La crítica del capitalismo y el socialismo en ‘La ciencia del valor’ de Michael Heinrich

POR ALBERTO MALDONADO COPELLO /

Este texto se refiere al capítulo 9 “La crítica del capitalismo y del socialismo” del libro ‘La ciencia del valor’ de Michael Heinrich. Este capítulo se divide en 3 partes: 1. Fundamentos normativos de la crítica marxiana del capitalismo; 2 La ciencia como crítica; y 3. Teoría del valor y concepción del socialismo.

En los capítulos anteriores se ha mostrado que la obra teórica de Marx representa una revolución científica en la historia de las ciencias sociales. Marx no se ha limitado a crear una nueva teoría, sino que ha abierto un nuevo campo teórico a la ciencia, aunque él mismo ha sido incoherente en muchos puntos y ha permanecido ligado al terreno que ya había superado. Pero los intereses de Marx no solo se dirigían, ni principalmente, a esta revolución científica, sino que toda la vida tuvo como punto de mira la revolución práctica de las sociedades burguesas. Su trabajo teórico debía ser una contribución al derrocamiento de todas las relaciones en las cuales el ser humano es un ser degradado, sometido, abandonado y despreciado. En carta a Becker en 1867, Marx escribe que El Capital es el misil más fuerte lanzado contra la cabeza de los burgueses y los terratenientes. Así como la economía política clásica era una instancia central de la autorreflexión de la burguesía, la crítica de la economía política debía convertirse en el arma teórica del proletariado en la lucha por su emancipación.  (p. 491)

Y en efecto, desde la publicación de El Capital no ha habido una crítica del capitalismo más influyente y en grado de incidir en la historia que la de Marx. Pero el marxismo ha adquirido esta influencia en su variante vulgarizada, como un determinismo histórico que anunciaba el inevitable colapso del capitalismo, o en su crítica moralizante que con las clases distinguía al mismo tiempo entre el bien y el mal. Y las revoluciones socialistas no han sido victoriosas en los países capitalistas más desarrollados sino en países menos desarrollados en los cuales una burguesía débil enfrentaba un proletariado débil. Estas revoluciones tuvieron éxito solo en el sentido de que las vanguardias revolucionarias fueron capaces de mantener su poder. Como proyecto de emancipación social fallaron y probablemente no hubiera podido ser de otra manera dado que no estaban las condiciones materiales e históricas necesarias. Reducido a un proyecto de mantenimiento del poder el marxismo no solo fue vulgarizado sino que degeneró en una mera ideología de legitimación (p. 492).

El capitalismo, a pesar de su enorme expansión, no ha llegado todavía a su fase suprema, es algo que todavía está por venir. Por tanto, la relevancia del análisis de Marx no es afectada por el fracaso de esta “alternativa socialista”. Estamos mucho más cerca del auténtico objeto de este análisis, mucho más de lo que era en el tiempo de Marx. Sin embargo, vale la pena preguntarse cómo están las cosas con respecto al análisis marxiano, ahora que todas las tentativas planteadas como socialistas han fracasado, no solo por causas externas, sino también porque en vez de liberar un potencial emancipatorio se limitaron a producir un comunismo burdo.

Fundamentos normativos de la crítica marxiana del capitalismo (La inversión de la ley de la apropiación)

En la historia del movimiento de los trabajadores la crítica de Marx al capitalismo ha sido a menudo entendida como si la razón del rechazo del capitalismo residiera en el hecho de que viola determinados estándares de igualdad o de justicia. Para los sostenedores de esta visión se trataba de una crítica particularmente convincente: dado que tanto los estándares como sus violaciones por parte del capitalismo eran plausibles, en principio las razones de la crítica deberían ser visibles a todos. La idea de que Marx utilizó un procedimiento de crítica similar contradice al menos su autocomprensión dado que desde muy temprano él se había burlado de la crítica moralizante.

