POR RAMIRO GÁLVEZ ALDANA
Reseña del capítulo 2 de ¡Demasiado tarde para ser pesimistas!, el libro del ingeniero agrícola belga Daniel Tanuro.
Neutralidad carbono: de la teoría a la práctica
Hasta la Conferencia anual de París en 2015 (COP 21) el clima de negacionismo financiado por las multinacionales de la energía fósil divulgó sus mentiras. Derrotados desde hace mucho tiempo en el terreno de la ciencia, los “mercaderes de dudas” no sueltan la presa, acota Daniel Tanuro.
“Una peligrosa perturbación antrópica”. ¿Para quién? ¿Por qué?
“(Algunos) medios se han esforzado en evitar que se establezca un umbral de peligrosidad y la precaución requerida. Cuando se introdujo el objetivo de máximo 2°C, el climatólogo de la NASA, James Hansen, advirtió: “2°C es la certidumbre de un desastre a largo plazo”. Este tipo de advertencias no fueron escuchadas, señala Tanuro.
El Informe Stern puntualizaba: “El nivel de 550 ppmv CO2 eq podría ser alcanzado en 2035. A ese nivel, hay probabilidades de que la subida media de la temperatura supere los 2°C.” Contra toda lógica, ese mismo documento recomendaba apuntar a una estabilización a 550 ppmv CO2 eq. La lección en esta cuestión, buscaba evitar hacer demasiado y demasiado rápido”.
“La COP21, afirma Tanuro, decidió finalmente (intentar) mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2°C con respecto a los niveles preindustriales y seguir esforzándose por limitar el aumento de la temperatura a 1.5°C”… Finalmente, este objetivo fue integrado al acuerdo”.
“Quedarse muy por debajo de 2°C esforzándose por limitar el aumento de la temperatura a 1.5°C, constituye una ambigüedad que salta a la vista”, precisa el escritor belga. “La ambigüedad expresa de forma velada el proyecto delirante del capitalismo verde, inspirado por las multinacionales. Tal proyecto pretende salvar el clima sin poner en peligro la acumulación. ¿Cómo? Desbordando temporalmente el umbral de peligrosidad de 1.5°C (manteniéndose por debajo de 2°C) y esperando que futuras tecnologías permitan después volver a enfriar el planeta”.
Un abismo entre las palabras y los hechos
La conclusión a sacar no admite discusión. Para Tanuro, al contrario de lo que se viene machacando desde hace más de veinte años, el máximo de 2°C no nos protege del peligro; hay que poner todo en marcha para quedarse muy por debajo de 1,5°C. Pero el mundo no va en esa dirección. ¡No sólo no se contempla el objetivo de 1,5°C en las políticas, sino que tampoco el de 2°C! “En la práctica, estas contribuciones tienen en perspectiva un calentamiento de unos 3.3°C durante este siglo… ¡Dos veces más que el objetivo de 1.5°C aireado por la COP21 y que esos mismos gobiernos habían aceptado! De hecho, sólo algunos países como Cuba y Tuvalu, mostraron voluntad real de limitar el calentamiento al máximo”.
La justicia climática en el punto de mira
La supresión del principio de “justicia climática”, según Tanuro, dio un gran salto en la COP24. La Convención marco de Río había establecido el calentamiento como una “responsabilidad común aunque diferenciada”: ello significa que hay que repartir los esfuerzos teniendo en cuenta el hecho de que el llamado mundo desarrollado es el principal responsable histórico de la acumulación de CO2 en la atmósfera, no obstante, La COP24 decidió que las emisiones de un país rico estuvieran al mismo nivel que las de un país pobre, sin embargo, desde el punto de vista social, esta equivalencia sería aceptable sólo si la ayuda de los países desarrollados a la transición energética de los países del Sur es real, sustancial, incondicional y proporcional a sus responsabilidades históricas.
