La particular “interpretación” de Colombia del mal llamado “Nobel de Economía”, James Robinson

James Robinson

POR ALBERTO MALDONADO COPELLO /

En 2016 publicó James Robinson, ganador del mal llamado Premio Nobel de Economía (que no existe), versión 2024 (lo que existe es el Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en Memoria de Alfred NobelAdministrado por la Fundación Nobel, financiado por fondos del propio banco. Este galardón simplemente es un truco publicitario del neoliberalismo), un ensayo titulado ‘La miseria en Colombia’ [1] en el cual aplica su “marco teórico”. Es un texto de cerca de 70 páginas en el que el autor realiza la proeza de hablar de la realidad económica y política colombiana sin mencionar una sola vez al capitalismo, a los capitalistas, a los trabajadores asalariados, a la ganancia, los intereses, las rentas de la tierra o los salarios.

¿Qué país habrá estudiado Robinson? ¿Cómo habrá hecho para no observar ni darle relevancia a ninguna de las características inherentes de la sociedad capitalista? Es conveniente estudiar este extraordinario esfuerzo de ceguera intelectual para lo cual procederemos en este artículo a resumir el diagnóstico que hace sobre la miseria en Colombia, examinando en primer lugar la información sobre los “hechos” y luego su particular interpretación de estos.

El Banco Central de Suecia es el que anualmente entrega el mal llamado “Premio Nobel de Economía”.

Robinson plantea un esquema muy simple. La pobreza y el atraso del país se debe la existencia de instituciones económicas extractivas, que a su vez son un efecto de instituciones políticas extractivas, dentro de las cuales destaca la baja calidad de la democracia y la existencia de un Estado ineficaz. No es claro en este esquema a qué se debe que la democracia tenga muy baja calidad, pero Robinson señala que se trata de un predominio de intereses de las elites que dominan a los sectores populares, los cuales no tienen mayor voz en el sistema político. El enfoque de Robinson consiste en vincular la esfera económica con la esfera política centrándose en hechos sobre los cuales busca algunas relaciones de causalidad. Realmente no hay mayor profundidad teórica sino un simple empirismo. En el fondo su argumentación se reduce a “culpar” al sistema político y al Estado de la pobreza sin hacer ningún análisis de fondo sobre la naturaleza del modo de producción y la articulación entre sus distintas esferas. Es claro que según el premio Nobel el capitalismo no tiene mayor responsabilidad en estas situaciones.

Los hechos

Robinson afirma que “durante la mayor parte de la historia del país, la mayoría de los colombianos han (sic) vivido en pobreza absoluta…”. Nos dice que “Colombia es un país con mucha gente pobre y siempre lo ha sido” (p. 10) y presenta varias afirmaciones y estadísticas:

  • A pesar de 120 años de crecimiento económico sostenido que inició en 1890, de la expansión educativa, la urbanización y la “modernización”, en Colombia la pobreza y la violencia siguen siendo persistentemente altas, a pesar de que se ha logrado reducir recientemente.

  • Asimismo, la proporción del PIB per cápita de Colombia en comparación con Estados Unidos se ha deteriorado, pasando de 34% en 1872 a 23% en 2016; esta proporción se ha estabilizado en el rango de 20-25% durante los últimos sesenta años.

  • Por tanto, la posición económica de Colombia con relación a las naciones que lideran la economía mundial se ha deteriorado, algo que tiene en común con los países latinoamericanos.

  • No debería haber pobreza: si bien Colombia no es un país rico, su nivel de ingreso per cápita es perfectamente consistente con una situación en la que nadie debería ser pobre (pp. 13 y 14).

  • La desigualdad es elevada. El 45 % del ingreso nacional es devengado por el 10 % más rico de la población y el 14 % de los terratenientes son propietarios del 80 % de la tierra (Ibáñez y Muñoz, 2011)” [2] (p. 14).

