POR JUAN GUZMÁN
“Ni los muertos estarán seguros ante el enemigo si este vence. Y es ese enemigo que no ha cesado de vencer”.
– Walter Benjamin
El legado intelectual del filósofo judío-alemán Walter Benjamin (1892-1940) es preciso reivindicarlo dado que buena parte de sus aportes historiográficos no solo tienen plena vigencia sino que para el siglo XXI cobra un gran sentido su resignificación. Resulta casi ineludible detenerse un instante para escudriñar su magistral pensamiento, puesto que, sus aportaciones al mundo académico de la teoría crítica y la filosofía política marcan precedentes valiosos en la recuperación de la tradición materialista dialéctica encaminada a develar, interpretar y transformar la imagen del pasado de la sociedad, articulando disputas contrahegemónicas que permitan pensar y repensar en qué medida la historia en el contexto capitalista vigente puede ser disputable desde las clases subalternizadas.
En ese horizonte de lucha, Benjamin fue otro mártir de la violencia exacerbada presente en la historia universal, dado que, vivió dos guerras mundiales que influyeron en su visión de la realidad sociopolítica. En el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, se suscitó su inesperado suicidio kafkiano, provocado por las persecuciones del régimen nazi hacia los judíos en Europa. Además, sus controversiales fuentes religiosas y escritos de legible complejidad reflejan su temor a que la modernidad y el progreso capitalista borrasen la memoria de las víctimas reales y los protagonistas de la historia de la humanidad. Por tal motivo, su marxismo ortodoxo interpela a una pureza interpretativa del materialismo dialéctico con cuestionamientos contundentes al progreso. Estos aspectos lo pondrán en constantes conflictos con la academia y con posturas social demócratas que impulsaban reformismos superficiales en la estructura y superestructura de la sociedad.
Benjamin también será duramente cuestionando por las tradiciones filosóficas ortodoxas, al pretender fusionar el proyecto del materialismo dialéctico con el pensamiento mesiánico judío de línea ortodoxa.
Sobre el concepto de la historia
Es de importancia fundamental establecer los nudos cruciales de su pensamiento revolucionario, que se localizan en las Tesis sobre el concepto de la historia publicado en 1940, cuyas criticas dinamitan al historicismo positivista que ha sido un aliado ideológico inseparable de las clases dominantes, resignificando nuevas categorías históricas para así crear estrategias ideológicas por la reivindicación de la lucha social y política de los pueblos. En ese tenor, la teoría y praxis alcanzan niveles revolucionarios solamente cuando los sujetos históricos pueden configurar procesos políticos a contracorriente de las propuestas de las clases dominantes que manipulan la historia para ejercer su dominación política, cultural y social.
La filosofía de la historia
Walter Benjamin es el arquetipo de intelectual europeo critico del pensamiento historicista, las ideologías totalitarias y la modernidad eurocentrista, ideas centrales de que la filosofía de la historia llena de simbolismos y metáforas están cobijadas por tres vertientes teóricas disimiles: el romanticismo alemán, el mesianismo judío y el marxismo. Bajo estos argumentos, la filosofía de la historia desde la óptica benjaminiana es concebida como un espacio para la redención de sujetos y colectivos vencidos e invisibilizados, simultáneamente impensable sin un proceso revolucionario que redima el presente. “Solo a la humanidad redimida pertenece enteramente su pasado”.
Según Benjamin, la revolución es el único medio que redime el pasado del ser humano de toda opresión, totalitarismo y dominación.
En su tesis VI establece la necesidad imperiosa del materialismo histórico para devolver a la historia una dimensión real que desafíe el orden establecido, por medio de una imagen dialéctica del pasado, en la que los sujetos históricos adquieran plena conciencia de clase y memoria histórica. “Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro”. Esto implica destruir aquellos esquemas vetustos que aseveran que las clases populares son sujetos ahistóricos, para reemplazarlos por propuestas que breguen por la emancipación de las clases oprimidas, ya que, negar la memoria histórica de la clase trabajadora, desembocaría en consecuencias nefastas para los sectores más excluidos de la sociedad.
El “ángel de la historia” y el materialismo
Las miradas dicotómicas de interpretar la historia encontradas en la tesis IX, están inspiradas en un cuadro de Paul Klee llamado Angelus Novus y rebautizada por Benjamin como “El ángel de la historia”.
Walter Benjamin asevera que todo depende del sitio en donde estamos posicionados para contemplar el progreso. “En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies, ruina sobre ruina, amontonándola sin cesar”. En tal sentido, si en términos históricos miramos hacia adelante, observamos estadios de la historia que sobresalen; pero si miramos hacia atrás, seguramente veremos todo arruinado, dado que el concepto de progreso tiende a reflejar un panorama desolador del pasado de la humanidad. De allí que, el materialismo histórico para Benjamin debe “cepillar la historia a contrapelo” destruyendo concepciones historicistas que la burguesía emplea en los aparatos ideológicos de la sociedad, apelando a que las generaciones vencidas construyan conocimientos teóricos dialécticos y praxis políticas a contrapoder.
El papel de la memoria social e histórica
El silenciamiento de la memoria colectiva ha sido la estrategia por excelencia que utilizan las élites para que los sujetos históricamente excluidos como trabajadores, indígenas, afros, mujeres, diversidades sexuales genéricas, no tengan historia, tiempo, ideología, lecciones ni tampoco luchas. A los pueblos les ha sido negado todo sentido de historia propia. En tal virtud, la historia se convierte en propiedad privada que se posee, controla y hereda -y dicho de otro modo-, mercantilizada por los propietarios de los medios de producción. Por tal motivo, la preocupación de Benjamin por salvar el pasado desde el presente se convierte en una batalla material, mediante la cual el papel de la memoria social e histórica se convierte en un instrumento ideológico orientado a develar cómo la historia ha sido instrumentalizada desde el poder para eliminar la memoria personal, colectiva y política de quienes injustamente quedaron relegados a sus márgenes y exclusiones.
La globalización capitalista permeada de crisis económicas, políticas y sociales, nos obliga a proponer cambios sustanciales de paradigmas y epistemologías. Esto implica preservar la historia de los pueblos sin permitir que esta se convierta en una reliquia privada de museo, despolitizada y olvidada. Este proceso involucra abonar el terreno cultural con experiencias actuales, donde la memoria de las clases subalternas solo pueda ser reactualizada en cada proceso de lucha y resistencia contra los arquitectos de las desigualdades sociales. Esto implica un exacerbado trabajo intelectual, político, colectivo y transgeneracional para deconstruir las concepciones tradicionales que existen de memoria, verdad, historia, y del tiempo. A partir de lo dicho, las reflexiones de Walter Benjamin rememoran y hacen justicia a los doblemente derrotados, despojados, asesinados y olvidados por una historia que no terminará de hacerles una verdadera justicia.
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