La catástrofe ecológica y los medios para detenerla: ¡demasiado tarde para ser pesimistas!

POR RAMIRO GÁLVEZ ALDANA

En febrero de 2020 las editoriales Sylone y Viento Sur dieron a luz la primera edición en español del libro del activista social belga y dirigente de la Izquierda Anticapitalista, Daniel Tanuro, cuyo título corresponde con el de la presente nota. El autor es ingeniero agrónomo y especialista en cuestiones medioambientales. Autor de El Imposible capitalismo verde, Cambio climático y alternativa ecosocialista, Frankenstein en la casa Blanca. Trump y el interregno global,entre otros. Firme defensor de la alternativa ecofeminista y  ecosocialista.

En el prólogo, Michael Löwy, resalta el que, a su juicio, es el interrogante central de la época: ¿es posible una solución a la crisis ecológica, una alternativa a la carrera hacia el abismo del cambio climático, sin cambiar de sistema, esto es sin enfrentarse al capitalismo? La respuesta de Tanuro, afirma Löwy, es clara: ¡No! Y agrega: Por su coherente perspectiva anticapitalista, el libro de Tanuro constituye un arsenal para el movimiento ecológico actual, que aún busca sus señas de identidad. Muchos jóvenes se radicalizan y las huelgas climáticas de los bachilleres son una de las manifestaciones más estimulantes de nuestra época… Es urgente -dice Löwy- que el movimiento tome conciencia de quién es su adversario: no tal político idiota, no tal medida gubernamental imbécil, sino un sistema, el capitalismo, responsable de la mayor crisis ecológica y de la mayor amenaza a la vida en la historia de la humanidad.

Tanuro, dice Löwy, no menosprecia las alternativas parciales como el Green New Deal anunciado por la izquierda norteamericana. Aunque señala sus límites afirmando con toda razón, que, si se quiere evitar la catástrofe, hay que apuntar más arriba: la verdadera alternativa sólo puede ser antisistémica, es decir anticapitalista… Para ello,  agrega, el proyecto ecosocialista propone un cambio de paradigma de civilización, en ruptura con la lógica ecocida y perversa de la acumulación de capital. E implica una planificación ecológica democrática, todo lo contrario de la desastrosa experiencia de planificación burocrática y productivista del autodenominado socialismo real.

Sin caer en un optimismo ingenuo, Tanuro rechaza los atascos fatalistas: todavía hay tiempo para actuar, dice Löwy. Su libro es sobre todo un llamamiento urgente a la acción, una acción colectiva radical, es decir capaz de atacar las raíces del mal: la moderna civilización capitalista industrial. 

En el primer capítulo, titulado “Calamidades, catástrofe, cataclismo: ¿bienvenidos al Antropoceno?, el autor recuerda que los primeros signos de alarma científica sobre el calentamiento global y el declive de la biodiversidad se remontan a comienzos de los años 60. Desde entonces, esta debacle, no han dejado de intensificarse… Más de un cuarto de siglo después, no se ha hecho nada o casi nada. Globalmente la crisis no ha hecho sino empeorar. En menos de un siglo hemos pasado, según Tanuro, de diversas calamidades (el DDT, los residuos, las lluvias ácidas, etc.) a una catástrofe global que amenaza con convertirse en cataclismo. ¿Profecía del fin del mundo? Por desgracia, no: es la conclusión rigurosa, racional, de los informes sobre la crisis global, sobre el clima y sobre la biodiversidad publicados sucesivamente por el Programa internacional geosfera-biosfera (IGBP), por el Grupo intergubernamental de expertos sobre la evolución del clima (GIEC) y por la Plataforma intergubernamental sobre la biodiversidad y los servicios ecosistémicos (IPBES). Estos informes se basan ante todo en ciencias exactas…, cuya precisión puede comprobarla cualquiera cotidianamente.

La gran aceleración 

Lanzado en 1987 por el Consejo Internacional para la Ciencia…, el IGBP fue un programa interdisciplinar de estudio del “cambio global”. Su objetivo era evaluar la sostenibilidad del desarrollo humano.