  • La desigualdad no se ha reducido a lo largo del desarrollo de la economía colombiana. El coeficiente de GINI es más o menos constante desde 1960, la CEPAL considera que aumentó sustancialmente desde la década de 1930 y según el Banco Mundial la proporción del ingreso devengada por el 10 % más rico ha sido constante desde 1980.

  • “Colombia es el país más desigual en América Latina. Por ejemplo, el Banco Mundial reporta un coeficiente de Gini de ingreso de 55,9 en 2010 para Colombia, el más alto de América Latina” (p. 14).

No se ha hecho nada para cambiar la desigualdad

“La evidencia de esta persistencia fundamental proviene del hecho de que incluso las reformas de 1991 no hicieron nada para cambiar la desigualdad. Puede que el Estado esté mejor financiado, pero no está financiado por las élites, quienes prácticamente no pagan impuestos. En Colombia, el coeficiente de Gini posimpuestos (sic) es igual al coeficiente de Gini preimpuestos (sic). Así que, si bien ha habido un cambio hacia una sociedad más incluyente, este cambio ha sido bastante lento y no ha interrumpido el funcionamiento básico del equilibrio, incluso si ha disminuido la pobreza” (p. 72).

La pobreza es principalmente consecuencia de la desigualdad

Señala Robinson, inicialmente, que la razón por la que hay colombianos pobres es porque hay mucha desigualdad en el país. Aunque el tamaño del producto por habitante es muy bajo sería suficiente para garantizar una mejor condición de vida a todo el mundo. Considera que hay un conjunto de factores que determinan la pobreza como la distribución de la tierra y del capital humano, el funcionamiento del mercado laboral y el desempleo, y la provisión de bienes y servicios públicos por parte del gobierno (véanse Joumard y Londoño). Robinson, no obstante, no examina las causas de la desigualdad.

Sin embargo, la razón de fondo para Robinson es la existencia de instituciones económicas “extractivas” o la carencia de instituciones económicas incluyentes que si crean incentivos y oportunidades generando prosperidad. La existencia de instituciones económicas extractivas es generada por instituciones políticas extractivas. La argumentación general de Robinson, expuesta en libros como ‘Por qué fracasan los países’, consiste en atribuir las causas del atraso, la pobreza y el fracaso de los países, a las instituciones políticas extractivas [3]. Es conveniente entonces examinar qué entiende por instituciones políticas y económicas extractivas y revisar sus características en Colombia. Cómo veremos, Robinson al llegar a las instituciones políticas extractivas no hace la siguiente pregunta lógica: ¿por qué existen instituciones políticas extractivas?

Evidencias de las instituciones económicas extractivas

Robinson señala que una medida clara de la naturaleza extractiva de las instituciones económicas en Colombia es la cantidad de personas desplazadas por la violencia, dado que esto refleja la expropiación masiva de tierras y bienes y la inseguridad de los derechos humanos y de la propiedad. Otro indicador es la cantidad de personas sin títulos de propiedad de la tierra bien definidos y formalizados. “Estas instituciones extractivas les roban a las personas los incentivos y las oportunidades para invertir en capital humano y físico, para ahorrar e invertir, es decir, para todas las cosas que generan prosperidad. Además, les roban sus vidas, posesiones y bienes”. Robinson se enfoca aquí en la propiedad de la tierra y el desplazamiento, lo cual es relevante. Pero no se pregunta, y tampoco responde, por qué razón la mayoría de los trabajadores (no solo los campesinos) no tienen mayor propiedad, ni capacidad de ahorro, ni cosas que les generen prosperidad. La mirada de Robinson es restringida.

Las instituciones económicas dependen de las instituciones políticas

Robinson considera que las instituciones políticas crean y mantienen las instituciones económicas extractivas. En términos muy generales dichas instituciones políticas son una fuerte concentración del poder político y un Estado débil e inefectivo (pp. 21-22). Con respecto a la concentración del poder político Robinson considera que en Colombia existe una “democracia de muy baja calidad”.