De otra parte, se han hecho intentos, con propósito crítico, de demostrar que la crítica de Marx se basa sobre un fundamento normativo no reconocido. Por ejemplo, Ernst Michael Lange ha tratado de demostrar que el concepto de fetichismo de la mercancía y del dinero se basa sobre asuntos normativos relativos a cómo debería ser constituida una sociedad humana. Aquello que Marx llama fetichismo de la mercancía Lange lo ve como una caracterización negativa de las relaciones sociales de producción de mercancías la cual parecería ser la medida de la crítica de la producción de mercancías. Marx no planteó esto explícitamente pero Lange considera que está en la base de su interpretación; Marx solo puede describir la mediación objetiva de los productores como una inversión si el modelo de socialidad inmediata se eleva a norma (p. 493).

Contra la argumentación de Lange se puede objetar que el diagnóstico del fetichismo de la mercancía en El capital no aparece como crítica de una socialización invertida, sino como crítica de una conexión invertida de la socialización existente; en las condiciones de producción de mercancías la socialización de los productores individuales es mediada por sus mercancías y esta mediación material parece ser causada por la propiedad casi natural de valor de las mercancías. Pero Marx, por el contrario, plantea que esta propiedad casi natural de las cosas es solamente el reflejo de un cierto comportamiento social de los individuos, hecho que les permanece oculto.

El punto central de Marx no es una caracterización negativa de las relaciones de producción sino la demostración de que estas relaciones producen una imagen mistificada de sí mismas, a la cual están sujetas no solo la conciencia cotidiana, sino también las categorías de la economía política burguesa. En este marco no tiene ninguna relevancia que Marx juzgue negativamente o no a la producción de mercancías. El objeto de la sección sobre el fetichismo no es la crítica a una forma de sociedad, sino la crítica a una conciencia (cotidiana o científica) que se origina necesariamente en esta sociedad. Marx no sostiene que la socialización burguesa es invertida con respecto a algún ideal, sino que se manifiesta necesariamente en forma invertida con respecto a cómo efectivamente es. (p. 494). Otro autor, Andreas Wildt plantea que en algunos puntos de El capital Marx utiliza la perspectiva de lo justo y lo injusto: por ejemplo, en el tema de la duración de la jornada laboral y en el tema de la inversión de la ley de la apropiación.

Es cierto que desde la perspectiva de los trabajadores surge espontáneamente la utilización de una argumentación normativa, pero lo propio de la exposición de Marx es precisamente poder prescindir de esta base normativa. El trabajador se relaciona con su fuerza de trabajo como una mercancía y, por tanto, reivindica la vida normal física de dicha fuerza de trabajo de la cual quiere extraer su ingreso. No es necesario reivindicar un derecho humano, es simplemente exigir que se haga un uso normal de la fuerza de trabajo.

El segundo punto se refiere a la inversión de la ley de apropiación tema en el cual Marx si hace menciones explícitas a una concepción normativa, lo cual exige un examen más detallado. La teoría del capital de Marx plantea un origen del capital compatible con la ley del cambio de equivalentes lo cual implica una crítica fundamental a aquellas concepciones socialistas que entienden la apropiación del plusvalor por parte del capitalista como un cambio injusto. Marx, por el contrario, plantea que la apropiación del plusvalor no pagado no contradice la ley del cambio de mercancías. Al examinar la acumulación de capital, es decir la transformación del plusvalor en capital, resulta claro que la apropiación de trabajo no pagado anterior hace posible la posterior apropiación de trabajo no pagado en el presente: en el curso de la acumulación, la fuerza de trabajo es adquirida con una parte de su mismo plustrabajo, que no es pagado por el capitalista (p. 495).

A partir de aquí Marx concluye que la relación de cambio entre el capitalista y el trabajador se convierte solamente en una apariencia que pertenece al proceso de circulación, una mera forma extraña al contenido verdadero y propia, forma que lo mistifica. La compraventa constante de la fuerza de trabajo es la forma; el contenido es que el capitalista vuelve siempre a cambiar contra una cantidad siempre mayor de trabajo vivo de otros una parte del trabajo de otros ya objetivada de la cual se apropia incesantemente sin equivalente (pp. 495-496).

