La interminable guerra colonial

POR RAÚL ZIBECHI

Si no perdemos de vista el modelo que nos oprime, que se extiende por todo el continente como una mancha viscosa de muerte, veremos que los dos bandos que tomaron forma hace cinco siglos continúan dando forma a nuestra historia de antes y de ahora.

El relato mediático presenta a Nayib Bukele, presidente de El Salvador, como el “héroe” de la lucha contra las pandillas o maras que, nacidas en Estados Unidos entre migrantes, descargaron enormes dosis de violencia en la pos guerra civil. En marzo de 2022, luego de un fin de semana con 80 muertos, Bukele impuso el estado de excepción, militarizó el país, detuvo a más de 70 mil jóvenes (no todos pandilleros), los alojó en cárceles híper vigiladas donde sufren vejaciones y torturas permanentes y, según el gobierno,  la violencia disminuyó.

En realidad, aumentó, si se tiene en cuenta el terrorismo de Estado imperante. El gobierno se pavonea diciendo que ya no hay crímenes, pero los organismos de derechos humanos contabilizan más de cinco mil víctimas en año y medio por la violencia estatal, señalan que los presos no tienen condena firme y que ahora el parlamento (manejado dócilmente por Bukele) permite juicios masivos de hasta 900 personas sin la menor garantía.

Bukele cuenta con el apoyo masivo de la población y ya tiene seguidores en una buena parte de nuestra región, como la tuvo Bolsonaro durante un tiempo y también las dictaduras, todo hay que decirlo.

Pero nadie reprime, desaparece o tortura porque sí.  Nuestras dictaduras desaparecieron a miles para imponer un modelo, el neoliberalismo que se impuso al haber sido desbaratadas las organizaciones del campo popular. La militarización tampoco es un capricho de mentes truculentas (que siempre existen y operan).

Entre Gerardo Morales, el gobernador de la provincia argentina de Jujuy y Nayib Bukele hay un hilo rojo, de sangre y de resistencias, que se llama extractivismo. Recientemente Buekele decidió montar un cerco a un departamento (provincia) entero, Cabañas, en el centro de El Salvador. Lo que ocultan los grandes medios, lo descubren los alternativos: la minería metálica está prohibida porque un gran movimiento popular así lo impuso, pero ahora el gobierno de Bukele está intentando reactivarla, sobre todo en el departamento de Cabañas, que se encuentra en la mira de empresas mineras para extraer oro y plata.

No era gratuito el motivo de visita de Ivanka Trump, hija del cuestionado expresidente estadounidense, a la provincia de Jujuy para concretar tratativas de negocios con el represor y neoliberal gobernador de esa región del norte argentino, Gerardo Morales.

Según las organizaciones ambientalistas OCMAL (Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina) y ADES (Asociación para el Desarrollo Económico y Social), existen más de 50 proyectos mineros que amenazan con contaminar el río Lempa, que abastece de agua a más de 3 millones de salvadoreños. Bukele promueve además inversiones en infraestructura como el Tren y el Aeropuerto del Pacífico, así como la ciudad Bitcoin.

Las organizaciones denuncian que en mayo de 2021, El Salvador se hizo miembro del Foro Intergubernamental sobre Minería, Minerales, Metales y Desarrollo Sostenible, una red de 77 países que promueve la minería metálica en el mundo. Cabañas ha sido el epicentro de la resistencia a la minería, lo que explica las razones profundas del sexto cerco a la población, primero que abarca todo un departamento.

El hilo que une a Gerardo Morales con Bukele viene de muy atrás. En 1932 se produjo un levantamiento campesino-indígena liderado por Farabundo Martí, cuando armados con machetes atacaron las haciendas de los grandes terratenientes y varios cuarteles. La represión militar dejó más de 30 mil muertos y el exterminio de las comunidades nahuas, la casi extinción de su cultura y lengua, y el inicio de una dictadura militar de 12 años que supuso el comienzo de los regímenes militares salvadoreños.

La popularidad del presidente-genocida general Maximiliano Hernández Martínez era muy alta, quizá tanto como la de Bukele. Amputaba las manos a quien robara y la muerte le esperaba a cualquiera que se levantara contra el régimen.

La dictadura de Martínez y la de su continuador, Bukele, tienen sus espejos en el continente. ¿Acaso Morales no continúa las tareas adelantadas por Videla? Poco importa si fueron elegidos o llegaron a palacio fruto de un golpe de Estado. Interesa ver lo que hay detrás, los modos de acumulación de capital.

Las resistencias también se emparentan. Al igual que los indígenas salvadoreños, los pueblos originarios de Jujuy hicieron su primer Malón en 1946, y ahora volvieron a las rutas para desplazarse hasta Buenos Aires. El reciente terrorismo de Estado argentino es contemporáneo de la guerra salvadoreña, con sus secuelas de asesinados y desaparecidos.

Si no perdemos de vista el modelo que nos oprime, que se extiende por todo el continente como una mancha viscosa de muerte, veremos que los dos bandos que tomaron forma hace cinco siglos continúan dando forma a nuestra historia de antes y de ahora. Si Bukele encarna a los conquistadores y Morales es heredero político de Julio Argentino Roca, deberíamos preguntarnos si estaremos a la altura de comprender que “ellos” vienen por “nosotros”, que no hay instituciones capaces de frenarlos….y que no nos queda otra que poner nuestros cuerpos.

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