La gran estafa del “libertario” Javier Milei

El “anarcocapitalista” Javier Milei y su cripto-estafa.

RESUMEN AGENCIAS /

La estafa de Javier Milei ha abierto una profusa discusión en Argentina sobre la responsabilidad legal y política vinculada a este grave delito. Además, dado que fue impulsada por el propio Presidente, pone sobre el tapete la confianza de los inversores y de los agentes económicos en general, además de la relación de Buenos Aires con su principal prestamista, el Fondo Monetario Internacional (FMI).

EE.UU. también reaccionó de inmediato. Es ampliamente sabido que cuando el Departamento de Estado pretende atacar o colocar distancia, pone primero a pronunciarse al New York Times.  Este rotativo del establishment norteamericano tituló: “El Presidente que se incendió…” estafando a su propio pueblo con una criptomoneda fraudulenta. De esta manera, Washington le soltó la mano a Milei.

Del otro lado del Atlántico, Le Figaro de Francia definió al mandatario que se autodenomina como “libertario” como «Cripto-estafador».

Las consecuencias han sido inmediatas: pedidos de juicio político, demandas internacionales y una acción inédita a nivel internacional.

Esta situación que enreda de manera grave al mandatario argentino no tiene precedentes. Todos los analistas coinciden que es una típica estafa piramidal con criptomonedas que esfumó 100 millones de dólares con lo cual hay mucha gente engañada. Hasta ahora queda claro que los que se enriquecieron en millones de dólares con esta pirámide Ponzi actuaron en combinación con Milei, aunque después éste dijo que había sido engañado.

Como bien lo señaló el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, “es un escándalo y una vergüenza. Pero, ante todo, es un delito”.

El Gobierno de Milei aplica una fórmula política que reniega del principio soberano de autodeterminación nacional para convertirse en un simple peón de la voluntad imperial y del gran capital. Se caracteriza por el culto supersticioso de los mercados. Y en esa concepción busca destruir, como él mismo ha señalado, el Estado desde adentro, para instituir el reinado de los mercados.

Secuencia de los acontecimientos

El presidente de Argentina, Javier Milei, usó sus redes sociales para incitar a sus millones de seguidores a invertir en $Libra, una criptomoneda que supuestamente formaba parte de un “proyecto privado dedicado a incentivar el crecimiento de la economía argentina”, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos argentinos. Según él, dicho proyecto era muestra del crecimiento de la “Argentina liberal”, así como del interés global por invertir en el país. Horas después, se supo que todo fue una fachada para un tipo de esquema fraudulento denominado Rug pull (jalón de alfombra), en el que un activo en manos de pocas personas se valoriza de manera artificial y acelerada para después ser vendido por los tenedores originales con ganancias millonarias. Cuando las víctimas se dan cuenta de que no había ningún valor real detrás del instrumento, su precio se desploma dejando tras de sí pérdidas totales. Hasta ahora no se sabe cuántas personas cayeron en el engaño ni a cuánto asciende el quebranto, pero, en el lapso en que se llevó a cabo el atraco, simpatizantes del mandatario publicaron con orgullo capturas de los rendimientos que luego se esfumaron.

El «Ponzi-dente» estafador

La secuencia de los acontecimientos sugiere que el ultraderechista mandatario no participó en la organización del fraude de $Libra, sino que se convirtió en su cómplice por mera estulticia: con los datos disponibles, pareciera que un grupo de estafadores urdió el esquema delictivo de tal forma que replicara los lemas de Milei, éste mordió el anzuelo e invitó a sus millones de seguidores a invertir en un instrumento especulativo del que él mismo admitió no saber nada. Todo esto, mientras usa dinero público para viajar por el mundo presentándose como un genio de la economía e insultar de manera soez a todos los sectores sociales comprometidos con la solidaridad, la justicia social, los derechos humanos, la tolerancia y el cuidado del medio ambiente.

No es la primera vez que el neofascista –quien se autodenomina “libertario” o “anarcocapitalista”– promueve operaciones delictivas. En 2021, cuando era diputado, grabó un comercial para Coinx World, una empresa de criptomonedas que, dijo, “está revolucionando la manera de inversión para ayudar a los argentinos a escapar de la inflación”. En el anuncio, invitaba a simular una inversión “en pesos, dólares o criptomonedas y obtener una ganancia” e incluso se ofrecía como aval asegurando que contactar a Coinx de parte suya garantizaba la mejor asesoría. Un año después, la compañía fue obligada por la Comisión Nacional de Valores a cesar “todo ofrecimiento de asesoramiento en inversiones, de negociación y de cualquier otro acto jurídico con valores negociables”.

En 2023, la Policía Federal allanó su sede y salió a la luz que nunca tuvo registro ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP, encargada de recaudar impuestos, extinta por Milei en 2024), que se había dado de alta ante el Instituto Nacional de la Propiedad Intelectual en el rubro de software en vez de en el de operaciones financieras, y que su matriz estaba registrada en AFIP como un negocio de instalaciones eléctricas. Por lo tanto, nunca tuvo facultades para operar instrumentos financieros y todas sus actividades fueron un fraude.

Las declaraciones con que Milei ha justificado sus actos son reveladoras de su modo de operar. En junio de 2022, aseguró que cobró por el apoyo público a Coinx como “cobra todas sus opiniones”, y el pasado viernes 14 de febrero escribió, con respecto a su promoción de $Libra: “Hace unas horas publiqué un tuit, como tantas otras infinitas veces, apoyando un supuesto emprendimiento privado con el que obviamente no tengo vinculación alguna” y de cuyos pormenores “no estaba interiorizado”. Así, en una entrevista y una serie de publicaciones en redes sociales el Presidente confesó que todos sus puntos de vista son pagados para favorecer intereses privados, que hace afirmaciones sin cuidado alguno por verificar su veracidad e induce a sus compatriotas a entregar dinero a iniciativas de las que no sabe nada.

