La franja de óxido y la ruta destruida

POR LUIS MESINA

La reforma previsional en Chile se ha tomado la agenda estas últimas semanas. Con un claro predominio de quienes defienden el actual sistema, los medios de comunicación otorgan una desproporcionada cobertura a supuestos especialistas para que se refuerce la idea de que el reparto es un fracaso en todo el mundo. Pocos medios, o pocos periodistas, interpelan a quienes sostienen tamaña mentira a que ejemplifiquen dónde y en qué países el sistema de reparto está quebrado. Ejemplos para demostrar lo contrario hay muchos, EE. UU, Francia, Japón, Canadá, Alemania, Italia, España, etc. mantienen sistemas fundados en el reparto y solidarios.

Todos los sistemas previsionales enfrentan complejidades derivados de los cambios demográficos. Los sistemas de reparto, sin embargo, cuentan con herramientas más eficientes para enfrentar esos cambios a través de ajustes paramétricos, cuestión que adolecen los sistemas de capitalización individual.

Ante las crisis económicas cada vez más continuas las personas se enfrentan a ellas de manera demasiado asimétrica. Por ejemplo, las personas de más altos recursos tienen capacidad de ahorro y, por tanto, el desamparo ante eventualidades es menor. No así, la mayoría de los hombres y mujeres de trabajo que viven exclusivamente de sus salarios, ante las crisis sufren dramáticamente sus impactos. Entonces, los sistemas de capitalización individual ante las crisis -dada la fuerte inversión en instrumentos de alta volatilidad- siguen el curso de éstas dejando en el desamparo a miles, sino millones de trabajadores, como ocurrió en la caída de la economía en 2008. Por el contrario, los sistemas de reparto operan solidariamente, mantienen la demanda agregada y permiten sortear de mejor manera las vicisitudes cíclicas que cada vez, y con mayor frecuencia, nos tiene acostumbrado el sistema capitalista.

La discusión actual sobre la reforma de pensiones en Chile está capturada por los defensores del modelo de capitalización individual, está capturada por la ideología dominante cuyo eje principal le reconoce mayor importancia al capital que al trabajo y, coherente con ello, su concepción de la política pública no existe, pues subordina todo a la lógica privada. Su razón, es reproducir y profundizar el mercado de valores, de manera que el capital acumulado en el fondo de pensiones, continue cumpliendo el rol de financiar la inversión privada, importando poco si este cumple o no con el objetivo esencial de un sistema de pensiones, cual es pagar pensiones.

En el debate actual sobre la reforma, los partidarios de la mantención del modelo llevan la delantera. No solo tienen adeptos y defensores en las filas de la oposición, sino también en las filas del propio gobierno. Marcel y su equipo no difieren mucho de la lógica imperante, esa que insiste en alejar lo más que puedan al Estado de su obligación de garantizar derechos. Ahí, existe un acuerdo, pues el Estado debe primero cumplir con ese principio sagrado del equilibrio fiscal, cuya obsesión ha llevado a todos los ministros de Hacienda a controlar con excesivo celo el gasto público.

Y este pensamiento que se instaló en el manejo de los fondos públicos bajo la dictadura ha continuado sin alteraciones, salvo en el periodo de Sebastián Piñera donde aumentó considerablemente el gasto social, el endeudamiento y sobrepasó los limites dogmáticos del control de la inflación, al otorgar beneficios relevantes a través del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).

Lo cierto es que, a estas alturas, la reforma de pensiones se mueve en un estrecho margen, de medio punto, o de un punto vía préstamo. Y es que, al menos 5 de los 6 puntos en discusión irán a capitalización, y un punto en calidad de préstamo podría destinarse a corregir las brechas de género. El equipo de Marcel y la ministra Jara tratan de arribar a un acuerdo aggiornando una propuesta que consistirá esencialmente en fortalecer a las AFP, transferirles más recursos, olvidarse de dividir la industria y permitir, no solamente que todo siga igual, sino lo que es peor, las AFP terminen al igual que las Isapres, siendo favorecidas por una ley que nada tiene que ver con las promesas que el presidente Boric efectuó antes y durante su campaña.

