POR OTO HIGUITA
Esta generación está dispuesta a acabar con décadas de represión, miseria y crímenes de Estado en Colombia.
Del Paro Nacional al levantamiento popular
En Colombia hay un levantamiento popular que empezó como un paro nacional, alimentado por décadas de injusticia, crímenes de Estado, corrupción y pobreza masiva. Ese levantamiento popular es la digna rabia de esta generación que le tocó una nación en descomposición; y lo mejor es que sabe que hay un responsable mayor de la tragedia y crisis histórica; lo sabe y lo grita, lo resiste y lo canta, lo combate y lo pinta en las calles: quiere deshacerse de él.
Levantamiento que se expresa a través de la masiva rebeldía juvenil en las calles de la patria envenenada. Rabia y dignidad que anidan en el ethos profundo de millones colombianos, combustible de la protesta y movilización generalizada del constituyente primario, que hoy está enfrentado y ejerciendo el poder soberano en las calles contra el terrorismo Estado de la narcoligarquía; sujeto constituyente que hoy destituye lo viejo y constituye lo nuevo en las barricadas, los bloqueos, las ollas comunitarias, las asambleas populares y los puntos de resistencia: una patria digna para todos y nunca más exclusivamente para una minoría criminal y corrupta.
La digna rabia, los “vándalos”, fuerza telúrica que desafía al régimen del terror
La digna rabia es la fuerza telúrica de un volcán que lleva en sus entrañas un magma inagotable que estalló el pasado 28 de abril y se mantiene en erupción, que está sepultando el viejo orden, que sacude los cimientos del decadente régimen que abusó del poder del Estado para enriquecerse y dejar en la miseria a millones de ciudadanos, aquellos a quienes siempre despreció y señaló de terroristas ayer y de “vándalos” hoy.
A Colombia la pudrió la macabra alianza de sectores tradicionales de la vieja oligarquía liberal-conservadora con narcotraficantes, que secuestraron el Estado Social de Derecho para convertirlo en un Estado contra sus ciudadanos, un Estado terrorista que usan contra los pobres para defender sus intereses y poder.
Poder que solo pueden defender hoy con el miedo y el terror, como cuando en los años 40s tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, Laureano Gómez y Mariano Ospina, jefes reaccionarios del conservatismo, lanzaron al país a una vorágine de Violencia que se prolonga aún hasta hoy. El mismo método que están aplicando desde que estalló el paro nacional el 28A, que por su furia incontenible, conciencia y voluntad de lucha se ha hecho invencible, a pesar de la brutal represión.
A la agonía de un pueblo que ha luchado por generaciones y que han sido reprimidas, exterminadas, criminalizadas, desaparecidas, desplazadas, torturadas, exiliadas y silenciadas; le sumaron, además, el neoliberalismo cuando Cesar Gaviria y su pandilla de forajidos en 1990 lo anunciaron como la panacea y camino al futuro: “Bienvenidos al futuro”, decía el irónico anuncio. Modelo económico que generó enormes riquezas para la minoría, pero dejó en la miseria el campo y millones de familias de barrios populares.
A Duque, un presidente inepto, no hay que darle la mano
La profunda e irreversible crisis que enfrenta el gobierno de Iván Duque, un inepto y títere del uribismo, ya había sido anticipada por muchos analistas. Era poner en la presidencia por medio del fraude, la compra de votos, el conteo y escrutinio de éstos por instituciones en manos de miembros del partido de la guerra y la extrema, el Centro Democrático.
No es otra la crisis que está viviendo el país hoy, que siendo compleja y variada, es la suma de la injusticia acumulada de larga data, más la causada por la pandemia del coronavirus, que profundizó y amplió la brecha ente ante un puñado de multimillonarios y millones de colombianos que viven en la miseria.
Por supuesto, una crisis que la ineptitud e incondicionalidad de Duque a su jefe supremo, Uribe y su pandilla, tiene al país paralizado, colapsado, al borde del abismo y de un baño de sangre.
Por eso hoy no cabe la tesis de que “hay que salvar a Duque de Uribe”, pues las bases del movimiento y el levantamiento popular ya pasaron esa fase, ya no contemplan esa salida, el tsunami de la digna rabia se tragó la reforma tributaria, a varios ministros y ha empezado a hacer aguas en la Casa de Nari. Ahora lo que quiere es #QueSeVayanTodos, Duque y todo su gabinete y se convoquen elecciones inmediatamente.
Que se vayan todos y se convoque a elecciones inmediatas
Esa será una de las posibles salidas, lo expresan y exigen las bases que han estado al frente del #ParoNacioNalIndefinido, los que lo sostienen con sus cuerpos y vidas, miles de colectivos de jóvenes, organizaciones barriales, locales y populares, que no obedecen a dirección política, ni partidaria, ni sindical de orden nacional alguna, y menos al llamado Comité Nacional de Paro, un aparato de viejos burócratas que los dejó el tren de la historia, que han pelado el cobre tratando de apagar el empuje y rebeldía popular y juvenil por un cambio radical, de raíz; como bien lo decía el demócrata y constitucionalista Carlos Gaviria Díaz, como lo han sostenido entre otros, el profesor y decano de la facultad de derecho de la Universidad Libre, Ricardo Sánchez Ángel, y el mediador en los diálogos de paz, el conservador Álvaro Leiva Durán, entre muchas otras voces.
Ahora bien, dependiendo de qué postura asuman los otros factores reales de poder, como por ejemplo el gran empresariado y la alta burguesía, las transnacionales que han vivido felices con las ventajas tributarias que les han concedido por décadas, y EE.UU.
Si no ceden y por el contrario sostienen el régimen agonizante, apoyando el baño de sangre bajo el engañoso cálculo de que así les saldrá más barato el desastre, y evadir el costo de la deuda histórica con el pueblo colombiano; o ceder y deshacerse de ese sector minoritario aliado del narcotráfico, para evitar el baño de sangre y propiciar una salida menos costosa en vidas, lavarse las manos y salvar el rostro, pero al costo de tener que pagar la deuda histórica con el pueblo colombiano y la generación que los venció.
Darle la mano a Duque, al que se dejó utilizar conscientemente del uribato para violar la Constitución, no tiene ninguna validez política ni sentido en este momento en Colombia. Buscar un diálogo y negociación argumentando golpe de Estado y bajo cálculos electorales, es el error más grande que se puede cometer desde arriba del movimiento progresista y alternativo. Ni siquiera de la izquierda socialista, que no existe en Colombia, está completamente diezmada, desarticulada.
Al que está a punto de hundirse porque la fuerza de la digna rabia que camina y lucha a brazo partido en Colombia, lo tiene acorralado no se le puede dar la mano. Por el contrario, hay que acabar de empujar y hundirlo. Es lo que viene logrando la rebeldía de millones, ese magma acumulado de injusticias que sigue resistiendo en el Paro Nacional Indefinido, Paro que las centrales obreras y sindicales le han sacado el cuerpo y traicionado, negándose a llamar a un paro total de la producción, (recuérdese que querían un “paro virtual” el 1 de mayo).
Esta generación está dispuesta a acabar con décadas de represión, miseria y crímenes de Estado en Colombia. No hay quien la detenga, como no hay quien detenga el Paro Nacional. No hay que levantar el Paro, y menos para salir a darle la mano a Duque, a quien tenemos que acabar de hundir con el uribato, la hidra que lo controla.
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