Marx aquí no se está retractando del hecho de que la valorización del capital sea compatible con el cambio de equivalentes, como plantea hipotéticamente Harvey. Más bien está distinguiendo la forma del contenido social y quiere demostrar que este contenido no resulta de una violación de la forma sino que es su consecuencia: cada acto individual de cambio realizado en la valorización del capital obedece a la ley del cambio de equivalentessolo en el conjunto resulta claro que el capitalista se apropia del trabajo no pagado, sino que este trabajo no pagado es el presupuesto para la posterior apropiación del trabajo no pagado. Y es precisamente este estado de cosas lo que Marx llama inversión de las leyes de la apropiación (p. 496).

Marx distingue en esta parte dos leyes de la apropiación, una originaria de la producción de mercancías y una actual a la producción capitalista. Wildt ve en esta distinción una argumentación normativa en la medida en que la primera ley no sería entendida por Marx en sentido meramente descriptivo sino normativo: dicha ley caracterizaría una producción de mercancías no explotadora. Pero el funcionamiento de largo plazo del capitalismo la transformaría en una producción de mercancías capitalistas en la cual reina una ley diferente de la apropiación. La ley de la apropiación en la producción de mercancías tendría implicaciones anticapitalistas (p. 497).

La inversión de la ley de apropiación es interpretada por Wildt como un desarrollo histórico: una producción de mercancías no explotadora se transforma en un capitalismo explotador y esto viola la norma originaria de la producción de mercancías. Sin embargo, Marx no habla de un desarrollo histórico o de un funcionamiento de largo plazo. En el texto Marx distingue solo el capital originario (que es originario porque en la exposición se inicia con él) de la transformación inmediatamente sucesiva del plusvalor apropiado de este capital en capital adicional. Concede Heinrich que hay unas líneas de Marx que pueden dar pie a esta interpretación histórica: “En la misma medida en la que la producción de mercancías se desarrolla en producción capitalista según las propias leyes inmanentes, sus leyes de propiedad se invierten en las leyes de la apropiación capitalista” (p. 497).

Pero señala que Marx, un poco antes de esta afirmación, había dicho que solamente cuando la fuerza de trabajo se convierte en una mercancía la producción de mercancías se generaliza, convirtiéndose en la forma típica de la producción, lo cual significa que la producción de mercancías no explotadora, esto es, no capitalista, no ha existido nunca como relación de producción dominante. (p. 497). Según la interpretación de Wildt esto equivaldría a reprochar a las relaciones actuales que contradicen las normas de un estado de cosas que nunca ha existido. Marx se burló de esto con respecto a Proudhon: “se admira el genio de Proudhon que quiere abolir la propiedad capitalista haciendo valer en contra de ella las leyes eternas de la propiedad de la producción de mercancías (p. 497).

Señala Heinrich que el punto verdadero de la ley de apropiación, esto es, que la ley de propiedad aparentemente originaria es una pura apariencia, se encuentra con mayor claridad en el Urtext de la Contribución de la crítica de la economía política que en El capital. En este texto Marx explica en detalle que en la circulación simple la libertad, la igualdad y la propiedad basada en el trabajo parece realizarse en modo natural. Las personas se relacionan unas a otras solo como agentes del cambio y como tal son entre sí iguales. El contenido de su intercambio está sujeto solo a su libre arbitrio: actúan como personas libres. Para poder cambiar sus mercancías deben estar una frente a la otra en calidad de propietarios, por lo que se puede concluir que la apropiación en el cambio debe estar precedida de una apropiación originaria, que se encuentra fuera de la circulación y se puede basar solamente en el trabajo propio. Dado que mercancía y dinero, como se presentan en la circulación simple, parecen ser las categorías simples y originarias, también esta apropiación mediante el trabajo propio parece ser la base de la sociedad burguesa, y como tal figura en toda la filosofía social y la economía burguesa de Locke a Ricardo (p. 498).

