POR ALFONSO AVELLANEDA CUSARÍA
En este mes de octubre se llevará a cabo en Cali la 16 Conferencia de las partes de la Convención de Biodiversidad (COP16), donde esta nación como uno de los seis países con mayor biodiversidad biológica del mundo jugará un papel importante en su realización.
Colombia en los últimos años ha desarrollado importantes acciones para reducir la deforestación y avanzar en la consolidación de áreas protegidas con participación de las comunidades de indígenas, afrodescendientes y campesinos que tradicionalmente viven en las regiones con mayor biodiversidad como son la Amazorinoquia, el Chocó Biogeográfico, la Sierra Nevada de Santa Marta , la región Marabina y los Parques Nacionales Naturales de la región Andina, lo cual ha sido reconocido a nivel global para la asignación de nuestro país como anfitrión del más importante evento mundial para la protección de la vida en el Planeta Tierra.
En esos territorios, históricamente y por diversos procesos de ocupación, donde la violencia y el desplazamiento de poblaciones de indígenas y afrodescendientes, no ha sido ajena, existen comunidades rurales que con grandes esfuerzos han venido generando alternativas de manejo sostenible de las tierras, de restauración ecológica mediante tecnologías surgidas de una racionalidad que ha visto la conservación y restauración de la naturaleza como la opción para conseguir una vida sana con bienestar.
En las selvas del Chocó y de la Amazonia, por ejemplo, existe un ordenamiento territorial alrededor de ríos, quebradas, saladeros y humedales que ha sido producto de cosmovisiones construidas alrededor de la creencia sobre la tierra como la hospedera de seres que protegen la fauna, que ayudan a mejorar la producción agrícola y que regulan el agua y el viento para que prosperen las cosechas y se mantengan las ofertas que garantizan la vida.
En las zonas del Guaviare, hemos aprendido en las prácticas de campo con nuestros estudiantes los últimos diez años, que está surgiendo una Colombia donde existen importantes procesos de restauración ecológica de la selva que había sido arrasada por una colonización extractivista, basada en el despojo de tierras para introducir las vacas y en donde se están viendo resurgir los bosques productivos con plantación de árboles nativos que restituyen con calidad los nichos ecológicos de muchas especies consideradas desaparecidas. Allí hemos encontrado una gran biblioteca de sabiduría ancestral campesina y de agricultores colonos que nos ha llevado a plantear el programa de Ingeniería Forestal y del Medio Natural como un espacio académico para el reconocimiento, la valoración justa de los conocimientos ancestrales como verdaderas bibliotecas abiertas, que se expresan en libros del saber biocultural de estas comunidades.
Hemos aprendido que la enseñanza-aprendizaje, es un proceso que se expresa en los espacios culturales, que reconocemos como sistemas ambientales territoriales, que encontramos en los territorios a donde hay que adentrarse, despojados de todo prejuicio de creernos los portadores de los conocimientos, cuando en realidad somos portadores de ignorancias acumuladas.
La academia debe despojarse de los prejuicios de la modernidad, como lo define en días recientes la columnista de la Nueva Prensa Lucero Martínez Kasab “esa civilización que nació en Europa y que fue invadiendo el mundo con la codicia, apropiándose más y más, como lo ha hecho cada elite pudiente en Colombia, robándose los metales, el caucho, los ríos, y destruyendo la fauna y la flora para dar espacio a una economía donde priman los beneficios económicos para unos pocos, condenando a millones de personas a la pobreza, el analfabetismo, el éxodo y el desarraigo, considerando como dijo Hegel, uno de los padres de la Modernidad que “la pobreza es natural” cuando estos fenómenos surgen en territorios ricos en naturaleza y biodiversidad.
Desde esta visión la ignorancia en los territorios del Sur es el pan de cada día y que, por lo tanto, la civilización europea de las que somos hijos, gracias a la modernidad impuesta es la salvación. El abordaje de la biodiversidad nos coloca en una encrucijada: o seguimos los patrones de la modernidad descritos que privilegian el interés económico y la riqueza de unos pocos o avanzamos bajo nuevos enfoques de sostenibilidad que incluyan el respeto a la vida y sus procesos, el respeto a los derechos humanos de las comunidades ancestrales indígenas, campesinas y afrodescendientes en cuyos territorios existen las mayores riquezas biodiversas de Colombia.
La realidad convoca a que reconozcamos nuestras ignorancias y abramos nuestras mentes como educadores, para permitir que las sabidurías de los actores de los territorios penetren en nuestros ámbitos académicos, en otras palabras, convertir los espacios territoriales en aulas de aprendizaje por la vida y su diversidad. Lo anterior debe estar profundamente relacionado una subjetividad que privilegie la calidad sobre la cantidad, que es la base de la Carta Política, cuando se enuncia que el interés general está por encima de los intereses particulares. Las propuestas de la COP16 con sus 23 metas están relacionadas con la conservación, el uso, manejo y el aprovechamiento de la biodiversidad con la participación de todos los actores económicos, sociales, institucionales y académicos para la búsqueda del bienestar de la sociedad.