“Entre tanto, la relación de fuerzas ha cambiado en desventaja para el Sur, porque la práctica de las “compensaciones de carbono” se ha desarrollado a gran escala. Estas compensaciones permiten a una empresa, una entidad de un país desarrollado a gran escala sustituir la reducción de sus emisiones por la compra de “créditos de carbono”. Estos créditos son generados por “inversiones limpias” en los países del Sur, o por la disminución de la deforestación y la degradación de los bosques en estos países. Cae de su peso que, opina Tanuro, este sistema postula ya la igualdad entre las toneladas de CO2 emitidas o absorbidas en el Norte y en el Sur. Así pues, ya está diseñada la próxima etapa: este precedente va a contribuir a vaciar de contenido el principio de las responsabilidades diferenciadas”.
¿Reducir las emisiones o aumentar las absorciones?
El CO2 es el más importante de los gases de efecto invernadero. La fuente principal de estas emisiones es el uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural) De estas 42 Gt de emisiones brutas, explica Tanuro, un poco más de la mitad es absorbida de forma natural por las plantas verdes y las masas de agua oceánicas, que los especialistas designan con la expresión “pozos de carbono”.
Por medio de una astucia semántica, las absorciones aumentadas han pasado a ser consideradas como “emisiones negativas antrópicas”, advierte el autor de “Demasiado tarde para ser pesimistas”.
“Si éstas se llevan a cero, se considera que se ha alcanzado la neutralidad de carbono”.
¿Cómo puede -pregunta Tanuro- aumentar las absorciones la intervención humana? De forma muy esquemática, hay dos vías. La primera consiste en actuar sobre los procesos naturales: detener la deforestación, plantar árboles, recrear zonas húmedas, promover técnicas de cultivo adaptadas al almacenamiento de carbono en los suelos. La segunda vía consiste en crear tecnologías de “emisiones negativas” (TEN), máquinas o dispositivos para retirar CO2 del aire por métodos artificiales…CDR (retirada de dióxido de carbono).
“(…) tres de los cuatro escenarios propuestos por el GIEC implican recurrir en grados diversos a una “tecnología de emisiones negativas” llamada “bioenergía con captura y almacenamiento del carbono” (BECCS). El principio: quemar biomasa en lugar de combustibles fósiles en las instalaciones de combustión (centrales eléctricas, por ejemplo), captar el CO2 producido por esta combustión… comprimir y almacenarlo bajo tierra… Como la biomasa aumenta al absorber CO2” (fotosíntesis), esta técnica a la larga, debería permitir disminuir progresivamente la concentración atmosférica de carbono.
Un proyecto insensato
En el escenario IV, de conformidad con Tanuro, las emisiones negativas proceden únicamente de las tecnologías. A partir de 2060, estas deberían retirar cada año al menos 20 GtCO2 de la atmósfera, para alcanzar 1.000Gt en total. Es una cantidad enorme e implica un despliegue intenso de la bioenergía con captura y almacenamiento. Por consiguiente, se deberían dedicar importantes superficies terrestres al cultivo de biomasa energética. Además, habría que disponer de sitios geológicos con suficiente capacidad de almacenamiento y poner en pie toda una infraestructura, como tuberías de CO2 e instalaciones de comprensión.
No sólo se plantea un problema de cantidad, sino también un problema de calidad de los suelos, precisa Tanuro. No es seguro que la bioenergía con captura y almacenamiento permita retirar suficiente CO2 de la atmosfera, pero lo que sí es seguro en cambio es que retirará muchos elementos nutrientes del suelo. Sobre todo, nitrógeno y fósforo. Para compensar su absorción por las plantas, deberán aportarse nitratos y fosfatos de forma masiva. Pero estas aportaciones son contaminantes, la producción de fertilizantes consume mucha energía y los nitratos son fuente de emisiones de gas de efecto invernadero. Probablemente los tecnócratas recurrirán a los OGM de crecimiento rápido, etc… Monsanto y otros ya están trabajando en ello. En resumen, mientras cada vez más actores, incluida la FAO y el relator especial de Naciones Unidas para la alimentación destacan la necesidad de promover una agroecología campesina; mientras el informe de la plataforma sobre la biodiversidad (IPBES) insiste en el papel clave de los pueblos indígenas y de las comunidades campesinas locales el escenario …se sitúa … en la perspectiva de un reforzamiento muy sustancial del agronegocio, es decir de la agricultura supermecanizada, con mucho regadío y recurriendo a los OGM y a los insumos químicos.