Para responder a esta cuestión se identificaron nueve parámetros… Para cada uno de estos, las y los científicos no determinaron un límite absoluto, sino un tope relativo por encima del cual el Jardín del Edén del Holoceno se degradaría hasta el punto de comprometer la sostenibilidad de la existencia humana… La reconstrucción de la capa de ozono estratosférica (que protege la vida de los rayos ultravioletas) es el único punto positivo de este boletín sobre la salud planetaria, puntualiza el investigador y dirigente socialista belga.

La Tierra arde

Tres años después del final del Programa internacional geosfera-biosfera, el GIEC publicó su informe especial sobre los impactos de un calentamiento de 1,5°C (respecto a la era preindustrial) y la trayectoria de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para no superarlo. Este documento, no deja duda alguna, enfatiza Tanuro, sobre la extrema gravedad del cambio climático y la extrema urgencia de limitar su amplitud, Tampoco deja ninguna duda sobre el hecho de que las pequeñas diferencias entre 1°C y 1,5°C, por una parte, y entre 1.5°C y 2°C, por otra, implican diferencias muy significativas de impacto en el plano ecológico y social. En el momento escribir estas líneas, apunta Tanuro, los incendios que arrasan el Ártico, y las canículas en varias regiones recuerdan la lección de los ciclones Katrina, Haiyan y otros fenómenos meteorológicos extremos: un calentamiento de apenas un grado respecto a la era preindustrial supone consecuencias temibles. Cualquiera puede imaginar lo que ocurriría con 1.5°. Ahora bien, advierte el investigador belga, al ritmo actual de emisiones, este nivel se alcanzará entre 2030 y 2052.

“(…) En general, los ciclones, tempestades, lluvias violentas, sequías, canículas, olas de frío, etc., crecerán en número y en intensidad. En 2100, manteniéndose todo lo demás igual, el número de víctimas por sequías graves será de 781 millones en relación a 2°C y de 455 millones para 1,5°C.”

Otra preocupación del escritor está referida a la elevación del nivel de los océanos. La alimentan tres factores: el derretimiento de los glaciares de montaña, la dilatación térmica de las masas de agua oceánicas y, sobre todo, la dislocación de los casquetes polares… Permaneciendo igual todo lo demás, las proyecciones sobre el número anual de víctimas por inundaciones en el mundo para 2100 y 2300 oscilan entre 120 y 300 millones, entre 70 y 180 millones para 2°C, o entre 50 y 120 millones para 1,5°C…

Los pueblos del Sur son los más amenazados, en particular las mujeres, la infancia y las personas mayores; sobre todo los más pobres en los “países menos avanzados” y los pequeños estados insulares…

“(…) A 1,5°C de calentamiento, el 6% de los insectos, el 8% de las plantas y el 4% de los vertebrados perderán la mitad de su área geográfica. Estas proporciones están extrapoladas a partir de estudios sobre 105.000 especies. A 2°C se multiplicarán por dos o por tres. El caso de los arrecifes de coral es particularmente preocupante: entre el 70% y el 90% podrían desaparecer a 1,5°C, y la pérdida podría llegar al 99% a 2°C. Estos arrecifes, además de su extraordinaria belleza y su riqueza biológica, rinden inmensos servicios en la protección de las costas y de los recursos pesqueros”.

