POR ALBERTO MALDONADO COPELLO
En su reciente informe Oxfam propone la solución para eliminar la pobreza en el mundo: “Con la aplicación de un impuesto a la riqueza de hasta el 5 % a los multimillonarios y milmillonarios podrán recaudarse 1,7 billones de dólares anualmente, lo que permitiría que 2.000 millones de personas salieran de la pobreza”. Es una solución aparentemente simple y sencilla para mejorar las condiciones de vida de una gran parte de la población mundial. Si se aplicara un impuesto del 10 % o del 20 % se obtendrían resultados maravillosos; si el impuesto fuera del 70 % se resolvería casi todos los problemas. Desafortunadamente, Oxfam no explica suficientemente por qué soluciones tan sencillas y de alto impacto no se ejecutan.
En el mismo informe se expone el diagnóstico que sustenta esta propuesta, del cual extracto algunos textos:
- “La fortuna de los milmillonarios está creciendo a un ritmo de 2.700 millones de dólares al día, al mismo tiempo que al menos 1.700 millones de trabajadores y trabajadoras viven en países en los que la inflación crece por encima de los salarios”.
- “El 1% más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), casi el doble que el 99 % restante de la humanidad”. “El 1% más rico ha capturado alrededor del 50 % de la nueva riqueza”.
- “La riqueza y la pobreza extrema en el mundo se han incrementado simultáneamente por primera vez en 25 años”.
- “Mientras la gente corriente hace sacrificios diarios en lo esencial como los alimentos, los súper ricos han superado incluso sus sueños más osados. Tras solo dos años, la presente década ya se perfila como la mejor hasta la fecha para los milmillonarios: una década dorada de bonanza económica para los más ricos del mundo, afirma Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam internacional”.
Riqueza en datos, pobreza en explicaciones
El informe tiene muchos datos sobre la concentración de la riqueza y sobre la tributación en el mundo pero es, mi opinión, bastante flojo en cuanto su sustentación teórica. Es evidente que el análisis se refiere, principalmente, a la situación del capitalismo mundial, pero no se utiliza una sola vez el término “capitalismo”. El término capital si aparece varias veces, por ejemplo, en la página 9 se menciona la insuficiente tributación sobre el capital (lo cual se reitera en las páginas 13, 15, 16, 20, 29, etc.), con referencia a las rentas del capital. En forma coherente con la ausencia del “capitalismo” tampoco aparecen una sola vez los agentes principales de esta sociedad: el capitalista o la capitalista, por una parte, y la trabajadora o el trabajador asalariado por la otra, aunque se habla de rentas del capital y del trabajo.
Prudentemente Oxfam utiliza conceptos no teóricos como ricos y pobres, es decir, conceptos surgidos de la vida cotidiana, aparentemente muy concretos, pero que realmente no explican nada sobre la estructura social y sus leyes de funcionamiento. Oxfam prefiere, eufemísticamente, hablar de ricos en distintas dimensiones: ricos, más ricos, ultra ricos, súper ricos, ricos accionistas, millonarios, milmillonarios, propietarios multimillonarios, y a ratos habla de grandes empresas y grandes corporaciones. En el otro extremo habla de pobres y más pobres, no menciona los ultra-pobres ni los súper pobres. De otra parte, el informe se refiere muy poco a las ganancias, solamente utiliza el concepto de plusvalía referido a incrementos en el valor de un activo, y tampoco profundiza en el tema de los salarios. No se hace siquiera una mención a la distribución del producto social entre ganancias y salarios.
El informe observa que al tiempo que unos pocos se enriquecen cada vez más, la gran mayoría de la población mundial se empobrece. Registra el hecho, las tendencias contradictorias de la economía capitalista, pero no expone los nexos existentes entre unos y otros. No explica qué es la ganancia en todas sus modalidades (ganancia productiva, ganancia comercial, ganancia financiera, intereses) ni tampoco qué es el salario, ni mucho menos la relación existente entre estos dos componentes del producto nacional.
La carencia de ciertos conceptos o su insuficiente desarrollo es índice de la ausencia de teoría. Esto se hace más evidente al tratar de encontrar las explicaciones sobre la desigualdad y la concentración de la riqueza y de los ingresos. En algunos momentos parecería que el informe se va a aproximar a los fundamentos del capitalismo, pero rápidamente se desvía de conclusiones potencialmente peligrosas. Por ejemplo, en la página 10 se afirma que el modelo económico es un fracaso:
“La mera existencia de milmillonarios que acumulan cada vez más riqueza y beneficios récord, mientras que la mayoría de la población se enfrena a la austeridad, al aumento de la pobreza y a la crisis del coste de la vida, deja al descubierto el fracaso de un sistema económico que no responde a las necesidades del conjunto de la humanidad”.