Tanuro plantea tres interrogantes sobre aspectos cruciales: ¿Cómo alimentar a ocho mil millones de humanos y garantizarles un aprovisionamiento de agua dulce de calidad en este escenario? ¿Cómo salvar lo que queda de la diversidad de los no humanos si se plantan superficies gigantescas con monocultivos industriales de eucaliptus, sauces o miscanthus, protegidos con insecticidas? ¿Cómo evitar el cataclismo climático si ello depende de emisiones negativas que a su vez dependen de la producción energívora de insumos emisores de gases de efecto invernadero, a expandir en suelos que se han vuelto tan esqueléticos que son incapaces de almacenar carbono?
El Rolls Royce del capitalismo verde
El escenario propuesto “es el único en el que no hace falta comenzar inmediatamente a reducir de forma radical las ‘emisiones brutas’ globales. Incluso podrían aumentar un 4% entre 2020 y 2030… por otra parte, se podrá continuar quemando petróleo, carbón y gas en “cierto número de ámbitos en los que por el momento es difícil contemplar aproximaciones efectivas en términos de costes” …La filosofía del escenario … es clara: nada debe obstaculizar la continuidad del crecimiento en los “mercados mundiales” En lugar de que el capital se pliegue a los límites de la Tierra, la Tierra debería plegarse a la bulimia sin límites del capital.” …Desde el punto de vista del montaje financiero se puede apostar que una obra tan gigantesca tomará la forma de una colaboración público-privadas que consisten en enriquecer al sector privado en detrimento del sector público”.
Desbordamiento temporal, catástrofe definitiva
“Desde el punto de vista de los humanos y no humanos, en cambio, este escenario es espantoso, digno de aprendices de brujo. La idea de un ‘desbordamiento temporal significativo’ del umbral del 1.5°C es particularmente insensata y hasta criminal… “Dar marcha atrás al calentamiento después de producirse una superación de 0.2°C o más durante el presente siglo (respecto a 1.5°C) supondría aumentar la escala y aplicar la remoción de dióxido de carbono a tasas y volúmenes que tal vez no se podrían alcanzar en vista de los considerables desafíos de implementación”.
Además, puntualiza Tanuro, suponiendo que las “tecno-utopías” puedan “reducir las temperaturas después de alcanzar su pico”, hay un problema evidente: estamos tan cerca del punto de inflexión sin retorno del clima que durante el “desbordamiento temporal” podrían producirse accidentes de gran amplitud e irreversibles”.
Hay que optar por una estrategia que apueste esencialmente por la reducción de las emisiones brutas, completada con un estímulo razonable de las absorciones naturales de CO2. Veremos más adelante que este escenario no escapa al “capitalismo verde”, recurre masivamente a la energía nuclear y se basa en propuestas socialmente inaceptables. Pero, agrega Tanuro, señalemos ante todo esta lección fundamental: “en un escenario sin desbordamiento temporal, las emisiones mundiales deben disminuir de forma inmediata en una medida muy importante: -58% antes de 2030. Esto implica que la demanda energética final disminuya de forma sustancial (15% en 2030, 32% en 2050); sin eso no habrá neutralidad de carbono al llegar a 2050. ¿Es posible? En teoría, sí. Siempre según el GIEC, “Mediante importantes reducciones en las emisiones a corto plazo y medidas para que disminuyan las demandas de energía y tierra se puede limitar la aplicación de la remoción de dióxido de carbono para remover unos cuantos cientos de GtCO2 (de aquí a final del siglo, DT) sin depender de la bioenergía con captura y almacenamiento de dióxido de carbono (BECCS)”.
