POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL* /
La propuesta del presidente Petro de un proceso constituyente ha sido descalificada, por las fuerzas autorreferenciadas del centro y la derecha política.
El colega Rodrigo Uprimny ha estado muy activo como opositor de la idea de una Constituyente. Con mucha tenacidad y a rajatabla, le agrega que se opone, pero que está por el cambio y dice que apoya muchas de las reformas, ¡menos la de la salud!, en que coincide con Alejandro Gaviria. Agrega en El Espectador del 24 de marzo: “pero estoy en contra de su propuesta de constituyente, que me parece innecesaria, inoportuna, contradictoria, ambigua y riesgosa”. Este jurista ecuánime, siempre dispuesto al justo medio, lanza su anatema con un abanico de descalificaciones a lo que agrega: “muy peligroso”.
La Constituyente es constitucional y es legítima airearla en los escenarios democráticos. Descansa en el poder soberano que es exclusivo del pueblo quien lo detenta (art. 3 Constitución Política). Esta enunciación jacobina de la Constitución de 1991 es un logro de la república democrática y tiene todas las credenciales de legitimidad y conveniencia, para ejercerla cuando las circunstancias lo ameriten. Es inaudito que una propuesta de convocar una Constituyente, para someter unos temas a su deliberación y eventual aprobación provoque todo tipo de descalificaciones.
El Presidente no ha dicho que la Constitución del 91 es culpable y, por ende, hay que cambiarla, sino todo lo contrario: que hay que aplicarla. Lo que afirma es que a la Constitución la bloquearon desde 1991 y no la dejan funcionar en la actualidad. Que existe un régimen corrupto que maneja la cosa pública. La crítica a este régimen la enunció Álvaro Gómez desde la derecha y le valió su muerte. Como le ha valido la muerte a millares de luchadores sociales y de izquierda que han combatido el régimen oligárquico de la república señorial: en el siglo XX, comenzó con la extraordinaria batalla de Rafael Uribe Uribe contra lo que él denominó “los gobiernos corruptos”, continuó con la denuncia de Laureano Gómez contra el indecente gobierno de Marco Fidel Suárez, con el enjuiciamiento dialéctico de López Pumarejo sobre la prosperidad a debe y los leoninos contratos petroleros, se dimensionó con la denuncia de Jorge Eliécer Gaitán sobre Colombia como república bananera.
Todo esto fue acompañado por el movimiento obrero de la época y las corrientes socialistas de María Cano, Raúl Eduardo Mahecha y Tomás Uribe Márquez. Tanto Uribe Uribe como Gaitán fueron asesinados por su radical lucha contra la corrupción, al igual que Luis Carlos Galán, Jaime Pardo, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro.
En Colombia, el Estado y el establecimiento económico están contra la Constitución especialmente en los DD.HH. y la democracia. No sólo existe un conjunto de cosas inconstitucionales como dice la Corte, sino que el Estado es inconstitucional, al reducir la Carta Política a un formalismo jurídico y a un régimen corrupto.
El Presidente cree que esto se puede resolver por la vía democrática de un proceso constituyente y de una Asamblea Nacional. Pensamos que es legítima su propuesta, que requiere unos presupuestos de movilización, autoorganización, unidad de acción de todos los colectivos para lograr la fuerza de todo el país. De lo contrario, puede resultar una derrota como lo quieren Germán Vargas y otros jefes políticos. Ellos apoyarían la Constituyente para derrotar el proyecto reformista y adelantar las decisiones electorales del 2026 donde se define la continuidad del reformismo o el viraje al tradicionalismo con maquillaje.
El presidente Petro ha enunciado distintos temas para discutir hacia la Constituyente: 1- aplicar el acuerdo de Paz del 2016; 2- soluciones de reforma agraria, drogas y violencia territorial; 3- vida digna con salud, pensiones y agua; 4- reforma judicial; 5- reordenamiento territorial, educación y fin de la violencia; y 6- cambio climático. Para ello, convoca a la movilización ciudadana.
El temario puede cambiarse o ampliarse en algunos aspectos, pero no hay allí nada irresponsable y peligroso. Además, una Constituyente es soberana y puede decidir de acuerdo a su sabiduría. Esa fue la gran lección de la Constituyente de 1991 cuando César Gaviria, Humberto de la Calle y su sanedrín propusieron una simple asamblea constitucional que terminó transformándose de manera autónoma y soberana en una Asamblea Constituyente que cambió la Carta Política.
*Profesor Emérito Universidad Nacional de Colombia.