Sin embargo, la circulación simple de mercancías y dinero solo está completa si la producción capitalista es un requisito previo, y se puede manifestar como simple y originaria solo mediante este presupuesto. Por tanto, la idea de una ley originaria de la apropiación, derivada de la circulación simple que ahora no es vigente, no se apoya de hecho sobre un estado pasado de cosas, sino que es una concepción que resulta de la propia sociedad burguesa, cuya realidad se transfiere a la sociedad preburguesa. En Teorías sobre la plusvalía Marx dice que esta ley es una pura ficción que se deriva solamente de la apariencia de la circulación de mercancías; en la producción capitalista desaparece esta apariencia que la superficie misma de este modo de producción muestra. Pero lo que no desaparece es la ilusión de que en el origen los hombres se contraponen solamente como poseedores de mercancías y que por tanto cualquiera es propietario solo en la medida en que es trabajador. Esta ilusión no ha existido históricamente.

La legitimación de la propiedad por medio del trabajo, fundamental para la filosofía social burguesa, no es una ideología de justificación ideada hábilmente, sino se debe a una apariencia objetiva producida por las mismas relaciones burguesas. Con la inversión de la ley de apropiación Marx se refiere a la destrucción de la apariencia de naturalidad que le confiere legitimidad a la ley de apropiación originaria. Marx no está produciendo una argumentación normativa, sino mostrando la génesis (estructural y no histórica) de las normas consideradas evidentes en la sociedad burguesa (p. 499). Marx quiere mostrar que las concepciones normativas (jurídicas) reciben su evidencia ilusoria solo sobre el fondo de determinadas relaciones de producción. Es una crítica al discurso moral moderno que no busca el fundamento en leyes divinas, sino más bien en la razón o en la intuición posible en la misma medida para todos los seres humanos.

La apelación a la apariencia de la circulación simple se encuentra no solo en aquellos que tienen una visión apologética de la sociedad burguesa, sino también en una parte de los socialistas. Los apologistas disuelven la producción capitalista en la armonía de la circulación simple; reduciendo el capital a mercancía y dinero, a compra y venta, ven garantizada la libertad, la igualdad y la propiedad, en cuanto que identifican la producción capitalista con la producción de mercancías no capitalista. Marx demuestra que las ideas de libertad, igualdad y propiedad obtenidas con el propio trabajo son mera apariencia, dado que las relaciones sociales que presuponen no existen y no han existido nunca.

Con esto, sin embargo, Marx no tiene en la mira una crítica inmanente de la sociedad burguesa; que Marx quisiera demostrar que el capitalismo contradice sus propios estándares normativos ha sido sostenido por Habermas y en manera más profunda por Lohmann. Esta tentativa de crítica inmanente que se atribuye a Marx ha sido llevada a cabo más bien por Proudhon; contra los socialistas utópicos como Proudhon, que quieren afirmar la tendencia ideal de la circulación simple contra la presunta corrupción en la producción capitalista, Marx sostiene que la producción capitalista es la realización de la libertad y la igualdad de la circulación simple y no su degeneración, dado que la circulación simple, junto con las ideas de libertad, igualdad y propiedad, existe solo sobre base capitalista. Los socialistas utópicos se ponen la tarea superflua de querer realizar la expresión ideal, la imagen transfigurada y refleja que la realidad ha generado de sí misma.

Esta posición en la cual los ideales de la circulación simple se afirman contra la realidad capitalista no se limita a los socialistas utópicos, la asumieron también movimientos de los trabajadores ingleses y alemanes; su expresión más típica es la solicitud del pleno fruto del trabajo. La crítica de la economía política, por tanto, no resuelve solo el problema científico de una adecuada explicación del plusvalor, sino tiene también una implicación directamente política, en cuanto demuestra que una crítica moral del capitalismo, así como aquellas concepciones socialistas que desembocan en un socialismo de la pequeña producción de mercancías, permanece prisionera de una apariencia producida por el modo de producción capitalista mismo. (p. 500).

La ciencia como crítica

Si la crítica de la economía política no se basa en un fundamento moral es necesario especificar en qué consiste la crítica de Marx. Ya desde 1844 Marx describía su proyecto científico con el término crítica y no se refería a una simple teoría sino a una ciencia entera. Pero todavía Marx no había abandonado el campo teórico de la economía política. En ese momento la base de su crítica era la antropología de Feuerbach y la teoría de la alienación en la cual se basaba; la realidad efectiva de la sociedad era entendida como alienación de la verdadera esencia humana. La economía política tomaba la esencia alienada del ser humano como la verdadera esencia y Marx la criticaba como ciencia vinculada a esa alienación. Esta crítica se apoyaba sobre un fundamento normativo, es decir, sobre una determinada concepción del verdadero ser humano (p. 501).