El espectro del planeta invernadero

Tanuro esboza una perspectiva relativamente crítica acerca de la actividad adelantada por el GIEC, cuya tarea central se reduce a la compilación de trabajos. Le considera una entidad conservadora que, lejos de forzar el trazo, más bien lo que ha hecho es atenuarlo. A modo de ejemplo muestra como el informe del GIEC sobre 1.5°C no habría considerado el resultado de una reciente investigación, según la cual el calentamiento “antrópico” amenaza con empujar a la Tierra fuera del régimen, relativamente estable, en el que oscila desde hace 1.2 millones de años entre períodos glaciales e interglaciares. El planeta se encontraría actualmente, según el GIEC, en la cúspide de un período interglaciar. La tesis del informe no considerado por el GIEC es que en lugar de girar muy lentamente hacia una glaciación (¿en 30.000 años?), el calentamiento sobreviniente le haría desviar hacia un nuevo régimen, designado como “planeta invernadero”, con una temperatura media que oscilaría entre 4°C y 5°C por encima de las temperaturas preindustriales, y con un nivel de los océanos… entre diez…y sesenta metros más alto. No es la primera vez, puntualiza Tanuro, que algunos científicos y científicas hablen de esta espantosa eventualidad, aunque por lo general, se pensaba disponer de un margen de acción de varias décadas. Ahora bien, los autores y autoras de esta investigación temen un cambio más rápido, a causa de una cascada de “retroacciones positivas” del cambio climático que podrían iniciarse, embalarse y volverse irreversibles a partir de un calentamiento de 2°C.

Cabe recordar, precisa el investigador belga, que las “retroacciones positivas” designan los efectos del calentamiento que aceleran el calentamiento. La idea es que estos fenómenos podrían encadenar, las retroacciones más directamente amenazadoras, que hoy supondrían un mayor calentamiento el que, a su vez, volvería a generar retroacciones más letales. Y así sucesivamente… Posible punto de partida de este dominó climático: el casquete glaciar Groenlandia. Su pérdida de masa se acelera desde 2002-2003. En diez años esta pérdida se ha multiplicado por cuatro. Es importante saber, subraya el investigador, que en las regiones árticas el calentamiento es dos a tres veces más fuerte que la media mundial… Más allá de un determinado punto, el proceso se hará irreversible. Enormes cantidades de agua dulce perturbaran entonces las corrientes oceánicas que dependen de la salinidad del agua de mar y de sus diferencias de temperatura, de su densidad… En cambio, la perturbación sobre la corriente llamada AMOC… tendrá sin duda un efecto importante en la cuenca del Amazonas: el bosque cederá el lugar a una sabana, absorbiendo mucho menos CO2. A ello seguirá una nueva intensificación del calentamiento, pudiendo a su vez arrastrar la dislocación de partes del casquete antártico, o un movimiento irreversible del permafrost, o incluso otras retroacciones…En definitiva, las piezas del dominó pueden comenzar a caer, incluso en la hipótesis, ¡optimista! De que las emisiones mundiales sigan las trayectorias de reducción compatibles con los objetivos decididos en París (+1.5°C a +2°C) …

El casquete groenlandés, recuerda Tanuro, contiene suficiente agua para hacer elevar el nivel de los mares siete metros… Como el mercurio sube actualmente 0.2°C cada diez años, nos acercamos peligrosamente al punto de quiebra. Las y los glaciólogos piensan, enfatiza, que este podría ocurrir en algunas décadas. Ahora bien, advierte que, una vez llegado a este punto, no habrá manera de detener la catástrofe.

Groenlandia no es la única causa de preocupación. En el otro extremo del mundo, añade, la pérdida de hielo del Antártico que se ha multiplicado por seis en cuarenta años. Dos enormes macizos de glaciales -el Thwaites en el Oeste, el Totten en el Este- tienen la particularidad de avanzar sobre un zócalo rocoso situado en parte bajo el nivel del mar. Como éste se calienta, el glaciar se despega y su deslizamiento se acelera, haciendo posible una ruptura que precipitará enormes masas de hielo al océano. “Se ha traspasado el punto de no retorno” declaraba el glaciólogo Rignot, profesor de la Universidad de California, Irvine, en 2014. Según éste, la desaparición de los seis glaciales que componen este macizo hará subir el nivel de los océanos 1,20 metros en unos siglos… de tal manera que al final el nivel de los mares podría ganar más de tres metros.

