lectores secciones de opinión que busquen cubrir diversas perspectivas, pues dicha función es satisfecha por internet. En un reconocimiento tácito de que sus órdenes alejan a Estados Unidos de los estándares de las sociedades democráticas, Bezos afirmó que su país no llegó a donde está siendo típico y que gran parte del éxito estadounidense reside en la libertad en todos los ámbitos, en particular el económico.

Con este anuncio, el Post deja de ser un medio de comunicación y se convierte, ya sin tapujos, en una plataforma propagandística al servicio del magnate. El mensaje general es mucho más ominoso: al anular al consejo editorial de un medio que hasta el miércoles 26 se presentaba como independiente e imparcial, Bezos cerró de golpe la posibilidad de conciliar los intereses empresariales con la labor periodística.

Aunque terrible, este desenlace no es sorpresivo, sino que culmina el largo declive de los medios tradicionales de Estados Unidos, cuya credibilidad se erosionó conforme se estrechó su dependencia hacia el poder político y económico. El propio PostThe New York TimesCNN y otros medios globales que se presumen referentes de la prensa como contrapeso al poder han sido vehículos de difusión de mentiras creadas por Washington, desde las inexistentes armas de destrucción masiva en Irak, hasta la campaña sostenida contra el Gobierno mexicano a partir de 2019.

Además del viejo deseo de Donald Trump de acabar con toda voz disidente, se consuma la irrupción de los grandes capitales en el control de los medios. Este proceso se remonta a la década de 1980, cuando millonarios a título individual, fondos de inversión y otras figuras adquirieron y concentraron periódicos, estaciones de radio y canales de televisión, pervirtiendo el sentido de utilidad de la información y el trabajo periodístico, que pasaron a tratarse como mercancías cuyo propósito principal –a veces, único– es generar ganancias a los propietarios y accionistas. Al producir noticias y opiniones bajo la lógica de mercado, la veracidad es avasallada por la rentabilidad y la relación social entre periodistas y lectores es degradada a una transacción mercantil.

Los daños a la libertad de prensa se aceleraron cuando apareció en escena la actual generación de ultrarricos que amasó su fortuna en torno a internet, entre quienes se cuentan el propio Bezos, Mark Zuckerberg y Elon Musk; estos últimos, dueños de todas las redes sociales de relevancia global, con la excepción de la china TikTok.

Decíamos más arriba que el joven Trotsky centrará su atención en las dinámicas espontáneas de autoorganización, posteriormente pensará las políticas unitarias y en los últimos años de su vida enriquecerá su concepción del papel y las modalidades de construcción de la organización revolucionaria. En el periodo comprendido entre la ruptura definitiva con la Internacional Comunista estalinizada y su asesinato en 1940 planteará hasta tres hipótesis de construcción partidaria estrechamente ligadas con las dinámicas generales y las diferenciaciones reales del movimiento obrero de cada país. En una primera etapa buscará la interlocución con todas las corrientes resultantes de diferenciaciones y rupturas producidas por la estalinización de los partidos comunistas y la radicalización de formaciones de origen socialdemócrata de izquierdas o “centristas” —es decir, organizaciones en evolución pero sin una perspectiva estratégica clara y que, por consiguiente, oscilan entre postulados revolucionarios y reformistas—.

Aquí se inscriben los debates con el llamado Buró de Londres y con las corrientes que confluirán en el POUM, principal partido comunista independiente de la época. La segunda hipótesis está relacionada con la reacción de radicalización anticapitalista experimentada por capas significativas de la socialdemocracia tradicional —en particular entre sus juventudes— tras el shock provocado por la victoria de Hitler en Alemania. Aquí Trotsky propone la incorporación a la socialdemocracia manteniendo una identidad pública para acompañar la evolución revolucionaria de dichas corrientes. Es lo que se conoce como el “giro francés”. Desgraciadamente, a pesar de avances importantes en determinados países, ese potencial fue, en buena medida, recuperado y desviado por el estalinismo en el marco de los frentes populares —un ejemplo espectacular de ello será la evolución de las Juventudes Socialistas durante la Segunda República española (Broué)—. La tercera hipótesis fue la construcción, en países sin tradición de representación política independiente de la clase obrera, de partidos amplios y pluralistas apoyados en la fuerza de los sindicatos. Algunos de sus últimos escritos sobre Estados Unidos van en esta línea. Ciertamente, lo mínimo que se puede decir es que sus propuestas se basaban en dinámicas reales en curso y no en hipótesis inciertas y que su apuesta por la construcción de organizaciones revolucionarias siempre estuvo relacionada con las grandes tareas de desarrollo del movimiento obrero en su conjunto. Nada más lejos de las interpretaciones autoproclamatorias y autoreferenciales que tanto han dañado y lacerado a nuestro movimiento.