En La ideología alemana Marx y Engels superan esta antropología y le quitan la base a su crítica anterior. Ahora no solo critican una antropología particular sino toda filosofía de la esencia, por lo cual no es posible una crítica que tuviera una base normativa. En La ideología alemana Marx refuta explícitamente la idea del comunismo como un ideal. Ya en La miseria de la filosofía la economía política no es criticada como una ciencia alienada. La teoría más avanzada de la economía política, la de Ricardo, se utiliza contra Proudhon. La crítica a la economía política se enfoca en señalar que considera las categorías propias del capitalismo como eternamente válidas. A finales de los años 50 Marx define su proyecto completo como crítica de la economía política y se presenta como la diferencia específica de su obra. Pero ya en este momento se fundamenta en una ruptura con el campo teórico de la economía política.

Marx no quiere limitarse a criticar una teoría singular, sino que intenta criticar las categorías que están en la base de estas teorías. Su crítica se dirige, como ya en 1844, a la manera en la cual la economía política concibe su objeto: Marx tiene en mente una crítica del punto de vista científico de la economía política. Pero hay un cambio en la forma de la crítica: la metacrítica de la economía política debe ahora ocurrir por medio de la exposición de las categorías. Pero la exposición puede ser al mismo tiempo una crítica solo si se demuestra que las formas categoriales presupuestas como evidentes por la economía política son algo diferente de lo que la economía política entiende (p. 502).

Karl Marx

En los escritos económicos de 1844 Marx había considerado las categorías de la economía política como una expresión más o menos adecuada de la realidad económica, pero esta realidad era considerada por él como una forma alienada de la esencia humana. Ahora Marx no ve más las categorías económicas como expresiones adecuadas de relaciones invertidas, sino como expresiones invertidas de relaciones reales (p. 502).

Pero la inversión categorial a la cual se refiere la crítica de Marx no es debida a una inadecuación individual de los economistas, sino que es ella misma una expresión de las relaciones burguesas. Dado que al interior de la producción de mercancías, las relaciones sociales de las personas son mediadas a través de las cosas, las relaciones sociales de las personas se manifiestan como propiedad de las cosas. El sistema de categorías de la economía política, dado que permanece atrapado en esta apariencia, no es simplemente falso, es más bien un sistema de formas absurdas. La apariencia no es un mero engaño superficial, es un resultado necesario de este nexo social. Las categorías de la economía burguesa son formas de pensamiento socialmente válidas, por tanto objetivas, para las relaciones de producción de este modo de producción social históricamente determinado, la producción de mercancías (p. 502).

En la medida en que devela las formas categoriales de la economía burguesa como inversiones, la exposición de Marx es al mismo tiempo la crítica de una conciencia enredada en esta inversión y de una ciencia basada sobre esta conciencia. Una crítica como esta no tiene necesidad de una base normativa, pero solo es posible como ruptura con el campo teórico de la economía política.

La crítica de la economía política como crítica por medio de la exposición se diferencia, por tanto, en forma fundamental, de la crítica normativa de la economía concebida por Marx en 1844. El hecho de que las relaciones sociales entre las personas se hayan convertido en relaciones sociales entre las cosas y se manifiesten como propiedades objetivas de estas cosas es una afirmación sobre la sociedad burguesa que no se basa en alguna idea sobre una verdadera socialización; el fetichismo no se confunde con una alienación de la esencia humana.

Heinrich considera que este concepto de la crítica puede ser generalizado a las “fuentes” del marxismo, según la síntesis de Lenin: la filosofía alemana, el socialismo utópico francés y la economía política inglesa. ¿En qué sentido son fuentes del marxismo? Estas tres corrientes tienen en común que son figuras teóricas de la conciencia burguesa, son formas diversas de autorreflexión del individuo burgués y de la sociedad burguesa (p. 503). No se trata de que Marx cortase con una cuchilla algunas partes y luego las combinara en su teoría; como si extrajera de la filosofía alemana la dialéctica y el historicismo, pero sin el idealismo; de la economía política inglesa la teoría del valor, pero haciéndola histórica y dialéctica; como si omitiera el momento utópico del socialismo refundándolo sobre bases científica. Más bien, estas formas teóricas llegan a ser fuentes del marxismo en la medida en que constituyen el objeto de la crítica de Marx, dado que son expresiones avanzadas de la sociedad burguesa, pero atrapadas en las inversiones producidas por esta sociedad.