Lo insólito de todo esto, es que la capitalización individual no mejorará las pensiones de quienes, en 15, 20 ó 25 años más se ra hablar de los problemas del país. Sin embargo, sus propias soluciones –como la idea de que militarizar las fronteras y recrudecer las guerras comerciales, podrá crear por arte de magia la inversión necesaria para “volver a hacer grande a Estados Unidos”– son tan huecas como las de sus rivales.

A pesar de haber publicado una serie de leyes para promover la inversión productiva (como la Ley de Reducción de la Inflación, la Ley de Creación de Incentivos Útiles para la Producción de Semiconductores [CHIPS] y para la Ciencia, y la Ley de Inversión en Infraestructura y Empleo), el gobierno estadounidense no ha logrado abordar la enorme brecha existente en la necesaria formación de capital fijo. Aparte de la deuda, hay pocas fuentes de inversión en infraestructura en el país. Incluso en el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos se duda de la posibilidad que el país pueda desconectar fácilmente su economía de la pujante China.

Resulta tentador lanzar palabras como “fascismo” para describir tendencias políticas como las lideradas por Trump y otros líderes de la derecha en Europa. No obstante, el uso de este término no es preciso, porque ignora el hecho que Trump y otros conforman una extrema derecha de un tipo especial, una que se siente razonablemente cómoda con las instituciones democráticas. Esta extrema derecha perfora la retórica neoliberal apelando a la angustia causada por el declive de sus países y utilizando un lenguaje patriótico que despierta grandes sentimientos de nacionalismo entre personas que se han sentido “excluidas” durante al menos una generación. Sin embargo, en lugar de culpar al proyecto del neoliberalismo por esa decadencia nacional, los líderes de esta extrema derecha de carácter especial culpan a lxs inmigrantes de clase trabajadora y a las nuevas formas culturales que han surgido en sus países (en particular, la creciente aceptación social de la igualdad de género y racial y de la libertad sexual). Como esta extrema derecha no tiene ningún proyecto nuevo que ofrecer al pueblo para revertir este declive, sigue adelante con las políticas neoliberales con tanto gusto como el “extremo centro”.

Mientras tanto, incapaces de romper con el “extremo centro”, las fuerzas agotadas del liberalismo sólo pueden vocear que son una alternativa mejor que la extrema derecha. Se trata de una elección fallida que ha reducido la vida política a distintos lados del “extremo centro”. Es necesaria una auténtica ruptura con la matanza. Ni la extrema derecha de tipo especial ni el liberalismo pueden proporcionar esa ruptura.

En 1942, el economista Joseph Schumpeter publicó Capitalismo, socialismo y democracia’. Schumpeter sostenía que, a lo largo de su historia, el capitalismo ha generado una serie de crisis empresariales cuando cierran empresas que han fracasado. En las cenizas de estas quiebras, decía Schumpeter, nace un ave fénix a través de la “destrucción creativa”. Pero, aunque la “destrucción creativa” produzca finalmente nuevas actividades empresariales y, por tanto, empleo, la carnicería que provoca da lugar a la posibilidad de un giro político hacia el socialismo. Aunque la marcha hacia el socialismo aún no se ha producido en Estados Unidos, un número cada vez mayor de jóvenes se siente más atraído por esta posibilidad.

En 1968, la noche antes de ser asesinado, Martin Luther King Jr., dijo“solamente cuando está lo suficientemente oscuro puedes ver las estrellas”. Ahora parece lo suficientemente oscuro. Quizá no en estas elecciones ni en las próximas, ni siquiera en las siguientes, pero pronto las opciones se estrecharán, el “extremo centro” –ya ilegítimo– desaparecerá, y germinarán nuevos proyectos que mejorarán la vida de la gente en lugar de utilizar la riqueza social del Norte Global para aterrorizar al mundo y enriquecer a unos pocos. Podemos ver esas estrellas. Algunas manos se esfuerzan por alcanzarlas.