Robinson plantea que la democracia en Colombia ha sido altamente disfuncional y de muy baja calidad por tres razones: a) gran impacto de la violencia y el fraude en las elecciones; b) compra de votos en gran magnitud para ganar las elecciones; y c) profundo clientelismo. Señala que “en Colombia la democracia que verdaderamente existe trabaja de una manera muy imperfecta”. Esta democracia imperfecta según Robinson crea instituciones económicas extractivas y pobreza. ¿Por qué? Porque la naturaleza no competitiva y clientelista de las elecciones conduce a robos y desvío de fondos por parte de los políticos y se reduce la cantidad de dinero asignado a los bienes públicos (hay menos vías, aislamiento y menores oportunidades, peores colegios, acceso a educación de baja calidad, carencia de recursos para garantizar los derechos de propiedad y la seguridad). De otro lado, buena parte de los cargos públicos no se asignan a las personas más calificadas. En síntesis, el Estado no cumple adecuadamente su función de proveer un conjunto de bienes públicos que podrían reducir la pobreza.

Un segundo rasgo general de las instituciones políticas extractivas es la efectividad y capacidad del Estado. Robinson examina la realidad colombiana a partir de un “deber ser” del Estado. Considera que un Estado capaz y efectivo es un prerrequisito para el desarrollo económico y la reducción de la pobreza, así como para el suministro de bienes públicos básicos como la ley y el orden, los derechos de propiedad y la seguridad. De acuerdo con esto parecería que la causa del atraso y de la pobreza es la ineficacia e incapacidad del Estado.

Menciona un conjunto de deficiencias del Estado colombiano:

  • No ejerce el monopolio del uso legítimo de la fuerza física. El Estado colombiano es lamentable, “nunca ha tenido el monopolio de la violencia en su territorio” (p. 38). Además, señala, el Estado cede funciones propias del Estado a los paramilitares y a la guerrilla (por ejemplo, construir bienes públicos como carreteras).

  • No es capaz de realizar un censo nacional de manera regular y hay grandes problemas con respecto a la policía y el sistema judicial.

  • No ha desarrollado un sistema fiscal para sostener un Estado moderno. Los ingresos fiscales son cerca del 14 % del PIB lo que indica que es un Estado notablemente pequeño (p. 41).

  • La relación de empleados gubernamentales con respecto a la fuerza laboral del país es la menor de América Latina: apenas 4,7 % mientras que el promedio de la OCDE es 15 %. Además, el Estado colombiano no recluta y promueve a sus empleados por meritocracia.

  • El sistema tributario es muy regresivo y nada redistributivo. Los impuestos a la renta personal son solo 1 % del PB y el decil más pobre de la población paga 4,5 % de sus ingresos en impuestos el decil más rico paga 2,8 %.

Todos los caminos conducen a lo mismo: la causa de la pobreza es la ineficacia del Estado. Robinson se enfoca en las consecuencias y no en las causas.

“La ineficacia del Estado es causa de la pobreza: la ausencia de monopolio de la violencia y la falta de recursos fiscales y de capacidad burocrática han tenido un papel muy importante en la creación y sostenimiento de la pobreza. Fundamentalmente, significa que cualquier ley bien intencionada que se apruebe en el país será muy difícil de implementar en gran parte del territorio nacional. El Estado es estructuralmente incapaz de proporcionar bienes públicos, como la ley, el orden o las vías, y tampoco recauda información apropiada sobre las personas ni sus bienes” (p. 43). Pone como ejemplo la ineficacia en la aplicación de la ley de víctimas. Pero a pesar de todo esto el Estado funciona mejor hoy en día de lo que funcionaba en el pasado. El Estado colombiano es extractivo “porque los colombianos del común no tienen el poder para cambiar las cosas debido a la forma en que funciona la democracia” (p. 47).