Es cierto que la brillantez de muchas propuestas de Trotsky no siempre se acompañó de los mejores métodos de dirección de la Cuarta Internacional y, en ocasiones, su estilo categórico y hasta excomulgador no ayudó a construir en el mejor de los climas de confianza y fraternidad. Sin embargo, también es cierto que su extraordinaria lucidez a propósito del curso de los acontecimientos, la tragedia personal en la que estaba inmerso en el “planeta sin visado”, asistiendo a la liquidación de familiares, camaradas y amigos, la acumulación de derrotas y la segunda guerra mundial como telón de fondo, por un lado, y la terrible desproporción entre tareas y medios humanos y materiales disponibles, por otro, hacían inevitable la exasperación y la violencia de determinados debates.

Del pan a las rosas: las reivindicaciones transitorias

Decíamos en el apartado anterior que Trotsky, si bien afirmaba la especificidad de la construcción partidaria como tarea, siempre relacionó sus modalidades con los objetivos generales del movimiento obrero en cada fase. En este contexto el desarrollo del enfoque transicional en el manifiesto fundador de la Cuarta Internacional jugará un papel clave hasta nuestros días. Consiste en pensar las consignas a desarrollar, no como un fetiche mágico con un potencial intrínseco, sino como instrumentos de propaganda y agitación capaces de conectar con el nivel real de combatividad y conciencia de las mayorías populares, de relacionar las reivindicaciones más inmediatas y sentidas por la clase trabajadora con reivindicaciones incompatibles con el normal funcionamiento del capitalismo y que cuestionen en la práctica sus fundamentos. En otras palabras, las reivindicaciones transitorias parten de la defensa de las necesidades básicas de las masas e intentan llevarlas, gracias a sus experiencias cotidianas de lucha, a la conclusión de la necesidad de la revolución socialista.

Sin duda, en el periodo actual, reivindicaciones como la gratuidad del agua y los suministros básicos, la prohibición de los desahucios y de los despidos en empresas con beneficios, la nacionalización de los sectores estratégicos de la energía, el transporte y la banca, la reconversión ecológica de la industria, la expansión de la sanidad y la educación públicas y la expropiación inmediata de la mafia farmacéutica que se está lucrando con la COVID 19 podrían jugar dicho rol transitorio y contribuir a generalizar la conciencia anticapitalista en todo el mundo.

Cambiar la vida, transformar la sociedad

No podemos concluir estas notas sin unos apuntes sobre la reflexión de Trotsky acerca de la relación entre cambio político, transformación social, vida cotidiana y lugar de la cultura y el arte. Ciertamente Davidovich Bronstein seguía claramente la divisa de Rimbaud que abre este último apartado así como la que se haría célebre en el movimiento feminista, “lo personal es político”. En efecto, Trotsky, sin duda el mejor escritor de la tradición marxista (no en vano su primer seudónimo era “La Pluma”), además de teórico marxista, historiador de la Revolución rusa y biógrafo de Lenin y Stalin (algo que, por lo visto, precipitó su asesinato), fue un gran pensador de la cultura y la vida cotidiana y un extraordinario crítico literario (creo que la recopilación de escritos de Literatura y revolución es verdaderamente fascinante).

Es más, su atención a las opresiones específicas demuestra que su concepción de la revolución permanente también incorporaba una dimes/2025/02/Elon-Musk-Jeff-Bezos-y-Mark-Zuckerberg-300×174.png 300w, https://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2025/02/Elon-Musk-Jeff-Bezos-y-Mark-Zuckerberg-768×445.png 768w, https://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2025/02/Elon-Musk-Jeff-Bezos-y-Mark-Zuckerberg-600×348.png 600w” alt=”” width=”907″ height=”526″ />

Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, dueños de todas las plataformas de redes sociales de relevancia global.

No es casualidad que quienes controlan los algoritmos con los cuales se determina qué información llega al público, qué temas son relevantes, cuáles son las opiniones válidas y quienes tienen derecho a expresarse, embistan de manera directa contra el equilibrio, la pluralidad, el compromiso con el público y otros valores periodísticos para poner en su lugar el pensamiento único. Tras casi medio siglo de declive de los medios y normalización de las letras mercenarias, es inevitable preguntarse si habrá suficiente sociedad para defender al Post y sus trabajadores de su propietario; lamentablemente, todo indica que no.

Llama la atención que Bezos asegure que hoy internet hace el trabajo de llevar la diversidad ideológica a los ciudadanos, pues no se puede ignorar que la red (en gran medida controlada por él a través de Amazon Web Services) ha perdido su neutralidad debido al abrumador porcentaje de tiempo que el internauta promedio pasa en sólo un puñado de sitios, cada uno de ellos manejado con criterios idénticos a los que acaba de imponer al periódico fundado en 1877.

Ya nadie puede llamarse a engaño: los oligarcas que gastaron miles de millones de dólares para sentar a Trump en la Oficina Oval están operando junto con el magnate mandatario para sustituir la información por un discurso que enaltece el egoísmo, la concentración ilimitada de la riqueza, la destrucción de los derechos sociales, la irresponsabilidad ante el medio ambiente y la ley de la jungla en la escena internacional.

Para imponer su distopía fascista, los magnates necesitan matar la verdad, el disenso, el debate y la inteligencia. Y eso están haciendo.

La Jornada, México.