El meollo del asunto
El GIEC, afirma Tanuro, sostiene que todavía es posible alcanzar la neutralidad de carbono en 2050; (para ello) hay que poner en marcha todo, pero sin tecnologías peligrosas ni compensación de carbono. Es lo que dicta el interés de la humanidad. Ahora bien, el meollo del asunto… es que, en estas condiciones, ya sea para alcanzar el objetivo o para acercarse al máximo, es absolutamente indispensable una ruptura profunda con la lógica de acumulación capitalista.
¡Ideología!, se dirá. No, es la conclusión ineludible cuando se examinan con detalle los ocho principales datos del problema: (I) el CO2 es el principal gas de efecto invernadero (76% de las emisiones); … (II) el 80% de las emisiones de CO2 se deben al uso de combustibles fósiles, que cubren más del 80% del consumo actual (¡desigualmente repartido!); (III) el gigantesco sistema energético ultra centralizado basado en las energías fósiles y en la nuclear es inapropiado para la explotación de las renovables; hay que desguazarlo lo más rápido posible, al margen de las pérdidas financieras que ello suponga; (IV) Naciones Unidas estimaba en 2011 los costos de sustitución de este sistema entre 15 y 20 billones de dólares, esto es aproximadamente una quinta parte del PIB mundial; (V) esta cifra astronómica no incluye los activos inmovilizados en forma de reservas de combustibles fósiles, de los cuales nueve décimas partes deben permanecer bajo tierra; (VI) En vista del desplazamiento de las inversiones hacia China, India, Brasil y otros países, las instalaciones más recientes del sistema energético fósil/nuclear (por tanto las más alejadas de su amortización) han sido construidas en países emergentes que no tienen la principal responsabilidad histórica del calentamiento; (VII) en fin, hace falta al menos diez veces más metal para fabricar una máquina que convierte un KwH de energía renovable que para fabricar una máquina que convierta un KwH de energía fósil. Ahora bien, además de consumir mucha agua, ser contaminante y muy destructora, la extracción de metales también consume mucha energía.
¿El ultimo desafío posible?
En efecto, a lo largo de su corta historia, el sistema capitalista ha podido trasladar a las generaciones futuras las contradicciones medioambientales de su dinámica de acumulación. Existía la idea de que los descubrimientos científicos y técnicas acabarían resolviendo los problemas. La tendencia a girar letras de cambio contra el futuro -puntualiza Tanuro- se manifestó desde el principio de la industrialización, cuando la proletarización de la población significó un gran éxodo rural que tuvo como consecuencia que una parte creciente de los excrementos humanos se arrojasen a los ríos en lugar de ser extendidos sobre los campos, como antes. El fundador de la química de los suelos, Liebig, dio la voz de alarma: las tierras empobrecidas en elementos minerales perdían su fertilidad. Tenía razón, pero se encontró una salida: la producción de fertilizantes. Esta salida funcionó durante más de un siglo. Pero el precio pagado es enorme, la apuesta por el desarrollo de “tecnologías de emisiones negativas” expresa la negación del antagonismo entre la finitud de la Tierra y la infinitud de la sed de ganancias. Apostar por las TEN es, una vez más, hacerlo por una solución milagrosa, un deus ex machina tecnológico. La bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS)… no está operativa, su despliegue no es evidente y no se controlan sus consecuencias. No importa: los especialistas hacen una apuesta insensata a favor de su extensión masiva. El quinto informe de evaluación del GIEC, hecho público en 2014, sirvió de base para el acuerdo de París. ¡En este documento, el 95% de los modelos que sustentaban las proyecciones de estabilización del clima incluían la puesta en marcha de la BECCS!