Y a su vez, la causa del mal funcionamiento del Estado es la baja calidad de la democracia. ¿Y por qué es baja la calidad de la democracia? Robinson no responde esto. Llega a un punto muerto en el cual se detiene y no sigue profundizando. Es difícil darle el nombre de democracia a un sistema político con tantas deficiencias y en el cual se recurre a la represión más brutal contra los opositores. Robinson plantea que el sistema político colombiano ha sido capaz de realizar la misma tarea que las dictaduras del cono sur manteniendo ciertas formas democráticas.

En Colombia no se necesita una dictadura abierta para reprimir a los opositores

“Este último mecanismo es quizás el más directo. En Chile, en 1973, las fuerzas armadas del país debieron derrocar a un gobierno elegido democráticamente para poder asesinar a 3.000 oponentes políticos. En Colombia no es necesario un golpe de este tipo. En la década de 1980, el partido de izquierda Unión Patriótica fue obliterado por los paramilitares y el Ejército colombiano. Los asesinatos incluyeron a dos candidatos presidenciales, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa, ocho congresistas, once alcaldes, setenta concejales locales y posiblemente hasta cinco mil activistas. Sin necesidad de ningún golpe. El asesinato ha sido una herramienta tradicional para mantener el statu quo político en Colombia, incluso se remonta a los asesinatos de Rafael Uribe Uribe en 1914 y de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, y su uso se facilita debido a la ausencia de monopolio de la violencia y a la persistencia de instituciones políticas extractivas” (p. 60).

… “como afirmé anteriormente, la naturaleza del sistema permite que quienes lo reten sean asesinados con total impunidad. Después de que se desmovilizó, Guadalupe Salcedo fue asesinado en una calle en Bogotá en 1957. Por lo tanto, las élites colombianas nunca han tenido la necesidad de usar al Ejército para asesinar a sus competidores políticos. Segunda, la evidencia para América Latina sugiere que invitar a los militares para que eliminen a quienes reten el poder político tiene consecuencias muy negativas para las élites”.

Aunque nuestro “premio Nobel” recurre a eufemismos como “obliterar” a la Unión Patriótica y dice verdades a medias como que “las élites colombianas nunca han tenido la necesidad de usar al Ejército para asesinar a sus competidores políticos”, se le abona que no deja de registrar las características de la “democracia” colombiana realmente existente.

Considera que el bajo nivel de la democracia y la persistencia de instituciones políticas extractivas se debe a un “equilibrio político particular” entre las élites que se expresa en la carencia de incentivos para crear un Estado moderno (Pero no nos explica por qué razón no han existido dichos incentivos). Afirma que nunca ha habido el consenso para crear un Estado que ejerza autoridad sobre extensas áreas del país y que se ha configurado una relación entre instituciones inclusivas y exclusivas al mismo tiempo; las élites nacionales se unen con las élites locales. Plantea que desde el centro político dominante y de los sectores económicos más poderosos hay intereses para saquear a la periferia, utilizando también métodos ilegales. Menciona algunos ejemplos:

  • El desplazamiento de la población fue realizado por paramilitares y por el Ejército y detrás venían los grandes negocios como los cultivos de palma.
  • Grandes empresas capitalistas han desarrollado estrategias para concentrar la tierra, como son los casos de Riopaila y Carguill.

Las grandes empresas capitalistas saquean la periferia

“Sin embargo, recientemente el grado en el que las élites bien conectadas, con la ayuda de firmas de abogados de alta sociedad, esquivan y rompen la ley para violar severamente sus intenciones, se ha vuelto claro. Tomemos el caso de Riopaila-Castilla, una compañía azucarera del Valle del Cauca, dueña del Proyecto Veracruz, que en 2010 creó 27 sociedades anónimas simples (SAS), con la ayuda de la firma de abogados Brigard & Urrutia, y compró 42 parcelas de tierra en el este del departamento del Vichada, el equivalente a 35.000 hectáreas (Oxfam, 2013). La creación de una gran cantidad de empresas fantasma permitió que Riopaila burlara la ley. Las SAS compraron tierras que antes estaban designadas como baldíos, y que luego vendieron para que todas quedaran en manos de Riopaila. Este tipo de tácticas también permitieron a Luis Carlos Sarmiento, el hombre más rico de Colombia y quien tiene intereses en Riopaila, adquirir 16.000 hectáreas para sí mismo. No solo los colombianos se aprovecharon de este sistema. Cargill, la corporación multinacional con base en Estados Unidos, mediante el fondo de inversión Black River, creó 40 SAS y compró 43 parcelas de tierra en Vichada, que representan 61.000 hectáreas” (p. 53).