Aquí parecería que se va a ir a fondo, a explicar por qué el sistema económico (¿el capitalismo?) no responde a las necesidades del conjunto de la humanidad, pero no, Oxfam prefiere quedarse en la superficie. El modelo es la “teoría” del goteo económico que sostiene que no hay que gravar a las empresas y a los ricos para que estos generen más empleo y riqueza que terminará llegando a los más pobres. Y aunque para Oxfam este modelo está “ampliamente desacreditado” (no sabemos por quién), continúa “monopolizando la mentalidad de quienes nos gobiernan y sigue funcionando casi a la perfección, pero solo para una reducida élite: principalmente hombres blancos ricos de países del Norte”. ¡Qué desilusión! El modelo económico supuestamente fracasado y desacreditado no era el capitalismo sino simplemente una “teoría” de gestión del capitalismo. Pero además, las propias cifras muestran que no es un fracaso, es un completo éxito para ese 1 % de personas que concentran la riqueza.
A continuación señala algunos elementos del modelo económico que favorecen la concentración de la riqueza en manos de los milmillonarios: la legislación laboral (no precisa específicamente en qué aspectos), la privatización de los recursos públicos y la remuneración de los altos ejecutivos de las grandes corporaciones. Realmente, no hay mucho esfuerzo teórico aquí. Pero además, ni siquiera se detiene a examinarlos y rápidamente se concentra en lo que es su explicación de fondo: la enorme desigualdad en la distribución de la riqueza y la existencia de una enorme pobreza es consecuencia de la insuficiente tributación sobre los ricos, los más ricos, los ultra ricos y los súper ricos. Todo el informe se concentra en este punto. No es por tanto difícil entender que la propuesta de solución consista, precisamente, en aumentar sustancialmente los impuestos, especialmente al 1 % más rico.
La sustancia teórica de Oxfam se reduce a esta obviedad. Hay indicios de que Oxfam sabe que la desigualdad no es causada por los gobiernos, pero toma una decisión política: enfocarse en los efectos y no en las causas. ¿Qué pensaría OXFAM si en una sociedad esclavista se propusiera, para aliviar la situación de los esclavos, cobrar un impuesto a los esclavistas para gastarlo en bienes y servicios para los esclavos? ¿Qué pensaría Oxfam si en una sociedad feudal o servil se propusiera un impuesto a los señores feudales que se destinaría a mejorar el consumo de los siervos? Pues, muy probablemente, a Oxfam le parecería una extraordinaria propuesta.
Oxfam no ve problema alguno en que existan por un lado capitalistas (ricos, más ricos, mega ricos, ultra ricos, súper ricos, millonarios, mil millonarios) y por el otro, trabajadores asalariados y por cuenta propia pobres y más pobres. Esto no le preocupa: ni siquiera se lo pregunta. La existencia de una desigualdad cualitativa (con efectos cuantitativos) entre las personas es para Oxfam algo natural; ni siquiera indaga por la razón de la existencia de unos seres humanos propietarios de grandes corporaciones y de enormes cantidades de dinero y de otros seres humanos sin nada, obligados a vender su fuerza de trabajo a los primeros.
Para Oxfam es normal que cientos de millones de trabajadoras y trabajadores asalariados elaboren todo el producto y se quedan con una parte del total que distribuido entre todos es pequeña para la gran mayoría, al tiempo que millones no encuentran empleo. El problema para Oxfam no es un sistema económico en el cual unos pocos concentran la gran mayoría de la riqueza debido a la organización de la estructura productiva (incluso en la democrática Dinamarca el 1 % se queda con la gran mayoría de la riqueza), sino que no se les cobran impuestos. Oxfam no está en contra de la esclavitud y la servidumbre asalariada, está en contra de que no se les cobren impuestos más altos a los capitalistas. Oxfam quiere que se mantenga la relación de explotación y dominación, pero atenuada.
El modo de producción capitalista se fundamenta en la búsqueda incesante de plusvalor (de un excedente bajo la forma de ganancias, intereses y rentas), y de la búsqueda de reinversión de dicho plusvalor, es decir, de la acumulación del capital, proceso en el cual el capital se concentra y centraliza en pocas manos, al tiempo que se conforma un ejército industrial de reserva (desempleo y subempleo) que limita las posibilidades de la clase trabajadora de mejorar sus salarios y la participación en el valor agregado, todo lo cual conduce a la creación de un polo de riqueza en un extremo y de un polo de pobreza en el otro. Esto ya fue observado desde el siglo XIX por diversos analistas y fue expuesto teóricamente por Marx en El capital, especialmente en el capítulo sobre la ley general de la acumulación capitalista. Hablar de la ley del más rico no es más que una expresión de una ultra ignorancia intelectual o una súper pobreza mental. Desde la lógica del capitalismo es un indicador de éxito la enorme concentración de ingresos y de riqueza: esto muestra que el capitalismo está funcionando cómo debería.