Las incertidumbres del presupuesto de carbono

A continuación, Tanuro señala cómo el CO2 es el único gas de efecto invernadero que se acumula a largo plazo en la atmosfera, a diferencia del gas metano, que es emitido constantemente por fuentes antrópicas y cuya duración no excede los nueve años…

Añade que, según el GIEC, para tener dos posibilidades sobre tres de quedar por debajo de 1.5°C, el presupuesto de carbono debe ser de 420 gigatoneladas (Gt) de CO2, y de 580 Gt de CO2 para una posibilidad sobre dos. Cuatrocientas veinte gigatoneladas corresponden a diez años de emisiones al ritmo actual. Habría que tener en cuenta que alrededor de la mitad del CO2 es absorbido por los ecosistemas: bosques y océanos. Esto da un poco de margen. Pero la deforestación, el debilitamiento de los derechos de propiedad de las comunidades que gestionan sus tierras de manera responsable, el desinterés por la restauración de los ecosistemas y los cambios de afectación de los suelos -relacionados sobre todo con la industria cárnica- tienden a reducir las capacidades terrestres de absorción de CO2. Todos estos factores son fuentes de incertidumbre presupuestaria.

Las retroacciones positivas potencian la incertidumbre. En este contexto se entiende que éstas sean más inquietantes que tranquilizantes.

 …“incluir las retroacciones (…) disminuirá probablemente el presupuesto de carbono aún disponible en el siglo XXI”. Se estima que las retroacciones positivas reducen el presupuesto de carbono en 350 Gt de CO2 para un calentamiento limitado a 1.5°C y en 500 Gt de CO2 para un calentamiento limitado a 2°C (…) Recomendamos por consiguiente que los estudios sobre la viabilidad de la mitigación y los planes de reducción de emisiones no se concentren sólo en las mejores estimaciones medias del presupuesto de carbono disponible, sino que consideren también las estimaciones mínima y máxima de este presupuesto. En este caso, lo que cuenta es el máximo. Sólo que, basándonos en ello, se hunde todo el esquema: deduciendo 350 Gt a los presupuestos de carbono residuales para tener dos posibilidades sobre tres y una posibilidad sobre dos de quedar, respectivamente, por debajo de 1.5°C, se obtienen valores de apenas 70 Gt de CO2 y 230 Gt de CO2. Al ritmo actual esto representa menos de dos años y seis meses de emisiones. Todo depende de la elección que se haga: ¿dos posibilidades sobre tres o una sobre dos? En definitiva, nuestra situación es similar a la que nos encontraríamos si hubiéramos aceptado subir a un avión, sentarnos y atarnos prudentemente el cinturón de seguridad, sabiendo que hay menos de tres posibilidades sobre cuatro de llegar al destino”.

Para no subestimar la factura, agrega Tanuro, hay que incluir la otra gran componente de esta catástrofe que crece: la destrucción de la biodiversidad.

¿Habéis dicho Biodiversidad?

“(…) la ONU encargó a la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y al Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUE) crear un grupo intergubernamental sobre el clima… Los jefes de la revolución neoliberal querían evitar que el dossier climático fuese confiado sólo al PNUE, contaminado en su opinión, por peligrosas ideas ecologistas. Así se fundó este organismo híbrido -el GIEC- que remite informes cuyos “resúmenes para responsables de políticas” deben ser validadas conjuntamente por los y las científicas y por representantes de los Estados. En su origen, la intención era la de poner a las y los primeros bajo el control de los segundos”.

No obstante, a pesar de los rodeos de este tipo, se puede decir sin embargo que el sistema GIEC se volvió contra quienes lo instigan, ya que los gobiernos están obligados a asumir lo esencial de las conclusiones de la investigación sobre la realidad del calentamiento y de sus causas “antrópicas”. Así, al menos a nivel de diagnóstico, el GIEC somete las políticas a una presión creciente.

“La convención sobre la biodiversidad se lanzó sin que existiera una estructura análoga. Por tanto, durante una veintena de años, los gobiernos gozaron de una grandísima libertad para tomar medidas de conservación, pero, sobre todo, ¡para no tomarlas!”