“El Estado extractivo de la periferia colombiana une los intereses de las élites de alta sociedad con los de las élites de “baja sociedad”. Por ejemplo, aunque las plantaciones ilegales de palma en el Urabá chocoano fueron sembradas inicialmente por los paramilitares, ambos tipos de élites hicieron grandes inversiones” (p. 53).

James Robinson

“Recibieron respaldo financiero gubernamental por medio del Fondo para el Financiamiento del Sector Agropecuario (Finagro), el Fondo Agropecuario de Garantías y el incentivo a la capitalización rural. También se beneficiaron de los fallos del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder). En 2005, por ejemplo, después de reconocer el derecho de 1.125 familias de la región a tierras colectivas, el Incoder decidió descontar 10.000 hectáreas y asignarlas a empresas de palma”.

“Pueden aprovecharse de las instituciones extractivas para saquear activos y luego pueden usar las instituciones incluyentes del centro de Colombia para protegerlos. Que esta sea la situación normal es algo que está prácticamente arraigado en las mentalidades colombianas, incluso entre las firmas de abogados de alta sociedad. (p. 54). Una periodista preguntó a un abogado de Brigard & Urrutia: ‘¿Hicieron leguleyadas para quedarse con las tierras?’. El hombre responde: Brigard y Urrutia: ‘La ley está para interpretarla. Acá no son blancas o negras, son interpretadas […] Nosotros asumimos una [interpretación de la ley] que creemos que es la correcta’” (p. 54).

Señala que las élites políticas juegan a dos bandas. Por ejemplo, el caso de Santos con relación a la vía de la prosperidad en la Costa Atlántica. Por un lado, desde el centro se cumplen ciertos parámetros de eficiencia y legalidad al tiempo que por el otro los mismos políticos establecen alianzas con sectores políticos y económicos corruptos e ilegales en las regiones. Cualquier parecido con Cambio Radical es pura coincidencia.

Robinson resume su argumentación en la siguiente forma:

Primero, la pobreza en Colombia se puede explicar por la presencia de instituciones económicas extractivas; segundo, la raíz de las instituciones económicas extractivas se encuentra en las instituciones políticas extractivas, las cuales tienen dos dimensiones: una distribución estrecha del poder político y un Estado débil e inefectivo. Las instituciones políticas colombianas son extractivas en las dos dimensiones. Señala que le cuesta trabajo entender la yuxtaposición de instituciones extractivas e incluyentes, lo que lo lleva a afirmar: “Dependiendo de lo que se quiera enfatizar, uno puede hacer que Colombia se vea como un país bastante exitoso o, por el contrario, como el Congo”. Insiste en que Colombia es un país pobre y el más desigual de América Latina. Colombia está atrapada en un sistema de instituciones económicas extractivas.

La solución a todo esto es simple: cambiar las instituciones políticas extractivas [4].

Sin embargo, no es tan simple. Hay intereses en conflicto, unos más poderosos que otros que dominan la situación. “Sin embargo, las instituciones colombianas también se mantienen en su lugar, no solo gracias a los intereses de las élites, sino también por el fracaso de la acción colectiva de quienes están afectados por el sistema”.