Michael Heinrich

Sin embargo, la crítica científica del punto de vista de la economía política de la construcción de su objeto teórico debe ser distinta de la crítica política de las relaciones capitalistas. Esta crítica política no es de hecho el presupuesto de los resultados científicos, de hecho es la consecuencia de ellos. Sin embargo, con frecuencia, la relación entre crítica científica y crítica política es vista al contrario, bajo la etiqueta de “partidismo de la ciencia”. Algunos piensan que la idea de la transformación del mundo es la base de la crítica marxiana. En un modo partidista se puede ciertamente operar con los resultados de la ciencia marxista; en este sentido puede existir un socialismo científico pero no una ciencia socialista (p. 504).

En una crítica política al capitalismo los resultados científicos de la economía política pueden ser utilizados para mostrar que el proceso de valorización ocurre necesariamente a expensas del trabajador. Marx no pretende con esto hacer una crítica moral del capitalismo, el punto no es la justicia o la violación de determinadas normas, sino la constatación de un hecho: la producción capitalista viola los intereses vitales elementales de los trabajadores. Para establecer esto no es necesario postular un derecho a una vida íntegra. La esperanza de Marx es que en la medida en que los trabajadores tomen conciencia de que el capitalismo está indisolublemente ligado a la violación de los intereses vitales de los trabajadores, esto los lleve a la acción política.

Teoría del valor y concepción del socialismo

Para Marx y Engels el socialismo no era un ideal a contraponer como alternativa a la sociedad burguesa; esa concepción la definían como socialismo utópico. Su pretensión era más bien fundamentar científicamente el socialismo a partir de las tendencias evolutivas de la sociedad capitalista. El análisis del capitalismo debería demostrar que las contradicciones de este último pueden ser resueltas solo con un diferente modo de producción, el modo de producción socialista. Sin embargo, los rasgos de este nuevo modo de producción son vagos. En esta parte Heinrich se propone entender en qué medida las características del modo de producción socialista, discutidas muy raramente por Marx y Engels, pueden encontrar un fundamento efectivo en el análisis de Marx. Igualmente busca verificar como las ambivalencias en la crítica de la economía política tienen repercusiones en la concepción del socialismo (p. 506).

Marx y Engels no hicieron declaraciones muy concretas sobre la organización de una futura sociedad socialista. Las fuentes son la Crítica al programa de Gotha y el Anti-Duhring de Engels. El Anti-Duhring ha sido considerado el compendio más importante sobre marxismo. No hay certeza de que las opiniones de Engels coincidieran en todos los puntos con las opiniones de Marx.

Engels busca presentar las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción en el capitalismo como fundamento objetivo del socialismo (los medios para superar el capitalismo deben ser descubiertos por medio del cerebro en el análisis de los hechos materiales existentes). Señala que la burguesía ha revolucionado la pequeña empresa del campesino y del artesano medieval, ha transformado los medios de producción de medios de producción individuales en medios de producción sociales que pueden ser usados por una colectividad de seres humanos, pero ha mantenido el modo de apropiación privado. Para Engels esto constituye la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción en la moderna sociedad burguesa. Engels menciona también la contradicción entre la producción organizada en la fábrica y la anarquía de la producción en la totalidad de la producción burguesa.

Heinrich critica a Engels que pone el énfasis en aspectos que existen en otros modos de producción; los no productores se apropian del producto de los productores directos, la fuerza colectiva del trabajo existió antes del capitalismo aunque evidentemente este modo de producción la ha desarrollado extraordinariamente. Al afirmar que la contradicción entre producción social y apropiación privada es lo característico está dejando de lado (abstrayendo) la especificidad de la forma. El carácter capitalista del modo de producción reside en el hecho de que la producción y la reproducción son subsumidas en la valorización del valor.