Finalmente, sostiene Tanuro, los gobiernos se vieron obligados a suscribir una conclusión dramática: “la salud de los ecosistemas de los que dependemos como todas las otras especies, se degrada más rápido que nunca” y “un millón de especies animales y vegetales – ¡una de cada ocho! – corren el riesgo de desaparecer en breve plazo”. La actividad humana es responsable del “sexto período de extinción” de la vida en la historia de la Tierra”…

“Esta cuestión de la biodiversidad se debe plantear bien, porque se puede deslizar fácilmente hacia conclusiones inmovilistas, contrarias a la teoría de la evolución. Como señalan los especialistas, “la extinción es un hecho central de la biología”, y “más del 99% de todas las especies que existieron… ya se han extinguido” La extinción de las especies es tan natural como la aparición de especies nuevas. Los biólogos y biólogas no se inquietan por que desaparezcan formas de vida; dan la señal de alarma porque “la tasa actual de extinción es al menos entre diez y cien veces superior a la media de los diez millones de años anteriores y, si no se actúa, se acelerará aún más”.

Daniel Tanuro

No es un declive, es una masacre

Con base en investigaciones exhaustivas sobre ciertas especies, se extrapola que la proporción global de especies amenazadas de extinción gira alrededor del 25%. La proporción es del 40% en los anfibios, cerca de un tercio en las especies corales constructoras de arrecifes, más de un tercio en los tiburones y mamíferos marinos, el 25% en los mamíferos en general y el 14% en los pájaros… El tamaño de las poblaciones de las diferentes especies tiende a decaer en todos los medios desde hace 50 años.

El informe del IPBES, dice Tanuro, identifica cinco causas directas del declive de la biodiversidad. La más importante es el cambio en el uso de las tierras y los mares…en los trópicos, entre 2010 y 2015, se han eliminado 32 millones de hectáreas de bosque primario y secundario. La segunda causa es la explotación directa de los organismos. Los peces, por ejemplo: el 33% de las especies están consideradas superexplotadas…La tercera causa es el cambio climático. Además del blanqueo de los corales, los impactos más severos afectan a los ecosistemas de las regiones boreales, polares y subpolares, así como a las especies endémicas “atrapadas” en un medio del que no pueden migrar… La cuarta causa es la contaminación: la contaminación de los mares por los plásticos, multiplicada por diez desde 1980…En último lugar viene del hecho de que casi una quinta parte de la superficie terrestre está amenazada por “invasiones de plantas o animales, con efectos negativos sobre especies nativas”.

Tres ejes estratégicos

El Informe del IPBES propone tres ejes estratégicos. El primero es la importancia de la biodiversidad desde el punto de vista de la existencia humana y la buena calidad de vida. La mayoría de las contribuciones de la naturaleza a las personas no se puede sustituir por completo y algunas son irremplazables… “La naturaleza a través de sus procesos ecológicos y evolutivos, mantiene la calidad del aire, del agua dulce y de los suelos, distribuye agua dulce, regula el clima, propicia la polinización y el control de plagas y reduce los peligros naturales”.

Segundo eje: la biodiversidad aumenta en dirección de los polos hacia el ecuador…lo esencial de la biodiversidad se encuentra entre los trópicos.

Tercer eje: el papel de los pueblos indígenas y de las comunidades locales… Tradicionalmente los pueblos indígenas poseen, gestionan, usan u ocupan al menos una cuarta parte de las tierras del planeta.