Kevin Anderson, reconocido experto en el dossier climático, acusó a sus colegas de “doblez”. En un artículo… ha llegado a denunciar la “agenda oculta” del acuerdo de Paris. La acusación es grave pero probablemente fundada: parece evidente que las y los redactores del texto aceptaban ya la hipótesis de un “desbordamiento temporal” junto a un posterior enfriamiento por medio de tecnologías de emisiones negativas y el desarrollo de la nuclear. Sencillamente, se cuidaron de decirlo, porque esta confesión habría dejado a la vista de todo el mundo unas verdad más “incómoda” que la de la película de Al Gore: a pesar de los protocolos, de los impuestos sobre el carbono, de las cuotas de emisión intercambiables, del “desarrollo limpio”, de la finanza climática, de las COP anuales y de todo ese bla-bla-bla, la acumulación capitalista, al igual que un autómata, continúa arrastrando a la humanidad hacia el “planeta invernadero” de forma imperturbable.
En el momento en que se escriben estas líneas, son cada vez más los gobiernos que adoptan el objetivo de la neutralidad de carbono en 2050. Ello les permite proclamar que actúan conforme a las conclusiones del GIEC y a las demandas de la juventud. Pero creyendo -o fingiendo creer- que más adelantes las tecnologías vendrán a equilibrar milagrosamente emisiones y absorciones, siguen empujándonos contra el muro.
Mucho más que lobbying
Algunas semanas antes de la cumbre -denuncia Tanuro- catorce grandes compañías acordaron las demandas precisas sobre el tipo de acuerdo a concluir: un acuerdo basado en las contribuciones nacionales determinadas; que incluya al menos a todos los grandes emisores; revisión periódica a largo plazo; sin compromisos cuantificados de reducción de emisiones; apoyo a los mercados internacionales de carbono; ninguna limitación al transporte marítimo y aéreo. ¡Todas estas sugerencias se encuentran en el texto adoptado! Todas, menos una: a pesar de su celo, los políticos no estuvieron en condiciones de ponerse de acuerdo sobre el precio mundial del carbono. Sin embargo, era una demanda unánime de todos los grupos capitalistas
Parece ser que la Global Commision on the Economy ha jugado discretamente un influyente papel de síntesis, de propuesta y de interconexión. Esta comisión de 24 miembros es un muy importante think tank del capitalismo verde. Reúne a actores clave: antiguos jefes de estado y ministros de finanzas, representantes de bancos centrales, de bancos de inversión y de grandes organizaciones internacionales (AIE, OCDE, Naciones Unidas, Banco Mundial), el director ejecutivo de Unilever y presidente del World Business Council for Sustainable Development, y Sharan Burrow, secretaria general de la Confederación Sindical Internacional.
Dirigiéndose a un auditorio de empresarios y empresarias a la salida de la COP, John Kerry expresó lo siguiente: “Nosotros vamos a definir un escenario pero al fin de cuentas son las empresas y las decisiones que toméis, el tipo de edificios que construyáis y vuestras inversiones las que marcarán la diferencia”.
“Queridos y queridas capitalistas, os ofrecemos el planeta, las ciudades y los bosques, los suelos y los océanos, ofrecemos incluso el mercado de adaptación de los países del Sur a la catástrofe que les imponéis; todo es vuestro, tomadlo: este es el mensaje”, ironiza Tanuro.