El modo de producción pierde su carácter capitalista no solo si se modifican las relaciones de apropiación, sino también las determinaciones formales de la producción y de la reproducción. La contradicción entre la producción social y la apropiación privada debería encontrar su estallido violento en las crisis económicas. En las crisis se revelaría que la organización social de la producción al interior de la fábrica ha alcanzado el punto en el cual llega a ser incompatible con la anarquía de la producción existente en la sociedad. Engels ve la causa de las crisis principalmente en la anarquía de la producción. En Marx se encuentran ideas más diversas sobre la explicación de las crisis y en ningún caso pone el acento particularmente sobre esta anarquía del mercado. Marx pone en primer plano más bien el carácter capitalista de la producción -la necesidad de la valorización- que lleva a la sobre acumulación y a la sobre producción. Para Engels las crisis revelan la incapacidad de la burguesía para dirigir las modernas fuerzas productivas; entiende las crisis en forma negativa, como expresión de la incapacidad del capital.

Aunque esta interpretación se encuentra también en Marx se diferencia en que éste último concibe también las crisis como soluciones violentas al problema del desarrollo capitalista; efectivamente las crisis están vinculadas a la destrucción del capital, al desempleo y empobrecimiento de las masas, pero esto no las convierte en una barrera para el capital. Por el contrario, mejoran las condiciones de valorización del capital y muestran la enorme flexibilidad que tiene el sistema.

Engels vincula la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción principalmente al modo de apropiación y considera que las transformaciones en las formas de propiedad dentro del capitalismo (sociedades por acciones, propiedad estatal) son las primeras señales de que la burguesía debe reconocer el carácter social de las fuerzas productivas. Con la toma de posesión de los medios de producción por parte de la sociedad la contradicción entre el carácter social de la producción y el modo privado de apropiación se resuelve (p. 509). Engels utiliza la noción de social aquí en dos sentidos; en el primero se refiere a las formas cooperativas de producción que implican que las fuerzas productivas deben ser usadas colectivamente. En el segundo se refiere al conjunto de la sociedad.

Con la transferencia de los medios de producción a la sociedad y la planificación de la producción por parte de la sociedad misma, desaparece la producción de mercancías. El trabajo gastado individualmente no debe demostrar su carácter social solo en el cambio; más bien ahora es de principio a fin trabajo directamente social. La sociedad es transformada por Engels en un sujetola sociedad sabe, decide, planifica; pero no explica bajo qué forma organizativa hará esto. Engels no aborda la forma política de organización del socialismo. Se contenta con la visión de que con la desaparición de las clases se extinguirá el Estado y se pasará del gobierno de las personas a la administración de las cosas, sin considerar que es propio de la administración de las cosas que nazcan nuevas relaciones de dominio.

Heinrich señala que en la concepción de Engels en la sociedad socialista se conocerá el gasto de trabajo para la producción de varios bienes y que este gasto de trabajo no debe ser más expresado en valor; el dinero como medida del valor le parece un simple recurso. Engels, por tanto, asume implícitamente que la cantidad gastada de trabajo concreto determina ya el valor de la mercancía antes del cambio; toda mercancía por tanto llega ya al mercado con su valor fijo y determinado que simplemente se realiza en una suma de dinero. Si los gastos de trabajo son conocidos y planificados desde el principio, esta mediación a través del mercado es claramente superflua. Esta concepción del valor corresponde a la interpretación sustancialista y premonetaria de la teoría del valor radicada en el campo teórico de la economía política (p. 510).

En la Crítica del programa de Gotha, Marx asume una posición similar a la de Engels. Ya en El capital, en la sección sobre el fetichismo, Marx había señalado algunos rasgos de una hipotética sociedad de seres humanos libres en la cual la socialización de la producción es inmediata. Ahora es necesario pensar como es esta socialización inmediata, como se planifica la producción y como se distribuyen los productos. Sobre lo primero simplemente se dice que la producción debe ser planificada. Con respecto a la distribución Marx parte de la base de lo que ocurre en el capitalismo: el productor individual debe obtener exactamente lo que ha aportado a la sociedad. Aporta una cantidad de trabajo, obtiene un certificado de dicho trabajo que le permite retirar de los depósitos sociales bienes equivalentes a dicha magnitud.