Robinson es un maestro del eufemismo. Por un lado, aunque menciona al grupo Santo Domingo, a la firma de abogados Brigard y Urrutia, a Carguill, a Luis Carlos Sarmiento, etc., los denomina prudentemente “élites”, un término que no dice mayor cosa si no se vincula a los fundamentos económicos que las explican. Por el otro, se refiere a “quienes están afectados por el sistema”. Uno se imagina que tiene en mente a los campesinos (expropiados y desplazados) y los millones de pobres y miserables, que con simplemente dar una mirada a las estadísticas del DANE encontraría que son trabajadores asalariados de bajos salarios y trabajadores por cuenta propia de bajos ingresos (incluidos los campesinos). Pero en el mundo conceptual de Robinson no existen ni los capitalistas ni los trabajadores asalariados.

La exposición de Robinson se refiere en general a Colombia o al país: habla de la pobreza del país, del atraso del país, de las instituciones extractivas de la nación. Pero aun así es casi imposible no darse cuenta de que hay unos que en medio de dicha pobreza y atraso se benefician y tienen condiciones de vida mejores que otros (unos viven como en el Congo otros como en Suiza). Robinson obviamente los ve, pero no tiene o no quiere utilizar el concepto apropiado para denominarlo Adicionalmente estas clases están en conflicto, más o menos abierto. Con una ingenuidad indigna de un propio Nobel plantea que “las instituciones colombianas también se mantienen en su lugar, no solo gracias a los intereses de las élites, sino también por el fracaso de la acción colectiva de quienes están afectados por el sistema”.

Finalmente, considera que lograr una sociedad más incluyente y resolver los “problemas del país” depende de las movilizaciones de las organizaciones populares: “La mayor esperanza para llevar a Colombia a ser una sociedad más incluyente son este tipo de movilizaciones, y la solución a algunos de los problemas que ya describí, en particular la falta de una esfera pública o una interpretación común de los males que aquejan a la sociedad”. Si los afectados (suponemos que negativamente) por el sistema se organizan se podría lograr que la sociedad obligue a las instituciones a volverse más incluyentes [5].

“Este argumento nos da algo de esperanza de que es posible lograr un punto de inflexión, en el cual los elementos incluyentes de las instituciones en Colombia se vuelvan lo suficientemente poderosos como para erradicar de una vez por todas a las instituciones extractivas, como ha ocurrido históricamente en todas las sociedades que ahora son incluyentes”.

Obviamente si las élites no obliteran a los sectores populares.

El análisis del profesor Robinson sobre la miseria en Colombia es miserable [6]

Este texto del profesor Robinson es extremadamente pobre, especialmente en lo teórico. Robinson no tiene las categorías apropiadas para leer la realidad colombiana. En lo fundamental no ve o no quiere ver que la pobreza de la gran masa de trabajadores (asalariados y por cuenta propia) radica inicialmente en la carencia de medios de producción (en forma absoluta o relativa) y en la naturaleza del sistema económico que busca obtener el mayor excedente económico a costa de restringir los salarios directos e indirectos de los trabajadores. Esta miopía lo lleva a ver solamente instituciones económicas extractivas en el Estado, deficiencia fundamental de su análisis.

Sin embargo, a partir de algunas de sus observaciones sobre la realidad colombiana podríamos hacer una lectura en nuestra opinión más adecuada de la situación utilizando la idea de instituciones extractivas:

