La irrupción de las masas en Colombia o unas anotaciones sobre el 28 de abril

Manifestación en la Plaza de Bolívar de Bogotá, el pasado 28 de abril.

POR JULIÁN GRANDA /

Puede decirse que, el descontento social y político de la sociedad en Colombia ha aumentado durante el último año. Esta afirmación se soporta sobre la base de la expresión colectiva más llamativa que muestra la capacidad de organización de un territorio: la huelga de masas. Es que, si bien la huelga del 2019 se caracterizó por su monumentalidad en los principales núcleos metropolitanos del país; pues en Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, Barranquilla se manifestaron cientos de miles de ciudadanos; el 28 de abril del 2021 lo superó, y lo hizo en cuanto a extensión territorial.

Previo a la manifestación del 28 de abril, quienes fungieron como organizadores destacaban en informes que se realizarían concentraciones en al menos 180 territorios del país; pero, al hacer análisis posteriores de la participación, la cantidad alcanzó a sumar, dice Aurelio Suárez en BluRadio, 600 sitios de movilización. Y se debe apuntar que, se desarrollaron bajo acciones colectivas diversas: movilizaciones tradicionales, meetings de automóviles y motocicletas por los perímetros urbanos, cacerolazos expresados en sectores de clase media.

Y lo importante acá no es la cifra, los denominados 600, sino el hecho según el cual, el descontento se expresó tanto en ciudades metropolitanas, como intermedias, pequeñas e incluso, zonas veredales. Puede decirse que, desde el punto de vista histórico, el 28 de abril batió récord de movilización y extensión, por lo que es posible destacar que hoy son más los colombianos conscientes del estado corrupto de cosas.

No obstante, lo interesante del fenómeno no reside solo en la monumentalidad, ni tampoco en su extensión, sino también en un aspecto muy destacado por analistas que si conserva un rasgo de continuidad: en la incapacidad de representación de las organizaciones políticas. Es decir, si bien, las organizaciones políticas se manifestaron, su expresión fue escuálida, lánguida. Las banderas de Colombia Humana, Dignidad, Comunes, Congreso de los Pueblos, Socialistas, fueron vistas en la movilización, pero todas compartiendo el mismo rasgo de continuidad: mínimas frente a la masa; las individualidades adscritas en la movilización entonces no respondían a lo partidario.

Hay que observar que tampoco lo hacían frente a lo étnico; ni tampoco, lo identitario, del tipo de los hinchas de fútbol, o las mujeres feministas, o los grupos estudiantiles, sin lo sindical. Podría plantearse que habría una mezcla variopinta de todo esto con una masa más individualizada, atravesada por la crítica de las cosas del presente; y cada uno de esos grupos, hay que decirlo, convocados por un hermético y desconocido Comité del Paro, pero que, asistieron por voluntad propia y paradójicamente, de manera espontánea, no orientada.

Es decir, y acá la afirmación gruesa, en Colombia se asiste a la irrupción espontánea de las masas; del que por lo menos, puede decirse que tienen en mente un programa por derechos que encuentra en convocatorias específicas escenarios para su expresión: pero que, tales escenarios, en este caso, la lucha contra la reforma tributaria no es su límite, ni su ingrediente principal. 

Y hay que decirlo, las masas no solo piensan en derechos, sino que albergan la potencia de ir por más y esto es un aspecto novedoso y trascendental del que, no obstante, de conjunto se encuentran con unas formas de representación extremadamente conservadoras. Permítase un momento. El estatus de conservador no solo aplica para quienes se asumen bajo un partido de este nombre, sino también para quienes privilegian modelos que las propias masas se niegan aceptar en el estado de consciencia en el que están. Es conservador cuando el Comité del Paro asume como línea táctica una nueva convocatoria y perfila otra nueva convocatoria para otra movilización futura. Hilémoslas un poco más. Una vez terminan todas las acciones colectivas del 28A, el mismo hermético grupo, desconocido por las inmensas voluntades, convocan a una nueva jornada de movilización y a otra, enviándole un mensaje subrepticio a todo el país: pueden convocar, pueden negociar, pueden finalizar el descontento.

Y sobre la lógica práctica anterior se expresa lo conservador que se ha planteado. El horizonte inmediato corresponde a una estrategia de tipo sindical, que es más o menos así, muestro fuerza, podemos negociar, luego tras la victoria o derrota se puede ir a descansar. Y acá, emergen problemas de futuro del que puede destacarse, se le da cabida al adversario para que despliegue acciones tácticas para dividir y romper; el adversario logra tener tiempo en los medios para mostrarse conciliador mientras despliega lógicas de deslegitimazación y contención, del tipo: neutralizar a los huelguistas con acciones accidentales; como “los vándalos”, las amenazas de judicialización de líderes nacionales, etc.

La representación actual entonces de esta irrupción de las masas se viste de una presunta representación que la quieren disfrutar y explotar quizá hasta saciar; y ese disfrute lo harán bajo una lógica que no es avezada y que tiende a generar inconformidad dentro de las masas cuando no reflujo. Sin duda, no es posible definir qué, cómo podría ensayarse otra cosa, porque no se tiene la capacidad de ser el demiurgo de la historia, tampoco establecer con todas las palabras que la forma tradicional no será efectiva, pero algo de lo que, si se podría echar mano, sería del pasado y sus resultados de los que pueden decirse, una auto-representación de la masa, elegida sin la participación de esta, tampoco ha sido el demiurgo de la historia.

Para ser más preciso, esto les corresponde justamente a estas, a las masas. Y es que, si algo evidenciaron las jornadas posteriores del 21N de 2019 fue la capacidad de auto organización y activación de jornadas de protesta y ampliación de la consciencia, que pasó por la propia implicación de estas en la construcción del horizonte presente; a partir del 22N no fue el denominado Comité quien citó, sino la gente, la gente que días antes gastó suela y cuerdas vocales en cada gesto de resistencia que expresó.

Pero, en la actualidad, parece ser que el 28A todavía está en las postrimerías del 21N, en tanto su expresión actual, está siendo tranzada y dirigida por un denominado comité; que, no obstante, también podría desaparecer si las masas ensayan aquellas apuestas del paso, de auto-organización y manifestación; reconociendo así mismo, que se chocó con formas de representación que, en aquel entonces no dio resultados; y, en lugar de esto, promovió acciones de desorganización.

Lograr esas formas de autoorganización para el presente no es sencillo. Puesto que pasa porque ese grupo hermético y desconocido se conciba como ad hoc; o las masas la hagan considerar como tal; también, pasa porque dentro de las formas de auto organización local que se adopten, se reconozca la necesidad de establecer medidas de unidad y centralidad con sus respectivos controles democráticos de la representación y finalmente, con consideraciones sobre el horizonte; pues, con el hambre y el desempleo acuestas, no se trata de una negociación, sino de un nuevo país; tampoco se trata de un programa con medidas específicas expuestas en ejes, sino de reformas estructurales, que, tampoco pasan por lo local sobre lo nacional y que puede buscar combinar jornadas de movilización con medidas de articulación de mayor cantidad de población.

Así pues que, si esto que se ha desatado en el último año por la sociedad en movimiento nacional, no se deja atar al método sindical, si se ata con apuestas parecidas a lo que puede denominarse como la estrategia transicional de la sociedad, los resultados podrán demostrar, por lo menos, mayor implicación social, ampliación de la consciencia política y quizá, la transformación de la crisis de representación en un gran movimiento histórico que direccione una transformación radical de esta terrible formación social.

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