POR LEONARDO BOFF
No nos vamos a encontrar con el calentamiento global y el cambio de régimen climático, ya estamos adentro. Hemos superado el punto crítico y estamos en un camino sin retorno, el planeta Tierra, sobreexplotado por la voracidad industrial que beneficia a una pequeña porción de la humanidad, excluyendo a la gran mayoría de la mesa, nos ha llevado a esta amenazante situación.
Grandes climatólogos y otros científicos, extraídos del libro descarnado de Elizabeth Kolbert, Bajo un cielo blanco: cómo los humanos estamos creando la naturaleza del futuro (Intrinsic 2021) y La sexta extinción no natural (Intrinsic 2016) se han vuelto escépticos del clima y resignados: incluso con ciencia y tecnología llegamos tarde, no hay manera de evitar la escalada del nuevo régimen climático, solo podemos mitigar los efectos nocivos, prevenirnos y adaptarnos a ellos. Las consecuencias generales para la humanidad, especialmente para los desfavorecidos, serán infernales.
Se frustró por completo lo acordado en 2015 en la COP de París de hacer esfuerzos para evitar que el calentamiento llegara a 1,5 C en 2030. La gran mayoría, dominada por los lobbies de las grandes empresas mineras, petroleras y energéticas, no hizo lo tarea. En la COP de Egipto de 2023, los tres países que más contaminan ni siquiera aparecen en la convención: EE.UU., India y China. Ante la crisis energética mundial, volvieron a las tecnologías del pasado altamente contaminantes como el carbón.
El informe del IPCC de febrero de 2022 advirtió: como se ha hecho muy poco, el calentamiento global aumentará a 1,5-2 grados C para 2027; otros científicos, teniendo en cuenta el aporte de metano procedente del derretimiento de los casquetes polares y del parmafrost, que es 28 veces más nocivo que el CO2, plantean que el citado aumento del clima nos llegará en 2025. ¿Preparar y diseñar estrategias de adaptación es el costo en términos de vidas humanas e inversiones financieras?
Los eventos extremos ocurridos recientemente señalan ese cambio en el régimen climático: en esta semana de carnaval de 2023, en apenas 24 horas llovieron 686 mm en Bertioga y 627 mm en São Sebastião, ciudades junto al mar en el norte del estado de São Paulo con con consecuencias altamente desastrosas. Simultáneamente, un furioso tifón barrió Indonesia y mató a más de 800 personas.
Recordemos los grandes incendios del 2022 que se apoderaron de California, toda Europa, incluyendo Siberia, Australia y el Amazonas. Se habla de la nueva era del piroceno (del fuego), como efecto de la crisis climática global que calentó el suelo y las piedras. Palos y hojas secas se encienden y provocan grandes incendios, si esto se confirma, podríamos vivir un Armagedón ecológico.
Por eso, nuestro futuro no es halagüeño, ya lo advirtió el climatólogo Antonio Nobre en la COP 26 de Glasgow: “Esta década decidirá el futuro de la humanidad”. Recordemos a los muchachos del tiempo de Noé que anunciaron el diluvio y continuaron con sus fiestas y bodas, hasta que fueron tragados por las aguas. Hoy existe una falta general de conciencia sobre las amenazas que pesan sobre nuestro futuro. La mayoría de los jefes de Estado no se toman estos cambios en serio. A los directores ejecutivos de las grandes corporaciones no les importa. Y si lo saben, se dan cuenta de que deben cambiar sus formas de producción, pero si lo hacen, temen perder negocios y ser tragados por otros más fuertes. Puede que el Titanic se esté hundiendo, pero eso no les impide hacer su rentable negocio.
No faltan científicos y estudiosos que nos adviertan, mostrando la conexión entre los desastres de São Paulo y las inundaciones del año pasado en Minas Gerais, Bahía y Pernambuco y el cambio de régimen climático. Quien lo hizo claro en televisión es uno de nuestros mejores científicos Antonio Nobre.
Con razón decimos que la Tierra es nuestra madre, ya que nos da todo lo que necesitamos. Pero como todas las madres, puede darnos lecciones severas para aprender a tratarla como una madre, algo que no hemos hecho durante siglos. El coronavirus fue una de esas señales, hasta ahora mal entendidas, de las que siempre nos advierte nuestro mejor científico Miguel Nicolelis: el virus anda por ahí y puede experimentar variantes peligrosas, ya hemos vuelto a la vieja normalidad, esa es nuestra mayor ilusión, ya que el nuevo régimen climático será inexorable, vendrá con nuevos virus, bacterias y enfermedades y consumo.
Los nuevos gobernantes de las naciones deben considerar este nuevo factor en sus proyectos: la Tierra ya no es la misma. No podemos hacer las mismas cosas que antes. De lo contrario, experimentaremos desastre tras desastre y frustraciones de nuestras empresas.
La Madre Tierra se nos presenta como algo enigmático. En los últimos 570 millones de años ha habido 15 grandes extinciones masivas, dos de ellas acabaron con el 50 % de las especies de la Tierra y reorganizaron completamente los ecosistemas (Campus 1977). Los investigadores afirman que esto se debió al lento e inexorable cambio climático. ¿No estaríamos actualmente en una situación similar, esta vez por la negligencia de poderosos grupos humanos? En su hambre de enriquecerse, agotaron los bienes y servicios naturales y se convirtieron así en el Satán de la Tierra.
Por lo general, eran los asteroides enormes los que producían tales desastres. “Este asteroide”, comenta Ward, “se llama homo sapiens. Todas las especies evolucionan hasta morir. La extinción es el fin de la evolución”. ¿No es nuestro turno? Nos comportamos de una forma tan depredadora con nuestra Madre Tierra que, posiblemente, ya no nos quiera aquí. Así, las otras especies ya no estarían amenazadas y seguirían su curso evolutivo. No es imposible que, después de miles de años, surja un ser más evolucionado que pueda sustentar el espíritu y construir una forma de vida más amigable con todos los seres y con la Tierra.
Si sigue así, nuestra situación podría llevarnos a lo peor. La Tierra seguirá girando alrededor del sol, en todo su esplendor, pero sin nosotros.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.