El precio del carbono, piedra angular del capitalismo verde
“Este precio mundial es la piedra angular del capitalismo verde ¿podrán fijarlo los gobiernos capitalistas? No es nada evidente. Poner de acuerdo a Estados Unidos, China, Japón, Rusia, la Unión Europea, India y Brasil sobre un precio del carbono “que prevenga las distorsiones en la competencia” sería ya una hazaña (basta con ver la guerra comercial entre Washington, Pekín y La Unión Europea para darse cuenta de ello). Si se lograse habría que poner derechos de aduana a los países del Sur para impedirles vender al Norte productos no sometidos al precio del carbono (Una intolerable distorsión de la competencia). La supresión de los enormes subsidios a los combustibles fósiles (5.2 billones de dólares en 2017, según el FMI, el 6.5% del PIB global) no es tarea fácil: por una parte, las multinacionales afectadas se oponen ferozmente; por otra parte, algunos de estos subsidios (en el Sur, pero también en el Norte) pretenden apoyar a sectores sociales desfavorecidos, y suprimirlos puede resultar explosivo. En cuanto a “herramientas como los sistemas de comercio de emisiones y los impuestos” necesitan montajes complicados”.
Sin precio del carbono, la supervivencia de la humanidad no es rentable
¿Hay que desear entonces que se decida un precio del carbono? Más despacio, sugiere Tanuro: “el día en que se decida ese precio mundial, se habrá acabado definitivamente el principio de “justicia climática”: todo mundo pagará un precio idéntico al margen del cual haya sido la cantidad de CO2 que haya enviado y continúe enviando a la atmosfera desde hace doscientos años, cualquiera que sea la responsabilidad que tiene -o no tiene- en la elección de un sistema energético basado en los fósiles. La política climática reflejará entonces la pura jerarquía capitalista internacional basada en la fuerza, el colonialismo y la explotación: los países emergentes deberán seguir considerando como suyas las emisiones debidas a la producción deslocalizada por las multinacionales de mercancías destinadas a los países ricos; las emisiones del transporte internacional seguirán sin ser reconocidas por nadie; los países desarrollados se atribuirán una parte desproporcionada del presupuesto de carbono residual escondiéndose tras el biombo de la neutralidad y compensando sus emisiones a base de plantar árboles o de inversiones limpias en los países del Sur; estos países pobres, recalca Tanuro, serán forzados a desempeñar el papel de basureros de CO2 para los más ricos que -el colmo del cinismo- disfrazarán esta estafa como si fuera una ayuda generosa al desarrollo; y el 99% de la población será la que pague el plato, por que las empresas en el mundo entero, harán pagar al consumidor y a la consumidora final los daños causados por sus decisiones energéticas”.
“Lo hemos mencionado de paso: equipos científicos y departamentos universitarios colaboran activamente en toda esta lluvia de ideas neoliberal. Por ello, no hay que asombrase demasiado de que el informe especial del GIEC haya propuesto a “título indicativo” cuatro escenarios de estabilización, el primero de los cuales parece a primera vista irrealizable…mientras que los otros tres implican un recurso creciente a la bioenergía con captura-almacenamiento. Para ayudarnos a elegir, los expertos y expertas hacen incluso una sugerencia: reducir las emisiones mundiales de CO2 alrededor de un 45% en 2030 en comparación con 2010…Esto limitaría el calentamiento a 1.5°C “con un ligero desbordamiento a lo sumo “se nos dice. Pero ya hemos visto que un ligero desbordamiento, incluso temporal, podría suponer terribles consecuencias permanentes”.
Conviene revisar lo dicho en el capítulo 1 sobre el balance positivo de estructuras híbridas como el GIEC. Las ciencias exactas y las ciencias humanas difieren en que las segundas, al contrario de las primeras, admiten una “pluralidad de paradigmas”. De hecho, a menos que una revolución científica trastorne las leyes de la física y de la química, los diagnósticos de estas disciplinas deben ser considerados como muy sólidos. Mediante el GIEC los gobiernos están bajo la presión de esos diagnósticos, y tanto mejor. En cambio, la “adaptación” y la “mitigación” son cuestiones eminentemente sociales y políticas. Competen también a las ciencias de la ingeniería, en la intersección entre las ciencias exactas y las ciencias sociales, pero sobre todo a la economía política. En este ámbito, la elección de los paradigmas debería estar abierta, pero no lo está. Domina el dogma neoliberal. Hay algo podrido en el reino de la Ciencia.
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