POR OCTAVIO QUINTERO
“… Vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia”.
– Gustavo Petro (discurso de triunfo). ¿Más que calmar la prevenciones de la empresa privada nacional, fue un mensaje a Washington?
La fortuna política acompaña el inicio del gobierno de Gustavo Petro en Colombia. Fue tan mediocre el presidente Iván Duque, y tan corrompido, que lo poquito hecho por Petro a hoy, ya parece bastante, de un lado; y por otro, la sacudida geopolítica en pro de un mundo multipolar, tiene en jaque el poder hegemónico de Estados Unidos, obligado a revisar su arrogancia política, económica y comercial con Latinoamérica…
Esta faceta internacional ofrece a Petro la oportunidad de convertirse en importante voz regional, frente a un EE.UU. hostigado ante el empuje chino-ruso. Sus primeros movimientos en este contexto, parecen intuir la oportunidad. De entrada, aboga por una integración latinoamericana que le dé autonomía en iniciativas propias y fuerza a la región en los organismos multinacionales, especialmente en el seno de la ONU.
En el campo nacional, conectado con Washington ya modificó la visión de Colombia sobre la guerra al narcotráfico, que calificó de fracaso total; su lucha contra los cultivos de coca en parcelas campesinas se basará en programas socioeconómicos, antes que en operaciones armadas; prohibió la fumigación aérea con glifosato y la erradicación forzosa de los cultivos… Con la anuencia de Washington, se supone, o sin ella, reabre plenas relaciones políticas y comerciales con Venezuela; reemprende los diálogos de paz con el ELN en Cuba y extiende su concepto de “paz total” a grupos abiertamente narcotraficantes y, de paso, modifica el concepto arrodillado que se tenía sobre su extradición, al solo pedido de Washington.
Pero el tiempo apremia. Este gobierno arranca con un fardo de reformas políticas, económicas y sociales bastante pesado. De momento, lucha por sacar una compleja reforma tributaria que toca privilegios otorgados a los más ricos… Ya doblaron el brazo del Ministro de Hacienda en propuestas sensibles a su favor, y los titulares de los medios hegemónicos le cobran por ventanilla: “La reculada de José Antonio Ocampo vale oro”. El propio Petro admite que las reformas que no salgan en la “luna de miel” quedarán al vaivén. En ese ínterin están todas las sociales: salud, educación, laboral y pensional.
A ello agréguese el desfinanciamiento presupuestal en que recibe al Ministerio de Agricultura e instituciones como la Agencia Nacional de Tierras y el Instituto Geográfico, clave en la investigación y restitución de tierras despojadas a familias campesinas que conforman, de paso, los millones de desplazados que acrecientan los problemas sociales y de orden público de las grandes ciudadanos, empezando por la capital, Bogotá.
En lo doméstico, el inconformismo germina ante el nombramientos en altos cargos del Estado de funcionarios tildados de corruptos, como es el caso del Ministro de Transporte; o de contradictores abiertos al Pacto Histórico que impulsa el cambio, como los viceministros de Agricultura y Minas… El caso de la MinTic, designada en primera instancia, fue un desgaste innecesario: la nombró, la desnombró, la volvió apoyar y finalmente no la posesionó… Las mangualas políticas en el Congreso siguen vigentes, exigiendo tajadas burocráticas o buscando refugio a su corruptela.
Capítulo aparte merece las sensibles Fuerzas Armadas que, al decir de fuentes que pasan por bien informadas, no todos los altos mandos se conforman con ser subalternos hoy de un guerrillero de ayer. El remezón de efectivos en las FF.AA. se acerca a los 50 generales del Ejército y la Policía y, al natural desgaste político que ello conlleva, la opinión pública le sigue cuestionando ante la presencia en la cúpula de oficiales señalados por corrupción o “falsos positivos”.
Toda una paradoja conforma este arranque de Petro. Su solo triunfo obró el milagro de transformar el aciago popular en esperanza de cambio: ojalá tenga gasolina suficiente para coronar la meta llena de obstáculos que se vislumbran al frente, especialmente orquestados por unos medios (prensa, radio y televisión) en poder de grupos económicos (Sarmiento Angulo, Sindicato Antioqueño, Ardila Lulle, Santo Domingo y Gilinski, dueños de todo), que se batirán en contra de la implementación de una justicia social, bandera izquierdista del gobierno incipiente.
La misma premura marca el tiempo con Washington: Petro tiene solo tres meses de gracia, sin mayor oposición de Washington. A partir de las elecciones legislativas, en noviembre, los republicanos pueden retornar con sus mayorías al Senado. Y no cabe duda de que todos son adversos a cualquier tendencia de izquierda, la más insignificante que sea, y la imagen de Petro en estos escenarios políticos, es esa, a pesar de que en su discurso de triunfo haya dicho: “… Nosotros vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia…”. Políticamente hablando, el Partido Republicano es de una derecha pétrea, no petrista.
Fin de folio.- La autoridad monetaria en Colombia no es monetaria sino monetarista. De momento aconseja prudencia en el aumento salarial del año entrante.
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