  • La causa de la pobreza y miseria de los trabajadores asalariados y por cuenta propia es la existencia de una institución económica extractiva básica: el modo de producción capitalista.
  • El capitalismo se basa en la extracción de la propiedad de la tierra y otros medios de producción a los productores directos. Estos procesos han ocurrido históricamente en el inicio del capitalismo, pero siguen ocurriendo sobre la marcha de la acumulación capitalista, como se ve en el caso del desplazamiento forzado de millones de personas por parte de los paramilitares y agentes del Estado.
  • Igualmente en su funcionamiento cotidiano el capitalismo se basa en la extracción de un excedente a los trabajadores asalariados mediante la forma de ganancias productivas, comerciales, financieras, intereses y rentas de la tierra. Todos los años, según el DANE los capitalistas extraen en Colombia cientos de billones mediante el excedente bruto de explotación.
  • El capitalismo es una relación entre clases sociales. Las básicas son los capitalistas (en sus diferentes formas, complementados por los terratenientes) y los trabajadores asalariados (en sus diferentes categorías), y los trabajadores por cuenta propia.
  • Los capitalistas que concentran el poder económico dominan el sistema político y el Estado. Mediante diversas prácticas descritas por el profesor Robinson como el clientelismo, el fraude electoral, el nombramiento de los funcionarios públicos, etc.) controlan los procesos políticos y el aparato estatal. En las instituciones económicas (las empresas capitalistas) no hay democracia interna y la democracia en la esfera política es de muy baja calidad.
  • El Estado capitalista es una expresión de la estructura de producción capitalista y por tanto responde a sus objetivos esenciales. El fundamental, garantizar las condiciones de propiedad privada que permitan la obtención permanente de un excedente.
  • Existe un conflicto entre los capitalistas y los trabajadores asalariados con relación, principalmente, a la distribución del producto social y la magnitud del salario y de los ingresos por cuenta propia, ya sea en forma directa o con respecto a la asignación de los recursos estatales. Los capitalistas son evidentemente quienes se benefician del sistema y los trabajadores los que se perjudican. El conflicto entre las clases es fuerte y abierto en algunos momentos en otros está latente.
  • En aquellos casos en que representantes de los sectores populares se oponen políticamente y adquieren cierta fuerza el Estado, con el apoyo unánime de los capitalistas los reprime. En el caso colombiano, como muestra el profesor Robinson la clase política y económica dominante ha reprimido y eliminado físicamente a sus opositores (como hicieron las dictaduras del Cono Sur) manteniendo ciertas formas de la democracia procedimental.
  • El cambio de la institución extractiva fundamental, el modo de producción capitalista solo ocurrirá en la medida en que las clases fundamentales se organicen y tomen el poder. Sin embargo, esto es algo que no está a la orden del día.

Colombia un país exitoso

La prensa acaba de difundir los resultados de las ganancias de los bancos en Colombia durante el tercer trimestre de 2024 [7]. Este es el principal indicador de la buena salud del sistema capitalista. En total los bancos obtuvieron 6,4 billones de pesos. La revista Pulzo nos cuenta que don Luis Carlos Sarmiento celebra: “el Grupo Aval reportó las utilidades que le dejaron el tercer trimestre de 2024, que registraron un importante crecimiento de más del 100 %” [8]. Afortunadamente para él Colombia no es un país fracasado. Colombia no solo es el país de la belleza, también es de la ganancia.

El profesor Robinson se enfoca en la dimensión política y estatal de la sociedad e ignora y no profundiza en la dimensión económica. Plantea una especie de determinismo conceptual inverso al que siempre se ha criticado a los marxistas ortodoxos. Creo que el profesor Robinson aprendería mucho estudiando El capital de Marx.

La contribución teórica de William Ospina

William Ospina

Siempre que lee uno algún texto en el cual se habla “de los problemas de Colombia, del país o de la nación” sabe uno que con mucha probabilidad se trata de un texto superficial. William Ospina, maestro en el arte de la banalidad en materia de análisis de la realidad económica y política nos da un nuevo ejemplo en su columna en El Espectador del 17 de noviembre de 2024 [9]. Su trivialidad coincide en aspectos esenciales con los profundos análisis teóricos de un «premio Nobel». Miremos la siguiente frase:

“La corrupción sigue siendo el mal de Colombia, la violencia sigue siendo el mal de Colombia, la pobreza sigue siendo el mal de Colombia, y es la política tradicional la que engendró todos esos males”.