Pero incluso limitándonos a la estrecha mirada de Oxfam el propio informe tiene otros vacíos mega protuberantes. Por una parte, idealiza un período pasado de la historia mundial en la cual supuestamente los ricos tributaban más y se resolvían los problemas sociales. Por la otra, asigna a los gobiernos la tarea de incrementar sustancialmente la tributación pero, obviamente, no puede dejar de ver que los propios gobiernos están bajo el control y la influencia de los ricos en todas sus categorías. Por ejemplo, afirma que “la concentración extrema de la riqueza socava el crecimiento económico, corrompe las políticas y los medios de comunicación, erosiona la democracia y acentúa la polarización política” (p. 10).
“Los gobiernos son en gran parte responsables de esta explosión de desigualdad. La mayoría no ha puesto en marcha políticas progresistas para evitar o reducir la desigualdad, que faciliten la redistribución de la riqueza y el poder y que permitan romper el círculo vicioso por el que los más ricos capturan las políticas e influyen en las decisiones de gobierno” (p. 17).
Oxfam intuye, pero no profundiza, el hecho de que en una sociedad capitalista el Estado es…capitalista. Es decir, su función primordial es garantizar el mejor funcionamiento posible de la producción capitalista con todas sus consecuencias. No es solamente un asunto de mayor influencia o de captura del Estado por los capitalistas, es que su razón de ser consiste precisamente en garantizar que la relación social básica de producción se mantenga.
Oxfam señala además que los grandes magnates de los medios de comunicación protegen los intereses de los ultra-ricos:
“¿Por qué una medida como gravar la riqueza, que parece de sentido común y cuenta con un amplio apoyo ciudadano, no es una prioridad absoluta en las agendas políticas? Como cabía esperar, no todos los súper ricos son partidarios de pagar más impuestos. Además, tienen la influencia necesaria para proteger sus intereses; lo hacen tanto de manera directa, presionando informalmente a los decisores políticos y a través de donaciones y acciones de lobby, como de forma indirecta, a través del control y la propiedad de los medios de comunicación”.
“En Francia, 11 milmillonarios tienen en su poder las agencias y medios de comunicación que controlan más del 80 % de los periódicos que se venden cada día en el país, además del 57 % de la cuota del mercado televisivo y el 47 % de la cuota del mercado de la radio. En Estados Unidos, un reducido grupo de milmillonarios, entre los que se encuentran Jeff Bezos, Michael Bloomberg y Rupert Murdoch, ejercen un importante control sobre un gran porcentaje del sector periodístico nacional. Un elevado porcentaje de los medios de comunicación en México son propiedad del hombre más rico del país, Carlos Slim. El expresidente de Kenia, Daniel Arap Moi, considerado uno de los hombres más ricos del país, era el dueño de varios periódicos de gran tirada, entre ellos el Standard, antes de su fallecimiento en 2022. En India, 72 canales de televisión que llegan a más de 800 millones de personas son propiedad de una sola persona: el milmillonario Mukesh Ambani. La concentración de la propiedad de los medios de comunicación en manos de un pequeño grupo de privilegiados súper ricos, y el consiguiente poder y capacidad de influencia en el debate político que este control les otorga, supone un reto considerable para la puesta en marcha de reformas progresistas”.
Frente a esta situación de dominio del Estado y de los grandes medios de comunicación por los capitalistas, a Oxfam simplemente se le ocurre afirmar, con la mayor ingenuidad posible, que hace falta que la ciudadanía participe y controle. Se ilusiona con la gestión de algunos gobiernos progresistas en el mundo y se entusiasma con que el FMI, el Banco Mundial y la OCDE están hablando de la desigualdad y la necesidad de recaudar mayores tributos, así como de la carta de unos ultra-ricos proponiendo que les cobren más impuestos.
Aunque aparentemente Oxfam trabaja en función de los intereses de los pobres su enfoque teórico y político contribuye a reforzar el capitalismo. No se hace las preguntas de fondo y por tanto se queda en un tratamiento superficial. Puede ser ingenuidad o pereza mental, algo usual en los organismos internacionales de Naciones Unidas, que hacen mucho énfasis en la descripción y la indignación y muy poco en la explicación. El denominador común es que no tocan al capitalismo como la causa matriz de todas las desgracias de la clase trabajadora. Ni lo mencionan, lo dejan a un lado, con lo cual simplemente lo legitiman y defienden.
Revista Sur, Bogotá.
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