Su desdén por la verdad también se trasluce en la aseveración de que “el mundo quiere invertir en Argentina”, un bulo patético habida cuenta de que 2024 se saldó con la menor inversión extranjera directa de la historia para la nación austral.

Cabe hacer votos porque este episodio despierte la conciencia de los sectores de la sociedad argentina seducidos por la retórica fascista del mandatario y conduzca a una reconstrucción nacional incluyente, generosa y soberana, alejada de los antivalores impuestos por los fanáticos del mercado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La gran estafa del “libertario” Javier Milei

POR JUAN J. PAZ Y MIÑO CEPEDA

En sucesivos artículos he sostenido que en América Latina, los neoliberales, libertarios anarcocapitalistas, empresarios con iguales visiones y gobiernos empresariales que los representan no solo movilizan la ideología perversa de la “libertad económica”, sino que tienen como “enemigos” a los impuestos, los derechos laborales, el Estado () y, como remate, incluso a la idea misma de justicia social. El punto de partida es Friedrich von Hayek (1899-1992), el padre del neoliberalismo, quien en su ensayo “El atavismo de la justicia social”, habla de una idea “imposible” y un concepto que debe ser “eliminado” en la economía.

El exitoso propagandista de ese pensamiento en América Latina pasó a ser Javier Milei. En su libro ‘El camino del libertario’ (2022 y 2024), una selección de artículos y discursos que le sirvieron para introducirse en la política, antes de alcanzar la Presidencia de Argentina en diciembre 2023, Milei dedica un capítulo a demostrar que “La justicia social es injusta”. Parte de considerar que los “valores éticos” del capitalismo son desafiados por marxistas, socialistas y comunistas, que no consideran la “superioridad” del sistema, pues toda mejora económica depende de la acumulación de capital, además de que el capitalismo ha hecho más que cualquier otro sistema para promover el “bienestar”.

Pero a mediados del siglo XIX, en el Manifiesto Comunista (1848), K. Marx y F. Engels ya subrayaron que “la burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario”; que “Merced al rápido perfeccionamiento de los medios de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones hasta a las más bárbaras”; y que “la burguesía, a lo largo de su dominio de clase, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas”. Lo que la historia ha comprobado, desde entonces, es que el “bienestar” general no llegó con el capitalismo, al menos hasta bien entrado el siglo XX; y que en América Latina el capitalismo no logra, hasta nuestros días, ningún “bienestar” para el conjunto de la sociedad, porque la acumulación de la riqueza solo se ha concentrado en una élite, que ha convertido a la región en la más inequitativa del mundo.

De otra parte, el “ideólogo” anarcocapitalista igualmente asegura que es necesario partir de una “teoría de la distribución de la renta” que considere aquello que “crean” los distintos “factores de la producción”, de modo que a los trabajadores corresponde el salario, a los capitalistas el interés y la ganancia, a los dueños de tierras la renta. Así, “el sistema capitalista resulta esencialmente justo”; de modo que “cuando estos resultados naturales del sistema intentan modificarse de un modo coactivo (redistribución vía expropiación y/o impuestos), se provoca una caída en la producción”. Pero esta es una repetición exacta de la vieja concepción económica que tuvo el empresario textil y economista francés Jean Baptiste Say (1767-1832), para quien era una ley económica natural e inamovible que a cada factor de producción correspondiera el tipo de ingreso ya señalado. Era una idea simplemente descriptiva de lo que ocurría en la realidad, pero con el propósito de garantizar eternamente la forma en que se reproduce la acumulación capitalista.

Fue precisamente Marx quien desmontó esa concepción al contrastarla con la teoría del valor-trabajo. Y agreguemos que la historia económica mundial se ha encargado de demostrar que es perfectamente posible redistribuir rentas, intereses y ganancias, para reorientarlas al bienestar colectivo. Así ocurrió con el New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt (1933-1945) en los Estados Unidos, las economías sociales de mercado con Estados de bienestar en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, pero también en Ecuador durante la Revolución Juliana (1925-1931) e incluso con el desarrollismo de las décadas de 1960 y 1970 en América Latina, aunque en toda la región, si bien se avanzó en la redistribución de la riqueza, no se logró el bienestar generalizado que se tuvo como objetivo social. Hoy, el país que mejor ha logrado la “superioridad” económica y social frente al capitalismo es China, que eliminó la pobreza extrema y se ha colocado a la vanguardia del desarrollo de nuevas relaciones de producción, como lo han destacado los distintos estudios realizados por los académicos que forman parte del Grupo de Trabajo “China y el mapa del poder mundial” de CLACSO.

Al seguir el esquema de los tres factores de la producción propuesto por Say, el “intelectual” y “profesor libertario” Milei no puede menos que concluir: “cada intento de controlar algunas de las remuneraciones mediante un sistema de impuestos progresivos no solo redistribuye de modo violento lo que el mercado ha repartido, sino que implica un trato desigual frente a la ley. Así, cuanto mayor el éxito, más que proporcional será el castigo fiscal. Consecuentemente, esto originaría una clase de sociedad que en todos sus rasgos básicos sería opuesta a la sociedad libre. No solo la justicia social es injusta, sino que además conduce a un modelo totalitario”.

Pero el retórica fascista del mandatario y conduzca a una reconstrucción nacional incluyente, generosa y soberana, alejada de los antivalores impuestos por los fanáticos del mercado.