Palabras más, palabras menos dice lo mismo que Robinson. La “política tradicional”, léase las instituciones políticas extractivas engendraron (léase son la causa) de la pobreza. ¿Por qué estas coincidencias? Muy probablemente se debe a que Robinson en lugar de elaborar una teoría simplemente toma de la vida cotidiana las categorías espontáneas, las nociones empíricas que ocultan más de lo que revelan. Por eso su discurso parece simplemente un texto plagado de lugares comunes (como se burla Julio César Londoño). Es comprensible que William Ospina se quede en la superficie de los conceptos inmediatos de la sociedad capitalista, pero no tanto que haga lo mismo un “premio Nobel” y reputado académico como el profesor Robinson.

Dice Julio César Londoño [10] sobre el mal llamado “premio Nobel” James Robinson:

“El Tiempo entrevistó el 20 de octubre a uno de los tres galardonados. James Robinson dijo que Petro era incapaz de desarrollar el cambio, afirmación que los medios difundieron con entusiasmo. Para evitar que los países fracasen, Robinson da dos fórmulas. La primera es genial: ‘La gente debe enfocarse en cambiar las instituciones para que funcionen mejor’. Hombre, Robinson, haberlo dicho antes, ya mismo hablamos con ‘la gente’ y la enfocamos. Breve. La segunda fórmula tiene dos partes: ‘Hay que poner a un lado las diferencias y encontrar cómo transformamos a Colombia’”. La primera parte es angelical, la segunda retórica.

“Después de elogiar las instituciones, Robinson critica la obsesión de Petro por las reformas, ¡que son al fin de cuentas piedra angular de los cambios y de los protocolos institucionales! Y después de señalar que los caudillos torpedean las instituciones, afirma que ‘la única persona que tenía un plan real para cambiar las cosas era Uribe’, es decir, un caudillo alérgico a las instituciones”.

Notas

[1] Revista Sociedad y Desarrollo de la Universidad de los Andes, https://revistas.uniandes.edu.co/index.php/dys/article/view/6678.

[2] “Desde un punto de vista contable, la razón por la que hay colombianos pobres es porque hay mucha desigualdad en el país, donde, por ejemplo, el 45% del ingreso nacional es devengado por el 10 % más rico de la población y el 14 % de los terratenientes son propietarios del 80 % de la tierra (Ibáñez y Muñoz, 2011)” (p. 14).

[3] “Acemoglu y Robinson (2012) sostienen que la clave para entender por qué un país o región es pobre son sus instituciones económicas. Las regiones que tienen instituciones económicas “extractivas”, que no crean incentivos de base amplia ni oportunidades para las personas, crearán pobreza. Las instituciones económicas incluyentes, que sí crean incentivos u oportunidades, generarán prosperidad.” (p. 20).

[4] “Son más importantes aún las instituciones políticas extractivas. Si estas cambiaran entonces las instituciones económicas cambiarían también. Sin embargo, como he argumentado, el hecho de que Colombia tenga instituciones políticas extractivas no es coincidencia” (p. 74).

[5] “Así que, a pesar de las características extractivas, el Estado de doble cara crea oportunidades para que la sociedad obligue a las instituciones a volverse más incluyentes, siempre y cuando esta logre organizarse”.

[6]  https://dle.rae.es/miserable?m=form. Miserable = extremadamente pobre

[7]  https://www.pulzo.com/economia/bancolombia-banco-bogota-dan-ganancias-superfinanciera-dice–64-billones-PP4093365A?_gl=1*19tvpq*_ga*Zlg5a3VVYnE3ckZwSWJLc2p6Zi1Rc0xfMG1lVkhGVlAtSG1pcTFndWhSLXppeDJzU013MmFVZHJ0UzNBNktFSg..*_ga_E07F983YQQ*MTczMjAyNDI3Ny4xLjEuMTczMjAyNDI3OC4wLjAuMA

[8] https://www.pulzo.com/economia/luis-carlos-sarmiento-aumento-fortuna-grupo-aval-utilidades-crecieron-103-PP4099874

[9] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/william-ospina/ahi-vienen/

[10]  https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/julio-cesar-londono/el-nobel-petro-y-los-escritores/

Revista Sur, Bogotá.