Dice Heinrich que aquí se supone que se conoce la cantidad de trabajo gastado para la producción de los bienes individuales y que dichas cantidades son comparables; dice Marx que rige el mismo principio que en el capitalismo: se cambia una determinada cantidad de trabajo en una forma por otra cantidad en otra forma. Esto implica que aquí Marx, lo mismo que Engels, entiende el mercado solamente como una instancia que se limita a realizar a posteriori los valores ya fijados de las mercancías individuales. Esto significa que cuando se trata de abolir la producción de mercancías Marx presupone una teoría del valor no monetaria.

Al exponer la teoría monetaria del valor se había aclarado que los trabajos concretos individuales no son comparables inmediatamente, que su igualdad como trabajo abstracto es una propiedad que no está simplemente dada sino que primero debe ser instituida. En un modo de producción basado sobre la producción de mercancías esta igualdad debe ser instituida en el mercado por medio del dinero. Sobre cómo esta igualdad de los trabajos individuales debe ser instituida en un modo de producción no basado en la producción de mercancías Marx y Engels no dicen una sola palabra.

Pero independientemente del hecho de que es casi imposible tener un conocimiento completo y procesarlo con la necesaria rapidez en un plano de producción en una escala social total, este plan social viene anulado con cada aumento de las fuerzas productivas. Con el aumento de la fuerza productiva para la elaboración de cada bien cambia la cantidad de otros bienes necesarios para su producción y cambia por tanto la relación entre empleo de trabajo y utilidad, factores que Engels considera para su plan social. Sobre la base de la teoría monetaria del valor resulta claro los enormes esfuerzos de coordinación y ajuste que se requieren en el menor tiempo posible. En cambio, sobre la base de una teoría no monetaria del valor, estos problemas quedan ocultos bajo la idea simplista sobre el mercado.

Como se ha mostrado en el capítulo sexto Marx permanece ambivalente en su teoría del valor. A pesar de haber desarrollado los elementos esenciales de una teoría monetaria del valor, recae repetidamente en el terreno ya superado de una teoría no monetaria del valor. Engels, por el contrario, siempre se basó en una concepción no monetaria del valor. En particular su concepción sobre una fase histórica de producción simple de mercancías se basa justamente en el supuesto de que los productores conocen la cantidad de trabajo necesaria para producir la mercancía individual y las cambian por tanto al valor trabajo (p. 513). En la concepción del socialismo tanto Engels como Marx asumen una teoría no monetaria del valor.

La teoría monetaria del valor sugiere, ante todo, una producción cooperativa, cuya coordinación social total no puede ser establecida por una oficina central (omnisciente y capaz de reaccionar como si el tiempo no existiera), sino que requiere de sus propios canales de mediación, que sin embargo deben ser controlados socialmente, si no se quiere restablecer la vieja producción de mercancías y, por tanto, en último análisis, la relación de capital.

Engels en particular sostenía que la toma de posesión de los medios de producción por parte de la sociedad y la planificación de la producción no representaban simplemente el paso a un modo de producción más adecuado para el desarrollo de las fuerzas productivas, sino que significaba un punto de inflexión decisivo en la historia de la humanidad: los seres humanos se liberan del dominio natural de fuerzas sociales autonomizadas y por primera vez son artífices conscientes de su propia historia y salen definitivamente del reino animal. Esta idea de la liberación de un nexo social opresivo en la relación entre los individuos contribuyó a la fascinación que emanaba la idea de abolir la producción de mercancías. 

Sin embargo sería necesario preguntarse si la liberación de la ciega acción de una mediación que se hizo independiente no requiere algo más que la simple eliminación de la inconsciente instancia mediadora del mercado a favor de una instancia consciente centralmente planificadora; no solo no es claro si un tal centro de planificación pueda resolver las tareas que le son atribuidas, pero ni siquiera como pueda ser sometido a un control social (p. 513).