 “La naturaleza gestionada por los pueblos indígenas y las comunidades locales está sometida a una presión cada vez mayor. Si bien el declive de la naturaleza es, por lo general, más lento en las tierras de pueblos indígenas que en otros territorios, no deja de ir en declive, al fin y al cabo, al igual que los conocimientos sobre su gestión. Tradicionalmente los pueblos indígenas poseen, gestionan, usan u ocupan al menos una cuarta parte de las tierras del planeta. Esas zonas comprenden aproximadamente el 35% del área que está oficialmente protegida y alrededor del 35% de toda la tierra con muy poca intervención humana restante. Además, una amplia variedad de comunidades locales, entre las que se incluyen agricultores, pescadores, pastores, cazadores, ganaderos y silvicultores, gestionan zonas considerables al amparo de diversos regímenes de propiedad y acceso. Un 72% que los indicadores locales que los pueblos indígenas y las comunidades locales elaboran y utilizan reflejan tendencias negativas en lo referido a la naturaleza que sustenta los medios de subsistencia y bienestar locales. Las zonas gestionadas por los pueblos indígenas y las comunidades locales (en virtud de diversos tipos de regímenes de tenencia y acceso) se enfrentan a una extracción de recursos, a la producción de productos básicos, a la minería e infraestructura de transporte y energéticas cada vez mayores, lo que acarrea diversas consecuencias para los medios de subsistencia y la salud locales. Algunos programas de mitigación del cambio climático han tenido repercusiones negativas para los pueblos indígenas y comunidades locales. Entre los efectos negativos de todas esas presiones figuran la pérdida continuada de formas de subsistencia y medios de vida tradicionales a causa de la deforestación, la pérdida de humedales, la minería, la expansión de prácticas agrícolas, silvícolas y pesqueras insostenibles y las repercusiones sobre la salud y el bienestar de la contaminación y la inseguridad hídrica. Esos efectos también ponen en jaque la gestión tradicional, la transmisión de conocimientos indígenas y locales, la posibilidad de compartir los beneficios derivados del uso de la diversidad biológica silvestre y domesticada y la capacidad de conservación y gestión sostenible de los pueblos indígenas y las comunidades locales, que también redunda en beneficio del conjunto de la sociedad”.

Las perspectivas son sombrías: “A excepción de los escenarios que incluyen un cambio transformador, se prevé que las tendencias negativas sobre la naturaleza y sus contribuciones para las personas y sobre las funciones de los sistemas continuarán más allá de 2050 debido a las repercusiones previstas del creciente cambio en los usos de la tierra y el mar, la explotación de los organismos y el cambio climático.” Las zonas del mundo que se prevé que sufrirán considerables efectos negativos… también albergan grandes concentraciones de pueblos indígenas y muchas de las comunidades más empobrecidas del planeta”.

¿Antropoceno?

“Teniendo en cuenta todos los factores, no es exagerado hablar de una gran amenaza, no solo para la naturaleza en general, sino para la humanidad. En este contexto, Paul Crutzen propuso en 2002 el concepto de Antropoceno. El premio nobel de química constataba que algunos cambios provocados por la Revolución Industrial quedarán para siempre visibles en la geología del globo: presencia de isótopos radioactivos, elevación del nivel de los océanos, extinción rápida de especies… Según Crutsen, habría que considerar que se ha terminado el Holoceno y le ha sucedido una nueva era geológica. Propuso bautizarla como Antropoceno, para indicar que el ser humano (anthropos) se ha vuelto una fuerza geológica… por la derecha, se elevaron voces para hacer remontar el Antropoceno a la aparición del Homo Sapiens, o a la invención de la agricultura. Otros, por la izquierda, propusieron mejor hablar de Capitaloceno, para destacar el origen socio-histórico del cambio de era.”

Las motivaciones ideológicas que empujaron a Crutzen a hablar de una “geología de la humanidad” son sospechosas, porque esta expresión lleva el agua al molino de las y los misántropos que acusan al Homo Sapiens de todos los males y desvía así la atención de la responsabilidad del capitalismo en la destrucción ecológica… ¿hay que pelearse entonces por el Capitaloceno? Este término permite señalar la responsabilidad principal del capital en la destrucción ecológica, pero al mismo tiempo invisibiliza la responsabilidad principal de la URSS, de los países del Este y de China. ¿Resulta pertinente hacerlo, cuando la izquierda tiene tanta necesidad de comprender por qué estos países cayeron en el productivismo? … Esta situación es el producto de doscientos años de capitalismo; pero aun cuando el capitalismo fuese rápidamente sustituido por el ecosocialismo, llevaría tiempo alcanzar un reequilibrio.“(…) si se adoptase el cambio de era y si los geólogos y geólogas fueran coherentes con sus criterios científicos, el cambio de era no ocurrió antes de la segunda mitad del siglo XX, de manera que no es la especie humana la responsable, sino la forma capitalista como produce su existencia social. Esta discusión no puede ser confiscada por la Ciencia; todas y todos tenemos voz y voto en ella”.   

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